La había visto hace unos años, pero no había hecho crítica. Roberto un amiguete de la página me la recomendó y la volví a ver, aunque cuando comencé a revisar cada capítulo, la recordaba. Es una de esas series tan originales, de diálogos tan brillantes que ¡¡Cómo olvidarla!!

Su personaje central Phoebe Waller-Bridge, la dirigió y la creó, interpretando el papel principal Los diálogos se ofrecen como cuando nos hablamos a nosotros mismos, aunque en este caso lo hace puntualmente, dirigiéndose a la cámara, para establecer de esa manera, una complicidad única con el espectador.

Rompe con los esquemas de la comedia, aportando frescura, chispa, mucha gracia e ingenio. Una joya recomendable, con una valoración global muy justa.

Son mi debilidad todos esos cotilleos que generan las mariquitas malas, convenciendo a personas honestas y buenas que confían en "ellas" para compartir sus secretos más íntimos, siendo traicionadas de manera certera, casi inmediata.

Truman Capote, según refleja la magnífica serie, era despiadado con quien quería serlo; no respetaba ni siquiera a sus amistades, de las que esparcía cuanto sucedido descubriese, desvelando su privacidad, a través de comentarios infames.

Bocado goloso para toda aquella sociedad hipócrita sumida en una vileza abyecta... Hay que ser muy inteligente para hacer poder de la maldad.

Mateus Almada, y Maurício José Barcellos, hacen un trabajo eficaz, muy natural, estableciendo entre ambos una complicidad sincera que llega al espectador. Pero más allá de eso, no existe nada.

La historia es de una trivialidad sofocante. Cargada de subtramas insignificantes, banales; que en algún momento te hacen preguntarte... ¿Pero por qué estoy viendo esto, si no tiene sentido?

Me interesan las historias sencillas, íntimas, sin grandes desarrollos siempre que alberguen algo en la trama, estableciendo complicidad emocional con el espectador.

Fueron muy pocos los instantes que me interesé por ella... Tal vez el tratamiento que dan a la amistad de los protagonistas al enfrentarse a la homosexualidad de uno de ellos, y como el otro lo acepta espontáneamente, sin conflictos; incluso bromeando con aspectos de la propia relación. Potente dirección, dando calado a miradas y gestos que amplían el horizonte interpretativo.

Al llegar al capítulo 5, me di cuenta de algo levemente preocupante: Viviendo alojados en una época mansa, de cinematografía dócil; una serie como RIPLEY, ha reunido una nota global rozando el 8, lo cual me hizo deducir, que somos demasiados los perversos, que ciertamente gozamos de la vileza que ofrece un ser tan abyecto como TOM RIPLEY.

Una producción absolutamente sobresaliente. Todos los personajes tienen algo que contar, encabezados por Andrew Scott que ofrece una caracterización inquietante, oscura... magnética.

Supera el 8, y bien podría haberla valorado con un 9. Lo mejor de Netflix en mucho tiempo.

Creo que los asexuados tal vez padezcan algún conflicto personal que debiera tratarse para que la interacción esté normalizada en sus vidas. En cuanto a SLOW, resulta indiferente mantener o no relaciones sexuales, opción que cada uno puede y debe adoptar, según decida.

En los asexuados existe un conflicto que si es libremente asumido, no tiene mayor trascendencia, siempre y cuando no haya sido generado por una situación traumática anterior; algo que sospecho, hubiera podido suceder.

La película es aburrida y con limitados recursos de entretenimiento, no se ahonda en lo que se relata y el tono es melifluo además de extremadamente superficial.