Soy aficionado a los musicales y estoy comenzando una aficion al rock y al metal. De lo primero hay muchos elementos en esta película, de lo segundo apenas un misero guiño.
En cuanto a los elementos de musical, un argumento no muy complejo, que aunque no sea sinónimo de simple, aquí sí lo es. Situaciones inverosímiles hasta decir basta, tanto que no podía evitar reírme (muy a pesar, rompiendo la regla sagrada del silencio en el cine, pero la leche, que falsas quedan esas tomas).
Lo esencial del musical, las canciones. La gran mayoria baladas, que en boca de los actores/cantantes pierden esa esencia rockera, y se quedan en "no aptas para diabeticos". Aparte, hay alguna bien conseguida, como la actuación del Tom Cruise, o la canción de la manifestación al final de la peli.
Lo bueno: Stacee Jaxx (Cruise), la estrella, excéntrica, inmadura. Sus canciones (dos), su macaco. Algún gag del personaje de Russel Brand. Paul Giamatti, que ya podrian haberle dado alguna canción a él y quitarle al dúo protagonista...
Lo malo: el susodicho dúo. Qué sosos, hostia. Recién salidos de High School Musical, ofrecen este sucedáneo de rock que son las canciones que les han tocado, y ni mucho menos tienen carisma. Los diálogos con los que llenan el tiempo entre canción y canción. Las susodichas situaciones, y las reacciones de los personajes. La coreografía de la única canción de Zeta-Jones, de risa.
Film veraniego, entretiene lo suyo, y como evasión del mundo sirve. Como tributo al rock, no.
5

Los Wachowski tuvieron suficiente con revolucionar la industria del cine una vez. Desde entonces han ido bajando paulatinamente el nivel (con un gratificante intento de volver a elevarlo con El Atlas de las Nubes), alejándose cada vez más de la calidad de su obra magna, Matrix, para ir cayendo en el oscuro y profundo abismo del pastelón futurista.

Y por desgracia, no se aprecia cambio alguno de esa tendencia en esta su nueva película, Jupiter Ascending, en la que una de por sí floja historia se pierde entre el barullo y la algarabía de unos efectos especiales de los se depende más de lo aconsejable y de escenas de acción algo pasadas de rosca. Porque la película merece la pena ser vista únicamente si se es amante de las grandes composiciones digitales de planetas, naves, alienígenas o licánidos en patinete con explosiones y coros de fondo. Tras unos tráilers que en sí te contaban gran parte del argumento y dejaban poco a la especulación, Jupiter Ascending se revela como un culebrón de proporciones galácticas, en el se nos exponen las pugnas entre los miembros de una familia por una herencia de gran calibre que resuena a ideas de películas anteriores (de los mismos Wachowski). El guión, poco acertado a la hora de definir ningún personaje o alguna situación interesante, se tambalea entre el pastiche familiar rayano en el incesto, la acción desmedida (pero bien llevada), escenas que originalmente pretendían ser serias que provocaban, literalmente, la carcajada generalizada en la sala, y una totalmente inane historia de amor que haría las delicias de Stephenie Meyer.

Todo el peso del film recae sobre los hombros de Mila Kunis y de Channing Tatum, que en ningún momento ofrecen otra cosa que un pétreo rostro o que alguna frase extenta de toda emoción. La primera parece que no sabe ni por dónde le pega el viento, reaccionando de la misma manera ante cualquier hecho que se le presente, desde el más normal y cotidiano como limpiar un inodoro como el descubrir un vasto imperio galáctico capitalista. Tatum ni reacciona, siendo su cara un ejemplo de serenidad y estoicismo a lo largo de toda la película, y con la media hora de rigor en la que por contrato debía lucir sin camiseta. Los demás hacen lo que pueden con los papeles que tienen, y su esfuerzo es de agradecer, sobre todo el de Sean Bean. Y los más miedosos puede que encuentren al villano de Eddie Redmayne hasta levemente amenazador en algún momento, pero en cualquier caso nada significativo.

En definitiva, no creo que nadie diga que Jupiter Ascending sea una buena película. Puede ser entretenida, según gustos, puede funcionar como comedia (involuntaria), y puede servir como triste ejemplo de la decadencia de dos buenos directores que, por unas razones o por otras, parece que han perdido el norte, o al menos, el amor al arte.