¡Buf! ¿Por dónde empezar? Quizá por esa sensación contradictoria que produce tener pendiente una peli desde hace décadas, verla, y comprobar que es un bodrio.

El sentimiento de estupefacción continúa al comprobar que amigos míos cuyo criterio cinematográfico aprecio mucho la consideran una buena película. No sólo eso: gente que se supone “alma gemela” de un servidor no le arrea el 1 ó el 2 que creo que merece, sino cuatros, cincos...

¿Por qué pasa eso? Ya sé que para gustos, colores. Pero creo que en este caso pueda deberse quizás a que John Milius tiene aún esa aura de ser de la quinta de Coppola y Spielberg, y de forma más o menos consciente se le recuerda su dirección de “Conan” y “El viento y el león”, o que fue coguionista de “Apocalypse now” (poca broma).

Que se me entienda: a mí me da igual que este señor sea de extrema derecha en la vida real. Si le apetece contar una historia en que la URSS, ayudada por Nicaragua y Cuba, invade los EEUU, podría resultar creíble, si lo hace bien, pero es que éste no es el caso.

Y ello, a mi modo de ver, no sólo porque las interpretaciones sean justitas (salvo quizás las de Ben Johnson y Patrick Swayze), y la música merecedora del suspenso más rotundo, sino sobre todo por barbaridades del guión, que cuento en el spoiler...

Un reparto bastante heterodoxo es el que nos ofrece esta peli, de arranque interesante, pero con sus cosas: Tom Berenger, que ya empezaba una lenta pero inexorable caída, se hace increíble como indio; John Lithgow, en cambio, está en su salsa en su papel; Daryl Hannah, de la que observamos en determinada secuencia que, efectivamente, es rubia natural ;) , está bastante perdida; y Kathy Bates está correcta (¿cuando lo hace mal esta mujer?), aunque hacia la parte final realmente el director habría de haberla dirigido un poquito: lo concreto en el spoiler.

¿Qué más decir? Pues que la fotografía es muy chula, pero eso, tal y como dijo el inefable CPumares, es sinónimo de que te aburre el resto.

No fue mi caso, pero este filme podía haber dado para más.

Y sigo dando la brasa explicando al mundo mi aburrido verano de 1990. Otra película que fuimos a ver (reitero: imaginaos qué era lo otro que debían de proyectar) sin esperar nada especial...

... y nada especial pasó. Aburrida historia, sosez permanente, una morena guapa con aspecto de malcarada (Zaphne Zuniga; luego la veríamos en "Melrose Place", por ejemplo), y un desenlace que en verdad a esas alturas nos daba igual. En suma, desinterés generalizado y una trama insulsa.

Insulso como mi verano de 1990, naturalmente.

Hubo una época, allá por mediados de los 90, en que el Canal Plus pertenecía al mismo grupo que "El País". Consecuencia: en la crítica de las películas de TV que publicaba el mencionado periódico sucedía bastante a menudo que las pelis de los canales diferentes al susodicho eran calificadas con notas más bien bajas, y (¡oh, casualidad!) aquellas contenidas en ´los estrenos del Plus´ (así se llamaba la subsección, situada destacadamente en medio de la página correspondiente —la antepenúltima del diario—) recibían una puntuación siempre espléndida; generándose —como se pueden imaginar— el pitorreo correspondiente entre los lectores.

Sin embargo, esto no pasó con "Un dólar por los muertos". Recuerdo que el crítico de "El País" la puntuó muy bajo —cosa que le honra— y resumió insuperablemente este filme (realmente, un telefilme) con la frase que reproduzco a continuación de forma más o menos literal:

"Emilio Estévez quiere hacer de duro en este western, imitando a Clint Eastwood, pero no le sale".

¡En el clavo! Eso es. Emilio Estévez hace una ¿interpretación? paupérrima, soltando diálogos cortantes en el saloon, poniendo cara de persona solitaria-complicada-con un pasado a cuestas, disparando sus revólveres al tuntún, queriendo efectivamente imitar a D. Clint... pero es que realmente no se le acerca ni de lejos.

En nada ayuda, desde luego, una dirección (es una forma de hablar, por supuesto) de lo más torpe visto nunca en Almería (y miren que el nivel está donde está); un guión que es un desatino; una banda sonora (por llamarla también de alguna manera) que no es sino un refrito cutre hecho, parece ser, con un sintetizador de la época, y otros actores en estado de des-gracia, de los cuales sólo se salvan, en mi opinión, y más bien por los pelos, William Forsythe y Simón Andreu (veteranísimo en estas coproducciones internacionales, porque durante décadas era uno de los escasos actores españoles que hablaban inglés: les invito a que vean la lista de pelís suyas en imdb por ejemplo y contemplarán los títulos más heterodoxos imaginables).

Mención especial merecen, también sea dicho, las marcas de neumáticos que se ven claríííííííííííííííííííííííísimamente en la arena, durante las persecuciones a caballo (de lo peor rodado nunca); un salto temporal absurdo en que dos individuos acorralados en un sótano por los malos aparecen inmediatamente siendo atendidos por una muchacha del pueblo; y un doblaje que deja bastante también que desear.

Jordi Mollà comentó que participó en esto porque le hacía ilusión protagonizar un western, sentimiento legítimo por otra parte. Teniendo en cuenta eso; que además los actores tienen que vivir y pagar hipoteca, además de que esto debió de dar de comer a gente; y que los ya mencionados Forsythe y Andreu no lo hacen mal del todo, me decido a ponerle un 3 sin estar demasiado convencido, porque inmediatamente me vienen a la cabeza las penosas coreografías de los tiroteos, el duelo a tres (que sin duda pretendió ser un homenaje a Leone por "El bueno, el feo y el malo" y al final se queda en un churro del quince) y me vienen tentaciones de bajar la nota.

Pero bueno, dejémosla en eso: en un 3 (floja).

Andanzas de un combo por África, y buen reparto. Interesante punto de partida. Lástima que el guión haga aguas, básicamente porque retrata unas situaciones poco creíbles. Pero lo que creo que “mata” esta película de una forma especial son las secuencias en que la orquesta interpreta sus canciones, más falsas que Judas, no sólo porque no cantan ni tocan ellos, sino también porque la sincronización entre los gestos de los actores y la música está muy mal hecha. La ambientación, que parece trabajada, no logra su objetivo: por decirlo de alguna manera, canta mucho que no se fueron precisamente a Egipto a rodarla.

También tiene pinta de que los actores, que ya sabemos que son muy buenos, se lo pasaron muy bien rodándola, pero ni realizaron su mejor trabajo (concretamente, Jorge Sanz está fatal) ni, lo que es peor, transmitieron algo consistente al espectador. Una película de las que se suelen llamar fallidas...