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Críticas de pablo garcia del pino
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Críticas 47
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
17 de noviembre de 2007
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luchino Visconti no podía faltar a su cita con el neorrealismo. Dostoiewski está presente en su tratamiento dramático. Todo empieza con ese microcosmos tribal que conlleva la emigración, en este caso el de una familia siciliana, que lentamente se enfrenta a la nueva cultura urbana de un Milán hostil, frío y neblinoso. Empiezan los desarraigos. Una madre grandilocuente sujeta a su primitivismo, que trata de conservar los valores tradicionales de la familia. La intrusión de Nadia la prostituta que da lugar a una historia de amor tortuosa, y que desembocará en el crimen. Rocco es el resultado de una bondad irresponsable, dañina para todos. En especial para Nadia y Simone... Katina Paxinou, abandona las Américas y su inglés macarrónico. Visconti la convierte en Anna Magnani. Nace Annie Girardot. Su interpretación es antológica. Alain Delon parece el Myshkin de "El Idiota" de Dostoiewski (su papel es lúcido y conmovedor) y Renato Salvatori es Rogosin. Salvatori realiza el mejor ejercicio creativo del film. Degradado por su dependencia pasional hacia Nadia, hay en él una riqueza de detalles que van de la limpieza de su mirada a la más afilada dureza. Puede ser brutal, pero, tras la tragedia, su regreso nos pone la piel de gallina. Visconti nos extasía con el temblor de Salvatori. Ese Simone desvalido jamás podrá ser olvidado. Es mi actor preferido. Hubiésemos deseado más Viscontis con él. Sabemos que fue la película preferida del gran Luchino. ¡3 Hurras por ambos!
pablo garcia del pino
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10
16 de noviembre de 2007
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luchino Visconti crea su primera "ópera" (cinematográfica, se entiende). Es tan barroca como pasional. Venecia, en sus manos, una antología de musgo y piedra. El desenfreno magistral, la belleza otoñal, de una Alida Valli inolvidable, más olímpica que la Garbo y la Dietrich, nos obliga a amarla con locura (ya lo hicimos en "El tercer hombre") desde su primera aparición, enfebrecida y exquisita, en uno de los palcos del teatro La Fenice; y, por supuesto, a perdonarle sus excesos sucesivos, siempre en nombre de la más desatada de las pasiones amorosas. Farley Granger, como galán, nos resbala, pero, con toda probabilidad, Visconti no tenía otro mejor a mano. Lástima, porque, haberlos, los había... ¡El color es irrefrenablemente lírico! ¡La estética Viscontiana nos estremece! La versión original es necesaria. ¡¡Luchino Visconti y Alida Valli "forever" (R.I.P.)!!
pablo garcia del pino
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10
16 de noviembre de 2007
43 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todas las películas que Roberto Rossellini rodó con su mujer de entonces, la lúcida y exquisita Ingrid Bergman, "Europa 51" es mi preferida. Susan Sontag, la escritora norteamericana (¡y no es por darme pisto!) opinaba igual. Ingrid Bergman que besó los pies a Rossellini, y que dejó por él su look hollywoodense, pasando de críticas acerbas y moralistas protocolos, le dedicó parte de sus mejores años. Se entregó así, como inmensa prueba de amor, a rodajes infernales, consiguiendo, ya que no enriquecerse crematísticamente hablando, sí muchas de sus más geniales interpretaciones cinematográficas (papeles que, probablemente, aguardaban a Anna Magnani, y que la romana también habría aceptado de mil amores. Las comparaciones son siempre odiosas, ya lo sabemos. Pero si la gran actriz sueca no hubiera aparecido por los horizontes de Cineccitá, no dudamos en que la genial Anna, interpretándolos, nos habría dejado también un imborrable recuerdo a todos los cinéflilos). Pero la Bergman no es menos incomparable que la Magnani. En esta "Europa 51", pierde (mediante el suicidio de su hijo,¡audacia inaudita de Rossellini!) su aborregada conciencia de burguesita estúpida, únicamente ocupada en lo que hoy se llamarían “stressantes” reuniones sociales y cenas absurdas con empalagosos comensales. El niño no se lo perdona, y ella lo acuna por segunda y única vez.. Y cuando muere, nos deja a todos hechos polvo. La Bergman, destrozada, se santifica. Se aleja de su insoportable marido, en busca de una nueva perfección moral, y se desprende de todos sus lujos inútiles. Ansia redimirse, busca la purificación y hasta el martirio. El pueblo llano la ama y absuelve; su reaccionario esposo y su conservadora y estupidísima madre la llaman loca. La Bergman acaba en un manicomio, atrapada y aherrojada como aquella otra Juana de mala memoria, aunque, esta vez, por una “Locura de amor” completamente diferente. Y por ello sabemos que nuestra gran Ingrid no se dejará devorar por el “Pozo de las serpientes” ¡El rostro de la sueca, de tan bello y expresivo, resullta escalofriante!.... Giulietta Massina preludia los ardientes vientos de su "Cabiria". "Europa 51" sigue siendo la más preciada joya en la corona de la Bergman y Rossellini.
pablo garcia del pino
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10
16 de noviembre de 2007
18 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
El neorrealismo italiano sedujo al mundo porque lo desgajó de aquellas disparatadas fantasías hollywoodenses, y golpeó a los pobres habitantes de este planeta absurdo con la llaga sangrante de sus deseos imposibles, con su soledad y sus sinsabores. Escarmentó nuestra subsistencia tan llena de sueños. Tuvo sus reyes indiscutibles: De Sica, Rossellini, Fellini, Visconti, y más tardíamente Zurlini, Rossi, Germi, etc. Y tras ese mundo de sencillez y miedo, de iras mil, con preludios deprimentes y escenas culminantes, y ese blanco y negro de un tiempo amargo, tan lleno de golpes bajos, una reina única se apoderó de nuestra emotividad, excitó nuestro primitivismo sin retóricas americanófilas: ¡fue Anna Magnani! Lírica y peligrosa, nunca titubeó en su resuelta asimilación del deprimente mundo que nos tocó vivir. Fue carnal y férrea, maternal y desafiante. Y midió la sencilla virtud humana con la audacia de los hijos del pueblo frente a una época despiadada (ya lo puso John Ford en boca del Fonda en sus "Uvas de la ira": "Allí donde esté el pueblo, me encontraré yo" ¡Y por los hados que la Magnani lo estuvo!) Visconti la convirtió en "Bellísima", y la impagable "Mamma Roma", como armazón dramático del film, estuvo insuperable. Ver este film, no es sólo vivirlo, es saborear el mejor testimonio, jamás filmado, del amor absoluto en manos de un ser que nos desborda: y para muestra un plateado botón: ¡el enfrentamiento final con su marido, frente al grotesco universo vecinal de una agridulce Italia de posguerra! Seguirá luego su patético adiós a esa "famositis" enfermiza, como un aviso a las gentes de a pie y generaciones futuras... ¡Bellísima eres tu, Anna Magnani! ¡En italiano, por supuesto!
pablo garcia del pino
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10
16 de noviembre de 2007
34 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué tendrá este "Free Cinema Inglés" que se atrevió a poner en solfa usos y costumbres, mojigatería e ira, de una Gran Bretaña gris, sucia, lluviosa, entre fabriles ciudades humeantes, proletarias hasta el infortunio neorrealista; y que, tras pergeñar definitivos retratos de conciudadanos europeos que gritan su rabia a los cuatro vientos, aún hoy se permite el lujo (¡y qué lujo!) de convencernos con sus razones y corrientes defensivas? A la inteligencia no la mueven las modas. El Free Cinema sigue fiel a sus ideas, a los conocimientos comprobables de nuestra existencia de cada día. John Osborne creó su sustento, Tony Richardson fomentó su sinceridad, y Richard Burton (¡espécimen perfecto de los "angry young men"!) nos demostró que el hombre fue y sigue siendo un lobo para el hombre. Burton es cínico y mordaz, utiliza su intelecto y su verborrea privilegiada para amar trifulcas con quienes necesitan de su calor y afecto. No se acepta a si mismo, le oprimen las estructuras de todo lo humano. La convivencia con él se hace imposible. Parece haber puesto en marcha su autodestrucción. Su mujercita (ante semejante egocéntrico, tan "antisocial" como malhablado) decide abandonarlo. Pero como el destino siempre reparte sus misteriosas cartas, aparece otro ser extraño, de acusada personalidad, más acorde con el "espinoso joven desengañado". Sus punzadas de soledad y de morboso deseo la conminarán a aceptar las mascaradas de insatisfacción del airado Burton (que también pudo ser Finney, Harris, Courtenay, o Bates) ¡Los arquetipos son perfectos! Mary Ure, la mujercita maltratada, tiene cara de gatita de peluche, es mona, pero parece tonta (su papel es así), cumple con corrección, pero no nos cae bien. Fue una estrella fugaz en el firmamento inglés. Claire Bloom es una magnífica "young angry woman". Sus airados actos (primero en defensa de la Ure, luego atraída por el desenfreno verborréico y animaloide del Burton) la someten a esa otra medida de loba hambrienta, que augura su oculto fuego libidinoso. Es una actriz maravillosa. Una auténtica "zarza ardiente" frente a los dialécticos desmanes mesiánicos que el Osborne, a través de Richardson, pone en boca del más espléndido y genial pupilo de esa generación de desheredados de la fortuna que compuso para nuestro deleite el gran Richard Burton. ¡El condimento es mucho más exquisito si se saborea en inglés!
pablo garcia del pino
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