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Críticas de irian hallstatt
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Críticas 126
Críticas ordenadas por utilidad
10
3 de mayo de 2007
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
* Película para románticos empedernidos en un vivaracho embase que la hace disfrutable del tirón; sin altibajo alguno, muy amena y de ritmo audaz. La Chica del Puente es un ejemplo, de los pocos, de cómo se puede conjugar el drama romántico genuino con la comedia mas vivaz. El humor salpica toda la película, a veces un humor negro, otras un humor desenfadado y descarado, presente durante todo el metraje, sin echarse atrás ni cohibirse en las escenas más emotivas y sombrías. Todo ese humor no es obstáculo para elaborar esta agridulce historia, a veces bastante oscura, y unos personajes “llenos de grietas”.

* La película está rodada en blanco y negro, y tanto el aspecto visual-técnico como el humano recuerdan en cierta medida a Jeunet, por su dinamismo y resolución, y por retozar alegremente en la oscuridad de una gris y amarga historia, chapoteando risueño en la desdicha.

* Me encanta como se plasma la necesidad que tienen los protagonistas de estar juntos, y no por atracción mutua, por incipiente afecto, por capricho, sino por necesidad y exigencia pura y dura, porque debido a insondables misterios de la vida parecen estar irremediablemente abocados al fracaso y la desgracia cuando están separados. Pero no es que la suerte los vea con mejores ojos cuando están juntos, y por ello les favorezca, es solo que han ido a encontrar aquello de lo que tenían necesidad imperiosa: apoyo y sostén, un pilar seguro, sobre todo en el caso de ella. Él encuentra alguien a quien dedicarse, en quien afanarse para seguir adelante. Solo que para no poner las cosas fáciles, y para seguir en la línea de reírse de uno mismo, ella no encuentra el príncipe azul que quizá esperase, sino al hada del cuento, y encima en forma de cuarentón irritante, maníaco-depresivo y lanzacuchillos; y él, a una jovencita impulsiva, casquivana y suicida que le inspira en su trabajo: intentar no acertarle con sus cuchillos.
Se salvan el uno al otro, pero la gracia de la historia es que durante su relación estarán siempre en la cuerda floja, sin plena confianza en el futuro, creyendo que lo que están viviendo es un sueño, o una burla del destino, y con el sempiterno miedo de que todo acabe como empezó; incluso es tal esa incertidumbre que a veces los propios protagonistas, embebidos de la atracción que el abismo ejerce, parecen querer precipitar ese final, antes de que el final los precipite a ellos a la oscuridad donde se encontraron. No es fácil confiar en la dicha cuando tus heridas sonríen a la par que tus labios.

Todo acaba siendo deliciosamente dichoso o lóbrego en La Chica del Puente, buen antídoto para los bajones de ánimo, y más porque ni por un momento se pierde de vista el fondo doliente y afligido de la historia. Quizá su ánimo de predicar que la felicidad hay que labrársela sea un poco intrépido, pero no el mensaje de que si no luchas, ya has perdido.
irian hallstatt
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7
1 de diciembre de 2006
17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué me ha gustado tanto esta película? Pues posiblemente por haber conseguido algo que, sin ser imposible (a otros también les sale como si nada), es bastante poco frecuente, y es el elaborar un dramita, manteniendo un tono entristecido durante toda la película, pero cargándolo también de una comicidad entre macarra, tierna y extravagante, que no choca, y logra un relato tierno y muy conmovedor. Donde otros obtendrían un drama trillado y empalagoso sobre infante desgraciado, o un engendro grotesco intentando casar amargura e hilaridad, Kitano gana una historia entrañable, empañada siempre de un aire tristón, pero que encadena, una detrás de otra, un sinfín de escenas cómicas muy divertidas, y que hacen la película muy, muy agradable.
Es fácil, en películas de este estilo, que nuestra atención se centre en el desdichado niño, pero aquí Kitano y lo genial de su personaje guían el cotarro, con la colaboración de algún que otro asistente, todos un poco freakies, pero entrañables. Y es que a medida que avanza la película esta va pasando de road-movie tragicómica, de ágil ritmo e imaginativa narración, a tomar unos aires de cuento conmovedor lleno de personajes y situaciones divertidas y ocurrentes.
En fin; película gratificante, para olvidarse de lo prosaico del mundo, y del ruido del tráfico; para echarse a reír cada dos por tres; para volver a la infancia; con un ritmo narrativo de una vitalidad apabullante, unos personajes de fábula, y un Kitano (delante y detrás de la cámara) para quitarse el sombrero. Imaginativa y sensible.
irian hallstatt
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8
19 de agosto de 2007
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
* Greenaway es uno de los directores que considero más interesantes, y esta es mi película favorita, de las suyas. Un cúmulo de elementos, característicos de todos sus trabajos, que le da a cada uno el mismo carácter y personalidad, siendo un estilo totalmente particular y reconocible.

Dicen de él que es uno de esos directores-artistas integrales, cuyas películas están elaboradas en base a códigos sujetos a disciplinas científicas y artísticas. Sus trabajos están dotados de una complejidad fuera de lo común, y quizá solo accesible para aquellos entendidos en las materias con las que Greenaway juega en cada film. Es un cine a la vez ilustrado y estrambótico, que combina una enredada profusión de ideas con ciertos puntos burdos, groseros, escatológicos, y vulgares; puede que para reírse de si mismo y sus enojosos planteamientos, pero siempre sin restar un ápice de seriedad a la propuesta.

* “El Contrato del Dibujante” es tan tortuosa como todas sus obras: para vérsela varias veces y, aún así, no enterarse bien de la mitad. Una especie de taimada intriga “policial”, protagonizada por unos personajes afectados hasta la nausea, cínicos y retorcidos hasta chirriar; como la trama. En este caso, todo lo que ocurre parece tener que esclarecerse a través del análisis de las pinturas del protagonista, buceando en las perspectivas, donde se diseminan pistas que, junto a la actitud y conducta de los personajes, debe llevarnos a esclarecer el asunto tratado: el asesinato y el papel jugado por cada cual.

* La ambientación, de nuevo, cuidadísima, muy ornamentada, con una fotografía esplendida, pero sin el cargante barroquismo de “Baby of Macon” o “Prospero’s Books”. Y como siempre, también, un humor negrísimo y sangrante.
Philip Glass vuelve a poner su grano de arena: una jovial y pegadiza música neoclásica que da cierto toque radiante, recordándonos que Greenaway, aparte de hacer las cosas difíciles a posta, es también un cachondo.

* El cuidado e ingenio de los afilados diálogos es otro aspecto que me llama mucho la atención; afilados como cuchillos, poniendo de relieve la inteligencia más elevada junto a la más baja vileza en cada personaje.

* Algo que sacará de quicio a la mayoría (yo no me libro), es que cuando creemos que hemos llegado a un punto en que quizá podamos enterarnos de que está pasando, que nos van a dar un respiro e iluminarnos entre tanta sórdida y críptica maquinación, se da un nuevo viraje brusco en la historia, y todo se enreda aun más. Irrita a cualquiera, pero es toda una versada maniobra narrativa.
Una curiosidad es que una de las pérfidas damitas protagonistas es Anne Lambert, la angelical y misteriosa Miranda de “Picnic en Hanging Rock”, y a quien no he visto en más films.

* Erudición, mala uva y humor negro para una película la mar de interesante.
irian hallstatt
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7
15 de junio de 2008
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
* Recomiendo esta película porque tiene en mi opinión un componente dramático que logra imponerse en mitad de un torbellino de tópicos del género. La casquería suele ser siempre refrescante, la violencia de agradecer; al final acaban siendo siempre bienvenidas. Pero esta película no se caracteriza en ese aspecto o en el plano gore por ser más o menos generosa que tantas otras, y de hecho, es bastante contenida al respecto. Su vena sangrienta poco impacto causará a los verdaderos aficionados a este tipo de cine. Es su dimensión dramática la que la hace diferente. Salvando las distancias, me ha trae a la mente películas como “Trouble Every Day” de Claire Denis, o “Ginger Snaps”; aunque sea un poco.
El tema del romance queda bastante desaliñado porque creo que el personaje de él no tiene la fuerza que si tiene el de ella. Aunque haya que reconocer que, ya en la recta final, tanto el personaje de él, como la relación, cobran mayor dimensión. Sin pasar a los anales del cine, la figura de Julie llega a ser impactante. La impronta que deja sufre altibajos durante toda la película, que va desviando de continuo su atención hacia otros pormenores de la historia, pero cuando se alza ella protagonista y se pone en faena lo hace a base de bien, eclipsando a todos los personajes y toda la trama.

* La forma de desenvolver el personaje de Julie no cae en saco roto, no nos ciega ante las debilidades del film, pero tiene el suficiente impacto como para que las pasemos por alto, y el suficiente ímpetu como para dotar de alma a la película.
Otra cinta del género que esta me trae a la cabeza por sus tintes dramáticos es "El Día de los Muertos", aunque esta última la veo más equilibrada y elaborada, y su tono desoladoramente gris lo impregna todo, mientras que en "Mortal Zombie" es el personaje femenino el que carga con todo el componente trágico.
Pocas veces el cine de horror se detiene en las sensaciones y conmociones de los protagonistas, sus criaturas, y aquí si que tenemos algo de esto. El miedo de Julie, no a la muerte, no a hacer daño a su pareja, sino al cambio, a convertirse en una de esas cosas. Miedo a ser consciente del cambio una vez este se produzca, y que quede un resquicio de lo que se era antes, pues si nada conserva la transformación, esta siempre será muerte. La muerte no es más que uno de tantos cambios, solo que con un nombre desafortunado. A Julie le inducen la esperanza de que quizá haya una solución, y es brutal ver como se lanza por sus propios medios a intentar frenar el proceso, infligiéndose daño para no sentir hambre. Agarrarse al dolor para no evolucionar. Increíble su automutilación, convirtiéndose en una de las furias como intento desesperado de no acabar siendo algo peor; para protegerse y protegerle a él, de los demás, y de ella misma. Me viene a la cabeza una frase de la película “Sitcom” de Ozon, algo así como: “Si no puedo matarme, al menos déjame que sufra”.
irian hallstatt
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7
1 de diciembre de 2006
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solo por el festín visual que el espectador puede darse con esta película ya merece la pena ir a verla. Entre la sobrecogedora belleza paisajística del país, con espléndidos decorados naturales, y la cuidada belleza plástica de la que se han esmerado en dotar a la película en todos sus aspectos: vestuario, decorados, ambientación, ... les ha salido una obra preciosa como pocas desde hace tiempo. Minimalista y exuberante, toda la película se podría ver como un enorme y colorido tapiz que nos muestra una porción de la vida de Mongolia, que aúna lo bucólico del paisaje con la explosión vital y colorista de la vida de los protagonistas.
Esa mayor preocupación por el acabado artístico y ornamental, la aleja de la expresión sencilla, natural y realista, sin artificios, del cine documental en general; carácter que si tenía La Historia del Camello Que Llora. En este aspecto, El Perro Mongol es más artificiosa, sin que ello le reste valor documental, pues pese a que el anterior trabajo se presentó como documental, y este no, la verdad es que no deja de serlo. Su pretensión, aparte de la artística, es volver a mostrarnos el modo de vida de las familias nómadas de Mongolia, esta vez en otra parte del país, con una historia diferente, pero a través de la cual se articula el mismo discurso y mensaje, presentando detalles de los que no se ocuparon en el anterior trabajo. No hay narración como en La Historia... pero hay la misma intención de mostrar la vida cotidiana y las costumbres de esas gentes. Esa pretensión guía la película. Su valor documental es mayor que el de la historia que narra.
Volvemos a encontrarnos con un sensible canto a la vida natural y sin artificio de los habitantes nómadas de Mongolia; a la comunión con su entorno; a la importancia de la familia; a una humanidad y humildad que persevera aquí mientras se degrada en entornos urbanos más “civilizados”; a la sencillez de una forma de vida que no necesita del consumismo y las naderías a que nos hemos acostumbrado en las sociedades “avanzadas” para llenar ciertos vacíos emocionales, morales, etc.
irian hallstatt
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