La palabra posesión brilla y resuena durante todo el film. Posesión en todas sus acepciones, no siempre producida por demonios, o, tal vez, sí…
¿Cuáles son esos demonios?, ¿Dónde están verdaderamente?, esta película nos invita a atrevernos a mirar, no solo a los demonios típicos, sino a aquellos que todos tenemos, esos que nos poseen hasta la última fibra y que, en algunos casos, pueden arrastrarnos vilmente por el peor camino. Emma (Sophie Vavasseur) es el vaso, el cuerpo receptor para aquello que viene del más allá, pero también posee y lo hace bastante bien. Tristemente muchos errores empañan este filme con un corazón exquisito. La actuación del sacerdote, personaje crítico, es una de las peores fallas.
Sin embargo la película no cae del todo. Con una idea central que roza lo filosófico, soporta la osadía de revelarse ante las clásicas películas de exorcismos amparadas bajo el velo de la religión. Se define hacia el final, con un giro troncal inesperado. Aunque con una dirección débil y confusa, se sostiene, permitiendo conducirnos a la reflexión. Podría haber sido mucho mejor.