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España España · Cines Astoria Alicante
Críticas de Bloomsday
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Críticas 367
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
1 de agosto de 2005
73 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vigo es poesía pura y dura. Sus imágenes son de una tremenda expresividad (llenas de fantasía, ensueño, surrealismo...) pero no es sólo belleza lo que nos proporciona, también conocimiento en la planificación de escenas (parece mentira que hablemos de un tipo que falleció con 29 años y que sólo rodó dos documentales, un largometraje y este mediometraje). Los recursos del cine mudo están presentes en todo momento (en los gags y en la propia forma de narrar) de tal forma que el director emplea la imagen como recurso tanto puramente estético como instrumento al servicio de lo que está contando y, aunque bien es cierto que en ocasiones se aprecia cierta inexperiencia, se nota el talento que atesoraba (hay que tener también en cuenta que la cinta tuvo un escasísimo presupuesto).

La sencillez es el tono que inunda la cinta, tras ella y su dulce comicidad se esconde un antecedente directo de la película “If...” de Lindsay Anderson.

Los niños de un internado se amotinan durante una noche oponiéndose a la severidad de la institución en la que están encerrados. Un canto a la rebeldía, al anarquismo, a la libertad y una entrañable mirada a la infancia.
Para siempre quedará la pelea de almohadas y el desfile a cámara lenta de los niños, unas imágenes que ocupan ya un lugar destacado en la historia del cine, igual que el último plano, una extraordinaria forma de representar ese amor a la más absoluta y feliz libertad de la niñez, único momento en que somos de verdad libres. Vigo vivió en un internado y eso se nota en la nostalgia con que recrea la vida de estos niños y la virulencia de su experta visión sobre estos centros (y digo virulencia ya que a pesar de su aparente ingenuidad, al menos actualmente puede parecer ingenua, fue una obra prohibida por las autoridades francesas).

Homenajeado por Truffaut en los 400 golpes años más tarde, el espíritu libre de esta película sigue siendo a día de hoy de un extraordinario vigor, no es de extrañar la influencia en los directores más vanguardistas de los 60 y el prestigio del que disfruta actualmente.
Bloomsday
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7
22 de julio de 2005
194 de 222 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es probable que la descripción del entorno del protagonista falle en relación a su film anterior (o, al menos, que el golpe de efecto no sea tan eficaz). Aparentemente, trata de imitar el modelo de la exitosa 'El sexto sentido' tanto en el giro final como en el sello estético ya reconocible de este cineasta (largos y flotantes planos secuencia, narración pausada y minimalista, interpretaciones hieráticas…).

Pero la película tiene entidad propia más allá de comparaciones con éxitos previos de Shyamalan. Y para descifrarla hay que ponerla en su contexto, valorando así la reflexión que incorpora sobre la ficción de los cómics, sus mitos, clichés y su naïf universo.

No solo define, con bastante conocimiento de los entresijos de estas historias (sin llegar a la profundidad de ‘Watchmen’, por supuesto, que es la biblia en esas lides), un superhéroe sombrío y realista, sino que le da una vuelta de tuerca rastreando los grandes tópicos de las editoriales Marvel y DC: el profundo maniqueísmo comiquero del bien y el mal, la importancia del disfraz y el alter ego, el sentido de la responsabilidad, la enfermiza obsesión del villano…

Dotar de realidad y verosimilitud a este tipo de clichés es complicado (siempre hablando del formato cine; en cómic existen muchos productos adultos, aunque traten de personajes enfundados en mallas de colores: el ‘Daredevil’ de Frank Miller, la etapa de 'Animal Man' de Grant Morrison o 'Miracleman' de Alan Moore, por citar algunos). Y ese tratamiento más maduro y veraz es especialmente difícil, además, si no tienes el paraguas y el atajo del que ha disfrutado recientemente Christopher Nolan con un personaje casi arquetípico (Batman). Reconozco por ello que el final de ‘El protegido’ puede parecer forzado en su búsqueda desaforada del giro último en su desenlace, pero no es menos cierto que ese final termina por encajar piezas y homenajear (casi de forma metalingüística, mediante un personaje que interpreta el mundo a través de los cómics) la lógica del enfrentamiento héroe-villano.

Muchos superhéroes tienen un “archienemigo” (el Joker, Cráneo Rojo, el Duende Verde, Loki, Lex Luthor...) que es el reverso, la otra cara de la misma moneda. La némesis o el antagonista que les explica y justifica. Un enfrentamiento de contrarios que, pese a todo, se complementan (tanto en el plano psicológico como en el físico; no es al azar el contraste resistencia-fragilidad de los dos protagonistas). Por ello, este argumento y su desenlace pueden decepcionar a alguien poco aficionado a la mitología superheróica o que solo se aproxime a ella mediante el cine (que siempre reduce e infantiliza las historias en papel), porque valorará la película como un thriller de corte fantástico y punto pelota. Obviando que, además, el film es también una estupenda reinterpretación del héroe y su enemigo −una casi ontología de un tipo de personaje de ficción− que pone el foco en esas personalidades entrelazadas, complementarias y predestinadas que se necesitan la una a la otra para justificar su propia identidad. La mejor forma de utilizar unos postulados a priori pueriles para darles una relectura de cierta seriedad y oscura trascendencia, reflexionando sobre la lógica interna que desde siempre ha configurado la estructura de este tipo de historias −su ficción narrativa− y este tipo de personajes.

La mejor manera de explicar que el Joker necesita a Batman. Y que el Capitán América lo es porque existe Cráneo Rojo.

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«Vengo a hablar. He estado pensando últimamente, sobre ti y sobre mí. Sobre lo que va a ocurrirnos al final. Nos mataremos el uno al otro, ¿verdad? Puede que me mates. Quizás te mate yo antes (...) Solo quería sentir que había intentado hablar las cosas y evitar que ocurran». ‘Batman: La broma asesina’ (Alan Moore y Brian Bolland, 1988).
Bloomsday
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10
19 de julio de 2005
213 de 281 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay razones objetivas para decir que es mi película favorita, pero voy a hacer un esfuerzo.

Quizás es que no hay otra cinta que me haga llegar con tanta intensidad la alegría de vivir, la camaradería, la sencillez de lo realmente importante o que me río a carcajadas con M. Flynn (“cuando bebo agua bebo agua, cuando bebo whisky bebo whisky” o “¿Se sabe la del conde y la cabra?”). A lo mejor es por la nostalgia de una Irlanda alejada (acertadamente ya que no encajaría en absoluto) de consideraciones político-nacionalistas, por lo onírico del paisaje, por la forma de presentarnos a Mary Kate y su melena roja, por el romanticismo y el impagable sentido del humor con que nos muestra Innisfree, el carisma de los actores (ni siquiera hablo de interpretaciones)... lo que sea, tampoco importa mucho.

Lo que está claro es que sea lo que sea lo que tenga esta cinta es irrepetible, ni siquiera el propio Ford consiguió emularlo en La tarberna del Irlandés. Innisfree acaba siendo tan del espectador como de Sean Thorton. Hasta la palabra magia se queda corta para definirla.

Por último: no me parece que la película sea misógina, el personaje de Maureen O'Hara es como el resto de habitantes del pueblo, nada tiene que ver su sexo (más bien se trata del choque entre un hombre de mundo, que ha vivido en los EEUU, y la tradición de un pueblecito encerrado en sí mismo). Y en cuanto al trato que Wayne le dispensa... bueno, ella tampoco se queda corta.

Y luego la banda sonora que incrementa la sensación de estar viendo un cuento alejado completamente del mundo real, un espacio más cerca del territorio de los sueños, las nostalgias y la leyenda.

En definitiva, hoy por hoy, mi película favorita. Pero no sabría explicar la razón (todo lo que he dicho me parece vago, sin el peso suficiente para decidir la película predilecta de nadie), a lo mejor es porque me gusta como me gustaban las películas cuando tenía doce años, sin más, sin calentarme la cabeza.
Bloomsday
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7
5 de julio de 2005
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sutileza como principal arma en un guion extraordinario (y un guion no son sólo los diálogos) que, con una tremenda escasez de elementos, es capaz de contar una historia de silencios, miradas y gestos a través de unas fantásticas interpretaciones y una muy pensada y minimalista puesta en escena. Con la puesta en escena se consigue que el ritmo de la película no se resienta (al igual que la vida de los personajes es lenta y rutinaria también lo es el ritmo de la película). E incluso ante la eventualidad de que esa puesta en escena tan desnuda nos provoque apatía, los directores se cubren también las espaldas con un dosificado sentido del humor que nos llega casi de forma displicente a lo largo del metraje, pero que resulta tremendamente refrescante.

Es una película pequeña que trata de adentrarse en el ser humano de manera modesta, desde unos personajes aún más modestos, pero mostrando cosas capaces de emocionar a cualquiera ya que los temas son universales y están tratados, dentro de ese aparente escrúpulo, con una crudeza amable si se quiere pero no por ello menos efectiva y demoledora.

Las opiniones que la tachan de lenta y aburrida están plenamente justificadas. No es una película fácil y hay gente a la que no le gustará su estilo despojado, pero a mí esta forma pausada y lacónica de contarnos una historia de rutinas, soledades, fragilidad, miedos y medias verdades me pareció hipnótica y conmovedora.

Mención aparte merecen el negocio familiar, la casa del protagonista y Piriápolis. Y es que en esta película los lugares dicen tanto o más que los gestos de los actores y definitivamente mucho más que sus palabras.
Bloomsday
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8
1 de julio de 2005
112 de 132 usuarios han encontrado esta crítica útil
Renoir toma como punto de partida las intrigas amorosas de la aristocracia para, con un no siempre habitual tono afable en él (recordemos la malsana atmósfera de “La bestia humana” –1938–), configurar una obra tremendamente corrosiva bajo un aspecto de vodevil, comedieta de enredo sexual y teatralizado juego de puertas y persecuciones.

Fue acogida muy desfavorablemente en su momento. Autor comprometido con su época (de siempre, no solo en esta película) que nos muestra aquí el desconcierto de la Europa del momento (año ´39, el fascismo campando a sus anchas y el mundo convulsionado por la barbarie) y la torpeza e indiferencia de una clase social ajena a los acontecimientos que sacudían el mundo entonces.

Para describir el momento histórico y dar un mensaje comprometido, Renoir dibuja unos seres estériles y superficiales, demostrando su irresponsabilidad e inmoralidad, ya que no podrán evitar la tragedia por mucho que cierren los ojos. Renoir da un puñetazo en la mesa ante la desidia de esas gentes, una desidia que les llevará a tomar siempre las soluciones más fáciles sin responsabilidad, aunque ello conlleve la falta de solidaridad y el colaboracionismo tras la ocupación nazi (tema que abordará directamente en “Esta tierra es mía” –1943–).

La película está rodada con la sencilla elegancia de Renoir, al que a veces se acusa de ser un cineasta demasiado “simple” obviando sus virtudes estéticas, que se encuadran en diversos estilos cinematógrafos, desde el naturalismo poético francés y hasta un incipiente e iniciático neorrealismo (“Toni" –1935–).

Una de esas obras a descubrir por cualquier aspirante a cinéfilo.
Bloomsday
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