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España España · Madrid
Críticas de Edu16k
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Críticas 115
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
19 de octubre de 2013
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se estrena el próximo viernes 25 de octubre en los cines españoles la última película de Elijah Wood (Frodo en la trilogía de “El Señor de los anillos”), teniendo en la dirección al alicantino Eugenio Mira (“Agnosia”) y en la producción al director internacional español Rodrigo Cortés (“Enterrado”). La cinta también cuenta con las actuaciones de John Cusack (“El mayordomo”) y Kerry Bishé (“Argo”).

El argumento se centra en un pianista de fama mundial, Tom Selznick (Wood), que lleva cinco años sin actuar; después de que se bloqueara en su última actuación y no pudiera terminar de tocar “La cinquette”, creación de su maestro y catalogada como la “obra imposible de tocar”.

Prácticamente obligado por su mujer, la actriz más famosa del momento (Bishé), volverá a los escenarios, en un concierto que espera tranquilo y con el fin de recuperar confianza. Pero todo se empieza a torcer cuando entre sus partituras alguien (Cusack) ha escrito que morirá él y su mujer si falla una sola nota, obligándole a completar con éxito la partitura imposible.

“Grand Piano” arranca con unos angustiosos créditos que se centran en describir cada palmo de quien será el protagonista absoluto de la cinta: el piano. Una vez iniciada en sí la película, conocemos a Tom y sus temores. Lo que puede parecer en principio un argumento sencillo, es decir, un pianista que se ve obligado a no fallar una nota o sino morirá, se transforma secuencia a secuencia en un endiablado thriller que rezuma suspense en cada plano o diálogo. Dicho suspense irá aumentando de forma exponencial hasta conseguir perder de vista su objetivo inicial, y transformando la película y perdiendo así toda coherencia el argumento.

Pero esto no pasa hasta su desdibujado final, el cual destroza el puzzle bien orquestado durante toda la cinta. Resulta curioso que teniendo en la producción a Cortés, que no le tembló la mano a la hora de saber finalizar su film más aplaudido (“Enterrado”), se haya pervertido de tal forma lo que en el ecuador de la cinta se estaba convirtiendo en una obra con un excelente sello hitchcockiano (salvándose las distancias, por supuesto).

Dicho argumento recordará inevitablemente a esa película de Colin Farrel, “Última llamada”, en la que Joel Schumacher (sí, el mismo que le puso pezones al traje de Batman) le mete en una cabina en la mayor parte del metraje, siendo amenazado por la voz de Kiefer Sutherland (“24”). Pero si bien en aquélla, el fallido Alejandro Magno tenía que estarse quieto y la trama brillaba por su realismo; en ésta, el bueno de Elijah Wood tendrá no sólo que no fallar ni una nota, sino conseguir salvar a su mujer, intentar pedir ayuda y averiguar dónde se esconde el villano de la función. Todo ello mientras el público no se entera de nada.

Es ahí donde más cuesta digerir la trama; en el hecho de que el protagonista, nervioso ya de por sí por llevar cinco años sin tocar en público, deba sobreponerse a sus miedos y afrontar con entereza la situación, y más teniendo en cuenta que (tal y como dicen en la película) “el público no se da cuenta si fallas una nota”. Pero todo eso se podría haber salvado si no fuese por su autocomplaciente final, que echa por tierra toda la excelente puesta en escena, la gran ambientación y la formidable banda sonora y recreación del concierto.

En definitiva, lo ideal hubiera sido coger “Grand Piano” y fusionarlo con el final de “Enterrado”, transformando la cinta y dándole un final digno y consecuente con la propuesta y desarrollo ofrecidos. Así se habría ganado el sobresaliente.

Lo peor: el final del film, desde que se descubre “el pastel”.

Lo mejor: La excelente puesta en escena, la gran ambientación y la formidable banda sonora y recreación del concierto; así como un Elijah Wood que no deja de sorprender.

@EduQuintana16
Edu16k
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3
6 de octubre de 2013
32 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director, es el mismo que sorprendió en 2011 con la excelente “El inocente”, la cual catapultó a Matthew McConaughey en papeles serios, alejándole del papel agenciado para él en Hollywood de “cachitas” en películas románticas de dudosa gracia.

Pues bien, una vez demostrada su valía, en “Runner runner” tocaba “lavar la imagen” de dos niños mimados de la industria del cine, intentando ofrecerles un vehículo de lucimiento serio, siendo nada menos que Ben Affleck y Justin Timberlake. La fórmula no podía volver a salir, no sólo porque la historia y desarrollo no están a la altura de la anterior, sino también porque el bueno de Matthew es muchísimo mejor actor que el nuevo (y denostado) Batman y el cantante que quiere ser actor.

La historia cuenta como un universitario de Princeton, Richie Furst (Timberlake), pierde todo su dinero (destinado para pagar su matrícula) jugando al póker online. Como está convencido de que le han timado, se va a Costa Rica a pedirle que le devuelvan su dinero, acudiendo al mismísimo dueño de la página web de apuestas online, Ivan Block (Affleck).

Una vez se lo demuestra, Block le reclutará para su negocio, descubriendo el mundo de lujo que ello conlleva. Pero todo empieza a torcerse cuando un agente del FBI (Anthony Mackie) empieza a investigarles.

El argumento de “Runner runner” parece interesante, pero no lo es, puesto que se sostiene a base de incoherencias y de aglutinar tópicos y reflejar escenas típicas del género. La primera incoherencia que desbarata todo el argumento no tarda en llegar, debido a que si pierde todo su dinero (literalmente), ¿cómo paga el avión y la estancia en Costa Rica?. Porque la propia historia demuestra que no lo saca ni de sus amigos (tan pobres como él) ni de su alcohólico, jugador empedernido y adeudado padre.

Pero más allá de este error (garrafal) de argumento, salvable si la historia lo merece (que no es el caso), no hay nada que atraiga de la propuesta. No lo hacen sus protagonistas, con este trío que no tiene química ni carisma; ni tampoco atrae su desarrollo, previsible y nada novedoso o interesante. Afirmar que lo más interesante de la cinta es oír a Affleck y Timberlake chapurreando español resultaría cruel si no fuese la más pura verdad.

Definitivamente, en “Runner runner” nos encontramos ante uno de los estrenos más flojos y evitables del año, con una historia que se hace larga aún a pesar de su corta duración, y un desenlace que se intuye al mostrarse la primera duda del protagonista respecto a la actitud e intenciones de su jefe, un Ben Affleck plano, tanto en su actuación como en los matices de sus gestos faciales (inexistentes).

La gracia del reparto era ver a dos de los actores que menos saben gesticular de la actualidad (sólo faltaba que acudiera también Keanu Reeves) jugando entre ellos a las cartas y ver su “cara de póker”, pero ni eso nos han querido regalar, ya que el tema del póker es bastante secundario, y cuando aparece es online, con lo cual pierde toda la gracia.

Lo mejor: Que sólo dura 90 minutos y Anthony Mackie, que le da un poco de “vidilla” a este soso thriller.

Lo peor: Que Ben “Bruce Wayne” Affleck sigue demostrando que debería limitarse a dirigir y dejarse de actuaciones planas.

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Edu16k
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5
22 de septiembre de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este biopic comienza de forma arrolladora, con un excelente prólogo donde un viejo Jobs presenta el “ipod” con un gran discurso ante un público entregadísimo; pero que luego empieza a decaer constantemente, no transmitiendo durante la cinta apenas emociones, sólo un inmenso tedio. Así pues, este panfleto publicitario de ‘Apple’ (no tan descarado como el ofrecido en “Los becarios” con ‘Google’) arrastra un ritmo lento y poco atractivo; sólo interesante para grandes fans de la compañía y Jobs, o bien quienes sean expertos informáticos y comprendan la enorme verborrea técnica e informática que comentan.

El desconocido director es Joshua Michael Stern, sin trabajos anteriores conocidos o interesantes, el cual se enfrasca en un relato pesado y sin la chispa necesaria, resultando muchísimo más entretenida el telefilm “Piratas de Silicon Valley” (1999), también ambientado en los inicio de Apple, aunque con ciertas libertades en cuanto a la veracidad de algunos hechos.

En cuanto a Ashton Kutcher, resulta aplaudible su interpretación del veterano Steve Jobs, pero una vez lo empezamos a ver de joven pierde esa magia, quedándose en una imitación de su extraña forma de andar y poco más. Desaprovecha una fantástica oportunidad de haber dado el paso adelante que tanto necesita su carrera cinematográfica.

En resumen, nos encontramos ante un biopic innecesario, que aunque no duda en remarcar los defectos del gurú de la innovación y la tecnología y no sólo sus aciertos, no aporta suficiente como para conseguir que un espectador “virgen” en temas tecnológicos aguante más de dos horas, y menos ante esa falta de ritmo de la que adolece la cinta.

Lo mejor: El prólogo de Steve Jobs presentando el “ipod” en 2001.

Lo peor: Que no cuenta su mejor etapa, tras su vuelta a Apple, limitándose a contar sus inicios y se deja el otro gran salto revolucionario que provocó (¿esperaban contarlo en una secuela?).

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9
20 de septiembre de 2013
62 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cinta está dirigida por un sorprendente Ron Howard, que firma una trepidante cinta y se encuentra en muchísima mejor forma de la que se esperaba después de dirigir la aburridísima “¡Qué dilema!”; siendo, sin lugar a dudas, uno de sus mejores trabajos. Este hecho se confirma cuando se aprecia un film con muy pocos defectos y rebosante de virtudes, donde también resaltan unos protagonistas inspirados, que han sabido camaleonizarse en sus personajes más allá de lo estrictamente físico.

“Rush” es un trepidante espectáculo que gustará a la gran mayoría del público, incluso a aquéllos (como un servidor) que no les gusta la Fórmula 1. Eso sí, como te guste dicha competición, las sensaciones que transmite la película serán multiplicadas en grandísima medida, sintiendo el subidón de adrenalina de los pilotos y disfrutando de dos horas de acción y tensión magníficamente equilibrada.

Ron Howard sabe dosificar las escenas de carreras brillantemente filmadas con grandes secuencias íntimas de los protagonistas, mostrando fielmente el miedo que sienten los pilotos y como asumen que pueden morir en cada carrera y en cada curva.

Resulta imprescindible destacar la gran labor de todo el reparto, en especial de la pareja formada por Hemsworth (“Thor”) y Brühl (“The Pelayos”), que se mimetizan con sus personajes y parece estar viendo a cada uno bien diferenciado, donde el británico es alocado, impulsivo y muy agresivo, actuando antes de pensar en posibles consecuencias; mientras que el austriaco es taimado, controlador y no toma una decisión si no estima que sea la correcta, siendo un piloto completísimo, pero previsible en sus acciones. La rivalidad que cuenta la película se respira en cada secuencia, se siente en cada mirada; pero también se aprecia el respeto mutuo y las ganas no sólo de superar al rival, sino de mejorarse ellos mismos, puliendo sus respectivas técnicas.

Definitivamente, en “Rush”, nos encontramos ante la mejor interpretación de ambos en sus respectivas carreras; pero, aún así, Brühl se encuentra un peldaño por encima, donde el marido de Elsa Pataky se encuentra justo detrás cogiendo rebufo.

En resumen, nos encontramos ante un auténtico espectáculo, que sabe equilibrar a la perfección las escenas de acción con la interacción y evolución de los personajes, manteniendo siempre el pulso necesario para que no decaiga el interés del espectador. Todo ello la convierte en una de las películas imprescindibles del año.

Lo mejor: La película en general; pero, ante todo, sus protagonistas, en especial Daniel “Niki Lauda” Brühl.

Lo peor: Algunos dirán que la dureza en las escenas de la limpieza de los pulmones, pero estimo que esa secuencia es imprescindible para entender el sufrimiento interior y exterior de Lauda (puesto que mientras tanto, está viendo en la televisión como Hunt gana todas las carreras).

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5
8 de septiembre de 2013
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Hollywood hay algo peor que su afán por exprimir lo que dio frutos, ya sea a través de remakes, secuelas, reboots o adaptaciones de series famosas en otras épocas; y es cuando dos estudios se empeñan en estrenar el mismo año dos películas con argumentos iguales. Ya ocurrió en 1998 con “Armageddon” y “Deep impact” y también el año pasado con el cuento de “Blancanieves” (en este caso, incluso hubo versión española). Y lo que acaba pasando es que el espectador las confunde, mezcla o simplemente evita una de ellas, creyendo ya haberla visto.

Y esto es lo que ocurre con “Asalto al poder” que comparte idea con la película de Gerard Butler y Antoine Fuqua estrenada el pasado mayo, “Objetivo: La Casa Blanca”. Es decir, qué ocurriría si se atacase el lugar más seguro y protegido del mundo: La Casa Blanca. Ambas películas demuestran que es más fácil de lo que parecía, puesto que el Servicio Secreto al que tanto quiere pertenecer John Cale (Channing Tatum), para impresionar a su hija (Lisa Simpson en carne y hueso), es derrotado en un fugaz ataque que pone en peligro al Presidente de los EE.UU (Jamie Foxx), que deberá confiar en el hombre declarado no apto para protegerle.

De esta forma, Tatum se erige como el héroe imbatible, la figura creada por John McClane de que un hombre suficientemente motivado puede con todo un ejército de anormales terroristas se repite en esta cinta, salpicada por ideas e iconos tomados de otros éxitos como “Independe Day” (del mismo director, y homenajeada en esta película) o la mismísima “Air Force One”, con un presidente que no va a esconderse, sino que es tan luchador como el encarnado por Harrison Ford, pero llevado unas ‘Air Jordan’. Pero si aquí hay un héroe, ése es el guionista, James Vanderbilt (“The amazing Spiderman 2”), que le vendió a Sony Pictures por 3 millones de dólares un guión que debió escribir en una servilleta mientras esperaba un taxi.

Y el elegido para firmar este despropósito no podía ser otro que el director alemán Roland Emmerich, el cual posee un título con matrícula de honor en explosiones y destrucciones gratuitas. Y como no podía ser menos, aquí hace gala de ello, regalando explosiones por doquier, que son innecesarias por muy bien filmadas que estén.

Mención aparte debe tener la motivación de los personajes, que van desde el bueno buenísimo que sólo intenta que su hija le haga caso (y se perdió su función, ¿de qué me suena eso? ¡Ah, sí! De otras cien películas americanas…), pasando por el presidente negro estereotipado (aunque tiene el mejor chiste de la película, muy ofensivo, pero el mejor) y llegando al villano egoísta que sólo vela por su venganza e interés, dándole igual que mueran miles de millones de personas.

A pesar de todo esto, y aún teniendo un protagonista que no da la talla, la película se presta a la autoparodia y a la acción desmadrada, encallando sólo en una duración excesiva y totalmente innecesaria que torpedea en exceso un producto que podía haber tenido mejor aspecto final.

En resumen, salvando sus múltiples errores, deficiencias y despropósitos, la cinta es un buen producto de acción, estando entretenida en la mayoría de su tramo. Son sus secundarios (Maggie Gyllenhaal, Richard Jenkins y un gran James Woods) los que consiguen mantener la atención del espectador, proporcionando los mejores diálogos, puesto que las mejores escenas son las de acción.

Lo mejor: Las escenas de acción, pero no son apoyadas por el resto de factores necesarios como para dignificar el resultado final.

Lo peor: Su excesiva duración y su primera y última escena, donde el Presidente quiere hacer “eso”. Totalmente innecesarias, no aportando nada interesante a la historia y alargando el metraje.

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