Yo diría que el tema básico y conductor de toda la película se refiere a las relaciones familiares y no a la homosexualidad que, si bien está como apuntado en toda la película, no se descubre hasta la última parte. La familia, como clan, como unidad que defiende a todos sus miembros, está cuestionada. La falta de la madre parece ser la causa de las alteraciones que se producen entre los cuatro hombres de la familia, pero en realidad ya estaba fallando esa unión en vida de la madre. De hecho, en algún momento se acusan entre ellos de que la causa de esta muerte de la madre tiene que ver con su comportamiento. La figura del padre, como dirigente del clan, está absolutamente desacreditada y ninguno de los tres hijos es capaz de marcar las directrices. Sin embargo siempre está el amor entre ellos que la madre les enseño a mantener. La interpretación de todos es correcta, pero el trabajo de Nicolas Cazalé se hace preponderante desde el principio y parece ser este hijo el hilo conductor de toda la historia. Más que una película sobre homosexuales puede ser una película para homosexuales por los desnudos, tampoco tantos, pero muy bien presentados. Quizás falle la iluminación posiblemente debido a un bajo presupuesto pero se compensa por una fotografía cuidad y al servicio de la historia.

Toda película necesita de un guión cinematográfico y de un director que pueda realizarlo en imágenes que nos cuenten una historia. Aquí está la historia, la telenovela, lo cual indica que hay algo de lo anterior, pero la sensibilidad del director parece inclinarse más por mostrar los cuerpos de los bailarines-prostitutos que por hacernos entender sus motivaciones. En la base de todo está el hambre y la miseria pero el cúmulo de desgracias hacen increíble lo que estás viendo. La interpretación de todos ellos es muy mala y más parece una película de aficionados para amiguetes “entendidos” que una película para proyectar en pantalla comercial. A no ser que en las pantallas de algunos países estas sean las películas que verdaderamente tienen éxito. Sólo una cosa me ha parecido interesante, el realismo del ambiente donde se desarrolla ese drama. Filipinas es un mundo donde todo es posible y las relaciones familiares, con reminiscencias de educación española, están muy arraigadas.

Esta película podría ser un conjunto de relatos cortos sobre las relaciones sexuales entre individuos que buscan la felicidad. Sin duda Cameron Mitchell sabe hacer cine, sin ser todavía un maestro. Y sobre todo conoce del mundo de la homosexualidad, como hemos visto en su anterior película, “Hedwig and the Angry Inch”. O mejor dicho, conoce un mundo homosexual que no es el que vive habitualmente mezclado con el mundo heterosexual. Conoce así mismo la soledad de los seres y el ansia de felicidad, que en esta película parece ser el ansia de satisfacción sexual. Sus imágenes son potentes, bien elaboradas, aún las de sexo explícito, pero mezclar ese conjunto de imágenes para dar una coherencia a un relato, esta vez no lo ha conseguido.

Esta película adolece de un guión basado en los convencionalismos de las parejas heterosexuales ante el encuentro con la adopción de un hijo. La sensibilidad y las circunstancias de los padres adoptivos cuando son homosexuales no son las mismas que las que tienen las parejas heterosexuales, aunque se trate de países nórdicos que supuestamente tienen una mayor tolerancia ante la homosexualidad. Con todo la película debe verse porque en lo que atañe a interpretación esta en un nivel muy alto, y muy especialmente un el mucho que es objeto de la adopción. En el se sintetizan todos los valores positivos ante el mundo homosexual y todos los valores negativos de la homofobia. El final suena demasiado a concesión al espectador pero también cabe pensar que en el mundo de las parejas homosexuales este fin es posible.

Creo que el título idóneo sería “Los hombres heridos”, y en este caso la referencia del los “hombres” es única y exclusivamente para los “hombres” homosexuales. En general, cada persona es el conjunto de los encuentros de su vida y así, su personalidad, nunca estará terminada. En este caso el primer encuentro, lejos de ser el mundo feliz que Henri busca es el encuentro con el dolor, con la parte amarga de esa existencia que Henri todavía no conoce. Jean es a su vez un hombre herido que busca también su parte de felicidad pero que no acaba de encontrarla, ni siquiera de dársela a los que en él la buscan. Y así hay un universo de hombres buscando la felicidad en ese mundo de la homosexualidad que en cada encuentro reciben una herida. Pero hay un ángel, alguien que procura la felicidad para cada uno de ellos, pero su mundo no es de este mundo y por lo tanto no tendrá éxito en su ayuda a los homosexuales. Aquí radica la tesis del director y con ella no estoy de acuerdo porque casi treinta años después el mundo de los homosexuales tiene muchas posibilidades de ofrecer felicidad a sus habitantes. La familia y los lugares donde se desarrolla la vida de estas personas es mucho más libre, más seguro y mucho menos sórdido.