Debe ser que la vida ya me ha curado de espanto y ya nada me asusta.
He visto esta película de madrugada, completamente sola en casa, a oscuras en mi cama. Ambiente idóneo para saltar de miedo con una buena película. Y sin embargo, bostecé casi todo el rato. Cuando la sutileza se convierte en una primera hora sin acción, no se llama sutileza sino aburrimiento.

Nueve historias potentísimas de nueve mujeres distintas. Nueve historias llenas de sensibilidad, de mensajes, de feminidad, de valores. Y sin embargo se entrecruzan sin orden ni concierto en una cabalgata lenta lenta lenta de personajes que no llegamos a conocer.
Faltan principios y finales, y sabe Dios (u "Óscar", o quien sea) que también los cortometrajes pueden tenerlos.

Consigue la difícil misión de ser sentimental a la par de realista, de no caer en sentimentalismos baratos, de contarnos historias que duelen y son parte de diferentes vidas que bien podrían ser la de uno mismo. Creíble, todos y cada uno de los actores están sobresalientes. Blanca Portillo y Amparo Baró brillan como siempre, el resto se portan igual de bien, hasta el niño hace un papel excelente. Aunque a mí, sin duda, me vuelve a enamorar Raúl Arévalo.

Diría que es entretenida, pero lo cierto es que en varias ocasiones estuve a punto de dormirme.
Una comedia graciosa, muy al estilo francés, muy exagerada, ideal para pasar el rato.

Lenta, poco creíble, infantil, diálogos simples, violencia gratuita, melodramatismo de mercadillo.
O quizás no era tan mala y fue culpa de las expectativas creadas. Siendo un poco más bondadosa diré que tiene momentos agradables y hasta graciosos; pero aun con toda mi bondad, sigue siendo lenta.