"Re-Animator" es un film que lleva al extremo todo lo que puede divertir y atraer al aficionado al cine "gore" -los efectos especiales, la casquería, la sangre, el terror quirúrgico y de morgue; la escena en la que David Gale, el "malo" de la película, abre la cabeza de una mujer muerta y le saca el cerebro con toda tranquilidad es de aúpa, por su realismo y su detallismo- o causar aversión y repugnancia en el espectador al que no le guste este tipo de cine. Por ello, a unos les gustará mucho esta gamberrada, y a otros les revolverá las tripas. Yo soy más de los segundos...

Teniendo eso muy en cuenta, la historia es entretenida y la mezcla de terror, humor negro y un poquillo de erotismo es curiosa: Stuart Gordon da una ingeniosa y desprejuiciada vuelta de tuerca al universo zombi. Ahora bien, al conjunto se le pueden sacar faltas y debilidades, porque el Dr. West interpretado por Jeffrey Combs resulta antipático de principio a fin, la historia de amor entre Bruce Abbott y Barbara Crampton es como si fuera otra película que tratara de dar un lado romántico a la historia (lado romántico que no convence del todo), la relación con Lovecraft es, sospecho, sobre todo un reclamo publicitario para dar más prestigio al conjunto, y el homenaje a Bernard Herrmann y Alfred Hitchcock es un guiño cinéfilo algo superficial -la banda sonora es una variación más o menos jocosa de la de "Psicosis" (Psycho, 1960)-, aunque no del todo desencaminado, porque "Psicosis" es el film que abrió las puertas del "gore".

En fin, "Re-Animator" es soportable como espectáculo grotesco y macabro sobre la vida y la muerte, con un grado de realismo casi insoportable; como historia de amor y como cine sobre doctores locos, dista mucho de la perfección.

Para mí, es una película a la que se le ve pronto la intención: enfrentar la ilusión y el entusiasmo de la juventud con la frialdad de los veteranos, narrar el paso de la inocencia de unos chavales que no saben nada de la vida a una dura experiencia vital hecha a base de fatigas, penalidades, accidentes y tiros; o exponer cómo esa ilusión y esa ignorancia hacen de un ladrón de bancos solitario y hablador (Lee Marvin) un héroe, un modelo a imitar, para esos chicos de granja; también, crear un relato con una moraleja, o con varias: dime con quién andas y te diré quién eres; el que mal anda, mal acaba...

Todas esas intenciones prometen, pero el resultado es decepcionante. En primer lugar porque los tres amigos adolescentes, más que buenos, resultan estúpidos, tal es la cantidad de estupideces y tonterías que cometen, una tras otra, y eso hace que el espectador no conecte o empatice con ellos como debería. Además, las interpretaciones de estos tres actores no son muy convincentes, especialmente la de Gary Grimes, y el conflicto de su personaje con su padre, que es el que desencadena toda la acción, no está bien contado o no resulta tan interesante como debería.

En suma, es un film un tanto frío, que no saca el partido que podría sacar a la historia que nos cuenta, y que no convence, sobre todo cuando se pone en modo lírico. Lo mejor: el personaje de Lee Marvin, la breve aparición de un veterano del género como Arthur Hunnicutt, el español Ricardo Palacios como sacamuelas, y los áridos paisajes almerienses.

Mezcla de terror, comedia, sátira social y ciencia-ficción, "The Stuff" es un film conectado con títulos anteriores como "Invasores de Marte" (Invaders from Mars, 1953), de William Cameron Menzies -en lo relativo al niño paranoico y su extraña familia- o "La invasión de los ultracuerpos" (Invasion of the Body Snatchers, 1978), de Philip Kaufman -atentos a la brevísima aparición de Brooke Adams, heroína del film anterior- y adelanta algunas cosas de un título posterior como "Están vivos" (They Live, 1988), de John Carpenter.

Una sustancia blanca, que sale de la tierra, es consumida como si fuera un yogur por todos los estadounidenses; sin embargo, su ingestión provoca adicción, posee al que se lo come, y luego lo consume, dejándole seco y vacío. No es una película sobre zombis, sino sobre una sociedad poseída por la locura y la adicción. Larry Cohen, que aquí escribe, produce y dirige, elabora una inteligente crítica sobre el consumismo de la sociedad de su país que llega a la lectura política: salvo unos pocos rebeldes, la inmensa mayoría de la sociedad permanece aborregada y anestesiada en un consumismo que en el fondo les consume lentamente.

El personaje de Michael Moriarty (un espía industrial que fue agente del FBI) es muy curioso; al principio cae mal, pero progresivamente se torna en un personaje positivo en la medida en que va tomando conciencia del problema y se sitúa en el bando correcto. Es más, en ese paso de su indignidad inicial a un heroísmo inesperado es un personaje de tintes "peckinpahianos".

En suma, aunque el argumento no es muy original, Cohen lo retuerce de tal modo que crea un film absorbente y especial; y aunque los efectos especiales no son muy buenos, el guión y las actuaciones del elenco actoral consiguen que la acción y el interés no decaigan nunca. "The Stuff" es un largometraje a tener en cuenta.

Un psiquiatra de la policía de una ciudad indeterminada de Estados Unidos (Kent Smith) se encarga del caso de un maníaco que asalta por la noche a mujeres, les roba el bolso y les hace un corte en la cara con una navaja, siempre en el mismo lado de la cara. Ése es el asunto central, muy resumido, de "The Mugger", uno de los últimos films dirigidos por William Berke antes de fallecer en 1958 a causa de un repentino ataque al corazón.

Berke era un director especializado en cine de serie B, y en este caso estamos ante un largometraje policíaco del tipo "procedimiento policial", esto es, el que narra y explica con pelos y señales la investigación encaminada a la persecución y detención del criminal. Esta película tiene como peculiaridad que da el protagonismo a un psiquiatra y, de forma secundaria, a una mujer policía (Nan Martin). La historia y la forma de contarla entretienen de principio a fin, y destacan algunos actores secundarios que entonces empezaban, como James Franciscus o Michael Conrad.

En mi opinión, una buena parte de lo más interesante del cine policíaco y "negro" de los años 50 está dentro de la serie B o el bajo presupuesto, y aunque "El mutilador de rostros" no es desde luego una obra maestra, es interesante y...

(Sigo abajo)

En el cine británico de los 60 destaca una cinta de ciencia-ficción y de temática apocalíptica como "La semilla del espacio" (The Day of the Triffids, 1962), dirigida por Steve Sekely y Freddie Francis, donde la mayoría de la población se queda ciega, y esta misma temática aparece en un film mucho menos conocido (al menos en España), "The Earth Dies Screaming" ("La Tierra muere gritando"), de Terence Fisher, donde, como en el film antes citado, un grupo de personas se va agrupando y trata de sobrevivir en una situación límite.

Aquí pasan muchas cosas y no hay apenas explicaciones: aparecen unos robots muy malos, casi toda la población ha muerto gaseada, y algunas personas vivas se convierten en zombis, que obedecen ciegamente a los robots. ¿Es una invasión extraterrestre? ¿Son los rusos? No queda muy claro. Lo que sí está claro es que estamos -como en el caso de "La semilla del espacio"- en los comienzos del "survival horror", y, si bien este subgénero puede parecer muy trillado a muchos espectadores de hoy día, que están hartos de ver películas de zombis, hay que tener en cuenta que es ahora cuando está muy tratado y visto, no en 1964, cuando se estrenó este cortísimo largometraje.

Un largometraje que ahora puede resultarnos ingenuo y esquemático, pero que da lo máximo con los mínimos elementos, carece de actores conocidos (salvo Dennis Price, que, cómo no, es el villano) y no tiene muchos gritos, pese al impactante título original.