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España España · Castellón de la Plana
Críticas de mnemea
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Críticas 263
Críticas ordenadas por utilidad
6
15 de marzo de 2018
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Musa de…». Greta Gerwig ha visto su nombre acompañando esta referencia durante años. La reina del mumblecore, el rostro infinitamente ligado al indie norteamericano, la catarsis de Joe Swanberg (aunque más de una vez han trabajado codo con codo a un mismo nivel) e inspiración de Noah Baumbach. Todo el mundo fantasea con la idea de una Greta Gerwig que en la intimidad es exactamente igual a Frances Ha, porque nos aferramos a aquello que nos hace sentir bien, y Frances es deliciosamente imperfecta para el gran público.

Pero ha dado un paso atrás (de la cámara, escondida, justo detrás de ella) y ha decidido rememorar tiempos pasados en Sacramento, para convertirse en la exitosa Greta Gerwig, sin añadidos, solo su nombre al frente de su debut en solitario como directora y guionista, como diosa creadora (por eso del poder de dar nombre y motivaciones a todo tipo de personajes) de Lady Bird, la gran esperanza femenina para los seguidores de la época de premios, la película que misteriosamente llega a grandes salas para unirnos a la estela de una vida que aún está creando sus propios cimientos.

Eso es, hay que hablar de Lady Bird, que todavía queda algo (puede que poco) por decir. A veces la clave del éxito está delante de nuestras narices y no somos capaces de verla. Esas veces, todo es tan sencillo como contar las cosas tal y como ocurren un día cualquiera, en el que el drama está ahí agazapado, esperando su momento para tomar posesión de cualquier situación diaria. Hasta que resulta cómica, ridícula y pasado el tiempo… constructiva (mucho tiempo). Y para eso solo es necesaria una escena inicial donde una madre y una hija se emocionan juntas con un audiolibro para, acto seguido, romper normas de conducta básica por una discusión tan obvia madre-hija que nos prepara para lo que venga. Estallar el drama y seguir con todo lo demás: el éxito de lo cotidiano. Lady Bird es La adolescente norteamericana de clase media (luchando la familia para no ser media-baja) que quiere descubirse a sí misma, y muchos objetivos de interés, pequeños y bien relacionados a su alrededor.

Es precisamente la naturalidad la que crea la magia de la que muchos se han enamorado al ver Lady Bird. Saoirse Ronan es especialmente normal en el film, y conectar con ella es fácil. Christine es una de esas personas que fluctúan a través de sus sentimientos para definirse como individu(o)a, intenta agradar o es más arisca que un gato, busca aferrarse a su fuerte personalidad o pasar desapercibida para que la dejen en paz. Es, en definitiva, una joven en desarrollo y en algún momento todos hemos sido un poco Lady Bird, un poco la persona que se radiografía a sí misma pero no tiene ni idea de quién es. Aquí está el gran secreto a voces, el ser un poco como ella pero no ser así en absoluto es el clic para el cerebro de la mayoría.

Lady Bird tiene el pelo algo así como rosa, rojizo… ¡degradado! y puede que se disfrace en algún momento de algo “demasiado rosa” para una madre que no va a callarse su opinión. Aún así el personaje central es tal vez un reto demasiado sencillo de superar, por lo que Gerwig nos ofrece múltiples personalidades por las que una puede quedar prendada. Amigos y familiares como un estereotipo de juventud pasada, secretos e idealizaciones, padres con autoridad personal, emos en su época dorada… gente, en definitiva, que intenta seguir una línea que parece cercana a cualquier realidad conocida. ¿Y el personaje de la madre? Sí, un acierto para Laurie Metcalf y un contrapunto potente y totalmente expresivo, madre e hija son dos piezas evolutivas de la naturaleza que se necesitan.

Cuando nada de esto sirve para aferrarte, son situaciones, lugares o algunas más que oportunas frases lo que va a terminar de redondear su espíritu libre (frase que debía soltar en una película donde alguien se autoimpone el nombre de Lady Bird, lo siento). Esta es una película por y para Sacramento. Aquí desconocemos la ciudad, pero no es tan difícil buscar los símiles. La ciudad pequeña donde creces y de la que piensas que al escapar de ella serás una versión mejorada (conocer mundo y esas necesidades obscenas). Esa ciudad por la que se le da una nueva dimensión a lo que representa la protagonista, porque está ligada a lo que siente por la ciudad, y la ciudad le da un espacio para representarla, ya sea por un colegio católico, una impresionante casa azul o un parking. El lugar a veces sí importa como definición de uno mismo, independientemente de su apego por el mismo. Estos escenarios marcan los comportamientos en grupo y plantean sentimientos válidos y demasiado reales como la depresión, la institución crítica de lo monetario o la sexualidad en todas sus concepciones. Y todo tradado desde el tú a tú, la cercanía como elemento de unión, dialogando con nosotros, entre ellos, con soltura y gracia, sin buenismo ni estudio lucrativo, ni siquiera obligándote a suspirar, palabras acertadas sin más.

Voy a por la conclusión innecesaria: en la moda cada cierto tiempo se defiende el «back to the basics» cuando los excesos se vuelven incombinables entre sí, por lo que Lady Bird es más contemporánea y accesible que una camisa blanca, aunque no seamos capaces de encontrarla en ninguna tienda en momentos puntuales de excesos. Pero cuando la vuelven a colgar en el escaparate nos parece más que luminosa y necesaria, instantáneamente, hasta que nos obliguen a volver a los excesos. Los enamorados de Lady Bird recurrirán a ella como un film sencillo pero necesario, emocional. Yo no me he enamorado, pero la simpatía (hoy) no se la voy a negar.

Crítica para www.cinemaldito.com
@CineMaldito
mnemea
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7
16 de febrero de 2009
19 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
El sonido entra por los ojos, lo mismo que las imágenes se me atragantan, llueve sobre el mar, todo se empapa, yo no lloro, es peor la sensación, es angustia lo que queda.

Una imagen que encuadra un piano, protegido con más madera, en una playa desierta, vacía, austera… un sonido, que te indica que las leyes de la física poco importan, la humedad no va a estropear el momento, ese será el bello recuerdo.

Una mujer que en vez de palabras tiene carácter y dedos. Una niña libre, que habla por todos, la incomprensión de la inocencia y la crueldad de la sinceridad.

Un hombre sin futuro, sin control, queriendo ser ambicioso sin conocer el significado de la palabra.

Unos ojos furtivos, unidos a un hombre solo, la soledad no implica no saber apreciar lo espectacular que se presenta frente a esos ojos.

Es todo sucio, cruel, vulgar, pasional, es todo triste y gris. Nunca algo tan verde me pareció tan gris, perdí la noción del color cuando sonaron las primeras notas, los matices se disolvieron, mis defensas bajaron la guardia y ya no supe distinguir la belleza.

Sólo miré la música, intenté digerir las imágenes y esperé paciente a que todo terminara para dar mi veredicto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
mnemea
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7
31 de octubre de 2010
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre me aterraron las familias americanas que trasladan su felicidad a momentos concretos y visibles a través de un objetivo. Tras los videos movidos y desequilibrados se encuentra el que cámara en mano, ante la falta de interacción anima a los perseguidos a que se unan al ciclo sonriente y jubiloso hasta encontrar al protagonista, que se pone a hacer aspavientos sintomáticos.

Ahora viene lo curioso. En la película la cámara se convierte en el quinto habitante gracias a un padre que encuentra necesario documentar cada instante. Claro, es el invento adecuado para que seamos partícipes de los grandes momentos de la familia.

Entre el fiel creyente y la despejada psiquiatra infantil engendraron mellizos, muy unidos y silenciosos ellos, que se dedican a conspirar en la sombra y ser los aguafiestas que salen en una esquina del video por obligación.

Poco a poco se convierten en protagonistas de nuestra incomodidad, en mi caso no tanto por sus movimientos veloces de "ahora estoy, ahora desaparezco" y la evolución de sus planes, si no por mi imaginación, que se adelanta a los hechos y alimenta situaciones que luego no resultan tan alarmantes, lo que, al tratarse de niños me tranquilizaba en vez de decepcionarme.

La gracia radica en el modo de afrontar los hechos cada uno de los miembros familiares al tener unos ideales tan opuestos sobre lo que es la maldad en sí. Tras cada celebración, la familia va degenerando su relación y lo que ocurre resulta más retorcido. Cuando a los niños les da por ser malvados, los padres sacan las más inverosímiles justificaciones, cuando lo más sensato sería decirle a ese padre documentalista:

- abandona la cámara y céntrate, buen hombre, que la insensatez ha entrado en casa y a los nietos no les ilusionará ver esos vídeos la mañana de navidad dentro de unos años.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
mnemea
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6
5 de noviembre de 2009
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un cuadro. Una sala repleta de grandezas artísticas. Muchedumbre. Un museo. Una ciudad italiana, Florencia. Una joven policía frente a ese cuadro.

Inmersión, la belleza se convierte en una abrumadora experiencia hasta un punto de no retorno, el vaporoso viaje al interior de su imaginación, ensoñaciones que aturden a quien sufre esta extrema situación. No soportar la exaltación máxima de lo bello representado por el arte. Desvanecerse frente al horror de un hecho insuperable. La imperfección de la soberbia delicadeza.

Los síntomas incluyen sudor frío, nauseas, ansiedad, alucinaciones, depresión y cambios en la personalidad, estamos frente al síndrome de Stendhal, la superposición de los paisajes recreados sobre la realidad, muerte entre cuadros, el fin de la racionalización de una policía. No recuerda su nombre, su vida, su objetivo... se desencadena una desgracia en nuestro fino hilo argumental... víctima del verdugo que andaba buscando, trampa lujuriosa y asqueada que le devuelve al mundo de tierra firme a base de golpes y dolor.

Toda actitud cambia, la belleza de la mujer truncada por la penetración de otro mal en su interior, el hombre que desgarra su viva naturaleza en pleno estado de shock por la experiencia sufrida en instantes anteriores. La mutación de la persona se adelanta. Las secuelas de una violación unidas a las del síndrome artístico, perseveran en la nueva Anna Manni, que se aparta de su rutina e intenta encontrar un nuevo camino... pero el psicópata no la olvida, ni ella se desprende de él.

La película se rodea de una serie de altos y bajos en su tonalidad, pues cuanto más se acerca a la visualización a través de las nuevas tecnologías, se pierde en caminos no explorados y distrae su esencia, pero cuando volvemos a la extraña idea que mantengo de la vieja escuela italiana, a la que pertenece Argento, todo toma un cariz distinto, con más peso, más inquietante y personal. Alejados del terror, nos sentimos Anna al intentar comprender sus cambios, descabellados como sus distintas fases capilares, la autodestrucción de una persona bajo los acordes iniciales de su título, el síndrome de Stendhal, que me llevó a interesarme por la visión de una enfermedad que convierte en un acto terrorífico el arte, que va sintonizando con un juego de gato y ratón, tan difuso que permite una cierta tensión hasta el fin del relato.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
mnemea
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5
16 de marzo de 2010
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora aparece la señorita perfecta, la que ve personas pasar durante el letargo de una temprana tarde de primavera, en silencio, rodeada de los pequeños sonidos que acompañan cualquier abarrotado lugar donde encontrar la soledad absoluta.

Así quedan retratados los días que van pasando en esta película, la señorita perfecta caminaba unos pocos pasos y se paraba de nuevo a contemplar otro escenario en el que coger un poco de aire y subordinar su mirada a las pequeñas cosas que le rodeaban.

Entre contemplaciones y silencios la señorita perfecta se preguntó si tenía algo que contar, o prefería sólo mirar lo que ocurría a su alrededor, sin preocuparse de aportar algo de su conocimiento en la vida misma para beneficio de todo aquel que vigilaba sus pasos de cerca. Pero decidió que no era importante el mensaje siempre y cuando la estética estuviera tan sumamente cuidada como instantáneas abandonadas en un lecho de flores que nunca marchitan.

Así permitió premiar los objetos doblegados de un vagón de metro, los susurros del pescado muerto de un mercado y las historias contadas por terceras personas que nunca estuvieron allí, olvidando atraer a todos aquellos que seguían su paseo desde el otro lado de la pantalla, para abandonarlos a su suerte en algún momento imprevisible.

La señorita perfecta entró en un restaurante en Tokio y pidió una sopa para meditar sobre sus largos atardeceres. En ese preciso instante llegó de la nada el consejo:

No hay que preocuparse de la educación o la ausencia de ella al sorber la sopa tan sonoramente, si el contenido del bol resulta tan insulso por incluir unos ingredientes dispersos que ni siquiera flotan entre los fideos.

Sorbe, señorita perfecta, sorbe la sopa sin reparos. El resto de clientes saldrá de la sala sin hacer ruido.
mnemea
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