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Críticas de GafasDeNariz
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
9
9 de enero de 2013
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Dos horas y media, blanco y negro, de autor, sin efectos especiales, con el ritmo cadencioso de una pieza de música clásica lánguida, triste, seria y refinada… Son todas las papeletas para una hostia padre en la taquilla. Pero no. “La cinta blanca” tuvo un considerable éxito de recaudación que (fijo) hizo palidecer al productor americano más recalcitrante, y bien que me alegro. Porque siempre es una suerte de justicia poética, no me lo negaréis, ver como una obra arriesgada y con algo que contar mete el morro entre multipublicitados “tres-des” y gaitas ruidosas varias. Que “no es cine todo lo que reluce”, como leía hace poco en alguna web…
Lo primero que llama la atención de la propuesta de Haneke es su fachada visual. En imponente blanco y negro, el maestro alemán convierte cada plano en un cuadro recio, solemne, en el que no sobra absolutamente nada. La puesta en escena, tan estudiada y medida como austera, es una fiesta (sin una sola risa) de la sugerencia. Mezcla una y otra vez el travelling invisible con planos fijos, de cemento armado, que transmiten los sentimientos reprimidos en niños y adultos con una naturalidad aparentemente fría y distante, pero que va calando como una manta mojada, y que le dejan a uno literalmente atado a la butaca. La narración está orquestada en una sucesión de planos-secuencia que se rematan con sutiles fuera de campo, claros ejemplos de ésta concisión narrativa. Spoiler *
Ésta factura formal, alejada de cualquier acento puramente estético, no es, en absoluto, simplista, sino más bien un ejercicio de virtuosismo callado, nada ostentoso pero igualmente brillante al de otros directores con el ombligo y la chequera de mayor tamaño. La matizada fotografía permite el juego de contrastes que subyace entre el paisaje exterior (esa nieve tan blanca que cubre el pueblo como un velo que recuerda a sus habitantes la supuesta pureza e inocencia de su sociedad, el mismo efecto espejo, de mascarada, que suponen los trajes y modales refinados de los representantes de la alta sociedad, así como la cinta blanca que han de portar los niños…), y los ajados rostros de los personajes, que, estos sí, dicen la verdad. Ya sean jóvenes o viejos, sus miradas, sus arrugas, o cualquier rasgo definido en sus caras, actúa sobre nosotros como ventana abierta, como abismo por el que asomarse a las auténticas emociones, dolores, o miedos, que atrapan a los habitantes del pueblo. Todo el mundo, incluido ese profesor que parece ideológicamente más libre (y por eso más solo), permanece encerrado su propia jaula de inevitable sumisión, bien sea por posición social, status económico, jerarquía familiar, tradición, o educación religiosa. Spoiler **
Haneke tiene una opinión, pero es evidente que no pretende enjaretarnos un discurso panfletario anti-fascista. Su película no es doctrinal. Lo que sí hace es cuestionar las consecuencias ligadas a un determinado modelo de educación jerarquizada, basado en la represión de los sentimientos y la asimilación del dolor (castigo) como mal necesario para purgar el ideal cristiano de la culpa. Culpa que surge irremediablemente del absolutismo, claro. Porque si una idea no es presentada, transmitida o vivida como una verdad absoluta… tampoco podrá nada, ni nadie, contravenirla, perdiendo así la claridad de sus referentes. Si no existe un ideal absoluto de pureza y de bien, no existe un contrario al que castigar y condenar. Y eso conlleva la pérdida de control social sobre nuestros semejantes.
Aquí queda claro que los niños son esponja y espejo, y que aprenden por asimilación. Respiran la sociedad en la que crecen. Asi, el conjunto de pautas represivas que reciben acaba desarrollándose según sus propias normas. Evoluciona o involuciona (lo mismo da) con el aprendizaje y el discurrir vital y social de cada generación, fabricando claves e ideologías absolutistas nuevas que pueden tener (o no) que ver con las que guiaron antes a sus padres. En el contexto concreto de la película -los albores de la primera guerra mundial-, es evidente el germen del posterior fascismo. Aunque las preguntas que Haneke plantea no son exclusivas del nacimiento de la Alemania Nazi, y pueden extrapolarse a cualquier sociedad y contexto histórico o ideológico, ya sea éste político, económico, o de cualquier otra índole.
Tampoco quiero engañar a nadie: “La cinta blanca” es una gran película pero es difícil, seca como lija, compleja y pausada, casi contemplativa, y no es para todos los gustos. No es imprescindible (aunque ayuda) conocer el trabajo anterior de su director para saber lo que uno se va a encontrar. Porque si no se está familiarizado con un tipo de cine que obliga a pensar y a preguntarse, e incluso a dudar sobre lo que está viendo (esto no es sota, caballo y rey); a ver detrás de las imágenes y de las palabras y de los silencios… es mejor no entrar en la sala. Así de claro. A mí me entusiasmó, pero hay que decir también que el cine estaba sorprendentemente abarrotado, y que la gran mayoría del público salía cabreado, aburrido, indignado, o todas éstas cosas juntas.
Creo que esta es una obra maestra imperecedera del cine europeo, que el tiempo deberá juzgar y poner en el lugar que le corresponda… Pero también creo que todo espectador potencial debe reflexionar seriamente acerca de lo que espera encontrarse en la oscuridad de una sala de cine, antes de sentarse para ver un pase de “La cinta blanca”. Avisados quedan.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
GafasDeNariz
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