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España España · málaga
Críticas de nachete
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Críticas 255
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
10 de marzo de 2008
44 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre lúcida y desencantada, la irreverente Lina Wertmüller saldó cuentas con la propia maldad inherente al ser humano realizando una de las aproximaciones más terribles e inteligentes a ese vergonzoso pedazo de historia que fue el nazismo. Lo hizo siguiendo los pasos de Pasqualino (Giannini, en una de las mejores interpretaciones de todos los tiempos), seductor de poca monta y fiel defensor de rancios y caducos valores (nobleza, decoro), los que pretende atribuir a su propia prole: madre y siete hermanas. Así empieza, como descripción en flashback sardónica y pintoresca. Pero en el transcurso de la película esta irá mudando de piel sucesivamente, abriéndose a nuevas (y cada vez más tristes) lecturas.

Lo que en un principio apunta a una farsa burda y tronchante de tintes negros y policíacos (a medio camino entre el western revisitado en clave irónica -el decadente duelo en el prostíbulo- y el más puro Fellini -esas carnales y lujuriosas hermanas), se torna después en drama desolador. Afortunadamente la risa amarga no llega a desaparecer del todo; la comedia sirve como perfecto cauce a través del cual describir al protagonista, patético y tierno a la vez, con sus (escasas) virtudes y sus (muchos) defectos, algo así como la perfecta representación de una Italia fascista encharcada en sus propias ansias de poder y grandeza, a la que la Wertmüller pone en su sitio en un diálogo memorable. Luego todo se tuerce, los ángulos humorísticos se irán matizando conforme avance la peripecia de Pasqualino, hasta desembocar en un tramo final en el que ya se ha sobrepasado la línea y no hay vuelta atrás: cualquier apunte cómico queda fuera de lugar, sólo hay sitio para la lágrima y el dolor.

El talento de Wertmüller no sólo reside en su asombrosa capacidad para aunar comedia y drama, llegando incluso a hacer humor con un hombre ahorcado al fondo del plano (y sin recurrir a zafios sentimentalismos: ¡aprende, Benigni!), sino en crear metáforas perfectas para ilustrar el progresivo deterioro moral al que se expone el ser humano en su último afán por sobrevivir. No hay duda: la película es cristalina y demoledora, terrible en su diagnóstico y durísima en su exposición. Como no podía ser de otra forma, las palabras de Hobbes vuelven a mostrarse verdaderas y el sentimiento que queda es el de la rabia y la impotencia que nos atenazan cuando se impone sin remedio y ante nuestros ojos la locura colectiva más destructiva y terrorífica que se pueda imaginar. No por nada la película comienza con un poema recitado en tono grave, mientras de fondo se suceden imágenes de caos, destrucción, muerte y desolación que preludian el claro devenir de nuestros días, ligados a un futuro opaco y desesperanzador: un futuro en el que la gente se mata por una simple manzana.

Lo mejor: lo grotesco y lo cómico bailando a un mismo son.
Lo peor: quizás se puedan limar algunas asperezas estéticas.
nachete
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5
8 de marzo de 2008
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una cosa es cocer a fuego lento, otra muy distinta calentar al sol teniendo una lumbre a mano. Con esto no quiero decir nada más que lo que digo: que al film de Dominik le sobran sus buenos 60 minutos de metraje (si, 60: aproximadamente) y su buen manojo de ambiciones, estéticas y narrativas. Demasiado preámbulo para tan poco resultado, ¿no?. Porque no nos engañemos: El asesinato... no cuenta mucho más de lo que contaron las versiones anteriores de Lang o Fuller, pero sí de una forma más lucida y vistosa. También más torpemente. Me costó conectar con las emociones de los personajes, encontré demasiados titubeos en una primera hora de metraje mayormente aburrida, me sobraron tanto redundante texto en off y tantas pretensiones, me sobró su ritmo moroso y falsamente contemplativo.

Valoro la obra de Terrence Malick, disfruto con la metafísica del paisaje y la comunión del hombre con la naturaleza, pero en este caso el embelesamiento visual que programa Roger Deakins me parece innecesario y artificial, una forma fácil de dotar de profundidad y relevancia a aquello que no la tiene, un recurso simplón para engrosar la dimensión poética del legendario J. James (que probablemente se reiría contemplándose filósofo de las praderas con la jeta de Brad Pitt) y hacer del relato una especie de exploración trascendental del forjamiento de una leyenda y los satélites que la circundan (y la sufren).

También hay buen cine en ella, claro: el fantasmagórico asalto al tren (realista y onírico a partes iguales, con la poesía de lo silente acechando en cada plano) o los careos entre James y su futuro asesino R. Ford. Y llego aquí al que considero el mejor punto de la película: la interpretación de Casey Affleck, componiendo el personaje más interesante de todos. Humanísimo, complejo, una triste figura que condensa todas las pasiones y miserias del ser humano (avaricia, ambición, celos, arrepentimiento, vergüenza). Es una lástima que Dominik nos ofrezca bien masticadito su difícil papel en una comparación explícita con James que malogra lo que hasta el momento conformaba un epílogo intachable.

Son estos últimos 45 minutos, pese a todo, los mejores de toda la película, curiosamente el tramo de obra que coincide en hechos narrados con la más modesta y breve aproximación que hizo Fuller al mito en Balas vengadoras, que también focalizaba su mirada en la cobarde faz de Ford en detrimento de la mucho más célebre de JJ. Con excusa romántica y muchos más recursos ficcionales, sí, pero siendo en su diagnóstico igual de penetrante y triste y el doble de entretenida que la que nos ocupa. El filme de Dominik tiene más credibilidad y un aroma a cine "de calidad" que le aportará muchos puntos, pero yo me sigo quedando con Fuller, más directo y con una poética del oprobio y la vergüenza genuina y visceral, incontaminada de registros líricos forzados y (parcialmente) gratuitos.

Lo mejor: Casey Affleck.
Lo peor: demasiado metraje y desaprovechar a Mary-Louise Parker.
nachete
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4
8 de marzo de 2008
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algo frustrante en esta película, y tiene que ver con el talento de Castañeda para crear imágenes capaces de infundir verdadero miedo en el espectador: ¿por qué desaprovechar este potencial en un guión tan manido y pretencioso? Lo pretencioso, sobra decirlo, se desliza del papel a la forma con pasmosa facilidad. Lo trascendente casa bien continente y contenido cuando el discurso es sólido y tiene algo personal que decir; si, como es el caso, este se limita a recuperar la deuda del nuevo cine de terror oriental y a cascarte traumas personales que no aportan nada el resultado puede ser una película tan decepcionante como esta Km 31, cuya densidad formal pesa más que un muerto y hace que su visión resulte siempre un tanto plomiza, un tanto cargante.

Creo que le ha pasado un poco lo mismo que a Nacho Cerdá y Los abandonados: a Rigoberto le veo talento como realizador, pero la historia que cuenta interesa tan poco y la forma en que la cuenta se agota tan rápidamente que echa por tierra cualquier logro estilístico que pudiera haber desperdigado a lo largo del metraje. Quizás si hubiera tirado de elementos más tradicionales la cosa hubiera despertado más interés, pero con estos mimbres narrativos y una propuesta visual cada vez más tendente a la pedantería no queda nada que hacer si no lamentarse de lo que es y de lo que pudiera haber sido. Lo que no quita que más adelante, con un guión más original y mejor trenzado y un mayor control de sus ambiciones, el tal Rigoberto pueda ofrecer alguna película de género verdaderamente interesante. Capacidad, tiene.

Lo mejor: acomete las escenas de puro miedo con templanza, sin abusar de golpes de efecto. Y eso me gusta (y me asusta).
Lo peor: un final en el que Castañeda se pasa siete pueblos. Horroroso.
nachete
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8
7 de marzo de 2008
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La grandeza de un director debe medirse en función de su capacidad para trascender un material de segunda, tercera o cuarta mano y convertirlo en arte puro, personal. O al menos debería ser una variable más a tener en cuenta. Fuller ratifica lo enorme de su talento con este melodrama rarísimo y demencial, con prostitutas en busca de redención, sueños rotos y ribetes de film noir insertados a modo de electroshocks narrativos (la escena de apertura, la visita a la madame). Una luz en el hampa (esquivo pero finalmente inteligente y hermoso título en castellano para el mucho más explícito The naked kiss) es una obra que muta a través de la forma que le imprime su director: así, un improbable y moralista relato de expiación y búsqueda de la felicidad (esa ansiada “normalidad”) se transforma, mediado el metraje, en un emocionante y sugestivo ejercicio de kitsch con visos de retratar el fondo nada ejemplar que se esconde en aquello que parece no tener mácula.

Aunque es evidente que Fuller no es un pensador profundo, nadie le negará su capacidad para esbozar personajes con sus luces y sus sombras, nunca del todo buenos (¿quién lo es?), nunca del todo claros. Constance Towers realiza una interpretación magistral e insufla vida, rabia y ternura a uno de los personajes más singulares y memorables de la historia del cine, llevando la película a un nivel emocional que en un principio resultaba improbable. Sólo ella podía alejar del ridículo una historia así, y sólo Fuller podía tener los cojones y el talento suficiente para reconvertir una canción inicialmente lacrimógena interpretada por niños discapacitados en una melodía perversa dispuesta a acompañar a la escena más perdurable -y perturbadora- del filme. Clara demostración de que en Fuller nada es evidente, y de que éste siempre será fiel a sí mismo y a su forma de ver y entender el cine y la vida, incluso moviéndose en un tema tan peliagudo como el que plantea la película (y que nuestro hombre contempla con ese prisma ligeramente reaccionario, pero inconfundiblemente honesto, que le caracteriza y que tantas polémicas ha suscitado en el gremio de la crítica más progresista).

Lo mejor: una escena cumbre que no desvelaré.
Lo peor: la fina línea que separa lo sublime de lo ridículo siempre está presente.
nachete
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4
2 de marzo de 2008
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy preocupado, es la primera vez que me aburro viendo una peli de caníbales a la caza de jóvenes guapos y desorientados. No sé si es que me estoy haciendo viejo o es que realmente el film de Lynch no vale una mierda. Tampoco se lo pone fácil, he de decir: se abre con una secuencia que incluye uno de los hachazos más bestias y memorables de la historia del cine, antológico en su contundencia y creatividad. Con este antecedente es normal que el resto de muertes (todas dignísimas y dolorosas) queden algo sosas por comparación. Pero el problema no es ese, el problema radica en el propio guión, por una parte, y en su factura videoclubera por la otra. El guión no exprime lo suficiente su premisa argumental (reality de supervivencia superado por las circunstancias) y se atasca en golpes de humor chusco, ideas de manual y un diseño de personajes previsible. Entre muerte y muerte no hay verdadera tensión, y eso se nota, al igual que los calcos y robos a escenas de otras películas, algo que ya canta y mucho.

En cuanto a su factura, carece de un buen director de fotografía que resalte lo inquietante que puede ser un bosque aún a plena luz del día, por ejemplo. Sumemos a esto que Lynch es un mandao con mucha serie B a sus espaldas pero poco talento. Se esmera en encuadrar con cierto estilo y originalidad (se agradece), pero en las escenas de acción se le ve el plumero: un montaje anodinamente veloz y una incapacidad evidente para generar ritmo y sensación de peligro es lo que predomina, algo especialemente palpable en las escenas presumiblemente más tensas del conjunto (las huidas, etc.). El otro asidero al que me suelo acoger, el sexo, sólo asome el hocico una vez, sin demasiada clase pero poniéndole ganas de pajillero cumplidor: ya sabéis, no existen los desnudos gratuitos. El resto ni fu ni fa: tontolabas corriendo, jamonas sangrando, y la misma idea que presidía la primera parte y que Jesús Palacios supo resumir muy bien: para vencer a la guerra conviértete en guerra (si llevas la guerra dentro, como el Rambo que interpreta Henry Rollins, este axioma resulta innecesario).

En fin, sólo para los muy fanáticos del tema (entre los que me incluyo). Porque no será un prodigio de narrativa ni tendrá la mitad de clase que el original, pero de sangre y vísceras va bien cargadita.

Lo mejor: un SEÑOR HACHAZO.
Lo peor: un poco cansino todo, ¿no?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
nachete
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