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España España · Oaxaca
Críticas de Minke
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Críticas 90
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de mayo de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuesta entrar en la historia porque comienza con un remedo de los coros y danzas que perpetraban los enlaces sindicales en el Bernabeu durante el franquismo. Las ideologías grotescas tienen bastantes cosas en común y requieren de un estómago a prueba de bombas para cantar una oda al camarada Stalin o a Carmen Polo cuando Rapahael aún no había casado a su hijo con el vástago de Bono (el politicastro, no el cantante de opereta bufa).

Pero luego la memoria del hijo posándose suavemente sobre las ideas que selecciona del romance de sus padres va calando como la nieve en alguna desolada estepa polaca, sacando partido al formato 4:3 y a un blanco y negro de buena textura. Ya se sabe que el blanco y negro impostado deja un poso de calidad en la retina del espectador, aunque cuente una sórdida historia de toros como la Blancanieves de Berger

Claro, la belleza de los protagonistas ayuda, el París apache de los garitos de jazz también y alguna canción alivia, así como la historia narrada según los cánones de una memoria arenosa.

Pero no deja de sorprender esa mezcla de pasión con incompatibilidad vital que se pergeña a través de toda una vida para perpetuar la especie.
alfonso
www.delgadalinearoja.com
Minke
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8
11 de febrero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recrea Hugh Thomas en La conquista de México la cara que puso Hernán Cortés, que no era precisamente un angelito, al contemplar en Cholula las atrocidades que cometían los sacerdotes aztecas con sus paisanos.

O se puede leer a Álvaro Enrique glosando la vida de Geronimo en Ahora me rindo y eso es todo, donde realiza un auspicioso relato sobre las torturas que practicaban habitualmente Apaches y Chiricahuas sobre sus prisioneros en lo que ahora es Sonora y Nuevo México.

No muy distinto de lo que ahora perpetran los cárteles mexicanos, con su tráfico de drogas y migrantes y su culto a la Santa Muerte. Y eso relata la sobresaliente secuela de Sicario, protagonizada tan brillantemente como la primera por un Benicio del Toro que se come la pantalla en cuanto sale y mira.

Muy violenta, claro está, con impactantes escenas reales, -no con esas miniaturas de helicópteros que "cantan" tanto-, y un Josh Brolin un tanto atarantado tras la creación de su fenotipo de duro en No es país para viejos. Tejida por un guión algo errático pero brillante, que apunta a la continuación de la saga, siempre que el puertorriqueño aguante.

O sea, de aquellos lodos, estos polvos.
Minke
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2
19 de agosto de 2019
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Estado comunista es como la banca en el casino, siempre gana a costa de los seres humanos, ya sea en Stalingrado, en la toma de Berlín, en la guerra de Vietnam o en el interior de un submarino hundido. Las personas solo sirven a una causa, la causa del cretino de turno, claro, ofreciendo su vida a espuertas, desde los procesos de Moscú, a los millones de muertos tirados a la cuneta de la historia sin ningún miramiento para acabar asaltando los cielos (de Galapagar) o votar la investiblanda de un tal Sánchez.

Esa es la mejor aportación de una película más fría que la popa del mastodonte que se hunde en el mar de Barents y que pese a ser una tragedia casi griega en uno de los artilugios más tétricos y fascinantes que ha creado el ser humano no emociona ni angustia. Claro Colin Firth con su eterna cara de pena no da la talla aunque bien podría aprender del casi cameo del extraordinario Max Won Sydow. Vamos, que se nota que la película es belga, de ese país infecto que tan bien retrató Martin McDonag en Escondidos en Brujas

Más vale leer el libro de Robert Moore y asistir a las intrigas protagonizadas por el sátrapa de turno, un Putin recién llegado a la Nomenklatura y su camarilla, ambos desaparecido en la película.

E imaginar lo que se siente a 100 metros de profundidad y 4º centígrados que ver a los marineros de la muy gloriosa Armada soviética cantar canciones marineras en ¡inglés! Vade retro.
Minke
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6
19 de junio de 2022
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El titulillo parece una de esas redundancias, al igual que el de la película. Casi todas las ilusiones se acaban perdiendo en el tránsito por la vida y la prensa vive del esforzado sacrificio de algunos periodistas decentes, esa rara avis, con la gran mayoría vendidos al mejor postor, que suele ser siempre el de los oligarcas y políticos de turno. El mejor ejemplo es el de El País, vendido por la familia Polanco a políticos medrosos, de miedosos y de medrar, con despacho en la Moncloa.

Pues el señor Balzac, no tan garbancero como Galdós, aunque similarmente prolífico y avasallador con un prosa roma y tendencia al folletón, se inspira en su propia vida y experiencia para narrar las aventuras de un muchacho de provincias aficionado a la poesía que marcha a París en busca de ascender en la escala social, medrar cual política valenciana, mentir, difamar, calumniar y adular en los periodicuchos de la época apoyándose en sus mentores y sus amantes.

Es todo glamour francés post imperio napoleónico, interiores versallescos atosigantes, música inmisericorde y omnipresente y un trabajo desigual de su protagonista y muy afinado del siempre agudo Vincent Lacoste y de las protagonistas, la guapa Cécile De France y la pizpireta Salomé Dewaels que interpreta con mucho estilo a la medio corista, medio actriz, de las medias rojas.

Son dos horas y medias de Balzac, interiores rococó capaces de producir arcadas, pelucones y trajes masculinos engolados hasta la perilla, pero aprendemos alguna cosa útil como la razón de que haya en Francia un periódico que se llama Canard Enchainé a la vez que recordamos con nostalgia aquellas claques teatrales en que nos rompimos las palmas en algunos estrenos cuando fuimos jóvenes.

E ilusos.

alfonso
http://www.delgadalinearoja.com/2022/06/las-ilusiones-perdidas.html
Minke
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5
27 de agosto de 2023
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí siempre recordado con esa niña de rojo que transita por la barbarie de La lista de Schindler, sin embargo siempre carameliza sus películas hasta en algunas ocasiones matar al público de un coma diabético. Aquí glosa a su familia como una unidad sin fisuras, amable, cariñosa, articulados por el arte y el judaísmo hasta que un incidente, captado, cómo no, por una cámara, revela un desvarío de la madre, calificada como un poco rarita, pero al parecer nunca perpetrado.

Cine dentro del cine, una actividad fascinante que aún así ha brindado ejemplos perniciosos como los petardos de Ocho y medio y Cinema Paraíso o maravillas como El crepúsculo de los dioses. Yo de Spielberg en esa onda me quedo con Super 8. Por supuesto, el Rey Midas del cine demuestra su maestría en el séptimo arte en casi, casi... todas sus escenas.

Del reparto poco que decir, que no soporto a Paul Dano, ni sus personajes de Pozos de ambición o Pequeña Mis Sunshine.

Y de la familia, -ya sea judía, gentil, escandinava o de Sendero Luminoso-, me remito a mi cita favorita de un mexicano expedito, Yuri Herrera:

Makina no tenía ni idea a qué se refería la gente que se decía decente cuando hablaba de la Familia. Ella había conocido familias truncas, ampliadas, amargas, cordiales, ladinas, lúgubres, hospitalarias, ambiciosas, pero nunca había conocido a esa Familia Feliz de la que tanto hablaban y que tantos juraban defender.

alfonso
Minke
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