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Críticas de Quatermain80
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Críticas 406
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
30 de marzo de 2014
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
En alguna ocasión anterior he apuntado que a veces, en el Cine, menos es más, y creo que esta película lo ilustra a su manera, siendo además un soberbio ejemplo de progresión dramática y de posibles lecturas, lo que se aprecia no sólo en el desarrollo de su argumento, sino también en su muy definida factura.

El filme arranca en nochevieja bajo el signo de la rutina que se desarrolla en una comisaría (esto no es ningún contrasentido; pocas noches más rutinarias y previsibles que estas), que vive las últimas horas del año entre festejos y los naturales incidentes, como triviales robos de coches y demás. No obstante en una de las salas comienza un interrogatorio que, aunque inicialmente no parece cosa de gran importancia, paulatinamente va revelando una gravedad mayor, pues al cabo de un rato descubrimos que el respetable notario Martinaud, que se sienta frente al inspector Gallien, es sospechoso de la violación y asesinato de dos niñas.

Casi toda la película transcurre en el interior del despacho en el que se desarrolla el interrogatorio, y sólo saldremos de él en un par de ocasiones (antes del final), acompañando al inspector; por lo demás, la continuidad narrativa permanecerá inalterada, con la salvedad de algunos flashbacks (casi todos breves, simplemente planos fijos que ilustran un recuerdo, si bien hay uno, introducido por la esposa del notario Martinaud, que es más largo, siendo clave para el argumento). El acierto de esta planificación estriba en que enfatiza que es en ese concreto lugar donde se va a esclarecer, y por tanto a establecer, la verdad sobre el doble asesinato. Sin embargo, a menudo que transcurren los minutos, el espectador no puede dejar de notar que las vagas explicaciones de Martinaud, junto con las incómodas preguntas del inspector, lejos de permitirle introducirse en el aspecto criminal o policiaco, abundan cada vez más en las intimidades matrimoniales y personales del sospechoso. Esto, que podría considerarse una desviación respecto del argumento central, no lo es, por cuanto el desarrollo de los acontecimientos acabará mostrando que precisamente lo accesorio es a veces lo principal, la verdad que lo explica todo.

Conforme transcurre la película el notario se nos muestra más acorralado por sus inexactitudes, al tiempo que el inspector parece asentar cada vez más sus sospechas, que ya eran grandes desde el principio; pero sigue faltando una prueba, y será precisamente la aludida situación matrimonial de Martinaud -un matrimonio que ya no es tal, pues apenas hay relación entre ambos cónyuges- la que venga a proporcionarla, apareciendo en escena la esposa del notario, en el que es, sin duda, uno de los fragmentos más notables del filme. Y es que la esposa será clave a la hora de construir "la verdad", puesto que, aparte de alguna posible evidencia material, será su conversación con el inspector la que, por medio del anteriormente referido flashback, introduzca el factor de culpabilidad que faltaba.

Todo el tramo final de la película gira en torno de este círculo que conecta la sospecha, la culpa y la verdad, y lo hace con una sutileza poco frecuente, hasta el punto de sugerir en el espectador interesantes reflexiones acerca de cómo se construyen las certezas y los relatos, y cómo las personas se adaptan o asumen voluntariamente el papel que se les adjudica en ellos.

Rodada casi enteramente en interiores, destacan los parsimoniosos desplazamientos de cámara y los movimientos de los intérpretes, que aligeran el estatismo de la puesta en escena, el cual en modo alguno está reñido -más bien aliado- con la creciente tensión que revelan los personajes, maravillosamente construidos desde el guión -excelentes diálogos a cargo de Audiard, bastante ácidos- y la interpretación, con un trío protagonista espectacular, del que no sé si destacar más el duelo contenido entre Ventura y Serrault o la breve pero impactante intervención de Romy Schneider.

Finalmente la "verdad" será establecida, pero ¿qué verdad? Y es que esa es siempre, al fin y al cabo, la cuestión.
Quatermain80
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7
16 de marzo de 2014
26 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho menos conocida que otras películas de Clouzot, "La verdad" me ha parecido un más que eficaz drama judicial, en el que se reflexiona en torno a las dificultades del amor, el tedio y sinsentido de una vida sin objetivos, y la siempre equívoca y traicionera moral, que acostumbra a ser fiel reflejo de la ideología de quienes mandan en la sociedad.

La joven Dominique, protagonista absoluta del filme, es sometida a juicio tras haber asesinado a su antiguo amante, Gilbert; el desarrollo del proceso, con la narración de los acontecimientos por parte de fiscales y abogados y su rememoración a cargo de diversos testigos, da pie a la introducción de varios flashbacks, que constituyen nuestra mejor fuente de información acerca de Dominique. La construcción de este personaje es el mejor logro del guión, que nos dibuja a una joven insatisfecha, que ha crecido a la sombra de su ejemplar hermana, y que carente de verdaderos intereses o pasiones parece inclinarse -al poco de su llegada a París- por la bulliciosa pero vacua actividad de los cafés y garitos de la "rive gauche", por donde pululan bohemios sin oficio ni beneficio. Sin embargo, Dominique acabará trabando relación con el serio y prometedor director de orquesta Gilbert, en principio pareja de su hermana, y con él vivirá un amor difícil, marcado por los celos de él, la supuesta volubilidad de ella, y en general, por una notable torpeza de ambos. El deterioro progresivo de su relación desemboca en el crimen antes mencionado, seguido por un vano intento de suicidio de Dominique.

En paralelo a esta narración de acontecimientos y descripción de personalidades, la película propone una ácida crítica a la moral burguesa, que es representada por los fiscales y demás juristas y público que asisten al juicio; todos ellos encarnan la respetabilidad y el formalismo de la sociedad biempensante, y de ahí que desde el principio abunden en las tendencias disolutas y poco respetables de Dominique, subrayándose el contraste con su intachable hermana. Para enfatizar este enfrentamiento moral, Clouzot elige como representantes del orden a hombres de cierta edad, que contrastan con la juventud de Dominique, a la que en ningún caso intentan comprender, pues ya han construido previamente su verdad en torno a la joven. Eso es lo que desde un principio ha percibido el abogado defensor, que sabe que no solo ha de luchar contra unos hechos probados (el crimen en sí) sino también contra la percepción (o la verdad) existente acerca del carácter de Dominique.

Clouzot opta por un estilo sobrio, desprovisto de complicadas o efectistas tomas, y renuncia a emplear la música para añadir dramatismo a la historia. Las interpretaciones son buenas, destacando lógicamente una Brigitte Bardot que, además de estar en la cima de su belleza, lo está también en la de su talento, pues desarrolla una amplia variedad de registros, oscilando entre lo cómico y sensual (qué decir de ese seductor baile entre las sábanas al ritmo de la canción "Tengo una muñeca") y lo puramente dramático (su rostro apesadumbrado y su desesperación durante el juicio). De paso, encontramos una interesante descripción del ambiente bohemio de la rive gauche, que no escapa a la mirada irónica del realizador.

Por todo ello una película muy interesante, que trasciende su aparente género para reflexionar acerca de la moral en la sociedad, una moral puesta en solfa por Dominique, que es quien finalmente alcanza la única verdad constatable: la dificultad de amar a destiempo.
Quatermain80
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7
2 de marzo de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son ya varias las películas que he comentado de este realizador británico, hasta hace poco casi un completo desconocido, pues sólo había visto alguno de sus filmes más tardíos, como "Khartoum", una gran superproducción aventurera. Sin embargo, descubrir algunas de las películas que realizó en los 50 y primeros 60 ha sido una suerte, pues constituyen un precoz ejemplo de la introducción del realismo social en el cine británico. Al igual que ocurrió con ciertos realizadores franceses oscurecidos por la generación de la Nouvelle Vague, Dearden fue desdeñado por los nuevos autores del Free Cinema, lo que no deja de ser curioso, toda vez que la carga crítica de algunas de sus películas ("Sapphire", "Victim" o esta misma) fue realmente importante y pionera.

En el presente caso el argumento aborda el problema de la delincuencia juvenil, y para ello, como es habitual en el cine de Dearden, una investigación policial en torno a una serie de incendios provocados sirve para introducir a los personajes, ambientes y situaciones. La película trata de mostrar (a veces con cierta ingenuidad, tal vez inevitable, dado lo novedoso del tema en aquellos años) las raíces de los problemas que afectan a los jóvenes, como son los hogares desestructurados; así, los jóvenes protagonistas de la película (una joven familia de cuatro hermanos) carecen de referentes paternos, ausentes por una u otra razón, y es una sobrepasada hermana mayor (Cathie) la que debe hacerse cargo de la situación. La deriva criminal es ejemplificada por su hermano Johnnie, una especie de "joven airado" que capitanea la pandilla de gamberros locales, adolescentes como él.

Resulta también muy interesante la perspectiva policial que el filme arroja sobre el problema, pues está marcada por la duda entre aplicar la mano dura u optar por otros métodos más preventivos; esta dicotomía es encarnada por el personaje protagonista, el detective Truman, que acostumbrado a tratar con malhechores deberá cambiar su modus operandi al vérselas con niños y adolescentes.

En cierto modo, la película, al centrarse en Johnnie y Truman, refuerza la idea de tránsito que ambos encarnan, pues el primero, desde cierto gamberrismo se encamina hacia el delito, mientras que el segundo, que provenía de un mundo que sólo entendía el castigo, deriva hacia una posición más abierta y socialmente comprometida con las causas de los problemas. La postura del guión (originalmente escrito para el filme) es ésta última, y la refuerza a través de personajes como Cathie, el sacerdote o el director del colegio. Quizás pueda criticarse que el tramo final del filme se deslice por derroteros un tanto efectistas, pero lo cierto es que dramáticamente funcionan, y de paso permiten el lucimiento de David McCallum, que compone a un Johnnie casi desquiciado, que por momentos recuerda a algunos malvados del cine negro (por su físico evoca ligeramente a Richard Widmark).

Bien interpretada en conjunto, con Stanley Baker clavando su papel de policía aparentemente duro, pero en el fondo sensible, y con Peter Cushing encarnando a un seráfico sacerdote, debe destacarse en lo formal la acertada ambientación callejera, que muestra algunas de las viviendas sociales de Liverpool por las que se mueven los protagonistas, y la adecuada banda sonora, en la que el siempre peligroso Rock and Roll hace acto de presencia.
Quatermain80
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7
17 de febrero de 2014
64 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es frecuente que a la hora de filmar lo que entendemos por una historia de supervivencia los cineastas recurran a una serie de claves y/o lugares comunes, que podríamos agrupar en dos grandes planos. En el argumental, el reto que comporta sobrevivir a las dificultades, a los elementos, sirve para conocer mejor al personaje o personajes implicados, y con frecuencia desemboca en una revelación o en una transformación íntimas. Además, habitualmente se recurre al flashback u otros recursos (recuerdos, ensoñaciones, voz en off) para aportar así mayor información acerca del protagonista o protagonistas y exponer sus motivaciones, o las circunstancias de su carácter. En el plano formal abundan las soluciones "épicas", esto es, secuencias llenas de intriga y tensión, filmadas con ambición de espectacularidad, que buscan directamente la emoción del espectador, a lo que ayuda una música omnipresente, que tiene un efecto multiplicador.

Teniendo esto en cuenta, resulta aún más interesante comentar esta película, pues precisamente las dos grandes críticas que se le hacen tienen que ver con lo que antes he apuntado; hay quien dice que carece de interés porque no se nos dice nada del personaje que la acapara, de sus relaciones, de su historia, y hay quien lamenta que el filme sea tan solo una narración desapasionada, fría, carente de tensión, despojada intencionadamente de esas soluciones formales "épicas".

Respetando tales opiniones, y aclarando que en nada me disgustan los recursos clásicos apuntados en el primer párrafo, creo sinceramente que esta película alcanza objetivos parecidos, aunque optando por un minimalismo formal y argumental aparentes. Y digo aparentes, porque ya al principio, en una de las escasas líneas de guión (que irónicamente es una despedida), se nos resume el carácter del personaje, y todo el resto del filme no es sino una constatación de esos rasgos personales apenas esbozados. Incluso creo que hay épica de la buena en esa descripción desapasionada de las diversas estrategias de supervivencia, en ese empeño aparentemente frío del protagonista por luchar hasta el final haciendo uso de su inteligencia y los medios de que dispone; el desarrollo de los acontecimientos está magníficamente concebido por el director, y aunque puedo comprender que haya quien lo encuentre tedioso, a mi nunca me aburrió a lo largo de sus poco más de 100 minutos.

Aunque seguramente sea hilar muy fino, apuntaré que creo muy intencionada la asociación que se sugiere entre el comienzo de los problemas de Redford (una colisión provocada por un contenedor comercial a la deriva), y el que su intento posterior por ser rescatado le lleve a la ruta comercial de los grandes cargueros, desembocando todo ello en una situación provista de ácida ironía.

Formalmente, la cámara se pega a un excelente Redford que interpreta consecuentemente su personaje, centrándose en que sus acciones hablen por él mucho más que sus gestos; hay muy pocas panorámicas o planos generales, y en cualquier caso estos son muy breves, centrando la acción en los limitados espacios del barco o la balsa, lográndose así un punto de angustia. La música es también escasa, limitada a momentos muy puntuales, pero debe alabarse el sonido, verdaderamente espectacular, pues hay momentos en los que, como diría Bresson, (al que no por casualidad traigo a colación en esta película), "los ruidos se convierten en música".

En definitiva, creo que esta película (segunda de Chandor, que ya me sorprendió gratamente en la muy distinta "Margin Call") es una apuesta muy interesante por plasmar de forma alternativa lo épico, y una nueva demostración de que en ocasiones, en el Cine, menos es más.
Quatermain80
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8
10 de febrero de 2014
44 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aclararé en primer lugar que la filmografía de Payne hasta la fecha, pareciéndome indudablemente interesante, no había llegado a gustarme del todo, dejándome siempre cierto regusto insatisfecho, aquél que surge en nosotros cuando advertimos talento, pero este no nos parece totalmente aprovechado.

Con "Nebraska" disfruto por primera vez de un Payne en mi opinión más pleno, que consigue hurgar desde una peculiar sobriedad en temas universales como son las raíces de las personas y su sentido de la dignidad. El argumento del filme, sirviéndose de la metáfora del viaje, trata de ilustrar a través de Woody Grant un último intento de redención; su mente, que empieza a sumergirse lentamente en ese pozo que es la demencia, le impulsa sin embargo a iniciar una aventura que, pese a la incomprensión inicial de sus familiares, está llena de sentido. Lo que Woody trata de conseguir persiguiendo ese ficticio premio no son tanto los bienes materiales (la camioneta, el compresor) como la tranquilidad de "dejar algo" a sus hijos, y la satisfacción de "haber sido alguien". Esto cobra mayor importancia en tanto en cuanto el retrato del personaje abunda en lo anodino de su carácter y lo insustancial de su vida, aspectos que encuentran perfecta sintonía con las rutinas y vidas de los familiares y conocidos de su pueblo natal, Hawthorne, un lugar en el que parece que jamás ocurre nada de importancia (esa secuencia de todos los hermanos Grant vampirizados ante la tele mientras alguno de ellos inicia una insulsa charla es perfectamente ilustrativa).

El terco empeño de Woody conoce todas las reacciones posibles, desde la incomprensión hasta la mezquindad, pero acabará por encontrar la ayuda de su hijo David; es interesante observar el cambio operado en las motivaciones de este personaje, pues pasará de acompañar a su padre casi obligado y con el fin de calmarle de una vez por todas, a hacerlo en pos de la recuperación de las raíces familiares, y lo que es más importante, de la dignidad de su padre, en lo que constituye un auténtico acto de amor filial (no diré nada de las secuencias finales salvo que son la perfecta plasmación de esto que acabo de apuntar). Además de estos dos personajes principales, la película cuenta con excelentes secundarios, aportando todos ellos matices interesantes a la historia, y sobre todo mucho humor, destacando en tal sentido los clónicos y primarios primos de David, y principalmente su madre, que no deja títere con cabeza allí por donde pasa (la secuencia del cementerio es tremendamente divertida). Todo ello no hubiera sido posible sin las excelentes interpretaciones de Dern (Woody), Forte (David) y Squibb (Kate, la madre), perfectamente dirigidos por un Payne que siempre potencia la labor de los actores.

La fotografía en blanco y negro resulta muy acertada en la medida en que enfatiza los aspectos agridulces de la historia, al tiempo que nos sugiere la quietud y el tedio de los ambientes en los que transcurre la película; los planos de las grandes llanuras, así como los de las calles desoladas de esos pueblos del medio Oeste norteamericano potencian estas sensaciones con singular perfección.

Por último, leo que a muchos esta película les recuerda a la excelente "The Straight Story" ("Una Historia Verdadera") de Lynch, y aún admitiendo con ellos que tienen evidentes puntos en común, yo la emparentaría mejor con un filme español, al que aludo indirectamente en el título: "En la ciudad sin límites", de Antonio Hernández, una película que me encanta, porque al igual que esta, ilustra perfectamente cómo un hombre, al final de su vida consciente, es capaz de un último esfuerzo redentor dotado de la máxima dignidad, y cómo en ese empeño que nadie parece entender, encuentra la comprensión y solidaridad, el amor en suma, de su hijo.
Quatermain80
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