Una mezcla entre gore, intriga, turismo y romanticismo que resulta simpática y entretenida aunque la caracterización del monstruo no resulte muy agradable, entre otras cosas también porque para aterrar de verdad no podía dejar de ser desagradable. Los fondos musicales son muy bonitos tanto los eminentemente rítmicos como los que parecen impregnados de poesía. La película tiene cierta potencia visual y Amando de Ossorio se muestra capacitado agitando bien los sugestivos ingredientes de los que parte. Lo que más perjudicaría a esta cinta se fundamenta en la parte sangrienta, pues el monstruo arranca los corazones a sus víctimas, pero también es verdad que Ossorio se recrea lo justo en la ejecución de los crímenes corrigiendo a continuación de cada uno de ellos lo mostrado con planos estéticamente bellos y casi poéticos como ya decía. La película está dominada también por las majestuosas bellezas de Silvia Tortosa y Helga Liné, ambas con el poder de sugestión posiblemente más acentuado que nunca. Tony Kendall era un actor habitual de las coproducciones europeas de la época, y su interpretación nada deja que desear tampoco. El cóctel que se genera a partir de los elementos mencionados llama sin duda la atención del espectador. Se rodó con muchos más medios materiales de los que eran habituales en películas de la misma época y parecido corte.

Una de las películas más famosas de Imperio Argentina, pero una película que después de una primera media hora bastante interesante va perdiendo fuerza narrativa progresivamente hasta que llega a un punto en el que el espectador se encuentra ya algo aburrido. El primer número musical de la película es mítico ya eso si, pero por lo demás la obra resulta más bien insípida y el derroche de medios no se ve igualado con una inspiración especial por parte de Benito Perojo, en la película previa a su nueva etapa en Argentina donde dirigió nuevamente a Imperio Argentina en dos ocasiones. Hay que destacar la presencia de Rafael Rivelles, un magnífico actor de espléndida dicción y también a Armando Calvo destacando ya y ofreciendo una de sus grandes interpretaciones en "Una mujer de cabaret" muchos años después. Pero no se sacó demasiado partido a esta historia donde Imperio Argentina tiene un doble papel. Siempre fue rival de Estrellita Castro, que en este momento ya iniciaba en el cine una etapa de cierta decadencia mientras que Imperio Argentina continuaba en primera línea. Aunque las comparaciones no siempre son odiosas, cada una tenía su estilo. Le faltó agilidad a "Goyescas", que junto a "Los hijos de la noche" son las dos obras menos conseguidas de Perojo y hay que que lamentar por otro lado la carencia de copias de la segunda versión que filmó en los años 30 de su éxito mudo "El negro que tenía el alma blanca".

Una de las películas más famosas de la filmografía de Rafael Gil, cuyo tema retomó en cierto modo para la muy posterior "Camarote de lujo". La relación entre madre e hijo en la película resulta entrañable desde los primeros momentos, cuando la madre va a ofrecerle al hijo sardinas que al final acaba comiéndoselas un gato o cuando le recomienda al hijo que coma mucho cuando lo despide al marcharse el hijo en el tren. Antonio Casal y Camino Garrigó interpretaron tan tiernos personajes. Hay que destacar también otras grandes interpretaciones en la película, como por ejemplo la de Juan Espantaleón que roza la genialidad y que tiene otro momento entrañable cuando le pregunta a su empleado con todo respeto que si padece de mareos. Isabel de Pomés por su parte tiene planos que realzan su belleza angelical, y hay alguna película en su filmografía que parece que no se ha vuelto a ver desde que se estrenó, "La noche del martes". Todos ayudan a que "Huella de luz" pueda considerarse como una de las obras más reivindicables del cine español de su lejana época. Pertenece a la mejor época de Rafael Gil, y su corta duración agiliza las cosas. Merecería ser considerada como un clásico del cine nacional sin ninguna duda.

La práctica totalidad de lo filmado por Ramón Torrado hoy suena a antiguo, a desfasado, a trasnochado o a pasado de moda. "Botón de ancla" fue uno de sus mayores éxitos comerciales, pero la cara mala de este éxito fue el eternizarse buscando repetir este triunfo durante el resto de su carrera realizando sucedáneos del film original hasta incluso cuando su carrera tocaba a su fin, donde consiguió dar forma a la más ridícula de todas esas imitaciones que fue "Los caballeros del botón de ancla". En esta primera versión todavía dirige aceptablemente a los actores escogidos, pero curiosamente a medida que Torrado fue ganando veteranía a los actores cada vez los dirigía peor. Nada de especial hay en el "Botón de ancla" más antiguo, solamente podría destacarse que la fotografía en blanco y negro aporta una cierta atmósfera que queda patente en algunas escenas en una obra que en principio carecía de pretensiones precisamente en ese sentido, y también la presencia como primera figura femenina de Isabel de Pomés, una de las actrices más agradables y características del cine español de los años 40. No obstante a Torrado se le puede considerar como una de las figuras básicas del cine clásico español con sus virtudes y con sus defectos. Las dos innecesarias repeticiones fechadas en 1960 y 1974 de este argumento no eclipsaron el éxito de esta primera versión, contando con tres actores protagonistas que en otros empeños brillaron más. Pero al igual que aquellas, la versión de 1948 sólo resulta válida para espectadores poco exigentes.

Una comedia con situaciones ingenuas como aquella en la que la pareja protagonista coincide en un avión y al intercambiarse los libros que llevan tanto el chico como la chica se aburren. Está realizada la película con habilidad general, sobre todo en la parte que transcurre en el extranjero que son los primeros veinte minutos más o menos. El manejo de la cámara rinde bastante revelando la capacidad de José María Elorrieta como técnico y en otro orden de cosas pues como director de actores también. Agrada la presencia de María Piazzai, una actriz de la que bien poco se ha sabido pero que fue una presencia destacable dentro del cine español de los años 50 y cuya mejor interpretación tuvo lugar en "Viaje de novios". Lina Canalejas en sus inicios cinematográficos empezaba a desarrollar esa personalidad tan peculiar por la que acabaría convirtiéndose en una actriz verdaderamente especial. Aquí coincide con Fernando Fernán Gómez, profesional del mundo del espectáculo y de la cultura que posteriormente sería muy importante en la carrera de Lina al dirigirla en las arrebatadoras películas "El mundo sigue" y "El extraño viaje". En esos dos films y en "El ladrido" se lograron sus mejores interpretaciones. La enorme personalidad de Fernán Gómez anima el desarrollo de una película muy aceptable e incluso relativamente destacable dentro de la comedia española de su época. Cancio, Riquelme y el resto de los secundarios ponen granitos de arena para conseguir un film cuyo antes referido buen acabado técnico es evidente sobre todo en las escenas con aviones y coches en movimiento.