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Ficción, documental y magia se combinan en “Ayiti Mon Amour” (Haiti Mon Amour), de Guetty Felin. La directora haitiana-americana acudió en 2010 a su país natal tras el terremoto y allí, escuchando las historias de la gente, surgió la idea que derivaría en su primera película. “Ayiti” transita de manera libre entre historias, personajes y modos de narración; un joven que perdió a su padre en el terremoto quiere irse de la isla, contra los deseos de su madre; un escritor entra en conflicto al intentar plasmar en el papel la experiencia de sus coterráneos; una mujer busca el sitio donde su familia yace bajo tierra. Mientras tanto, transitan por la historia almas errantes que encuentran la manera de comunicarse con el mundo de los vivos.

Inspirada en el realismo mágico de Gabriel García Márquez, que vimos notablemente en forma cinematográfica hace unos años con la estadounidense “Beasts of the Southern Wild”, en “Ayiti Mon Amour” es atractiva, pero en últimas desenfocada. El sentimiento amateur de la producción y de los actores pueden apartar a más de uno de la pantalla. Como debut, “Ayiti” es una promesa de que Felin tiene ideas únicas con las cuales trabajar en el futuro (e imágenes impactantes, como la ropa que las olas llevan hasta la costa), alejándose de retratar la tragedia por la tragedia.

No es una mala película, pero tampoco es una obra maestra. No puedo compararla con la versión original de los ochentas porque no la vi, pero sí puedo decir que The Karate Kid cumple con lo que se le puede pedir a una película “para toda la familia” en esta época: entretiene y divierte. Es innegable que la película tiene sus altibajos, muchas situaciones parecen alargarse innecesariamente y algunas otras se vuelven repetitivas. Pero cuando toma fuerza, lo hace con seguridad y logra emocionar, a tal punto que cerca a su final unas cuantas personas en mi sala de cine no pudieron evitar aplaudir.

El filme trata muchos temas al mismo tiempo: la adaptación de una familia estadounidense a la cultura china, la relación entre madre e hijo en una edad en la que el niño empieza a querer más independencia, la interferencia de los padres en las relaciones sociales de los niños, la culpa y la importancia del respeto y del “buen juego”, de buscar ganar sin perder la integridad y la dignidad.

La película se mueve satisfactoriamente entre la comedia, la acción y el conmover al espectador en gran parte gracias a las actuaciones de Taraji P. Henson, la madre del “karate kid”, el siempre carismático Jackie Chan y el pequeño, Jaden Smith, que se afianza como actor, gimnasta y rapero (la canción de los créditos la hace junto a Justin Bieber). Para mi gusto, más carismático que su papá Will, por cierto.

The Karate Kid puede pecar en intentar meter muchas historias y enredos en el espacio de dos horas. En algún momento llegué a pensar “esto lo van a cortar acá y lo van a dejar abierto para una segunda parte” pero no, en los últimos minutos antes del torneo final todo se desenlaza y da paso a la secuencia de acción que habíamos estado esperando toda la película.

Puntaje: 6.8/10

Nota al pie: En la película el niño aprende kung fu, no karate. Uno de los personajes se burla de esa situación diciendo “karate, kung fu, todo eso es lo mismo”

Andi Baiz (Satanás) no decepciona con su segundo largometraje, una coproducción colombo-española en la que Baiz sigue explorando el terreno del thriller y el suspenso, superando con precisas y adecuadas elecciones directorales las dificultades que el guión (el cual él mismo ayudó a escribir) y los personajes presentan en varios momentos.

“La Cara Oculta” comienza con una mujer abandonando a su novio, a quien le deja únicamente una grabación despidiéndose. Ambos son españoles y han llegado a Colombia, ella siguiéndolo a él mientras conduce por un año la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Las circunstancias extrañas de su huida, sumadas a la incursión de otra mujer en la vida del músico, harán que se empiecen a revelar los secretos que todos guardan.

Pocos negarían la idea de que un guión sólido es el fundamento en el cual se construye cualquier buena película. Se ha escuchado decir que un buen guión puede ser arruinado por una mala producción, pero que a un mal guión no lo salva nada. “La Cara Oculta” es, en parte, la excepción a la regla. Su historia puede a veces parecer inverosímil, forzada y exagerada, sus personajes pueden rayar en momentos con lo caricaturesco, pero es una película que logra que el espectador se vea inmerso por completo dentro de ella y le perdone sus fallas.

No era de esperar menos de la mano de Andi Baiz, quien dirigió una de las mejores películas colombianas de los últimos años (Satanás). Baiz demuestra su talento generando durante el filme un ambiente de tensión y suspenso poco familiar al cine nacional. La manera en la que está construido el filme da lugar para momentos de sorpresa, de incertidumbre y de estrés: Baiz logra, de alguna manera, salvar y sacar adelante a una historia que, en manos de otra persona, fácilmente hubiera podido quedar insulsa.

A “La Cara Oculta” le beneficia también no tomarse todo tan en serio. Sus momentos cómicos aparecen en los momentos adecuados y no le restan a la tensión que se genera todo el tiempo, con un ritmo ayudado por la pertinente selección de música que se hizo para acompañarlo.

Es una película poco realista pero verosímil dentro de su mundo. Desde el comienzo, el filme establece las reglas de juego, el espectador debe creer que los personajes son de cierta manera, que son capaces de hacer cualquier cosa y que los giros dramáticos tienen sentido. Es un filme consciente de sí mismo, construido para enganchar a quien lo vea y no dejarlo ir hasta la última toma. Y termina uno apreciando que en el cine se puedan contar cualquier tipo de relatos, y que basta con aprovechar todos los elementos con que se cuenta para hacernos emocionar por historias tan distante a nuestra cotidianidad.

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“Gestación” es la primera película costarricense que veo. La recomendaría por poder contar una historia universal a partir de una realidad local que se nos hará tremendamente familiar.

El segundo largometraje de Esteban Ramírez cuenta una historia de amor entre dos adolescentes que están próximos a empezar su último año de colegio, uno de clase alta (Teo) y otra de clase media (Jessie), y que una noche, entre canciones y juegos románticos terminan cometiendo un error que cambiará sus vidas para siempre. El embarazo de Jessie traerá consigo no sólo una tensión entre ambas familias por cuestiones sociales y de dinero, sino también una lucha política contra el colegio religioso de la futura madre, que pondrá una serie de condiciones para dejarla permanecer estudiando.

Aunque es una historia sencilla y conocida, logra, sin aburrir en ningún momento, construir unos personajes que podemos entender y con los cuales nos podemos relacionar como espectadores. La emotiva “Gestación” acierta en no limitarse a mostrar una de las tantas historias de embarazo adolescente que encontramos en nuestro continente, sino en tratar de trascender un poco más mediante el establecimiento de una lucha contra la discriminación ejercida por una institución educativa y religiosa. Las buenas actuaciones de todos los personajes y la conducción fluida de la narración logran crear un sentimiento de familiaridad y una fe en que el cine latino empiece a contar otro tipo de historias.

Es una película recomendable, que nos podría dejar con algún aire de desconformismo, pero una película que nos mantiene al filo del asiento, esperando esa escena que nos hará saltar.