Un film realizado para TV donde, tras la trama -no desdeñable en su contenido- de una familia que se muda a la que cree la casa de sus sueños en una elitista y aparentemente paradisiaca colonia urbana, se nos ofrece un incoloro thriller de asedio a los miembros de la familia, con unas gotitas policiales -que nada aportan al argumento- y con unos pequeños toques -muy leves y solo insinuados- de ciencia ficción antiutópica.

La película hubiese mantenido cierto interés con una ambientación más pulcra, con unos actores convincentes y, en especial, con un director que atesorase un lenguaje cinematográfico más original que el que nos brinda Rob Hedden: sus contribuciones al género dan clara muestra de su insuficiencia creativa.

En definitiva; una película de menguado estilo que distrae muy poco y que se olvida muy deprisa.

Con una mínima y gastada anécdota (programa informático para realizar transacciones bancarias ilegales) se nos ofrece este supuesto thriller de acción, carente de cualquier intriga, con personajes huecos y con unas actuaciones que indignan al espectador más complaciente.

La película se compone de cuatro o cinco persecuciones automovilísticas (y por pasillos o escalinatas) realizadas de la forma más chapucera posible, de innecesarias tomas aéreas de fachadas de edificios para separar las previsibles y mal rodadas secuencias y de manipulación de teclados de ordenadores que intenta crear tensión y lo que logra es penetrar en el ridículo absoluto.
En fin; para ilustra con un ejemplo, en este "Acceso ilegal" ocurre todo lo contrario de lo que sucede en la película del mismo género y similar argumento -aquí si que percibimos una historia y bien resuelta-, "La red" (The Net,1995), de Irwin Winkler, donde el director sabe tratar el material cinematográfico y la personalidad de los actores y sumirnos en una verdadera inquietud.

Así pues, sin historia ni guion, sin personajes coherentes -lo de los actores de esta cinta es de auténtica pena-, con diálogos irrisorios y con escenas totalmente inconexas, casi nada se puede esperar de este anodino "Acceso ilegal", escrito y firmado por Serge Rodnunsky. Solo hora y media cargada de pesadumbre, aburrimiento y vulgaridad.

Un muy interesante drama rural en el que se denuncia la anticuada y egoísta moral de un padre de familia que impone a sus jóvenes hijos una férrea disciplina basada en criterios reaccionarios para mantenerlos atados a las faenas de su granja y su obsesión en cultivar sus tierras con métodos arcaicos que casi lograrán sumir a toda la familia en una tragedia.
La testarudez de este agricultor -magnífico Walter Brennan- será tal que intentará impedir que su hija mayor mantenga sus propios criterios sobre cómo guiar su propia existencia y destruir su amor con un ingeniero agrónomo que querrá implantar los métodos modernos para el cultivo de esos campos y evitar una catástrofe natural.

Otro de los aspectos de esta buena y desconocida película (al parecer no se estrenó en salas de cine en España) es el tratamiento, en la América profunda, agraria y ganadera, del mundo de la infancia (perfecta la niña Natalie Wood) y de la adolescencia, que se mueve entre los deseos de la añorada libertad, de los sueños y de la imaginación, unidos a las aspiraciones de adquirir una cultura académica, y la realidad de la represión de ese microcosmos patriarcal, retrógrado y represor.

En el film se aprecian ecos de John Ford y de Frank Capra en la composición de personajes y de sus relaciones, en el peso de la sangre y en la solidaridad familiar y, estilísticamente, en la esmerada fotografía casi expresionista.
A destacar, por su puesta en escena y emotividad, la larga secuencia de la brutal riada y de cómo el director William Russell, forjado en series televisivas, juega con el paisaje, con los elementos meteorológicos, con esa fotografía expresionista aludida, con el "tempo" narrativo interno y con la sentimentalidad de los personajes.

El final, muy de Capra, como ya he aludido, amortigua la brutal ideología del personaje central y suaviza la tensión psicológica a la que han sido sometidos los personajes durante la hora y media de intenso metraje.

En conclusión: una película muy especial, con todos los ingredientes del cine clásico americano, donde se nos muestra que la vida en campo no es siempre ideal ni alabable, a pesar de que el film nos propone un clima con una especie de tono entrañable y familiar. Y menos bajo el dominio de un tiránico y ofuscado progenitor.

Una pequeña joya para contemplar.

Muy floja película realizada para TV, con una rubia medio psicópata que aspira a una vida conyugal estable, su hermanita alcohólica redimida y un médico -el pretendido amado de la psicópata- de buen ver que no se entera de nada, el pobre.

Como ocurre con estas producciones, parece, al visionarla, que ya la memos visto en otra ocasión. Y es así: aunque en realidad nunca la hayamos contemplado, en la práctica sí la conocemos, como a toda esa infinidad de cintas televisivas que nos atosigan contándonos siempre la misma demencial historia; exacta en parquedad de guión; con inexpresivos e inocentes personajes por un lado, y desgañitados y malévolos por otro; bajo una mermada dirección que no logra conmover ni mantener ni un segundo un mínimo de suspense.
Así es esta "obsesionada" torpeza; y enorme nuestro desamparo.
De pena.
La califico con un 2 y ya está bien.

Muy flojo thriller de intriga realizado para la televisión, que comienza mostrándonos la angustia de una madre al no saber, con certeza, si su hija ha sido secuestrada hace solo unas horas o si sucedió algo más terrible en un pasado cercano.

Nos encontramos ante un telefilm de nula originalidad, donde el entramado argumental es delirante, el ritmo narrativo totalmente plano y los personajes, encarnados por deficientes intérpretes, aparecen sin matices y sin ninguna evolución psicológica.

Estamos, pues, ante una película con todas las connotaciones negativas de la mayoría de estos productos televisivos del mencionado género, y llena de los consabidos lugares de localización geográfica, de ámbitos urbanos y de sus reiterativas situaciones de contenido.

Una obra, en fin, rutinaria y predecible, sin calidad técnica ni estilística, y que solo sirve para mirar su metraje con apatía y aparcarla, al minuto, en el olvido.