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España España · Madrid
Críticas de Charles
Críticas 1.065
Críticas ordenadas por utilidad
10
1 de noviembre de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Puede que Brazil sea la película más inclasificable que ha hecho nunca Terry Gilliam?
Puede, lo es, y no podría haberse hecho de otra manera.
Mitad relato de un futuro probable, mitad cuento surrealista con toques de comedia satírica y cine negro, 'Brazil' es la clase de película que aparece una vez cada varios años.

Un prodigio de técnica y nervio narrativo (porque si algo tiene Gilliam, es que va a muerte con sus ideas) que desemboca en una versión muy libre, y por qué no, mejor que el '1984' de Orwell.
La película guarda sus detalles más interesantes en la reconstrucción de un futuro burocrático y asfixiante hasta limites extremos, con un festival de interminables procesos y papeleo en que cada uno que atiende es más idiota que el anterior. La superficialidad campa a sus anchas en detalles como los retoques de cirugía plástica y la descripción de esa población cerrada en si misma, esquiva incluso a cruentos atentados.
Sin quererlo, acaba por retratar más fielmente el espíritu 'orwelliano' que otras, y traza una delgada línea maestra entre el humor absurdo y el horror que se desprende de esas situaciones.

Sin embargo, el corazón de la historia no es ese, es la excusa. Lo que verdaderamente Gilliam quiere contar es la odisea personal de Sam Lowry en busca de la chica de sus sueños, nunca mejor dicho, mientras trata de superar los obstáculos que dicho entorno pone entre ambos.
Una relación que se desarrolla a través de escenas alejadas de la realidad con Sam como improbable héroe plateado en lucha contra perturbadoras criaturas, metáforas de sus monstruos en la vida real.
La realidad y la ficción se confunden con un Gilliam enamorado de este hilo de la historia, propenso a sus fantasías, y con un mensaje de bandera en segundas lecturas: la sociedad odia la realización del individuo, sobre todo si este es diferente, por eso debes luchar por tu propia felicidad en un mundo que no te dejará conseguirla. Bravo, solo se puede decir.

Nunca nadie pensaría en Jonathan Pryce como el príncipe azul, y de ahí el poder de esta fábula (el hombre medio enfrentado al mundo), aparte de que su vis cómica es inigualable.
Kim Greist apenas tiene desarrollo como fantasía hecha realidad de Lawry, pero... ¿acaso no es mejor soñar un ideal perfecto e inacabable?
Atentos a los actores de peso que recorren la cinta y elevan la sátira hasta el extremo, como un IMPAGABLE Robert DeNiro, un brillante Ian Holm y un Bob Hoskins de premio en su tontería.

Con un final impactante, pero coherente con toda la historia, 'Brazil' es una obra inabarcable, poética, humorística, grandilocuente, surrealista... que tiene en sus mensajes entre líneas sus mejores razones de existir.
Una obra maestra atemporal e inclasificable, capital de los soñadores sin descanso.
Charles
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7
30 de agosto de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Last Shift' da la sensación de haber sido construida con más ganas que ingenio.
Los fantasmas y demonios que se ven a lo largo de su metraje son espeluznantes y respiran amenaza, pero por alguna razón no se sienten "orgánicos", no cuajan del todo en la historia. Están más basados en una imagen de lo que puede dar miedo generalmente que de lo que da miedo en esta historia concreta.
Y aún así, todos esos entes diabólicos consiguen su función: que empecemos a perder pie con la realidad una vez que queda claro que este turno en la comisaría va a ser un infierno.

Jessica Loren es la "afortunada" oficial que se enfrenta a dicho turno, y consigue caer bien casi sin esfuerzo.
Su mezcla de vulnerabilidad, dureza y predisposición la sitúan en ese agradecido lugar de protagonista lo suficientemente bien construida como para que te preocupes por ella, pero a la vez tienes la sensación de que su "cocción" como policía no está a punto: desde luego que no, como le enseña el curtido jefe que la recibe al principio de la noche.
A partir de ahí, todas las energías de la historia van dirigidas primero a contarte un buen relato de terror, y segundo a curtir a Jessica con recuerdos pasados no demasiado bien curados.

Años atrás, en dicha comisaría sucedieron una serie de sangrientas muertes tristemente recordadas, a cargo de un lunático llamado John Michael Paymon.
Los ecos residuales de esas barbaridades serán la pesadilla de Jessica: sangrientos encapuchados embozados en capuchas, niñas a coro cantando ajenas al peligro, terroríficas apariciones de víctimas putrefactas... todo un muestrario horrible de seres que aparecen sin previo aviso en esos blancos pasillos mortecinos para acosar a la novata, brillantes la mayoría en truculencia y crueldad.
El talón de Aquiles de estos sustazos llega pronto, porque como ya he dicho, parecen hechas por el simple hecho de que a alguien se le ocurrieron, y no porque vayan especialmente relacionadas con lo que se cuenta. Aunque no se puede negar que son prodigios del maquillaje, y asustan bastante.

Además, el director tiene el buen gusto de no repetirse demasiado y alternar tensión, apariciones repentinas o siniestras revelaciones cuando toca.
Así que se podría considerar esto como una especie de remix espectral con un ojo puesto en la acción y otro en el género policíaco: la cosa va más de "resistir" en el puesto que de "averiguar" algo relativo al misterio.

Lástima que más de una vez parezca repetirse a si mismo (ahora me paseo por los cuartos, ahora me siento, ahora vuelta a empezar...) cayendo ligeramente en el tedio, pero solo por su simpática protagonista y la efectividad de sus terrores merece la pena verse.
Una noche atrapado en el mejor tren de la bruja en forma de comisaría que has visto. Nada más, pero nada menos también.
Charles
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4
14 de julio de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece increíble, y a la vez es de lo más lógico.
Que una historia como la del Terminator, el asesino que llegó del futuro, rodada en su momento con la escasez de medios más absoluta, haya evolucionado hasta el espectáculo (y expectación) de masas seguro que dice mucho del Hollywood actual, esa canibalizadora de propuestas que siempre encuentra la imagen perfecta que captura la imaginación del público.
En este caso, solo hacía falta un esqueleto metálico, una sonrisa inquietante de una calavera entre las llamas, y un futuro apocalíptico como metáfora del miedo a lo inevitable, para no querer parar de volver una y otra vez.

Pero nada dura eternamente, y menos lo que se hace a desgana.
'Terminator Génesis' arrastra problemas gravísimos, como es la total falta de coherencia interna con cada entrega de su padre y de su madre, cambios de actores constantes aparte, y, simple y llanamente, una historia que ya no da para más.
¿Solución? La carambola temporal como motor y elemento argumental, todo vuelve a cambiar para que todo vuelva a ser igual, pero con cada nuevo giro la credibilidad y las ganas son menos, hasta el punto de que este enésimo replanteamiento dentro de la propia saga choca contra su propia trampa: muy bueno tendrá que ser el viaje para no lamentar haberlo iniciado.

Empieza fuerte, retomando aquel Terminator de 1984 y truncando su destino. Ya está, Sarah Connor nunca será perseguida por un asesino cibernético en los 80, y no solo eso, sino que ha sido ella junto a su propio Terminator, casi un padre de reemplazo para ella. Kyle Reese a su vez huye de una nueva forma máquina exterminadora, un T-1.000 de metal líquido que amenaza su supervivencia en búsqueda de Sarah.
No es el pasado que conocíamos, tampoco dará el futuro que esperábamos, y ya solo por intentarlo hay que alabar que hayan tenido las agallas de reescribir lo que bien hizo James Cameron, cosa que nos deja por el camino un duelo entre T-800s tan espectacular como, en el fondo y pese a todo, hueco.

Es esa sensación la que se acaba trasladando al salto al año 2017: ni la confesión de Kyle Reese sobre la mujer fuerte de la que se enamoró sin conocerla (una blanda, en todos los sentidos, Emilia Clarke) ni la revelación de John Connor como una esperanza de la Humanidad, ahora corrupta por Skynet, logran ocultar que en el fondo se están dando palos de ciego queriendo encontrar algún tipo de ancla emocional.
El único hallazgo sería ese sutil descubrimiento del arraigo emocional en un Terminator, simbolizado por unos dibujos de niña pequeña, quizá más mérito de un Arnold Schwarzenegger que comprende perfectamente su lugar y legado en una franquicia que probablemente tenga en él su verdadero corazón. Y ojo a Jason Clarke, que obligado a ser un villano unidimensional y pelín sobreactuado, encuentra tiempo para dejar escapar cierto dolor de que sus padres no hayan querido seguirle.

El juego temporal se convierte en lío enrevesado, la persecución en tedio y meter a J.K. Simmons como extra con frase ya da la clave de que la cosa va sin frenos: hemos matado y reactualizado el Terminator del 84, pero eso tampoco funciona.
Sería imposible que en este Hollywood de culto a las franquicias dejaran, de una vez, en paz a Terminator, que ya se ha levantado más veces de las que permitía su armazón.

Pero en el fondo da igual, porque esta entrega se encarga de sepultarle.
Donde pudo haber inteligente ciencia ficción solo quedan fuegos artificiales, y donde había una calavera métalica que soñaba con el juicio final solo queda un artefacto anacrónico del pasado.
Charles
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8
15 de marzo de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vampiros compartiendo piso.
Que se dice pronto.
En la que es, probablemente, la mejor idea para un documental en años, 'Lo que Hacemos en las Sombras' muestra un par de días en las vidas de Viago, Vladislav, Deacon y Petyr, cuatro vampiros compartiendo piso en Nueva Zelanda y tratando de convivir.
Como ya he dicho, se dice pronto.

Con una batería de 'gags' por minuto casi difícil de creer, rápidamente se nos mete en situación de cómo es ser un no-muerto hoy en día.
Lidiar con los colegas, tener que ser invitado para entrar, la búsqueda de alimento... Taika Waititi y Jemaine Clement, los autores y protagonistas de la genialidad, toman el camino de revisar toda leyenda asociada a los vampiros, y por el camino encuentran oro puro en su interacción con las costumbres actuales.
Súmale unos testimonios, tanto de vampiros, como de lacayos, como de espectadores casuales, que configuran un documental único casi a medio camino de la veracidad.

Hay que llamar la atención en sus detalles menos relevantes, que casi puedan pasar desapercibidos entre un mar de ocurrencias a cada cual más ingeniosa.
Su ligera (y casi diría que crítica) mirada a los humanos normales acerca de lo sobrenatural, las relaciones entre compañeros de piso. la relatividad del tiempo para los vampiros, una increíble crítica velada al feminismo en forma de lacaya de vampiro... sin olvidarse de los pequeños detalles, y que las absurdeces de la vida no sobrenatural a veces bastan para sacarnos una carcajada.
Sus cuatro protagonistas son un homenaje a cada chupasangre que ha pasado por pantalla: el genuino lord refinado del S. XVII como es Viago, el noble gótico y atormentado de Vladislav, el encanto casi campestre y vulgar de Deacon, y ese homenaje en clave clásica al Nosferatu que es Petyr. Un elenco que, sin darnos cuenta, nos hace reflexionar acerca de esa poliforme y renovada figura del vampiro, siglo tras siglo.
No hablo de las apariciones sorpresa de otros seres sobrenaturales, porque constituyen otro elemento de genialidad más: los vampiros existen, y sus amigos también.

También, entre la documentalidad más desatada (algunos dirán que parodia) es fácil perder de vista esos pequeños momentos en los que Viago se deja llevar por la nostalgia de antaño y en los que el cuarteto de vampiros encuentran nuevas y reformadas maneras de enfrentarse a este S. XXI que nos acecha, poco respetuoso con cualquier cosa que venga del pasado.

Al final, nos quedan los carismáticos momentos, la agradable rutina, los breves malentendidos y las pequeñas victorias.
Como la vida misma.
¿Quién dijo que la vida del no-muerto es distinta?
Charles
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8
15 de marzo de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El espacio nunca es diáfano en esta película.
Siempre es estrecho, oscuro, incómodo, atisbado entre telas, espejos y huecos.
Nunca hay mirada clara, porque en verdad nunca la hubo.

Es uno de los sutiles, constantes detalles que elige 'La Trinchera Infinita' para meterte en un sentimiento concreto, y nunca dejarte que lo abandones.
Las épocas pasan, las gentes cambian, los comercios se renuevan, son ambientes que se notan, que infectan... pero siempre resuenan en el eco vacío de un refugio enterrado en la pared.
Higinio empieza corriendo, y si él supiera el destino que le espera, no hubiera dejado de correr: es mejor escapar con el corazón en la boca que enfrentarse a la lenta asfixia de tus miedos.

Al principio parece una salida, parece un bello paréntesis permitido, porque la pasión y la juventud hacen de cualquier espacio un hogar y una bandera.
Pero luego el enemigo es el tiempo: ¿cuánto me queda? ¿cuánto estoy perdiendo de verdad? ¿cuánto he permitido que me arrebaten y cuánto voluntariamente me he quitado?
Preguntas sin respuesta, siempre en la tiniebla.
La vida no importa si siempre tienes que vivirla siendo un segundo pensamiento entre los que te quieren.

Valga esta sencilla y atmosférica historia para recordar a dónde pertenecen nuestras culpas y vergüenzas: a la trastienda, al rincón oculto del hogar.
Pero las personas jamás deberían habitar algo tan oscuro y tan privado de todo lo que merece la pena.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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