La modestia es la peculiaridad de esta película, pese a narrar los orígenes de la marcha histórica a Washington en 1963. El acercamiento al que consideran uno de los pilares de aquel hecho es sereno, natural y sin ruido. El líder contra la discriminación racial es un desconocido y se mantuvo en la sombra durante muchos años, quizás porque era homosexual y libre. Ahí está el oscarizado guionista Dustin Lance Black para dotar de delicadeza y hondura la lucha interna y social de la homosexualidad.

El principal tropiezo de "Rustin" es una dirección más bien inocua, sin ofender a nadie, políticamente correcta, tal vez impuesta por los poderosos productores de apellido Obama. C. Wolfe se limita a ponerse al servicio de los actores, aunque se agradece que el desarrollo de la gran marcha se despache en 10 minutos. En este sentido, es impecable el arrojo y la energía que desprende Colman Domingo como estratega de Luther King.

La comparación es facilona en apariencia. Chucky, Annabelle e Inteligencia artificial coinciden en esta desprejuiciada muestra de la cada vez mas consolidada productora Blumhouse. Y digo aparentemente porque su guion travieso se lanza, con acierto, a dar pinceladas de como se educa a los niños en la actualidad, en el que las máquinas desempeñan el papel de cuidadores y educadores.

La dirección no brilla pero si tiene sentido de humor. Podía haberse quedado en un episodio de "American Horror Stories" (por decir una serie actual de capítulos independientes y corta duración) y hubiera sido más efectiva.

"Elvis" podría haberse titulado de otra manera. De biopic tiene mucho, pero parece otra cosa. No es una biografía al uso, pero detalla aspectos que se escapan a la imagen brillante y electrica que imaginamos del cantante. Si no eres experto en música y sus raíces, te sorprenderá que su origen germina en el gospel y cantantes afroamericanos. Su paso por la mili y por Hollywood, sin pena ni gloria, fue una estrategia de su representante. Y su gloria en Las Vegas, una operación al son del ruido embriagador y escandaloso de las maquinas tragaperras.

Lurhmann es la gran baza de la película. Su estilo fulgurante y veloz resulta tan hipnótico y aparatoso como un traje de Elvis. Me quedo con la relación del joven cantante con su madre, sus primeros conciertos y el personaje del representante (por desconocido) aunque me aturde las prótesis de Hanks. Por otro lado, le sobra 40 minutos.

La omnipresente radio que siempre suena nos sitúa en el lugar y momento histórico de un día de fiesta vergonzoso. Antonietta, con marido y seis hijos, se levanta la primera y se acuesta la última, todo el día atareada con las cosas de casa y su sacrifico es tal que se toma los restos del café que sobran de otras tazas. La huida de un pájaro que va a parar a casa de su vecino Gabriele hace que su jornada sea más importante, para ellos, que la visita de Hitler a la Italia de Mussolini.

Como si de un relato del gotico americano se tratara y a medio camino del estilo de Agatha Christie, "La escalera de caracol“ se presenta como una guerra de sexos con la apariencia de thriller psicológico. Casi todos los personajes viven atormentados con algo, incluso la criada simpática tratando de esconder su vicio a la botella, pero la manera de afrontarlos es bien diferentes.