Peter Jackson se supera a sí mismo con esta fabulosa reedición de King Kong. El simio es simplemente perfecto.

La ternura (que es hablar mucho más que de simple realismo) que desprende cada gesto del gorila animado hace que nos olvidemos por completo de que no es más que una creación digital. En seguida nos encariñamos con la gran bestia y con su bella de tal forma que cuando la película retorna de la selva a las escenas urbanas nos sentimos extraños en nuestra propia civilización.

En cuanto al parte épica de cine de aventuras y grandes bestias, el Kong de Peter Jackson es sin duda lo mejor que se ha hecho desde Parque Jurásico y puede que más allá. Los combates y escenas de acción son atípicas, siempre interesantes.

Si Jackson sigue así, puede llegar uno de los nombres más sonados del cine de principios del siglo XXI.

Recuerdo con poco detalle la película porque estuve cabeceando casi una hora mientras luchaba contra el sueño en esta mancha en la filmografía de Pacino.

Al doctor flubber no hay quien se lo crea de malo. Debe ser triste para él ser uno de los actores más encasillados de la historia, pero es así. La peli, mediocre.

Chasco total. Fui a la aventura, lo reconozco, con resultados somnolientos. La situación es la siguiente: una versión irlandesa y travesti de Marco buscando a su madre por Londres mientras, como está sin un duro, se suceden las típicas situaciones relacionadas con el mundo de la noche, la prostitución y de amores falsos de personajes tristes que buscan consuelo en cualquier clavo ardiendo.

Por supuesto no podía faltar el típico y manido guiño sobre la educación guiada por curas católicos como una de las causas (o potenciador) de la homosexualidad del protagonista.

Salvaría de la quema la pequeña subtrama, muy tenue, relacionada con el activismo terrorista irlandés y el conflicto entre católicos y protestantes, únicas cosas de la peli que conseguían sacarme de vez en cuando el sopor acumulado de ver al Cillian Murphy buscando felicidad y amor en una cueva llena de amargados, y diciéndole continuamente a todos los personajes masculinos de la película que, por favor, le llamasen "gatita".

Nunca había mirado tan compulsivamente el reloj en una sala.

La película ambienta a la perfección a Humphrey como detective privado que se ve envuelto en una trama llena de suspense, vueltas y revueltas y mujeres que le complican la vida.

La interpretación original de Bogart se sale, pero el doblaje al español de su personaje es bastante penoso en comparación con los de "Casablanca" o "Tener y no Tener", lo cual me fastidió bastante la película, que en todo lo demás merece los mejores halagos.

Esta película mantiene intrigado al espectador durante gran parte de la cinta, y desarrollo y desenlace son bastante buenos. Esperaba poco cuando entré a la sala y salí muy satisfecho.