No suelo llorar en las pelis; como mucho, se me hace un nudito en la garganta, pero trago un par de veces y ya está. Con The Lovely Bones empecé a llorar muy pronto, como si tocara una fibra de mí o un resorte que no sé dónde está (de verdad que hubiese querido saberlo). El caso es que hubo escenas en las que lloré hasta el punto en que veía borrosa la pantalla.

No creo que sea el tema en sí lo que me hizo llorar, sino la sutileza con la que se trata. También creo que la voz en off de la niña hablando desde su limbo tuvo un efecto determinante en mí. En versión original se detecta en su tono una dulzura y un modo de expresarse tan pausado y lleno de paz a pesar de todo lo que le ha pasado, que te conmueve aunque no quieras. No sé si doblada pierde, aunque seguramente sí.

Estoy de acuerdo con las críticas que dicen que el director abusa de las imágenes oníricas y fantasiosas. Eso pasa sobre todo en la primera hora de film, cuando la niña entra en el limbo. A ratos te cansas de eso y piensas que ya vale, que todo aquello parece un cuadro de Dalí. Pero también hay en esta peli un componente real, con personajes de carne y hueso que pasan por su propio infierno personal y que tratan de resolver el misterio que ha destrozado sus vidas. A veces la combinación de limbo y vida real no está del todo lograda; en otras ocasiones, la sincronización es perfecta.

También hay grandes frases que destacan no por su complejidad sino precisamente por su sencillez. Las interpretaciones de la niña y del asesino son memorables: no me puedo creer que este asesino macabro esté encarnado por el mismo actor que salía en El diablo viste de Prada haciendo un papelito simplón; aquí está impresionante. Los padres están correctos, y yo en particular siento predilección por la hermana pequeña. Susan Sarandon aporta algunos buenos momentos desde su caos personal, que viene de mucho antes de la muerte de su nieta, pero que ella afronta de un modo que le resulta efectivo (no por ello recomendable; demasiado whisky).

En definitiva, que yo haya llorado no significa que sea una gran película, no la juzgo por ese detalle en especial... pero algo de mí ha tocado, y desde luego, y aunque haya sido a costa de dos paquetes de kleenex, eso es de agradecer. No es una película olvidable. Te gustará más o menos, te fastidiará o no el efectismo que a veces reina en ella, pero no te dejará indiferente.

Siempre que sale algo sobre de vampiros me siento interesada, aunque no por ello espero gran cosa. Me gusta True Blood, obviamente; me gustó Moonlight a pesar de ser algo más flojita y de que la cancelaron. En cuanto a pelis nuevas sobre vampiros, creo que la saga Crepúsculo es una afrenta y un insulto abierto a los amantes del género, porque se salta todas las normas, todas, y encima de un modo soporífero. Que te duermes de la agonía. Y que si los vampiros existen, se deben estar descojonando (mejor descojonados que cabreados).

Empecé a ver The Vampire Diaries con escepticismo: el hecho de estar ambientada en un instituto no me motivaba. Pero no es tanto la ambientación lo que cuenta en esta serie, sino más bien los personajes, especialmente la dicotomía entre los dos hermanos. Uno tan bueno (Stefan), otro tan malvado (Damon)... me recuerda a la saga literaria de fantasía épica Dragonlance (inciso friki) y a los hermanos Majere (Caramon tan bueno, Raistlin tan malvado y ambicioso).

La chica, que se llama como yo (eso le da un punto, claro), tiene un aire triste, pero no con esa tristeza bobalicona que muestra Bella en Crepúsculo, que te dan ganas de pegarle dos hostias para que reaccione; no, la tristeza de Elena es más creíble. Y hay otros personajes secundarios que están bastante bien perfilados (su amiga Bonnie, por ejemplo, o la otra amiga que parece tonta pero no lo es tanto).

Si hay elementos cursis, que a veces los hay, se ven compensados por los comentarios sarcásticos del hermano malvado, Damon, que clava el papel, la verdad, porque pese a lo jodidamente malo que es, tiene un encanto y un no sé qué, y una lengua afilada y tan negra como su alma. Y Stefan es un poco soso, sí, pero no pierdo la esperanza de que evolucione un poco hacia algo más apasionado y menos contenido, que a veces parece tan tenso como si llevara un palo de escoba metido por el c...

Finalmente, en esta serie al menos se respetan unas normas básicas, como lo de tener que ser invitados para poder entrar en una casa (eso es lo primero que aprendes al leer a Bram Stoker), la dañina luz del sol (aunque al principio parece que no, pero sí, y no voy a spoilear), los colmillos, la sangre, gente que muere desangrada (aunque ni de lejos esta serie es tan explícita como True Blood, y además, no esperéis sexo)... o sea que ofrece un poco de todo de lo que uno espera de una serie que tenga que ver con vampiros (aunque no me convence eso de que puedan beber café y alcohol, pero cada serie añade sus variantes). Y la historia, aunque aún se está perfilando porque van por la temporada 1, no pinta mal.

Así que sí, me atrevo a recomendarla, al menos por ser entretenida. Luego no es enfadéis si no os gusta... que todo puede ser.

Esta serie es de médicos que se acuestan con otros médicos, y que además salvan algunas vidas. Es como una telenovela, pero bien hecha. Vueltas y vueltas de tuerca, algunos toques de dramatismo, situaciones simpáticas...
Los personajes son bastante creíbles, agradables, uno se habitúa a ellos.
Es una serie coral, aunque el personaje narrador es Meredith Grey, que lo analiza todo del derecho y del revés. Indecisa, irracional, egocéntrica, llena de traumas, miedos e inseguridades: esa es Meredith. Un poco insoportable, pero vale la pena aguantarla porque la serie es buena.

Da escalofríos, pero no causados por efectos especiales, ni por monstruos, ni siquiera por fantasmas: son escalofríos directamente causados por humanos.

Pese a la previsibilidad de cada uno de los giros argumentales, es una película que engancha y uno se somete con gusto al hecho de imaginarse más o menos lo que va a pasar.

La magia de la película radica en el toque de inocencia y pretendida bondad que se le da a algo espantoso. Y es una bondad genuina, en el sentido de que nadie parece tener malas intenciones, lo cual hace que el espectador quede sumido en un estado de ánimo inquietante. No sabes de qué bando ponerte ni qué pensar; a veces crees que estás flipando, como el niño, pero a veces te da pena el padre. A veces incluso sientes que te están tomando el pelo.

Finalmente, que el contrapunto a esa inocencia ante actos espantosos sea el sentido común de un niño que no para de flipar ante cosas que ve claramente que son idas de olla totales (hay que ver lo mal que lo pasa el pobre ante tanta demencia), es lo que hace que esta peli sea diferente a otras con argumentos similares.

Por cierto, sublimes las actuaciones de los dos niños. Porque tienen cada salida que te ríes a pesar de lo horrible de la situación. No dejan de ser niños reaccionando como niños, eso está muy bien logrado. El personaje adulto que hace de narrador, interpretado por Matthew McConauguey, pronto queda eclipsado (a propósito, supongo) ante la tremenda historia que narra ante un pasmado policía (como siempre, los polis quedan como medio idiotas en este tipo de película).

En esta segunda entrega vemos a Rocky un poco más envalentonado, aunque nunca prepotente, porque esa cualidad no entra en su carácter. Evidentemente, quien vea esta película ya habrá visto casi con toda seguridad la primera, pero por si acaso no diré nada que pueda quitar la emoción (por otro lado, ya más o menos está claro que en una pelicula de boxeo la emoción radica en quién gana y quién pierde).

Yo disfruté especialmente de la preparación física, aunque hay otros factores en la película que tienen peso y que tampoco puedo desvelar. Rocky continúa construyendo su vida, tanto familiar como profesional, y sigue avanzando, a veces con dificultades. Como no le da demasiadas vueltas a las cosas, lo que hace parece sencillo, pero no lo es.

Como ya dije en la crítica de la primera parte, estamos ante un personaje muy fresco y genuino, muy espontáneo, y en eso radica su encanto. Esta segunda parte mantiene todavía la imagen de un boxeador que no conoce bien sus límites y los está explorando con cierta cautela. Por eso, y por obvias cuestiones comerciales, se hicieron cuatro películas más...

Si les gustó la primera, tienen que ver esta.