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Argentina Argentina · santa fe
Críticas de rouse cairos
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Críticas 296
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
8 de septiembre de 2014
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lejos de la espectacular promoción que han tenido películas nacionales recientes como “Muerte en Buenos Aires” y “Relatos salvajes”, se acaba de estrenar en mi país una de las mejores películas argentinas del año: el tercer largometraje de Pablo Fendrik.

La historia transcurre en algún lugar impreciso de la selva misionera entre Argentina, Brasil y Paraguay, donde una mezcla de chamán y guerrero solitario (Gael García Bernal) llega a una precaria pero extensa finca tabacalera, en el difícil momento en que un grupo de mercenarios está acosando a los indefensos propietarios (un padre y su hija adolescente) para robarles sus tierras.

El imponente marco de la selva misionera y los mercenarios dispuestos a despejarla de sus habitantes originarios genera situaciones ideales para que florezcan los condimentos esenciales del western: la venganza espectacular que desemboca en un duelo épico entre villanos y justicieros.

La película apuesta al cine de género con encuadres, planos y personajes aventureros pero también toma algunas licencias y tiene algunas zonas de realismo mágico, donde la tensión del relato se orienta hacia una búsqueda más personal e inincasillable. El
tratamiento del personaje central es por lo menos extraño y roza lo sobrenatural: cómo se lo presenta: emerge del río, tiene conocimientos medicinales y guerreros; actúa sólo cuando es imprescindible; su mirada siempre va más allá de la situación en que se encuentra y no se ata a relaciones individuales. Su armoniosa relación con el tigre carnicero y con las plantas curativas interna en un clima que trasciende lo puramente beligerante.

Fendrik sostuvo que el suyo “es un western atípico donde ocurren cosas que no siguen al pie de la letra los cánones del género. La película dialoga con ese molde, la fotografía deslumbra con sus localizaciones y expone una interesante vena mística sobre las culturas indígenas de México, América Central y Sudamérica, donde los "nahual" eran los intermediarios entre los vivos y los muertos, compañeros en el mundo espiritual y protectores a los que se invoca en caso de peligro.
García Bernal encarna a un personaje mitológico, una especie de “nahual”, la versión humana de un jaguareté, donde se establece un vínculo con lo sagrado. Paralelamente, si bien los términos ecológicos no condicionan sino que se desprenden, se deducen de la historia, Fendrik desarrolla un alegato que denuncia la destruccion sistematica de la naturaleza. El director declara haber buscado durante casi un año una zona selvática intacta de Misiones para poder filmar, porque el 80% de la flora autóctona fue arrasada para plantar pinos. In situ, pudo apreciar de primera mano las historias de mercenarios que han hecho fortunas injustas que fueron motivo de inspiración para la trama.
El drama social, el contenido telúrico, la integridad del héroe, el paisaje imponente acercan a “El ardor” a ese tipo de cine de grandes ambientes que se pone del lado del desposeído y que lleva al espectador a identificarse contra el usurpador, despertando la resistencia a la injusticia del poder que se impone por la fuerza.

Como en la modélica película social de Mario Soffici “Prisioneros de la tierra” de 1939, la selva misionera no es simplemente un escenario, sino lo que da sentido a todo el drama y obliga a un rodaje estoico que también demuestra la ejercitación de los músculos, entre enjambres de mosquitos desafiando la paciencia.
“El ardor” retoma esencialmente el eterno conflicto entre naturaleza y civilización, partiendo de leyendas ancestrales que recuperan el espíritu americano y reavivando el cine de aventuras, sumando una subtrama romántica donde Gael García Bernal y Alice Braga aportan mucho más que la perfección estética de sus hermosos cuerpos.
rouse cairos
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8
24 de agosto de 2014
102 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
La indignación del hombre común frente a un sistema burocrático e insensible, la corrupción generalizada, la mentira y la codicia son los ejes principales de este tratado moral provocativo y perturbador, atravesado por un humor negrísimo, que puede alcanzar dosis muy altas de crueldad hasta irrupciones extremas a puro gore.
La pretensión más evidente de la película es fantasear con los monstruos que genera el vigente "sueño de la razón". Una forma de libertad o liberación no apta para seres susceptibles. Los personajes se mueven en medio de una jungla que confirma el pesimismo de la sentencia Homo homini lupus. Animales acorralados, domesticados para vivir en sociedad pero que no podrán ocultar por mucho tiempo el impulso de un instinto latente que los conducirá hacia una violencia sin retorno.
Ninguna historia desarrolla demasiado a ningún personaje más allá del estereotipo y siempre los expone en su condición más miserable pero también en su costado grotesco como corresponde a una comedia negra.

Con risas o sin ellas, siempre queda claro una misantropía desencantada. Conformado como espectáculo con diferentes números, uno atrás del otro, estas historias comparten la condición de cine catártico en tanto busca desatar emociones básicas, ofrece escapismo en su estado más puro y alguna que otra crítica en borrosos apuntes que remiten a un clima generalizado de violencia social. Uno de los grandes aciertos es el tono grotesco para exhibir el rostro obsceno de la realidad.
Formalmente sobresale la precisión del montaje y el gran trabajo de la cámara, el nivel de las actuaciones, una excelente banda sonora y la buena factura de los efectos especiales. Todo está unido para combinar de la mejor manera una visión artística de la mano de un cine industrial.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
rouse cairos
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8
31 de julio de 2014
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con nervio y garra desde el primer minuto, “7 Cajas” cuenta un momento en la vida de Víctor, un adolescente paraguayo que se gana el sustento diario transportando bultos en un mercado de abasto asunceño. Un insalubre espacio que abarca 6 manzanas, donde se amontonan puestos precarios en los que se compra y se vende desde alimentos hasta artículos de electrónica: un micromundo que contiene al cielo y el infierno de la humanidad.

El muchachito está fascinado con las nuevas tecnologías, seducido por la publicidad que venden profusamente los televisores. Su gran sueño es tener un teléfono móvil de última generación y cuando le ofrecen medio billete de 100 dólares por transportar 7 cajas de contenido desconocido, ve cercana la posibilidad de concretar sus fantasías de romance con fama y confort. Sostenido en la promesa de que tendrá el billete completo, cuando el encargo llegue a destino, Víctor tendrá que defender las misteriosas cajas del asedio de policías, mafiosos y marginales que se cruzarán en esa jungla inestable y peligrosa.

Hay una permanente sensación de amenazante caos que también es lingüístico (el castellano se mezcla con guaraní) y se incrementa con persecuciones continuas registradas con cámara subjetiva y vertiginosa. Frenéticamente, se suceden primerísimos planos que transpiran y laten junto a las miradas y la respiración de los cuerpos siempre cercanos.

La película amalgama el thriller, el melodrama, el cine negro, el esperpento, un sucio realismo costumbrista y un romanticismo ingenuo. Una mezcla que funciona a la perfección gracias a un ritmo trepidante y un humor sostenido.


La ácida crítica social que destila el film no es sin embargo su objetivo principal (y en eso marca diferencias con otros). Su crónica social callejera, a pesar de revelar un panorama mucho más que sórdido, aspira sobre todo a ser un thriller que corte el aliento. El corazón de la película es su gran fuerza visual, que no se regodea en la miseria circundante, sino que la utiliza para conformar un mosaico en torno a la violencia que puede despertarse a partir de una circunstancia insignificante.

Una cámara que avanza con energía avasallante, mientras por el camino desoculta muchas de las miserias que hacen a la condición humana. Un retrato social que no es condescendiente con los menos favorecidos, al estilo de las criaturas de “Los Olvidados” de Buñuel, lo miserable de la pobreza se muestra sin concesiones y la violencia aparece en su costado grotesco.

Ambientada durante una calurosa jornada con su correspondiente noche, hasta el amanecer, la opera prima de la dupla Maneglia-Schémbori, que ya vendió en Paraguay más entradas que “Titanic”, propone una mirada implacable sobre la desintegración social que no dejará indiferente a nadie, alertando con sus personajes dispuestos a dejar jirones de piel por un trozo de papel, el billete que se parte y se vuelve a partir como un cuerpo sin alma. Y no es que la humanidad brilla por su ausencia, sino que está omnipresente en su oscura condición más descarnada, en situaciones que arrojan a las puertas del crimen pero donde no se entra, porque la maldad y la angustia se trocan en humor electrizante .
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
rouse cairos
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8
14 de julio de 2014
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es ante todo una estrellada, pequeña y simpática historia de amor que funciona como un gran homenaje al cine y su entorno. Acierta en la creación de los climas y conflictos que no subrayan el dramatismo sino la torpeza que, a su vez, provoca la comicidad. Acumula situaciones graciosas e incontables guiños cinéfilos para todos los gustos.
La fórmula “chico conoce chica y se enamora a pesar suyo”, demuestra que puede funcionar en cualquier ámbito y en este caso en el cine adentro del cine.
Hernán Guerschuny conoce muy bien los entretelones del mundo periodístico y cinematográfico, los retrata en lugares reconocibles, aunque sin dejar afuera a un público como para festejar los abundantes gags. Muy elogiable por la capacidad para reírse de sí mismo, aun sin dejar de señalar convicciones, el director se manifiesta como un conocedor del paño, tanto en los defectos que ridiculiza con ternura, como en la demostración de que la cosa puede funcionar con el simpático juego de acumular los lugares comunes más edulcorados del género (el beso frente al río y el cielo estallando en fuegos artificiales, la corrida bajo la lluvia, las lágrimas y declaraciones de amor).
Sostenida fuertemente en el encanto de Dolores Fonzi y la excelente actuación de Rafael Spregelburg, la película conecta con los sentimientos y experiencias de la gente, porque ¿quién no ha conocido a alguien parecido en algún momento de su vida? y ni hablar de la música que es uno de los puntos más altos para demostrar hasta qué punto activa emociones instaladas en lo más hondo del inconsciente colectivo.
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rouse cairos
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7
11 de julio de 2014
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El protagonista de estas aventuras del rubro infanto-juvenil tiene nombre de luchador, se llama Iván Drago, como el boxeador de Rocky, pero aquí se trata de un flacucho y pálido niñito de 10 años que se aburre mucho con las opciones de entretenimientos y actividades deportivas que le propone realizar su padre, hasta que por azar encuentra en una revista un concurso para inventar juegos de mesa. Con creciente placer, descubre que es capaz de crearlos sin dificultades y logra quedar seleccionado entre miles de aspirantes, aunque no puede contárselo a su progenitor, quien más bien busca apartarlo de esas aficiones. Progresivamente, ayudado por la comprensión de su madre, alcanza el premio principal: un tatuaje imborrable en el que se encuentra la clave para una serie de asombrosos descubrimientos acerca de su familia y su vocación.

La gran búsqueda se inicia con la desaparición de sus padres y la inesperada condición de huérfano que lo lleva a un siniestro internado, donde seguirá las pistas que se suceden y derivan en suspenso continuo por claustros antiguos, una ciudad fantasma y una prodigiosa fábrica de juegos que encierran inquietantes secretos.
La película esencialmente es un recorrido por las típicas utopías del imaginario infantil, del que mucho conoce el escritor Pablo de Santis, en cuya novela está basado el guión que tiene el mérito de llegar al difícil sector integrado por preadolescentes. La geografía y el tiempo de la historia se deslizan -como un cuento de hadas- en una dimensión de lo maravilloso, común y universal. Además, como en todo relato tradicional, tendrá ayudantes y oponentes sobre los que se impone un temible villano: Morodian, el creador de la Compañía de los Juegos Oscuros.

Del lado de Iván (David Mazouz) se encuentra su abuelito Nicolás (Ed Asner), cuyos sabios consejos siempre giran en torno a los juegos de mesa, capaces de enseñar destrezas para desenvolverse en la vida y forjarse en la lucha para ser un ganador, resolver enigmas y despejar dificultades.

El realizador Juan Pablo Buscarini cuenta en su haber con películas de animación como “El ratón Pérez” (2006) y “El arca” (2007); en este caso, sube la apuesta con una coproducción internacional totalmente rodada en Argentina (en locaciones como La República de los Niños en la ciudad de La Plata y otras del Gran Buenos Aires) pero con la mayor parte del elenco norteamericano o europeo, diálogos en inglés y doblados al español. Otro punto fuerte es el elenco: David Mazouz, conocido por la serie “Gotham”, transmite naturalmente la inteligencia, fragilidad y valentía que definen al protagonista infantil. Lo acompaña un interesante plantel de secundarios, sobre todo Joseph Fiennes como el principal villano, en un papel atípico para el actor de “Shakespeare apasionado”. Por el lado de Argentina, aunque aparece en pocas escenas, se destaca Alejandro Awada, interpretando a una especie moderna del mitológico Vulcano en el inframundo de la fábrica de juegos oscuros.
Por momentos, las transiciones entre los distintos aspectos de la historia parecen un poco abruptas o forzadas, en un montaje donde los personajes hablan demasiado rápido, aportando mucha información. Tampoco ayuda que no haya un considerable momento de distensión a lo largo del desarrollo de la trama donde no caben respiros para explayar sentimientos, más allá de la curiosidad ante las llamativas peripecias del joven protagonista.
A pesar del imponente trabajo escenográfico y un diseño de lujo, realzados por la atractiva fotografía, la película luce estilizada pero sin una impronta autoral fuerte: se parece un poco a la saga de Harry Potter, otro poco a la fantástica fábrica de chocolates de Tim Burton y hasta a “La invención de Hugo” de Martin Scorsese.
Si en términos visuales “El inventor de juegos” se ubica entre lo más osado y fascinante que el cine nacional haya conseguido en el campo específico de lo infanto-juvenil, a nivel narrativo la película no logra fluir ni seducir como para convertirse en un entretenimiento incuestionable. Más allá de pasajes atrapantes y de logrado lirismo, por momentos impresiona como algo distante y mecánico, aunque siempre funciona como una muy buena opción para que los niños vayan al cine a ver un entretenimiento de calidad aunque no sea extremadamente memorable.
rouse cairos
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