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España España · O Carballiño
Críticas de odaesu
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Críticas 66
Críticas ordenadas por utilidad
6
24 de marzo de 2008
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eros es una película formada por 3 relatos dirigidos por el maestro Michelangelo Antonioni, Steven Soderbergh y Wong Kar-Wai.

Francamente me gustaría poder esgrimir algún comentario sobre los episodios de Soderbergh y Antonioni (que supone a mayores su testamento cinematográfico), pero por no recordar ya no recuerdo ni sus títulos. Lo único que se mantiene en mi subconsciente es la demoledora sensación de haber sido estafado, de haber gastado 1.5 euros para alquilar semejante bodrio. Mi desesperación llegó a tal nivel que apunto estuve de coger el dvd y tirarlo por la ventana, sin embargo mi cerebro dijo: “tranquilo, que aún falta el relato de Wong”. Y sí, ahora me doy cuenta de que acerté al mantenerme pegado a la televisión. La mano (así se llama el relato dirigido por el hong-konés) supone otro paso más en la edificación de ese mundo sensual, silencioso, musical, cálido y desolador ideado por Wong Kar-Wai. Ante los ojos del espectador se presenta una historia de amor (como siempre en Kar-Wai) imposible, personificada en personajes perdidos, confusos, autodestructivos.

Todo es tan bello, que te dan ganas de retener cada instante en la memoria, que deseas que el sufrimiento de los personajes no termine nunca, que se alargue, aunque diluido, en el tiempo. Llegado el final, puede asaltar al espectador 1 duda de carácter existencial: ¿Cómo pudieron enredar a Wong en semejante desbarajuste? Ni Soderbergh, ni Antonioni se toman su trabajo en serio, es más, se dedican a crear unos discursos del todo insustanciales, preñados de auto admiración, sentenciados a muerte por el síndrome del director-ego, más propio de Aronofski que de los directores de películas como Traffic, Sexo, Mentiras y Cintas de video, La Noche o Blow-Up.

Por suerte siempre nos quedará Kar-Wai, a pesar de que los exhibidores españoles tengan la desvergüenza de no estrenar su primera película americana: My Blueberry Nights.
odaesu
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6
21 de agosto de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Matad a Dillinger y a su banda, enterrad a Purvis y a su equipo, bailad sobre sus tumbas celebrando el fin de la Gran Depresión. Hacedlo porque no me importan nada. Estos personajes no tienen alma, ni sentimientos. Ni los odias ni los amas. Te da igual que pase con sus vidas, el destino es un detalle insustancial de esta historia, floja, muy floja.

Buscad a los culpables. El director. No, Michael Mann no se merece ningún reproche. Si algo salva a este baño de metralla es la inteligencia, el poder visual que encierra cada fotograma. Mann es un monstruo de la estética, y lo demuestra en cada una de sus películas, desplegando una puesta en escena espectacular a ratos y preciosa casi siempre. Lo demostró en Collateral o en El dilema cuando tenía algo intersante que contarnos pero también lo hizo en Corrupción en Miami, una oquedad amena.

El reparto. Podría ser, pero no. Depp pasa dos horas con la misma cara de perro abandonado, alejándose de sus trabajos burtonianos para aproximarse al mimetismo de Descubriendo Nunca Jamás. Craso error. Bale no está ni se le espera. Coge su Bruce Wayne de El Caballero Oscuro le añade grandes dosis de sosería y listo para ser servido y degustado.

El guión ¿Qué guión? Los personajes son planos, por no decir inexistentes, la trama no avanza, a la mitad del film todo cae en un supor insoportable, la historia de amor carece de profundidad y a pesar de lo que nos vendan nunca se establece una lucha psicológica entre los dos protagonistas aparentemente enfrentados. Es una pena, porque esta podría haber sido un película interesante.
odaesu
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7
27 de septiembre de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Deep Blue Sea es una película ensimismada en su belleza. Fría como un témpano, hermosa e inalcanzable, y por ello más hermosa si cabe. Pensada al milímetro, estudiada una y otra vez, es un puzle en el que todas las piezas son perfectas y sin embargo no consiguen cuadrar entre sí, porque aunque cada secuencia es redonda en sí misma, el conjunto es todo menos redondo. Y así volvem¬os al inicio, The Deep Blue Sea es una película gélida hablando de pasiones desbordantes. Y por ello la nave no acaba de ir del todo bien, la madera que arde en la caldera está mojada y la chimenea echa un humo que se expanda por todo el film.
Rachel Weisz interpreta a una mujer condenada a ser infeliz, un arquetipo cinematográfico que ha dado un gran número de obras maestras cinematográficas: desde A Streetcar Named Desire (Kazan, 1951) hasta Revolutionary Road (Mendes, 2008). Y aquí también funciona la fórmula, en la hermosa e impoluta piel de Weisz, con esa mirada al borde de la demencia, ¿cómo no creértela? Hermosamente encerrada en su campana de cristal. Y todo lo que toca lo enfanga, tiene un hombre que la quiere y otro que no sabe como quererla y a los dos los hace sufrir, los enreda en su trampa. Les miente, porque a ninguno de los dos les dijo previamente que era incapaz de ser feliz, que por mucho que lo intentaran nunca lograrían hacerla feliz, que ella no había nacido para eso. Sufrir era su combustible, su forma de vida, su destino.¬
Terence Davies brilla en la construcción visual del film pero fracasa en la narrativa, la forma en que te cuenta la historia resulta más interesante que la propia historia. Es un pequeño fracaso como narrador y una pequeña victoria como esteta, como poeta visual. Y a pesar de todos sus defectos, siempre nos quedará el placer de ver a Rachel Weisz inmolándose ante nuestros ojos, mientras su delicada belleza se desintegra. Una destrucción calculada y hermosamente filmada.
odaesu
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7
22 de agosto de 2008
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
George Clooney y Steven Soderbergh, una terraza desde la que se divisa medio Hollywood, una botella de whisky, y el libro de Joseph Kanon, El Buen Alemán en la mesa. Dos amigos, una idea, una locura. Porque no dar una vuelta de tuerca al cine actual, y rodar una película contemporánea cómo si fuera un clásico de cine negro, sobre la que flotaran constantemente tres espíritus (entre muchos otros): el de Orson Welles, el de Carol Reed y el de Humphey Bogart. Porque seamos sinceros, el encasillamiento no es bueno. No se puede estar toda la vida haciendo lo mismo: paranoias (Soderbergh), cine político (Clooney) y películas comerciales (ambos, juntos o por separado). Y ya que el dinero entra a espuertas gracias a la franquicia Ocean, porque no rodar un filme sencillo, pequeñito, casi familiar, decadente (como la carrera de Steven Soderbergh desde Traffic), melancólico (como el rostro de George Clooney en el inmenso primerísimo primer plano del final de Michael Clayton), y ante todo hipnótico.

Steven Soderbergh se arriesga y gana. La apuesta formal se rebela como un éxito sin paliativos. El mismo guión, el mismo reparto, la misma dirección hubieran dado un resultado muy diferente de no haber contado con esa maravillosa fotografía en blanco y negro del propio Soderbergh, y sobre todo con la partitura de Thomas Newman. Menuda banda sonora que se mandó, sencillamente tremenda, cuanta sabiduría musical y amor por los clásicos palpita por debajo de las notas.

Pero El Buen Alemán, si algo no es, es un bonito envoltorio. Estamos ante una obra profunda, meditada, consciente de su propia oscuridad y de lo descorazonador del mensaje que busca transmitir: la imperfección del hombre termina por generar una serie de horrores a los cuales solo se puede sobrevivir cometiendo pecados aún mayores, lo cual lleva a una eterna cadena de fatalidad, y es justo en este momento cuando hace acto de presencia un cuarto espíritu, mucho menos evidente: Luchino Visconti. Y es que El Buen Alemán hace con la posguerra de la II Guerra Mundial lo que La Caída de los Dioses hacía con el nazismo, eso sí, con mucha menos negrura y voracidad depredadora.

Y si para construir un proyecto tan ambicioso temáticamente, como modesto en cuanto a métodos de producción, cuentas con George Clooney, perfecto perdedor bienintencionado, Tobey Maguire, malévolo y retorcido como nunca, y Cata Blanchett, si no la mejor, una de las cinco mejores actrices del mundo, pues el resultado no puede ser malo, y no lo es. Soderbergh da en el clavo, y de paso calla muchas bocas. El tiempo, como a muchas otras cintas, la pondrá en su sitio.
odaesu
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5
21 de octubre de 2008
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comunicación = Espectáculo = Dinero

Sencillo, ¿no? A más de un profesor defensor a ultranza de la ética periodística le daría un infarto. Pero así es este mundo. Todo gira alrededor del dinero. Y los magazines amarillistas ingleses son el mejor ejemplo de ello.

Tabloide es una ida de olla. Pero una ida de olla, muy pero que muy bestia, incluso se podría decir que gore. Todas sus buenas intenciones se consumen en la hoguera de la más estúpida vanidad. Predica una crítica contra la dictadura del dinero, sin embargo se arrodilla ante él una y otra vez a lo largo de todo el metraje.

Por otra lado Tabloide es una película de actores. Y es justo este apartado el que depara lo mejor y lo peor de la película. Mientras Mary Elizabeth Mastrantonio muestra ser una intérprete bastante sobre actuada, lineal y simplona, John Hurt logra una interpretación adecuada y Matthew Rhys se revela como un actorazo a tener muy en cuenta. Yo lo descubrí en Cinco Hermanos, y su interpretación me pareció el equilibrio perfecto entre la pena y la culpabilidad, entre lo triste y lo insoportable. Ahora dibuja un personaje que bebe, como Requiem por un sueño o Studio 60, del clásico de Sidney Lumet, Network (Un mundo implacable) es decir la vertiente apocalíptica y grotesca que subyace en todo profesional, en todo ser humano.
odaesu
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