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España España · Asturias - Madrid
Críticas de david
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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
5
17 de julio de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

Si la introducción de la película es original y esperanzadora, a partir de que Borgman comienza su proceso de conquista en la mansión de la parejita rancia, el entusiasmo decae y solo nos animamos con algunas puñaladas de humor negro y con la esperanza de que Hadewych Minis se suelte un poco…

Van Warmerdam nos cuenta en esta película la misma historia que ya hemos visto unas cuántas veces y sin preocuparse demasiado de ofrecer una visión o una estética original. “Somos de Occidente, estamos acostumbrados a la opulencia”, dice el marido de Minis en un momento de la película. Al margen de que este personaje quizás este mal planteado (demasiado imbécil, demasiado plano), nos ofrece con esa frase una de las claves de la película.

Por mucho dinero y poder que tengamos, por muy grande que sea nuestra casa, por muy alejada que esté nuestra urbanización de los pobres y la fealdad, siempre estaremos amenazados. Aunque nos construyamos un mundo perfecto, el terror se mantiene latente, esperando su oportunidad. Puede resurgir con un atentado suicida, una falsa epidemia de gripe aviar, o con un vagabundo que pica en tu puerta. Los poderosos tienen miedo, porque tienen mucho que perder. Por eso se alejan lo más posible, espacial y psicológicamente de la otra realidad. La de los Borgman. No quieren (o queremos) saber nada de lo que pasa allí afuera. Estamos demasiado ocupados eligiendo pomos para las puertas de nuestra segunda residencia o diseñando una revolución… para nuestro jardín.

Mientras el marido vive pendiente de su jefe, la mujer se dedica a la pintura abstracta y a vagabundear por su casa. Ella lo tiene todo para recibir a Borgman, para ser más receptiva a sus encantos. En la realidad y en los sueños. Borgman es también un íncubo que contamina de sueños perversos a su víctima. Como en el amenazador cuadro de Füssli, el barbudo envenena a la mujer. Luego, se afeita, y se pone a jugar con el jardín. La suerte (de Marina) está echada.

La parte final de la película de Van Warmerdam (que se reserva uno de los papeles) no pilla muy de sorpresa al espectador. No cabía otro desenlace. A jugar a otra parte, pero ahora somos más. Nosotros, como espectadores, estamos un poco cansados de este juego (cinematográfico), porque ya lo hemos practicado unas cuantas veces, casi con las mismas reglas, el mismo tablero y las mismas figuras.

Lo Mejor: Empieza fuerte. El humor.

Lo Peor: Si nos dicen que es una cara B de Haneke, nos lo creemos. No hay destape de Hadewych Minis.

[crítica publicada en alucine.es]
david
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3
24 de marzo de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

Cuando Jimmy P. da sus primeros pasos, mecido por la intrigante partitura de Howard Shore, creemos que la historia promete. El cine es un instrumento muy poderoso para reivindicar sucesos históricos olvidados. Y esa parece ser una de las facetas de Jimmy P: recordar la tragedia vivida por un pueblo. Pero cuando pasan 15 minutos de metraje, el ritmo empieza a decaer y la historia se pierde en una madeja de jerga psiquiátrica. Ya no se recuperará…

(...)

El problema es que no todas las historias basadas en hechos reales, por muy reales que sean, dan para una película. No sabemos que vio Desplechin en este asunto. A lo mejor el libro es interesante, pero el tratamiento que le da el director y coguionista galo en su película es completamente errado.

Decir que Jimmy P. es aburrida, es decir poco. Es plúmbea. Incoherente. Farragosa. En ningún momento encuentra el tono adecuado. El espectador cree que va a descubrir algo importante a medida que avance la historia. Todo es muy serio desde el comienzo. Pero nada de nada. Mientras la partitura de Howard Shore va por un lado, las situaciones van por otro. Los secundarios (el equipo de psiquiatras, la novia de Devereux) no aportan nada, no sabemos cuál es su papel en la historia.

Y los dos personajes principales no logran emocionar…Se supone que su relación es el pilar de la película. Dos personas de dos mundos diferentes que deben llegar a entenderse. Parece que al final se entienden, pero nosotros a ellos, no… Tanto Benicio del Toro como Mathieu Amalric no están muy finos, perjudicados por un libreto lamentable. Del Toro es una roca, aunque tal vez era lo que Jimmy P. pedía y Amalric sobreactúa, siempre nervioso. Su personaje agota, tal vez porque tampoco nos ofrece ninguna conclusión firme.

Mención aparte merece la música. Estamos hasta las narices de partituras aparatosas para películas que no lo piden. Howard Shore es un clásico, especialmente célebre por sus colaboraciones con Cronenberg y Peter Jackson. Lo que ha perpetrado para Jimmy P. es totalmente incongruente. Parece una banda sonora intercambiable con cualquier otra película. El tono de la música no se relaciona con la historia. Es como si pones la música de Psicosis en una película de Aki Kaurismaki.

Y así con todo en Jimmy P. A pesar de sus buenas intenciones, la cinta de Desplechin es un quiero y no puedo constante. No es críptica o enigmática. Está mal hecha. No hay más.

Lo mejor: Formalmente correcta.

Lo peor: El guión, no encuentra el tono ni el pulso narrativo. Pretenciosa. Aburrida. La banda sonora no concuerda con la historia.

[crítica publicada en alucine.es]
david
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5
23 de julio de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

De cualquier forma, La leyenda de Tarzán empieza bastante bien con la escena protagonizada por Cristoph Waltz y tampoco desmerece la presentación de John Clayton junto al personaje que interpreta Samuel L. Jackson. Porque La leyenda de Tarzán, vamos a decirlo ya, es una película fluida que se deja ver sin bostezos ni alaridos de queja, pero que pocos recordarán dentro de 3 meses… Frase que podemos colocar en la crítica del 50% de películas que nos llegan de Hollywood (en el otro 45% hay bostezos y/o alaridos).

Primero lo positivo. Muchos han criticado los efectos especiales de esta cinta. Hace mucho tiempo que a mí los efectos especiales ni fu ni fa. Considero que los efectos especiales (si son imprescindibles, como aquí) no deben molestar a la progresión de la historia. Pero pasarse con los efectos es lo más habitual en el cine de hoy en día. ¿Son malos en La leyenda de Tarzán? ¿Hay exceso de efectos especiales? Supongo, pero como en la mayor parte de superproducciones hollywoodienses.

En cuanto al desarrollo de la historia, mi interés es moderadamente alto debido a que nunca había visto una película de Tarzán. No me acordaba ni que había una Jane… El ‘retorno del rey’ a África tiene su atractivo, y su encuentro con viejos amigos, tan humanos como animales, anima el relato. También hay algunos flashbacks marca de fábrica para algunos espectadores que como yo hayan vivido en la selva durante siglos y no sepa muy bien cómo era la historia el amigo Clayton, se sitúen un poco.

Por otro lado, tenía ganas de ver la desenvoltura de Alexander Skarsgard como Tarzán, tras seguirle un montón de temporadas interpretando al cínico Eric en True Blood. Pues nada nuevo. El mismo cínico posturitas mirada de soslayo, aunque ahora vuela (ah no, si volaba también en True Blood). Pero bien, me cae bien el chaval.

No sé, debía tener un buen día, porque hasta Samuel L. Jackson no me resultó pesado haciendo su papel de siempre. Sus chascarrillos son incluso necesarios para animar la historia (uno de ellos me sacó una carcajada y todo).

Más preocupante es lo de Waltz, interpretándose a sí mismo otra vez, y cayendo película tras película en una especie de ‘samuelización’ (o sea, hacer siempre el mismo papel, en su caso de súper villano elegante y cínico).

En cuanto a lo negativo de la película… a ver, esto es Hollywood, es verano, Tarzán… Menudos ingredientes para una salmonelosis cinematográfica. Así que yo me conformo con no haberme intoxicado mucho, haberme reído un poco y que el tiempo se pasara rápido.

Lo Mejor: entretenida.

Lo Peor: la no por esperada menos irritante marabunta final. Sigo sin ver a un blanco reinando sobre el continente negro y que todo el mundo lo celebre, incluso los cocodrilos.

[escrito por david rubio para bolsamania.com/cine]
david
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7
7 de julio de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo adaptar adecuadamente una novela al cine? Es una de las cuestiones más complejas que aborda el séptimo arte. Y no cabe una única respuesta. Muchas veces sucede que nos decepcionamos ante una película basada en un libro que nos gusta. “No reproduce fielmente la novela, no me imaginaba los personajes así, ese no el final del libro”… Son algunas de las cosas que podemos decir. No considero que la adaptación fiel sea el (único) camino para solventar esta situación. Más bien se podría señalar que una adaptación debe respetar el espíritu de la novela, su discurso y su carga significativa. A partir de ahí, cualquier fórmula puede ser adecuada.

De hecho, una película puede ofrecer otras perspectivas diferentes a la novela. ¿Por qué no? Si entendemos el cine, como la literatura, como una trabajo autoral, es obligado que el creador deje su sello. Es él el que debe decidir qué puntos resalta más o que aspectos potencia. Lo que está claro es que son dos lenguajes diferentes y cada uno tiene que aprovechar sus armas. En El Gatopardo hay una escena al final de la película en la que Fabrizio observa un cuadro en la biblioteca donde se desarrolla el baile. En la novela, ese momento no tiene tanta importancia. Pero Visconti aprovecha el poder de las imágenes y el silencio para contarnos lo mismo. Es la muerte que se acerca, el personaje que reflexiona con melancolía, ironía y terror sobre el final de camino, sobre la última parada del ser humano. Eso es cine, y un libro no puede jugar con esas armas.

En El Gatopardo de Lampedusa la muerte de Fabrizio se narra con todo lujo de detalles. En la cinta Visconti se prefigura de forma muy sutil ese instante. No nos los muestra, lo sugiere. Ya sabemos cómo va acabar. Los ojos emocionados de Fabrizio nos lo dicen todo. De hecho, toda la escena del baile expresa la situación en la que se encuentra el personaje. Un hombre, entre dos mundos, entre dos clases. Una, la burguesía, que irrumpe con fuerza y que toma posiciones y otra, la nobleza, que resiste amparada en la tradición. La aristocracia atávica y la burguesía voraz.

Fabrizio ya no se siente a gusto entre los suyos, pero son los suyos. Pertenece a ese universo afectado, altivo y decadente. Es como él. Fabrizio lo percibe, percibe la decadencia que amenaza su estirpe, él es pura decadencia, un ser que ha tenido que tragarse su orgullo para seguir adelante, que ha visto como “la revolución sube la escalera vestida de frac”. Y ha tenido que recibirla, darle la mano, y entregarle a su adorado sobrino. Porque todo tiene cambiar para que todo siga igual. Todo sigue igual, sí, pero ya no es lo mismo. Nunca lo fue. Desde hace 2000 años en que Sicilia se convirtió en colonia. “¿Sabes por qué no vamos a cambiar? ¿Sabes por qué no vamos a oír los cantos de sirena del progreso? Porque somos dioses, el orgullo del siciliano es mayor que su miseria. Todo cambia, todo sigue igual.

(...)

¿Es una buena adaptación? No sé, muchos lectores no entienden por qué se cercena el final de la novela. A mi modo de ver el final está en la escena de la biblioteca. Una película no debe contentarse con reproducir en imágenes un libro. Para eso ya tenemos el libro y nuestra imaginación. Una película debe poseer el espíritu de la novela y ofrecer nuevas perspectivas. El Gatopardo de Visconti lo logra. No es perfecta, las largas escenas de batallas que Lampedusa pasa por alto, son innecesarias también en la película. A muchos espectadores les gustan los tiros y las muchedumbres corriendo de un lado para otro. Pero son detalles menores. Nos quedamos con los parlamentos del protagonista, los paseos de Angelica y Tancredi por los salones del palacio y, sobre todo, con los ojos de Burt Lancaster asistiendo, emocionados, a su final.

por david rubio - las mejores películas de la historia en alucine.es
david
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8
20 de diciembre de 2013
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ágil, divertida, cínica, opulenta, ácida, elocuente, bella. Grande. Y previsible, también. Las referencias estéticas y narrativas de La gran belleza son obvias. La galería de personajes y situaciones recuerdan al Fellini más festivo. Hay monjas, diletantes, modelos, escritores… Y una enana. La gran belleza es puro cine italiano, con su admirable sentido del humor, pero también con algunos lugares comunes. Pero qué vamos a decir, el buen cine italiano es, tal vez, el que más ha logrado celebrar la vida en el siglo y pico de historia de este arte.

Unos turistas orientales se bajan de un autobús en Fontana dell’Acqua Paola. Una de las mejores vistas de Roma. Pero nadie mira, todos sacan fotos y un turista se desploma. ¿Síndrome de Stendhal o insolación? ¿La gran belleza o la gran decadencia? Acto seguido escuchamos a Raffaella Carra en una fiesta multitudinaria en una gran terraza romana. Una fiesta que no parece tener fin. Y comienzan a desfilar los excéntricos, entrañables y detestables personajes de La gran belleza.

“Voy a hacer del Papa y también de un drogodependiente que se redime”. “¡Oh! ¡Qué proyectos más interesantes!” La escena de la interminable fiesta es sorprendente. En 15 minutos de película aun no nos hemos situado. Más bien parece un documental sobre las dos Romas, las dos Italias, dos formas de ver la vida, que tal vez son la vida misma. Pero, por fin, un dandi de cigarro en la boca en proceso de éxtasis hace acto de presencia. Se llama Jep Gambardella. Un día, cuando era joven, escribió una novela que se convirtió en un clásico. Y a vivir.

La gran belleza es, para empezar, un sentido homenaje a Roma. Toda la cinta está salpicada de escenarios míticos de la ciudad eterna. Es la Roma de El Coliseo, de San Pietro in Montorio, de los paseos en barco por el Tíber, de Plaza Navona y de Villa Borghese. Jep y sus acólitos, adinerados hasta la nausea, exprimen la ciudad. Es el otro saber vivir… El que combina los bífidus con la farlopa, y el omega-3 con el botox.

Jep ¿trabaja? para una revista cultural. Al inicio de la historia se desplaza a ver una performance a las afueras de Roma. La escena nos recuerda al mejor Nanni Moretti, al de Ecce Bombo, aquel Moretti que aun no estaba patéticamente epatado de sí mismo. La artista de la performance se nutre de vibraciones y se da cabezazos de goma espuma contra el muro. La gran belleza tiene mucho de la melancolía y la acidez del primer Moretti, otro personaje romano hasta las trancas…

Jep Gambardella comienza a dominar la película con su elegancia decadente y sus lúcidos parlamentos. Sí, es un poco pedante, pero no nos importaría asistir, aunque fuese como oyente, a una de esas reuniones en su piso frente al Coliseo. Esas conversaciones de los amigos de Gambardella hacen que la película empiece a alcanzar cotas de gran calidad. La brutalidad del protagonista a la hora de humillar verbalmente a una de sus amigas es una forma de definirse, también, a sí mismo. A todos los que danzan en La gran belleza.

Y es que esta película está repleta de escenas y personajes fascinantes. Pero no podemos describirlos a todos. Y a todas. Baste decir que La Gran Belleza construye un relato clásico, vestido de ultra modernidad decadente, que ofrece un tesoro conmovedor a quien quiera abrirlo.

Paolo Sorrentino, ya recuperado de la mediocre Un lugar donde quedarse, maneja con oficio la historia. Sabe que debe incluir pequeñas verdades entre tantos fuegos de artificio. Es la única manera en la que el espectador puede deshilachar la madeja cínica que envuelve la historia y llegar al corazón de Jep. Para llegar y conmover a nuestros propios corazones, tan curtidos, tan modernos, y tan disimulados… “¿Qué tenéis contra la nostalgia? ¿Eh? Es la única distracción para quien no cree en el futuro. La única.” Pues eso.

Lo Mejor: Las interpretaciones, la galería de personajes, los diálogos, el sentido del humor, la música, los escenarios, los fiestones, y sobre todo, los matices.

Lo Peor: Cierto exceso en el esteticismo. El truco es demasiado visible, pero qué importa, è la vita.

[crítica publicada en alucine.es]
david
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