Desgraciadamente, a esta serie le ha pasado lo que a muchas otras: la han querido hacer más larga de lo que debía ser. La primera temporada es bastante buena, saca temas interesantísimos sobre la juventud y la educación en este país. Pero la segunda… ¡ay la segunda!

Donde en la primera temporada tenemos a un grupo de chavales, cada uno con sus problemas, en la segunda tenemos un grupo de clichés. El fachilla, la roja, el gay, la madre adolescente… lo cual genera algunas situaciones realmente ridículas. Además, han querido expandir lo temas de conversación y hablar de problemáticas sociales y bueno… ha quedado un batiburrillo que a ratos da un poco de vergüenza ajena. O el hecho de que hayan metido secundarios en la clase de los alumnos de HIT que ni hablan ni hacen más que rellenar.

Le doy un 8/10 porque la primera temporada me encantó, y la segunda simplemente la olvidaré y ya está. Claro que tiene algunas cosas que se salvan, como la actuación de Daniel Grao y de algunos de los demás chavales. Espero que lo dejen aquí y no hagan una tercera. Espero.

Básicamente trata del verano de un chico, de unos 13 años, al que su madre no hace ni puñetero caso. Una pareja, porque difícilmente les podríamos llamar familia, de lo que se suele considerar como “white trash”. Un chaval que apenas habla, apenas ríe, y encima lleva toda la casa y ayuda a su madre en el trabajo mientras soporta a sus novietes y amigos. El ambiente es opresivo a más no poder.

Es una de estas películas en las que no pasa nada, pero aún así quieres saber más.

8/10

Un cuento moral donde la directora nos cuenta, en dos épocas paralelas, los vicios de una familia de clase alta y el intento del niño, ya convertido en adulto, de dejar esa vida atrás. La perplejidad inicial ante el surrealismo de las primeras escenas da paso a la cruda realidad de ese niño que lo tiene todo, pero a la vez le falta de todo.

En todo momento la película tiene cierto halo de sueño, de situaciones que podrían pasar pero que parecen demasiado oníricas como para ser verídicas.

7/10

Una película amarga, triste, de perdedores, pero con momentos amables y divertidos. Un retrato de una época de este país que nunca volverá, justo antes del euro, cuando comenzaba el boom de la inmigración. Una España que parece muy lejana en algunas cosas, pero que en otras no ha cambiado absolutamente nada. Curiosa esta dualidad: la oficina del INEM con sus primeros ordenadores beige y Juan escribiendo su currículum en una máquina de escribir.

En resumen, una sorpresa grata. Cada vez que veo más cosas suyas, mas me gusta Ramón Barea.

8/10

Una película dura y amarga… curiosamente no es muy “nórdica”, o al menos no como solemos estar acostumbrados. Las dos horas y diez minutos no se hacen largas, deseas ver cómo avanza su historia, presenciando una caída ante el abismo.

Como curiosidad, el aeropuerto que sale hacia el final de la película es el vestíbulo de la estación de Madrid-Chamartín. Se ve perfectamente el logo de metro por detrás y los tornos, aparte de la cartelera típica negra y verde de los andenes de Adif. Ah, y el pequeño papel en la primera escena de Olafur Darri Olafsson. Este hombre sale en todo lo que venga de Islandia.

8/10