Son detalles asaz sutiles los que esclarecen la intención del relato, como por ejemplo un ojo entrecerrado tras una golpiza, que nos remite a Odín —lo que queda corroborado por la aparición de los cuervos— o el hecho de que una reina pelirroja provenga de Irlanda.

Dos escenas particularmente complejas desde el punto de vista alegórico son la obtención de la espada y, hacia el final, el que surjan dos niños del amor entre los protagonistas.

Tocante al primero, la espada, llamada Draugar, es adquirida tras matar a un ser sobrenatural, lo que nos hace pensar en Sigfrido y el dragón, a quien en vez de atravesársele el corazón, le es cortada la cabeza, lo que aunado a su piel verdosa trae a la memoria la leyenda de Gawain (y aún me atreveré a ir más lejos, pues el muerto andante y el nombre de la espada podrían hacer referencia al mismísimo Drácula; ciertamente que su leyenda es enteramente húngara, pero el personaje fue popularizado por un escritor anglosajón, por lo que lo considero una travesura por parte de Robert Eggers... y ya que la película está plagada de huevos de Pascua —tradicionalmente huevos cocidos— pues que sea el Nosferatu el huevo de chocolate).

En cuanto a lo segundo, el nacimiento de los dos niños, me pasé la película entera esperando que “la novia de Hamlet” se metiera al agua, y oh maravilla, en vez de hacerlo para perder la vida, lo hizo para generarla. Asimismo podríamos pensar en Signy (la Sieglinde wagneriana) y Segismundo, lo cual quedaría plenamente justificado por la constante identificación con los lobos. Los bebés resultantes se hallan enlazados por ramas, lo que da la idea de un árbol genealógico, pero también recuerda a Líf y Lífthrasir, los únicos humanos que han de sobrevivir a la batalla apocalíptica del Ragnarök —por algo aparecen hasta el final de la cinta— ocultándose en el interior del fresno Yggdrasil. Asimismo, es la niña quien porta la corona, y al no ser mencionado nunca su nombre, se la puede relacionar con todas las soberanas anglosajonas que gobernaron sin rey, desde la amazona celta Boudica hasta la reina Victoria, pasando por María Tudor, María Estuardo, las dos Isabelas y —ya estamos aquí— la reina de Corazones.