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España España · Valencia
Críticas de Carorpar
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Críticas 1.105
Críticas ordenadas por utilidad
Caravaggio: En cuerpo y alma
Documental
Italia2018
6,6
345
Documental, Intervenciones de: Marigliano Emanuele
6
31 de enero de 2021
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante documental en torno a Michelangelo Merisi, el inmortal Caravaggio, una de las figuras más controvertidas y, por ende, sugestivas, de la historia del arte. Un maldito “avant la lettre”, una estrella del rock que se atrevió a usar como modelos para sus vírgenes y santos a sus compañeros de juergas, una florida cáfila de matones, prostitutas y trileros. Siempre me ha llamado la atención la inusual proliferación de “enfants terribles” en el tránsito entre el Bajo Renacimiento y el Barroco —caso de Christopher Marlowe en el teatro isabelino, o Lope de Vega en el patrio—, supongo que en buena medida producto de la frustración de las ilusiones humanistas por culpa de la Contrarreforma y las guerras de religión.
No sé si creador del influyente tenebrismo, pero sí su más perfecto ejecutor, Caravaggio ideó perspectivas casi tan atrevidas como sus sórdidos personajes. Y cuando pinta un ángel, cualquier debate acerca del sexo de éstos se vuelve ocioso: lo tengan o no, disfrutan de él tanto o más que nosotros. Porque sus lienzos dimanan una sensualidad estremecedora; eso sí, muy distinta de la de Rubens, otro vividor impenitente. Más turbia, más ambigua. Si el pintor flamenco encarna el jolgorio de un banquete de bodas; el milanés, en cambio, parece preferir la despedida de soltero, y a altas horas de la madrugada, cuando la prudencia dictaba irse a casa en lugar de abismarse en ese after donde pillar de todo menos un resfriado.
Vida y obra de Caravaggio son tan atractivas que al documental dirigido por el mexicano Garces Lambert se le perdona hasta su gusto —ya caduco— por el videoarte, la instalación y la “performance”. Claro, que dichos pasajes no hacen sino multiplicar, por contraste, la belleza y la eterna juventud de la pincelada caravaggiesca. Igualmente discutible se antoja el recurso a la voz en off y en primera persona, peor aún a sabiendas de que apenas si hay documentos autógrafos del artista. Al final, resulta que funciona mucho mejor el testimonio, no por convencional y erudito menos apasionado, del par de expertos consultados. En cuanto a la filmación en 8K, constituye un ejemplo de aprovechamiento saludable de los avances técnicos de nuestro tiempo, regalándosenos una experiencia inmersiva sencillamente asombrosa, una orgía sensorial que hubiera hecho las delicias, precisamente, de su parrandero protagonista.
Carorpar
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6
11 de febrero de 2018
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El de parejas delincuentes constituye casi un subgénero en sí mismo —“Bonnie & Clyde” (ídem, 1967), “Badlands” (Malas tierras, 1973)—. Lo novedoso de la aproximación de Netflix es la combinación del espíritu “millennial” que alienta en esta “The End of the F***ing World” y su voluntad decididamente contraria a dicha etiqueta, evidenciada desde el planteamiento mismo, cuando la impulsiva protagonista destroza su propio teléfono móvil en uno de los muchos y variopintos arrebatos que le veremos a lo largo de la serie. Toda una declaración de intenciones. De hecho, en bastantes pasajes la acción parece desarrollarse hace dos décadas; aunque es probable que ello responda a algo particular y alarmantemente característico de nuestros días como lo es la estética “revival”.
“The End of the F***ing World empieza apuntando a “spin-off” de “Dexter” (ídem, 2006-2013) en clave adolescente, pero no tarda en derivar hacia los románticos derroteros de la “road movie”, impregnada, eso sí, del feísmo social-realista tan caro al “Free Cinema” británico, heredado después por Ken Loach o —con más sentido del humor— Stephen Frears. Conviene advertir, sin embargo, que la (mini) serie que nos ocupa no es ningún prodigio argumental, ni de originalidad —excepción hecha de la mencionada, paradójica relación que mantiene con el barato “zeitgeist” en que nos ha tocado vegetar—. Al final estaríamos hablando de un producto mediocre, correcto a lo sumo, de no contar con el carisma de sus dos núbiles protagonistas. Con semejante fisonomía, el de inadaptado a machamartillo es un rol que le sienta como un guante a Alex Lawther —visto, en papel no muy disímil, en el episodio “Shut Up and Dance”, de la segunda temporada de “Black Mirror” (ídem, 2011-Actualidad)—. Claro que, la gran revelación de “The End of the F***ing World”, insisto que desde su primera aparición, la constituye Jessica Barden, con una interpretación de refrescante antología. Habrá que seguirle la pista de cerca, seguro que nos reserva muchos más momentos de desafiante gloria malhablada.
Carorpar
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5
30 de diciembre de 2017
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
“OtherLife” parte de unas premisas, tanto temáticas como formales, indiscutiblemente interesantes. Respecto a las primeras, sitúa la distopía en nuestros días, con lo que de sugestivo y/o turbador, por familiar, ello conlleva. En cuanto a las segundas, e igual que sucediera en el caso de “Spectral” (ídem, 2016), también de Netflix, asume con saludable naturalidad su condición de serie B y sublima las estrecheces presupuestarias, mucho más que enmascararlas, con una puesta en escena sobria como la sopa castellana y los efectos digitales justos para sabernos ante una cinta de ciencia ficción y no un episodio restaurado de “Estudio 1”.
La sufrida protagonista, una Jessica De Gouw cuya cerúlea palidez no le resta un ápice de intensidad, entrega un trabajo por demás correcto, e incluso se adorna con unos cuantos momentos rayanos en la brillantez. Lástima que sus compañeros de reparto no le lleguen a la suela del zapato, si bien los personajes que les caen en suerte ayudan poco. Porque el hermano en coma manifiesta más signos de actividad neuronal que todos ellos juntos. Insisto, con independencia del escaso talento de sus intérpretes, la responsabilidad de tamaña conjunción mostrenca habría de pesar, en último término, sobre la conciencia del los guionistas. Quiero creer que, como la del guión fue una labor colectiva, medió un reparto de tareas. Es imposible que una misma persona haya escrito un planteamiento tan sugerente, su vigoroso desarrollo —emparentado, desconozco si conscientemente o no, con “El incidente del Puente del Búho”, del maestro Ambrose Bierce— y el ridículo, risible desenlace, con ambos antagonistas pugnando por meterse el dedo en el ojo, literalmente.
Con todo, seamos positivos —es Navidad, o lo fue hace nada— y quedémonos con lo principal: “OtherLife” es una buena muestra de que unos pocos mimbres, trenzados —en general— con gusto, pueden dar un resultado de lo más decoroso.
Carorpar
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8
5 de enero de 2013
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Asfixiante obra maestra de Carlos Saura. Heredero cinematográfico de Buñuel, Saura dirige una película eminentemente alegórica. En efecto, "La caza" ha venido siendo unánimemente vindicada como metáfora de la Guerra Civil española. Y es que la proliferación de símbolos fácilmente asociables a las dos Españas y a la dictadura es más que notable, diría copiosa. Algunos ejemplos, sin ánimo de prolijidad: los dos hurones enjaulados con que se inicia la película, o el cordero descuartizado. También el secarral en que se enmarca la acción, eficaz metáfora del erial cultural, ético y estético de la España de postguerra.
El joven Saura desarrolla una trama climática con pulso de gran tirador hasta culminar en la tragedia que se intuye desde el primer minuto. Un escalofrío recorre el espinazo del espectador a la vista de la enjaulada pareja de hurones que sirve de fondo a los títulos de crédito. Un escalofrío que se irá acentuando conforme la animalidad y el resentimiento vayan apropiándose de los sudorosos personajes en acumulación insoportable de violencia cuya resolución terrible no puede ser otra.
La economía de medios raya en la indigencia. No obstante, Saura logra una obra de brillantísima factura en la que emplea un lenguaje cinematográfico de enorme modernidad, ciertamente vanguardista. Así, recurre, entre otras cosas, a primerísimos planos, zooms, monólogo interior, y a una serie verdaderamente inquietante de parlamentos mirando directamente a cámara.
Alfredo Mayo, galán oficial del régimen, comanda un elenco de grandes actores en estado de gracia entre los que resulta curioso ver a un adolescente Emilio Gutiérrez Caba que peinaba frondoso tupé.
Carorpar
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7
9 de enero de 2021
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupendo thriller independiente, de lo mejor que se ha rodado últimamente —que tampoco es mucho decir, pero ese es otro cantar—. “Sweet Virginia” constituye la prueba fehaciente de que para hacer las cosas bien no se necesitan grandes dispendios presupuestarios, ni pirotecnias abrumadoras ni una legión de rostros celebérrimos. Sólo un mínimo conocimiento de los códigos, algo de gracia para exponerlos y un puñado de intérpretes que se crean sus papeles.
La película de Jamie M. Dagg, cineasta canadiense al que conviene seguir la pista, es un “neo-noir” bastante convencional en el desarrollo de su trama, pero que presenta un elemento novedoso ciertamente sugestivo: la ambientación rural, esa Améria profunda que lleva años asomando la patita —en rigor, el fusil de asalto— hasta literalmente irrumpir anteayer en el Capitolio, sacrosanta sede de la soberanía nacional. Con sus viejas glorias del rodeo, “white trash”, camionetas “pickup”, “diners” abiertos 24 horas y violencia cotidiana, se trata de un mundo que, a los urbanitas de la costa este y a los civilizadísimos —aunque cada vez menos, también nosotros— europeos, se nos antoja extraño como el paisaje marciano.
Asimismo, el reparto, breve e integrado por actores secundarios y principalmente televisivos, entrega un trabajo sobresaliente. Los hermanos China —muy competentes guionistas, pese a su apellido, que invita a imaginarlos regentando un bazar, o un puesto de comida para llevar— dan una vuelta de tuerca a los arquetipos: la “femme fatale” es una post-adolescente semi-analfabeta y resentida. La dama, una adúltera intransigente. El héroe, un pobre hombre más acabado que Adrien Brody. Y el villano, encarnado por un excelente Christopher Abbott, tan escasamente dotado de habilidades sociales, que acaba uno empatizando con él por vía de la pena, hasta un punto tal, que casi deseas que se salga con la suya.
Carorpar
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