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Vanuatu Vanuatu · Petrogrado
Críticas de CuchiCuchi
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Críticas 39
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
7 de febrero de 2010
43 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Punta Umbría, pueblo de pescadores de Huelva, había nacido como destino vacacional en el siglo XIX, cuando los empresarios alemanes que fundaron la Compañía Río Tinto se trajeron a su familia a la salvaje España y le buscaron un lugar de acomodo veraniego. Al poco tiempo los ingleses se adueñaron de las minas y de paso del paisaje estival. Durante años convivieron en Huelva y su playa más querida, Punta, los alemanes dedicados a la industria, los ingleses a lo suyo, fundando clubes sólo para hombres y trayendo el agua y la comida de la Gran Bretaña. Hasta que llegó la Segunda Gran Guerra (siempre me pregunté qué pasó en Punta en la primera) y España, que era neutral y admitía residentes de ambos bandos, se convirtió en escenario de intrigas tan novelescas como inofensivas. Unos y otros fueron reclutados en retaguardia para conspirar contra el enemigo. Acabada la guerra volvieron a llevarse bien.

Una noche de verano de hace demasiado tiempo me encontraba en la fiesta de un chalecito de primera línea de la playa de Punta Umbría. Fue el verano de las fiestas en los chalecitos; nada especial: te cobraban veinte duros por entrar, te ponían un sello en la muñeca por si querías salir a mear, la bebida era algo mejor que matarratas y naturalmente no se podía entrar a la casa, sólo al jardín, que era de arena. Eso sí, por lo menos, ponían mucha música de Gabinete Caligari. Bien, allí estaba yo, dando por fracasada una vez más la noche cuando observé a una bonita chica que había salido de la fiesta sola y se paró frente a la playa. De repente sacó un pañuelo y se cubrió la cara con él. “Amigo Sancho”, me dije, “o yo sé poco de aventuras o ahí viene una de las más grandes que sale a mi encuentro…”, y salí a socorrer a la dama.

La luna sobre la playa…, y música de Gabinete Caligari. “No sé lo que te pasa pero seguro que no merece que llores”, le solté directamente. Ella me miró estupefacta en el mismo momento en que me di cuenta de que…, no estaba llorando.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
CuchiCuchi
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6
13 de enero de 2010
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
ESCENA I. GRÚA DESCENDENTE SOBRE LA GRANJA. VOZ EN OFF (VOZ DE LA NARRADORA DE LA ABEJA MAYA):

Érase una vez una granja con muchos animales y un corral de gallinas que daba muchos huevos. Las alimañas del bosque ambicionaban la carne y los huevos de la granja, y de entre ellas la más lista era el zorro. El zorro, al contrario que el lobo, cuidaba mucho de no dañar en sus incursiones a las gallinas, porque sabía que sin gallinas no habría huevos. Pero como el administrador de la granja le perseguía con cepos y un perro guardián, decidió hablar con el mozo de cuadras, enemistado con el administrador.

ZORRO: Déjame entrar en el corral y te ayudaré a subir hasta el puesto de tu enemigo.
MOZO DE CUADRAS: ¿Cómo lo haré?
ZORRO: Toma las llaves del corral y ábreme esta noche cuando el perro duerma.

ESCENA II. VOZ EN OFF: Y así lo hizo (MÚSICA DE "LA URRACA LADRONA" CON ESCENAS A CAMARA LENTA DE VIOLENCIA EN EL CORRAL). El zorro entró en el corral varias noches seguidas matando muchas gallinas y robando muchos huevos hasta que finalmente los dueños de la granja despidieron al administrador y al perro guardián y nombraron administrador al mozo de cuadras.

ESCENA III. (Mozo y Zorro)

ADMINISTRADOR EX MOZO DE CUADRAS: Gracias, zorro, te lo pagaré dejándote entrar una vez al mes.
ZORRO: No quiero entrar una vez al mes.
ADMINISTRADOR: ¿No quieres gallinas?
ZORRO: ¿Me tomas por un vulgar lobo? ¡A mí me interesan sus huevos! Y para eso
debo entrar mucho más a menudo
ADMINISTRADOR: ¿Mucho más? ¡Espero que no me pidas una copia de la llave del corral!
ZORRO: No quiero una copia de la llave del corral
ADMINISTRADOR: ¡Ah!
ZORRO: Quiero que cambies el candado y me des el único original a mí. No te preocupes, sabré cuidar a las gallinas para que den huevos.
ADMINISTRADOR: ¿Qué? ¡Pero no puedo hacer eso, sólo yo y el perro guardián podemos tenerla!
ZORRO: Pues nómbrame perro guardián.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
CuchiCuchi
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5
7 de enero de 2010
81 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi colegio los tíos guays jugaban al fútbol. Los irrelevantes y los maricas jugaban al baloncesto. Luego había una especie de zona de seguridad y, por último, estaba el equipo de rugby: repetidores compulsivos, fumadores precoces, leyendas de la indisciplina, delincuentes varios, el único lugar de todo el colegio en el que no había separación entre los de pago y los becarios. El peor día de mi vida fue cuando me comunicaron que por mucho que lo intentara nunca entraría en el equipo de fútbol. A mí no me importaba el deporte, pero me atraían las mujeres. Y a las tías de los colegios cercanos, sobre todo a las más cachondas, les atraían sólo los futbolistas. Me ofrecieron un puesto en el equipo de baloncesto.

Un tipo al que conocía vagamente me comentó que estaban buscando gente para el equipo de rugby. “Yo no sé jugar al rugby”, contesté. “Entonces, das el perfil exacto”, sentenció.

Pasé un año en aquel conjunto, al terminar el cual seguía sin saber jugar al rugby, pero, lamento el tono carcelario, aprendí a respetarlo. Desde que te tiran al suelo por primera vez y unas mil libras de grasa animal te caen encima, aprendes a respetarlo. Lo siguiente es que te pongan un mote, porque en rugby todos tienen un mote relacionado con el aspecto físico. Y ya estás dentro, como quien dice. Recuerdo a “Dumbo”, “Leroy”, “Peggy”, “Masa” , “El Botijo”... A mí me llamaban “Chochona”, no pienso explicar por qué.

Había un árbitro que, por alguna afrenta pasada, nos la tenía jurada. Era un chulo prepotente y faltón al que apodaban “Rocky” porque tenía fama de hacer cien flexiones seguidas con un brazo. Después de cada encuentro hacíamos planes para asesinarlo de forma dolorosa.

Un día, sucedió. A mí me cogió algo lejos, en otra parte del campo, pero puedo asegurar que lo escuché como si lo hubieran emitido por los altavoces. Una doble onomatopeya completamente reconocible: el contacto violento de un puño con una cara ajena. “El Botijo” se había tomado la justicia por su mano y ésta había ido a parar al rostro de “Rocky”; quizás no contaba con que “Rocky” devolviera el golpe casi al instante. Todos nos volvimos locos, corriendo hacia el lugar de autos, fingiendo separar a los ensangrentados protagonistas, pero colocando al azar algún directo al equipo rival. La escaramuza duró unos minutos, hasta que los dos equipos, “Rocky” integrado en el contrario, recularon en desafiante formación. El incidente fue conocido como “El Botijazo”. Naturalmente, nos expulsaron de la competición.

Lo celebramos por la noche, con Larios, DYC y un radiocasete con bafles en la cochera para camiones del padre de “Dumbo”. Estaba previsto que “Leroy” trajera a varias chicas de su barrio, pero ocurrió lo inimaginable. Se corrió la voz y las tías de los colegios cercanos, las más cachondas, dejaron por un día de ligar con los de fútbol y aparecieron por allí. “El Botijo” fue la estrella de la velada pero todos tuvimos nuestro trocito de gloria.
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CuchiCuchi
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9
22 de octubre de 2009
20 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ilustrísima Señoría:

Nada más lejos de mi intención inmiscuirme en la proverbial independencia judicial anglosajona. Esta no es una carta de recomendación; incluso en el supuesto de que Su Señoría no haya olvidado el idioma de sus padres, tras leerla llegará a la conclusión de que carezco de la menor autoridad para pedir nada. Lo que no impide que mi intención sea, le resultará familiar ya, hablarle de uno de sus justiciables, el Señor Roman Polanski, que actualmente reside en la cárcel del condado de Winterthur, Suiza, por mandamiento suyo.

Hace treinta años sedujo a una niña de trece años, que hoy vive feliz y sin traumas con su marido e hijos. Polanski es culpable, vaya por delante. Ni siquiera el que la niña estuviese en una fiesta de Jack Nicholson, que fuese extraordinariamente adelantada a su edad y que el sexo fuese consentido eximen del pecado al señor Polanski. Usted ya sabe eso. Y también que los delitos prescriben y, como católico, que los pecados se perdonan. Casi todos. Ya volveré sobre el asunto.

Sí, ya sé que no soy nadie para enseñarle leyes a todo un Juez de un Tribunal Superior ni ética a una persona llamada Espinoza. Sólo me gustaría trasladarle mi extrañeza por el trato dispensado al Señor Polanski por un delito, la pederastia, que en el país de Su Señoría suele zanjarse mediante onerosos acuerdos extrajudiciales. Pero, ya sabe, el Señor Polanski es cineasta y no arzobispo.

¿Adónde quiero ir a parar con tanta divagación? Verá, todo sería más fácil para mí si tuviese la certeza de que Su Señoría ha visto una película llamada “El pianista”, dirigida por el Señor Polanski. Aunque creo que no.

Si la hubiese visto, sabría, por ejemplo, qué pecados pueden perdonarse por el paso del tiempo y cuáles no. Sabría que uno de los más graves es olvidar quiénes somos, sobre todo si nuestros padres fueron perseguidos por no querer olvidarlo, mi querido Pedrito Espinosa.

Si la hubiese visto, sabría que el bien que el Señor Roman Polanski hizo a la Humanidad rodando “El pianista” es infinitamente mayor que el mal que cometió en una tórrida noche californiana. Sabría que nadie que fuese una mala persona habría hecho “El pianista”.

Para terminar, agradezco a Su Señoría la atención prestada. Y especialmente agradezco a Su Señoría que por fin me haya dado oportunidad de escribir sobre “El pianista”, algo que me había sido imposible desde que la vi por primera vez, porque me dejó literalmente sin palabras.

Suyo atentísimo,

Sr. Cuchicuchi
CuchiCuchi
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7
21 de octubre de 2009
25 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
1.- Imaginemos que decido acabar con mi suegra.

2.- Imaginemos que convenzo a mi mujer para que me ayude y así liberarnos ambos de su yugo.

3.- Imaginemos que el plan es el siguiente:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
CuchiCuchi
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