He vuelto a ver "Oficial y caballero" desde no sé cuando que la vi por vez primera. Han pasado muchos años y muchas películas ante mis ojos, y la mirada se hace adulta. No es una película bien valorada por el cinéfilo "serio". Pese a que marcó una época y reventó taquillas, pocos se atreverían a defenderla. Y sin embargo tengo la sensación de que quien la menosprecia por su repelente contenido sin importarle su buena factura como producto cinematográfico elogiaría "El nacimiento de una nación" por sus valores artísticos sin importarle su contenido dudasamente moral. ¡Benditas paradojas! ¡Nos dan coartadas para todo! A mí el primero.
"Oficial y caballero" es una película rancia. Evidentemente hay cosas en ella que no pasarían por el filtro de lo políticamente correcto hoy día ¡y por suerte! (aunque alguna de ellas la firmase el mismísimo Kubrick pocos años después), pero, prejuicios y morales inquisidoras de la postmodernidad aparte, sigue funcionando como una buena película de entretenimiento. Y tiene escenas icónicas -por ridículas que sean, que lo son- que seguirán perdurando.
Si la hubiera descubierto ahora no tendría piedad con ella, pero pertenece a otra época que también fue mía. Y no soy de los que acostumbra a renegar de la patria de sus años mozos. Así que no seré yo quien la defenestre.

En principio, “La escalera de Jacob” nos propone un viaje tan fascinante como terrorífico por los recovecos del subconsciente atormentado de un veterano de Vietnam. Hasta ahí muy bien. El problema viene al final…, y eso fastidia: a mí, al menos, me fastidia mucho que un final errado rompa la magia de una película francamente interesante. Me sobra la última escena –la que lo explica todo racionalmente– y, sobre todo, la nota aclaratoria final, que confunde al espectador sobre las intenciones de Lyne y resta importancia al carácter onírico de la película… Tiene que haber maneras más honestas de resolver un embrollo argumental que recurriendo al manido truco final al que recurre esta película, y que menciono expresamente en el spoiler para no reventársela a nadie. Pero como no siempre es justo juzgar la parte por el todo –o, en este caso, el todo por la parte–, creo pese a todo que “La escalera de Jacob” se hace merecedora de un juicio sereno y una reflexión ponderada.
Fantasear con lo que puede pasar por la mente de un combatiente al borde de la muerte en un hospital de campaña, que acaba de vivir en persona el descenso a los infiernos de la guerra y que se debate no ya entre la vida y la muerte sino entre los horrores vividos en el campo de batalla y la necesidad de estar en paz consigo mismo…, elucubrar acerca de la necesidad de encajar una experiencia así en el mundo de procupaciones y rutinas cotidianas de uno mismo…, y hacerlo además con una narración e imágenes impactantes que agiten nuestra conciencia y hasta las entrañas mismas, no tiene más remedio que terminar desembocando en una historia de puro terror…, ese puro terror que atormenta al desdichado Jacob encarnado convincentemente por Tim Robbins…
“La escalera de Jacob” es, como poco, interesante. Y podía haberlo sido mucho más. Maneras tiene de sobra para haberlo sido...

He necesitado leer las críticas de Filmaffinity y dejar madurar un día la película en mi cabeza para disculparla e incluso para terminar apreciándola. Mi primera impresión coincide con la de mucha gente de aquí: es una tomadura de pelo a causa de un giro de guión inaceptable. Sin embargo, y aunque otras críticas más agudas se acercan bastante más a la probable intención de Aja, debo decir que creo que existe un matiz importante que no se ha destacado y que podría disculpar ese discutido giro final. Es algo rebuscado, pero lo justifica. Y una vez que lo entiendo, tampoco es que sea tan rebuscado. Continúo en el spoiler.

Si no se ha leído el libro, la película está probablemente bien. Si se ha leído, no puede evitarse comparar las imágenes con lo que se había imaginado al leerlo ni puede esperarse menos que ir encontrando en ellas lo que uno espera encontrar de antemano. Si además la película lograra emocionar como emocionó el libro, entonces sin duda gustará a quien disfrutó con la lectura.
No ha sido mi caso. El libro me gustó. La película no tanto, y eso que, pese a sus innecesarias (y fallidas) aportaciones, sus erradas omisiones y sus inevitables modificaciones respecto al original, la adaptación es muy fiel. Lo que pasa es que la ingenuidad y la sutileza de la obra de Boyne ceden terreno en la película a lo evidente y lo sensiblero; si aquellas virtudes lograban aportar originalidad al hondo dramatismo de la historia -salvándola de lo tópico y lo recurrente-, éstas otras en cambio simplemente lo subrayan, a lo que además contribuye una banda sonora demasiado explícita.

El remake que André de Toth realiza en los años 50 del clásico de terror que llevara por primera vez a la gran pantalla Michael Curtiz en 1933 tiene más frescura, mejor acabado y mayor ligazón que la obra original, además de que prescinde de la subtrama en clave desenfada que descafeinaba notablemente el carácter terrorífico de la película de Curtiz.
Sin embargo, la historia no difiere absolutamente en nada, ni siquiera en los detalles, de la que nos contó Curtiz; de hecho repite secuencia a secuencia la narración trazada por éste en los años 30, con seguidismo ciego más que con simple fidelidad, por lo que la historia en sí peca de la misma falta de realidad de que adolecía en la versión anterior y me pone difícil entrar en valoraciones positivas por encima de esa ausencia total de verosimilitud en el material base (ver spoiler).
Incluso me pareció ver más creatividad en los decorados del reabierto taller de Jarrod en la película de Curtiz que en ésta.
En fin, que a este humilde servidor la película le ha parecido poco convincente y más bien mediocre. Y sobre todo una pena, con lo que podría dar de sí un tema tan escabroso…