Antiguamente se diría que tiene menos detalles que el salpicadero de un Panda. Así es. No hay exteriores. Sólo una yuxtaposición de planos cortos en interior, de estética de película americana de culto, envuelta en música de ópera u opereta, no sé decir. Diálogo manido, turbio, deja vu. Metraje extenso como una sabana, personajes, sobre todo los femeninos, que no identificas, no sabes si una es una o es la otra. Un tren que lleva a 2046 y del que no se vuelve, pero parece que le que no vuelve es el espectador, que queda aplatanado en su butaca. Será un poema, pero de efectos de adormidera opiácea. Un desastre visual que incluso repite escenas y diálogos para recalcar el tono romántico. Para olvidar. Pero a los intelectualoides con gafitas les habrá gustado....

Barroca, de imagen preciosista. Pero aburrida al máximo. Canciones tipo goma, que se estiran y estiran y no acaban jamás. Pero, encima, dobladas al castellano parecen encajadas con calzador. Chistosas.
Sólo se libra el comienzo, fascinante, del mundo de la Opera Parisina. Y la carita asustada e inocente de la sustituta, que, vaya, siempre triunfa en la sustitución.

Académica, sí, pero entretenida. No cansa la ampulosidad de los decorados, de la Florencia nocturna, de las villas enmarcadas por los jardines cuidados. Kristin Scott no es una belleza rompedora pero posee ese encanto clásico que exigía el personaje. Quizá Sean Penn desentona, porque es aún más gamberro que el protagonista. Pero el conjunto puede calificarse de notable. Pasó inadvertida en su momento. Hoy, gracias a Internet, redundo, GRACIAS A INTERNET, puede recuperarse su visionado. Si esperamos a las TV nos salen telarañans en las bisagras de los ojos.

Ritmo, interés, tensión. Tres constantes que se mantienen en este film de Fritz Lang, un maestro austriaco que conquistó la meca del cine (otros sólo llegan a gobernador de California). Todos los actores están fenomenal, incluso Arthur Kennedy que no llega a caer simpático ni incluso de bueno. El final quizá es algo apresurado y un tanto artificial, pero la peli ha aguantado magnificamente el tiempo. Me sorprendió al principio los MALOS LLEVANDOSE BIEN ENTRE ELLOS, cosa rara, pues es una constante que los MALOS SE LLEVEN FATAL CON LOS PROPIOS MALOS. Pero la historia poco a poco me da la razón.

Larga, recorre la historia china hasta la Revolución cultural. Demasiado larga, algo confusa con los protagonistas, que, salvando el tópico, parecen sacados del mismo patrón. La pregunta es clara: ¿es eso la ópera china? Con todo el respeto del mundo, los cánticos parecen más una patrulla de gatos hambrientos que unos actores de ópera. ¿Había que machacar a los niños para forjar unos cantantes así? No entiendo nada. El caso es que todo el mundo quedaba fascinado por las melodías entre princesa y rey del escenario, nadie sacaba tomates para proyectarlos hacia alli. Por entonces, en el sillón desde donde contemplaba la película, yo hacía esfuerzos titánicos para no caer dormido. Menos mal que los goznes y las bisagras chirriaban cada vez que había una escena operística. Casi hasta agradecí que los inmisericordes comunistas dieran lo suyo a la tradición. Nacho Pérez.