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Finlandia Finlandia · Alicante/Alacant
Críticas de Kosti
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Críticas 315
Críticas ordenadas por utilidad
2
12 de junio de 2008
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta serie desde que empieza no hace otra cosa que caer en picado. Y es que los refritos creo que nunca son buenos.

Para empezar la inmensa mayoría de los personajes son malísimos, algunos incluso patéticos. Resalta lo absurdo y la mayor de las ignorancias...

Y si no fuera suficiente lo anterior, la serie se alarga hasta la saciedad, inventando historias y situaciones estúpidas y sin sentido que provoca un sopor supremo.

Y por favor... la transformación ya ha sido para pegarse un tiro... Tanto bombo le dieron y luego se quedó en poca cosa...

Bueno, lo dicho... que no vale la pena seguir esta serie, y menos ahora que van a reinventarla... pero ¿de qué manera? De la peor, seguro
Kosti
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8
6 de junio de 2015
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La educación, bendita educación. Uno de los puntos claves de toda sociedad que se precie. Un legado único que no debe perderse en la inmensidad de nuestro vasto planeta. Una joya de valor incalculable que cada día pierde más adeptos y gana más mediocridad, marchitando esa vocación de algunos educadores que pretenden ampliar ese legado impagable. ‘La profesora de historia’ (Marie-Castille Mention-Schaar, 2014), basándose en un hecho real, nos arrastra al mundo del educador en Francia. Anne Gueguen es una profesora vocacional que no sólo imparte clases en un instituto, sino que se preocupa por sus alumnos y por que salgan a un futuro esperanzador y mínimamente halagüeño. Otro año más le ha tocado ser la tutora del curso “malo”, de esa clase que se llena con los alumnos con peor expediente, con peores notas medias. Si consigue sacar alguno adelante, ya será un éxito. Pero Anne no está dispuesta a tirar la toalla, aunque sus alumnos ya se den por perdidos. En aras de infundir cierta confianza en ellos, la profesora los apunta a un concurso de redacción nacional con el tema de los niños y adolescentes en los campos de concentración nazi. Aunque al principio son un poco reticentes a participar, poco a poco los alumnos se van abriendo y creyendo más en ellos mismos, y se adentrarán en un proyecto que cambiará sus vidas por completo.

‘La profesora de historia’ puede suponer un interesante estudio sobre el sistema educativo público en Francia, y más aún si lo comparamos con el español, con el que guarda bastante similitudes. Pero si nos alejamos de su clara vertiente sociopolítica, podremos asomarnos a una historia tremendamente optimista, incluso me atrevería a apuntar extrañamente optimista, aunque de vez en cuando sí se ve luz al final del túnel. La historia arranca con una base de marginalidad e indisciplina ampliamente realista. Pero en esa ecuación se introduce una variable que da al traste con cualquier solución lógica: una mujer adulta que lucha por el futuro poco esperanzado de un grupo de alumnos que se han rendido a la vida, interpretada por una magnífica Ariane Ascaride (Marius y Jeannette – Robert Guédiguian, 1997), templada, sabia y con una fortaleza envidiable que consigue sacar en los puntos más álgidos del relato. Su personaje, Anne Gueguen, profesora que continúa esparciendo su semilla educativa buscando crear jugosos frutos de sabiduría e inteligencia que consigan sobrevivir al mundo hostil que les espera fuera de las aulas, imparte una tremenda lección de historia y humanidad.

Temas tan manidos como la religión, el racismo, la educación, la adolescencia o la marginalidad están tratados de forma sencilla, algo “simple” (en la acepción más inocente del término), pero de forma elegante, delicada. Con muy poco, esta historia es capaz de calar profundo, de enseñar, y no sólo mostrar esa enseñanza de tiempos pasados como guía hacia un futuro próspero o más prometedor. Resulta inevitable encuadrar a ‘La profesora de historia’ en esa línea temática de películas francófonas que utilizan la educación como telón de fondo, y cuyo camino ya abrieron previamente ‘La clase’ (Laurent Cantet, 2008) o ‘Profesor Lazhar’ (Philippe Falardeau, 2011), aunque la película de Mention-Schaar toma otros derroteros, consiguiendo emocionar con un optimismo apabullante, optimismo que sólo se ve roto por el relato de un superviviente real del holocausto que transmite plenamente su dolor, y eso queda reflejado en el rostro de los alumnos que le escuchan atentamente y en se clava en el alma del espectador que asiste como si de un alumno más se tratase. Un claro ejemplo de una película “feel good” bien hecha.

Para aquellos que aún se emocionen con historias de verdad y para el educador vocacional que todavía cree en poder formar desde el cariño.
Lo mejor: Su profundidad
Lo peor: Es difícil apreciar su valía escondida tras tanta sencillez
Kosti
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9
10 de junio de 2014
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bertrand Bonello (Casa de tolerancia) nos presenta la biografía del modisto y visionario Yves Saint Laurent, un biopic no hecho al uso donde no se enaltece la figura del reputado diseñador, sino que se le presenta con sus virtudes y sus defectos, todo envuelto por un mundo entre la fantasía y la realidad, entre la colorida perfección de sus creaciones y la turbia y mórbida vida personal que desarrolló, en la que se rodeó de los personajes más variopintos y singulares. Esta es la vida de ‘Saint Laurent’ en los ojos de Bonello.

Lo primero que llama la atención, y no podía ser de otra manera, son los diseños, la escenografía, ese mundo de color que rodea al Yves diseñador, una colección de texturas, tejidos y patrones que enaltece su imagen y que se enfrenta a la cruda realidad que le rodea, una realidad llena de dolor y sufrimiento, de guerras y masacres, de serpientes llenas de veneno, de noticias nefastas que hunden la moral de la sociedad. Pero en el taller de Yves Saint Laurent eso no existe, lo importante es sacar a tiempo las nuevas colecciones y vivir en una burbuja de perfecta belleza y noches sin fin. Y así es tal y como nos narra Bonello la primera parte de esta truculenta vida, llena de frivolidad y superficialidad que, al contrario de lo que cabría pensar, no encuentran su reflejo en sus diseños, en los vestidos que con tanto mimo realizaba para engrandecer la figura de la mujer, esa gran aliada en su vida, presentes en todo momento. Pero todo zenit tiene su declive, que se torna gris y apagado.

Efectivamente, en su segundo tramo, Saint Laurent cae en un mundo de depravación y perdición que le lleva a dar la mano a sus más oscuros deseos. La lujuria y las ensoñaciones se apoderan de su vida, una vida infeliz e insatisfactoria que encuentra su salvación (o no) en la figura de Jacques des Bascher. En este segundo tramo, la historia pierde fuelle, queda ligeramente lastrado por un ritmo irregular, llena de saltos temporales que, si bien necesarios, demasiado aletargados. Aún así, Bonello consigue un conjunto biográfico casi perfecto donde aúna belleza e imperfección que no se distinguen por separado. Pero es en este tramo donde la frivolidad de la búsqueda de la belleza perfecta desaparece y humaniza a Yves Saint Laurent, acercándolo a una realidad triste, a una debacle de su propio ser que lo desconecta de su vida laboral. Digno de elogio es el tratamiento de esa caída y el resurgimiento, que llena la pantalla de gran colorido.

Gaspard Ulliel es el encargado de dar vida al diseñador del opio en un trabajo que roza la demencia, una labor “pusilánime” que consigue hacernos creer que estamos ante el propio Yves Saint Laurent. Su rostro y su cuerpo están en perfecta armonía para darnos un ejemplo magistral de interpretación. Pero además se rodea de un buen elenco que les hace las veces de coro o de modelos si se prefiere en esa pasarela que es su vida retratada por Bertrand Bonello.
Kosti
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5
22 de junio de 2013
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una tranquila mañana, la familia Lane desayuna como de costumbre. En la tele no tarda en oírse “ley marcial”, un término que a las hijas de Gerry les es desconocido, como es lógico. Lo que parecía un día más en la vida familiar se convierte en un caótico atasco en la calle principal que va a desembocar en una huida en masa de los ciudadanos. Así arranca la última película de Marc Forster. El director de origen alemán no quiere andarse con aspavientos, y no hace esperar al espectador ávido de acción, emociones fuertes y un ritmo trepidante. Buen punto señor Forster. No tarda en meterse al público en el bolsillo, captar su atención y mostrarnos de qué va a ir la historia desde prácticamente el primer minuto. El momento de la huida no se hace esperar y nuestros actores, convertidos en padres “maravillas”, no tardan en sacar sus fuerzas de flaqueza y su gran instinto de supervivencia, como en toda película de esta índole. Y ahí precisamente viene el fallo: ‘Guerra Mundial Z’ no consigue enseñarnos nada nuevo, no nos da ni una simple nota que la diferencie dentro del género. Lo peor de todo es que se vuelve inverosímil, recordando ligeramente a la hazaña de Tom Cruise en ‘La guerra de los mundos’ (Steven Spielberg, 2005). Quien disfrutara de esta película, no dudo en que disfrutará con ‘Guerra Mundial Z’, y es que las heroicidades del señor Pitt son para lanzar susurros de sopresa al aire.
El ritmo trepidante al que antes hacíamos alusión, con unas escenas de persecuciones rodadas de forma ambigua (por llamarlo de alguna manera), que a momentos parecían magistrales y a ratos caían en un mareo exorbitante, hacen de ‘Guerra Mundial Z’, uno de los blockbusters del verano, sin duda alguna: recaudará millones, gustará a la gran mayoría del público y dejará un buen sabor de boca. En mi caso, el sabor fue agridulce, ya que disfruté, pero no quedé del todo satisfecho. Una película con un director y un actor/productor como con los que contaban, merecía mucho más y, sobre todo, debería haber aportado algo al cine que todavía no se hubiera hecho, a excepción de esas escenas imposibles que, sin duda, dejarán con la boca abierto a más de uno. En palabras del propio Brad Pitt, que asistió, como si del correcaminos se tratara, a la premiere de Madrid, “esta será la película más intensa que veréis este verano“ Esperemos que no sea así, porque si no, apaga y vámonos, aunque el público fue bastante más generoso, y regaló una ovación, no demasiado desmedida, al acabar la película.
Recomendada para aquellas personas que gusten de acción trepidante y de sustos bien repartidos así como a los seguidores acérrimos de las películas de zombies.
Lo mejor: un ritmo agradecido, su música y ver a Brad Pitt en su salsa
Lo peor: que resulta repetitiva y no aporta nada nuevo
Kosti
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8
19 de noviembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde hace unos años hemos podido disfrutar en pantalla de personajes femeninos con mucho gancho y fuerza, sin olvidarnos de las sempiternas Bette Davis, Katharine Hepburn o Elizabeth Taylor, por citar a algunas. Con ‘Loreak (Flores)‘ (José María Goenaga y Jon Garaño, 2014) redescubrimos la fuerza de los personajes femeninos a través de la belleza de las flores. La vida de Ane da un vuelco cuando comienza a recibir flores de forma anónima. A su vez, Tere y Lourdes también descubren ramos de flores dedicados a una persona que quisieron mucho y ya no está. Tres mujeres que ven sus vidas afectadas por las presencias florales, una amalgama policromática que llena de color e incertidumbre tres vidas a distintos niveles: el florecer de una nueva vida, la pérdida sobrellevada y el recuerdo que no quiere marchitarse.

‘Loreak’ parte de una premisa sencilla en apariencia, pero con un desarrollo sofisticado y delicioso. Los planos milimétricamente estudiados por Goenaga y Garaño nos trasportan muy suavemente a las vidas de sus protagonistas, unas vidas que nos invitan a compartir con un resultado plenamente satisfactorio, contándonos unas historias muy ricas e intensas diciendo más bien poco. Es una historia, además, de sentimientos encontrados, de tres mujeres en los que brota el amor, pero a la vez se marchita poco a poco, igual que esos ramos de flores que dejamos en el jarrón sin cambiarle el agua y sin podar los tallos. El agua y el amor no terminan de ser absorbidos por esas “heridas abiertas” a las que tanto se hacen mención, y es entonces cuando llega el fatal desenlace. El mensaje es claro: las relaciones humanas, al igual que las flores, si no se cuidan, acaban muriendo. Frente a esa idea, aparece la del aislamiento o la soledad de los personajes, ya sea en un cubículo de peaje, en una oficina, en la cabina de una grúa o en la pica de la cocina, todos encuentran la soledad en algún momento, una soledad que puede llevar al dolor, a la autocomplacencia o al recuerdo atormentado. La pérdida y el concepto de herida abierta también están presentes en ‘Loreak’ y entronca claramente con el dolor de sus personajes, un dolor a veces intencional y otras veces no pretendido, pero dolor al fin y al cabo. Todo esos temas se entremezclan para recordarnos la memoria del ser perdido; cómo afecta a nuestro día a día el recuerdo y/o el olvido de aquellos a quienes amamos.

Si otra cosa han hecho bien Goenaga y Garaño, es la elección de sus actores, y nos referimos a sus tres protagonistas femeninas que se unen, como si de un ramo se tratara, a través de un lazo masculino. Sus tres protagonistas femeninas desbordan esa policromía de la que hablábamos al principio, tres mujeres con tintes de todas las tonalidades, pasando por la pasión del rojo, la tristeza del azul, la calidez del amarillo o la alegre calma del verde, igual que las flores. Forman un tandem con contrastes muy marcados: por un lado está Ane (Nagore Aranburu) taimada y dulce, la tranquilidad perfecta, a pesar de vivir en un matrimonio apagado y sin chispa; Lourdes (Itziar Ituño) es la garra, la fuerza, el impulso hecho mujer, la que consigue lidiar con la pena internamente, pero la que mejor sabe sacar la rabia contenida; y por último está Tere (Itziar Aizpuru) la tradición personificada, la “sabia” voz del pasado en el presente, la mujer arraigada que vela por los suyos de forma incesante. Tres mujeres, tres personalidades, tres formas distintas de ver la vida y tres historias donde las flores no sólo son flores, sino un receptáculo en el que guardar sus sentimientos a la espera de que florezcan nuevamente.

Para disfrutar de una historia cargada de sentimiento y ahondar en la psique humana sin recurrir a grandes artificios.
Lo mejor: la aparente sencillez con la que llega al espectador y lo difícil que resulta sacársela de la cabeza.
Lo peor: que deja un sabor agridulce y no deja intuir un final feliz o triste, sino todo lo contrario, aunque eso, en el fondo, no es nada malo.
Kosti
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