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Chile Chile · Concepción
Críticas de Juan Antonio
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Críticas 137
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
7 de enero de 2014
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la película estrella de la temporada. Nominada a 7 globos de oro, y probablemente a varios premios Oscar, “12 años de esclavitud” es de esas películas que tienen todo para triunfar. En primer lugar porque cinematográficamente tiene calidad de sobra y en segundo lugar porque gusta tanto a críticos, como al público masivo.

El tema de la esclavitud ha sido tratado en incontables oportunidades a lo largo de la historia del cine. Es un tema delicado, complejo y con distintas aristas, pero percibo que no se le puede sacar más provecho. La película es brutal, tiene escenas realmente fuertes y crudas, y con toda seguridad, cercanas a la realidad. El manejo del director en algunas secuencias es excepcional, sobre todo al momento de las distintas escenas de tortura. A pesar de la violencia de la película y la impecable factura técnica con que está realizada, tengo la impresión, que la narración y el desarrollo es un poco cansino y un tanto repetitivo. De hecho, a ratos, me recordó “La pasión de Cristo” en el sentido que ambas películas parecieran buscar el impacto a través de secuencias violentas y explicitas, pero descuidando el ritmo narrativo y la profundidad del mensaje.

La historia no se jacta de ser completamente original. Como dije, el tema ya no provoca el impacto que pudo haber tenido hace años. Valiente es por ejemplo “En el calor de la noche” (1967), que introdujo y expuso el racismo norteamericano en una época de grandes movimientos sociales y de gran violencia hacia las personas de color. Las virtudes de “12 años de esclavitud” van por otros caminos, netamente cinematográficos, y no históricos o de denuncia social. La película destaca por esa actuación increíble de su protagonista, por la elegante y arriesgada dirección de Steve McQueen, que ya con “Shame” (2011) daba muestras del enorme talento y crudeza con que abordaba sus historias, por la preciosa fotografía y por la dirección de arte en general.

Aún con los aspectos de debate aquí expuestos, “12 años de esclavitud” es una buena película. En ese aspecto, se desmarca y sale victoriosa respecto a la otra película que en esta temporada aborda el tema del racismo, me refiero a “El mayordomo”. Además, el presidente Obama debe estar maravillado con esta situación, por lo que la película de McQueen es seria candidata a ganar muchos premios. Y de paso, es una cinta que sirve para recordar la injusticia que existía en el país de la estatua de la libertad. Un país que, muy frecuentemente, critica a los demás, olvidando su pasado más reciente.
Juan Antonio
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7
7 de enero de 2014
81 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
David O. Russell se consolida cada día más como un director de respeto. En los últimos años, sus películas “The fighter” (2010) y “El lado bueno de las cosas” (2012), fueron reconocidas y premiadas no solamente por la crítica especializada, sino también por el público. Su capacidad para construir historias realistas y con buenos diálogos es su sello distintivo.

Su última película, “American hustle” (2013), es otro acierto del director norteamericano. El engaño y la mentira, son el motor de la historia. Un guión que está inteligentemente bien construido, y sustentado por un gran reparto, que a diferencia de otras ocasiones, si funciona. En ese sentido, es destacable la labor del director para dirigir a los actores, sacando el máximo provecho a cada uno de ellos. Christian Bale realiza una muy buena actuación, esta vez irreconocible en apariencia física, sobre todo por esa gran panza, y la calvicie que disimula con un peluquín bastante descuidado. Amy Adams y Jennifer Lawrence dan vida a un duelo interpretativo impecable. Adams sobresale en la primera mitad de la película y Lawrence hace lo mismo en la última hora, logrando que ambos personajes, en general, tengan un peso y una presencia vital en la trama. Gran desempeño también de Bradley Cooper, que una vez más realiza una buena actuación, confirmando que lo de “el lado bueno de las cosas” no fue casualidad. Y por último, Robert de Niro, al cual es un placer siempre verlo, sobre todo en el tipo de papel que lo inmortalizó como actor.

Sin duda que las actuaciones son el punto fuerte de “American Hustle”, pero también hay otros elementos importantes que destacan. Como señalé antes, su guión es inteligente, y da vida a una historia que tampoco derrocha originalidad, pero entretiene y mantiene la tensión, sobre todo por algunos giros que se agradecen. La fotografía está impecable. Tonos amarillos y grises prevalecen, y combinan adecuadamente con los lentes de Bale. Se agradece también la banda sonora, que posee varios estilos, absolutamente acordes a la narración.

El mensaje de fondo de la película, es básicamente una crítica a las apariencias, la falsedad en las personas y en la sociedad. La mentira del sueño americano y la infelicidad que los individuos sienten respecto a las oportunidades y posibilidades que la vida entrega. A eso hay que agregar, la corrupción política, que se oculta y funciona detrás de fachadas construidas y avaladas por la ciudadanía, que elige a sus autoridades, que poco o nada practican los valores de transparencia y la honestidad que requieren sus actos. La mentira, también presente en las relaciones de pareja, con amantes legitimados por la propia relación. Matrimonios destruidos, pero maquillados con lujos, elegantes vestidos, fiestas y excesos que, en este caso, los personajes usan para ocultar su realidad. La película destruye, una vez más, el sueño americano, y lo define sin tapujos, como la gran estafa americana.

“American Hustle” es una buena película. Le falta quizás un poco de chispa, elemento necesario para subir a un nivel artístico superior. Quedó a un par de pasos de lograr la categoría de gran película, pero aún así se disfruta. Es una obra correcta, entretenida, con mucha calidad, y en mi opinión, recomendable.
Juan Antonio
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6
19 de diciembre de 2013
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con “Prisoners” confirmo una idea que hace ratos me da vuelta en la cabeza. El cine comercial actual se encuentra desde hace un tiempo en franco estado de decadencia. Es cierto que prácticamente el 99% del cine es comercial. Todos quieren vender y que el público vea sus películas. Con comercial, entonces, me refiero a producciones que cuentan con grandes presupuestos y que su éxito o fracaso está dado por la concurrencia de público que tengan en las salas de cine. Tampoco son tantos los directores que son capaces de combinar la calidad artística con el éxito comercial. Nombres como Christopher Nolan, David Fincher y Martin Scorsese son ejemplos claros de que la industria hollywoodense, si se lo propone, puede realizar cine de calidad y la vez apuntar al público masivo. En este sentido, las personas que acuden con frecuencia al cine están acostumbradas a un tipo de películas que desde el punto de vista artístico, no son las mejores. Y de pronto, cuando aparece una película con un cierto nivel aceptable de calidad, es elevada automáticamente al Olimpo del séptimo arte. “Prisoners” es la película ideal para describir esta teoría.

Es claro que “Prisoners” es una correcta película. Tiene calidad de sobra para ser reconocida tanto por público como por crítica especializada. Sin embargo, no estamos bajo ningún punto de vista ante una obra maestra. Eso sí, hay aspectos que son importantes subrayar. Posee dos grandísimas actuaciones, Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal dan muestras enormes de talento y dan vida a un duelo interpretativo notable. La labor de dirección también hay que destacarla, ya que unida a una impecable labor de montaje, el realizador es capaz de dotar, a la mayor parte de la cinta, de la emoción y suspenso necesario que requiere la historia. La buena fotografía utiliza tonos mayoritariamente grises, detalle que dado el argumento, es absolutamente acertado.

El gran problema de “Prisoners” es su guión. Es cierto que contiene elementos que resultan interesantes, por ejemplo ese conflicto moral que presenta el protagonista, tratando de justificar por medio de la violencia y la tortura una convicción personal, sin pruebas que lo sustenten. Pero también es cierto, que es una película que deja muchos cabos sueltos y que no resuelve bien el problema que origina la historia. Es una obra típica, llena de elementos ya conocidos y usados de mejor forma en otras cintas. “Mystic River” (Clint Eastwood, 2003) y especialmente “Zodiac” (David Fincher, 2007) son muestras claras de que el thriller policial y criminal es un tópico que ha sido mejor desarrollado que en “Prisoners”. De hecho, aún cuando la historia del asesino del zodiaco es real, la capacidad de su director de crear suspenso es mayor que en la cinta de Villeneuve que es una historia inventada. Hay detalles en el guión de “Prisoners” que son derechamente cuestionables. A un espectador que le guste el género policial y que haya visto a lo menos las dos películas antes citadas, esta obra no será en absoluto sorpresiva.

Definitivamente, sumando y restando, estamos ante una película correcta desde el punto de vista artístico. Tiene elementos que justifican ello. Pero, en ningún caso podemos elevarla a una categoría que está reservada a otro tipo de películas. No me escandaliza el hecho que haya sido ignorada en las nominaciones a los Globos de oro por ejemplo. Quizás las actuaciones merecen un reconocimiento, pero de ahí a llenarla de premios y alabarla como si hubiera inventado un nuevo género, sería una actitud, a lo menos, excesiva.
Juan Antonio
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8
12 de diciembre de 2013
53 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por Paolo Sorrentino, “La gran belleza” es con toda seguridad una de las mejores películas del año 2013. Una obra que rescata aquel cine italiano clásico, extraño, fellinesco y magistral. Son muchas las virtudes de esta obra, que profundiza con éxito en temas complejos como la vida, las apariencias, la nostalgia, los recuerdos y logra transportarnos, como espectador, a un estado de hipnosis profundo, principalmente por la belleza de sus imágenes y la fuerza sutil de su guión.

Una historia que contrasta el pasado con el presente en todo ámbito de cosas. El protagonista, dueño de una vida acomodada y fácil en lo material, pero carente de sentido y motivaciones en lo espiritual. Es un escritor que busca respuesta en personas y lugares equivocados. Dueño de una vida que trata de conectar el pasado, sus raíces, con el presente y más importante aún, con su futuro. “La gran belleza” combina, además, un guión que es rico en detalles y buenos diálogos con una dirección que resulta extraña, pero efectiva para sumergir al espectador en un cúmulo de emociones, donde la nostalgia es el invitado de honor.

En cuanto a lo visual, el director aprovecha al máximo la ciudad eterna, para rodar escenas increíbles y memorables, aprovechando el espacio en cada momento. Ese aprovechamiento se refleja en el contraste entre lo moderno y lo antiguo o clásico. La niña pintando un cuadro abstracto con muchos colores, contrapuesto a ese recorrido por la Roma eterna, abundante en esculturas y pinturas de los grandes maestros de las artes. La música, presente en toda la película, contrasta también en escenas en que se utilizan clásicas melodías para convertirlas en música electrónica, adorno necesario para aquellas fiestas en que lo banal, lo superficial y las apariencias maquillan una realidad a nivel individual muchas veces distintas. Situación que el protagonista percibe y se niega a aceptar al comienzo de la película esbozando aquella frase: “Yo estaba destinado a la sensibilidad”.

En definitiva, dudo que el inexorable paso del tiempo, le perjudique dejando en el olvido a “La gran belleza”. Es una obra llena de calidad, profundidad, precisión y hermosura. Construida como un poema visual, la cinta avanza con una seguridad inigualable a un final que no decepciona en absoluto, dejando al espectador con una sensación amarga por el desarrollo y el mensaje de la película, pero paradójicamente, con la sensación de satisfacción por haber visto cine de alta calidad.
Juan Antonio
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8
3 de diciembre de 2013
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de animación cada cierto tiempo nos entrega verdaderas joyas. Películas que quedan no sólo en el recuerdo de niños, sino también de adultos. En lo que va de siglo, “El viaje de Chihiro” (2001), Toy Story 3” (2010) y “Monster Inc.” (2001), se alzan como grandes exponentes de un género que cada día adquiere más importancia, sobre todo por el aprovechamiento de la tecnología y el buen tratamiento de las historias. En este sentido, el máximo exponente, el genio japonés (lamentablemente ya retirado), Hayao Miyazaki, ha dado lecciones de cómo combinar preciosas imágenes con buenos guiones, consolidándose como uno de los grandes (sino el mejor) directores de la historia del cine de animación.

El año 2009, Pixar logró una verdadera obra maestra. “Up” se llevó toda la atención de críticos y público, logrando entre otras, el Oscar y el Globo de oro a la mejor película de animación. A ojos de la mayoría, y sin derecho a discusión, eso parecía justo y lógico. El debate se genera cuando el mismo año 2009, una emergente productora, a años luz de distancia de Gibli y Pixar en cuanto a publicidad e historia, logra una película de animación que nada tiene que envidiarle a “Up”.

“Mary and Max” es una pequeña joya, que se encumbra como una de las mejores películas de animación en lo que va de siglo. A diferencia de “Up”, esta producción australiana está dirigida a un público adulto. Usando la técnica de stop motion, la película posee un guion completo y brillantemente elaborado. Una voz en off se encarga de la narración de una historia oscura, trágica y triste, alejada en la mayor parte de su metraje, de toda alegría y positivismo. Temas como la soledad, la tolerancia y la comunicación sitúan la trama en un nivel que difícilmente captaría un niño en su totalidad.

“Mary and Max” tiene un final marcado por la tragedia y el dolor. Tan triste como “La tumba de las luciérnagas” (Isao Takahata, 1988) y tan sombría como “Coraline” (Henry Selick, 2009), la película avanza con diálogos inteligentes y abundantes en información y detalles, recordándonos que nunca una voz en off fue tan efectiva y necesaria. En resumen “Mary and Max” se aleja de la típica película de animación y logra que disfrutemos y presenciemos una conmovedora historia, quizás una de las mejores que el séptimo arte nos ha dado en los últimos años.
Juan Antonio
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