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España España · Valencia
Críticas de Sapristioca
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Críticas 54
Críticas ordenadas por utilidad
8
11 de diciembre de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno debe saber a lo que va.
1. Va aser lenta
2. Va a ser rara (¿qué es raro?)
3. En los diálogos, ojo, va ser traducida (por lo de diálogos estúpidos)
4. No va a ser lineal, ni convencional, ni similar en las reacciones-argumentos-propuestas a otras películas.
Con todo esto, uno decide comprar una entrada e incluso entrar y sentarse. A partir, de ahí, relájese y disfrute, déjese ir, sin prisas, sin prejuicios.
Entonces empieza una historia narrada con lentitud, planos demorados, con gran riqueza en las imágenes, sobre todo de gran belleza las filmadas al anochecer, con un mínimo de (bella) luz poniente (como la escena que abre la película). La jungla (que no es ciertamente lo que para nosotros es una pinada cercana) es todo un mundo en el que se adivina un poder oculto lleno de seres desconocidos que infunden temor o respeto.
Y unos seres, esta vez humanos, sencillos y con un claro propósito: acompañar en la enfermedad a un hombre que es el terrateniente (bondadoso) de esa zona.
Y, de pronto, surge, de la manera más "cotidiana" la aparición de seres que transgreden la normalidad de las cosas. Las fronteras de lo lógico desaparecen y, rayando a veces la comicidad, la magia de esa jungla y de lo que oculta irrumpe en todo la historia.
Esto no debe parecer tan nuevo (en la Gracia clásica se convivía con los dioses, en Pedro Páramo los vivos llegaban a confundirse con los muertos). Creo que no debe ser motivo de burla las diferencias culturales y, por el contrario, uno debe pillar el humor implícito en algunas secuencias (monstruo peludo incluido), no por ello exentas a la vez de seriedad en el contexto de lo que se narra.
El simbolismo de las imágenes (los peces en la cueva, la cueva misma como "vientre donde nació el protagonista la primera vez"), la fuerza visual de las mismas (en el cuento incluido de la princesa que busca la belleza que no tiene en su falso reflejo en el lago), el poder que emana de la jungla, todo está inmerso en el mundo rural, mágico y ancestral. Los últimos minutos del final suponen el regreso a la aparente civilización urbana, a la occidentalización del Seven Eleven, a la música enrockerizada final, a la pérdida de ese mundo mágico que se oculta en la espesura y en la noche del mundo rural.
Sapristioca
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6
13 de enero de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un compendio de propuestas inmejorables:
1. Un amplio grupo de gente queda (auto)encerrado en un supermercado de un pueblo americano por la súbita llegada de una densa niebla y parece que "algo más"...
2. Los diferentes modos de afrontar la cuestión, las alianzas y enfrentamientos ante un hecho inexplicable y peligroso...
3. Dosis progresivas de terror con el progresivo desvelamiento del motivo de todo...
Muy bien. Perfecto. Cualquier cosa puede salir de semejantes propuestas, desde una película más al uso hasta una original obra de arte.
La cosa se queda en medio: bien las propuestas, bien algunas reflexiones que se hacen en el grupo "de los buenos" sobre lo que se puede esperar de la humanidad cuando empiezan a fallar sus elementos de seguridad habituales. Muy bien, espeluznante final.
Pero en medio queda un tufillo maniqueo, un exceso de bobalicón fanatismo religioso (y eso que bien se merece buena crítica y más cualquier fanatismo religioso, pero más adentro), una concesión simplona al antimilitarismo yanqui (y eso que bien se merece buena crítica el militarismo yanqui, pero más adentro), una sensación de que se quedan cortos en la profundización de un tema bien planteado. Quizá la necesidad de no saltarse las cotas comerciales obligadas...
Sapristioca
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7
22 de octubre de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alguna tenía que ser la primera película que tratara o retratara el germen de la crisis en la que aún estamos enfangados.
Chandor se vale de un elenco de actores a prueba de fallos para asegurar que la actuación de todos ellos, el ritmo mantenido de la narración y la buena factura de la fotografía hagan que la historia se desenvuelva ágil y amena; y ello a pesar de que casi todo se mueve en interiores y con planos muy cercanos. Esta es la (pen)última historia funesta en la que se destapa por enésima vez algo que todos conocemos: que el capitalismo es un monstruo que se nutre de sí mismo y en el que no hay culpables pero sí daños colaterales cuantiosos; que en las altas finanzas todo se desenvuelve como en un juego sin moral; que todos, a fin de cuentas, necesitamos de esa amoralidad para tener nuestras miserias un poco más atractivas; que parece que no hay puñetera solución. Tampoco es que se entre en profundidad en estos temas porque la película trata de narrar, eso sí, con un magnífico pulso, los hechos que desencadenaron la situación a través de unos personajes quizá demasiado encerrados en sus papeles y que pueden resultar algo planos (yo salvaría a Spacey y Bettany, como más perfilados).
En resumen, Margin Call pasa la dura prueba de hacer tragable e incluso apasionante esta historia de tan sólo 24 horas (en qué poco tiempo se desencadenan los desastres).
Sapristioca
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8
1 de febrero de 2009
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que se desarrolla en unas coordenadas concretas (EEUU, años cincuenta), con todas las consideraciones que queramos hacer en relación al "sueño americano"o al momento de despegue económico del país; pero cuya historia puede situarse en cualquier coordenada, incluso ahora, hoy mismo.
Una pareja joven con dos hijos, instalados en sus frustraciones (mala actriz, trabajo alienante), pero más o menos con todas las condiciones para vivir "felices". ¿Les suena de algo?
Y de pronto la cuestión ¿por qué no cumplir los propios deseos, el "sueño" de cada uno, romper con todo?, desata el conflicto.
Al contrario que en otras críticas vertidas, la pertinencia de las reacciones de la pareja protagonista me parece perfecta, pues los miedos, la inmadurez, las dudas, se muestran de forma coherente a lo largo del relato. Asimismo, la teatralidad de la película y la ausencia de multitud de escenarios no me parece un problema sino una característica.
La fotografía (esos cientos de hombres con sombrero en la estación de tren, a la salida de Knox), la luz (esa claridad que a veces tiene la casa, esa oscuridad de la última noche), el ritmo (qué buen despegue de la historia) me parecen soberbios.
La actuación de los protagonistas es la de unos actores que son de lo mejor del momento.
Eso sí, el papel de Michael Shannon (con ser excepcionalmente ejecutado) sobra. Parece un postizo, una voz "en off" que no debería hacer falta en la narración.
Y qué bichos somos los seres humanos, qué atinado final.
Sapristioca
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10
20 de enero de 2010
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una pequeña comunidad rural alemana, a principios del siglo XX, unos sucesos extraños van alterando poco a poco los engranajes que sostienen el aparente equilibrio social. La película, en bello blanco y negro, va introduciendo al espectador en la vida del pueblo a través de la anciana y evocadora voz en off (imprescindible la versión original) que narra los hechos desde el futuro.
La encrucijada temporal en que todo sucede es crucial: Alemania, en ese momento Imperio Alemán desde su victoria en la Guerra Francoprusiana, se nutre del régimen social heredado aún del feudalismo y de la rigidez moral del protestantismo; hay que recordar que apenas un siglo antes Napoleón Bonaparte había desmembrado el Sacro Imperio Romano Germánico, pero que en la práctica se seguían los viejos sistemas medievales.
De esta forma, el pueblo de Haneke es la representación de este sistema que sólo sería despedazado tras la I Guerra Mundial: el barón, como terrateniente, dueño y señor del pueblo, los notables (el administrador, el párroco), el médico, el maestro y los campesinos. Y, sobre todo, los niños, el futuro, el germen del futuro alemán nutrido de todos esos elementos.
La cámara de Haneke disecciona poco a poco este tinglado, desvela secuencia a secuencia las relaciones de poder, crueldad, orden, religiosidad extrema, brutalidad, amenaza y venganza (como dice en un momento la baronesa). Nada ni nadie escapa del horror de una época caduca que pide a gritos un cambio, aunque de este cambio nada se nombra en la película, ni un atisbo de rebeldía o esperanza. Al revés, el único elemento discordante dentro del sistema son los incidentes que ocurren y que, lejos de ser revitalizadores, son nuevos engendros de maldad aún más espantosos.
En cuanto a lo visual, cada fotograma impresiona por su belleza casi siempre dura o severa, tanto en los interiores (escena del cadáver de la campesina con cámara fija) como en los exteriores (la siega, el campo nevado).
La dirección de los actores, con especial referencia a los niños, es impresionante; nunca veremos unos niños que no actúen como “niños actuando” como en esta película. Nunca veremos rostros del siglo XXI que son exactamente rostros del siglo XIX-XX. Nunca veremos escenas de humillación (a la comadrona, a los propios niños) como aquí.
Lo que se achaca como defecto a Haneke es lo que tiene de “marca de fábrica”, no claros fallos en la creación y conducción de la película. Y no se puede ni debe esperar que un artista con una marcada personalidad se traicione a sí mismo.
Puedo decir que a pesar de ser de larga duración, subtitulada, lenta, en blanco y negro y asfixiante a ratos, me lo he pasado en grande, me he “divertido” (que no es sinónimo de estar alegre o de reír), me ha pasado en un suspiro. Y es que es grande nuestra subjetividad. En su nombre, déjenme que me “divierta” con la maestría de esta obra imprescindible.
Sapristioca
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