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Críticas de Antonio Morales
Críticas 1.537
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
7 de junio de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente film producido por el independiente Mark Hellinger para la Universal y dirigido por el poco valorado Jules Dassin. Un impresionante film carcelario protagonizado por Burt Lancaster y un buen guión de Richard Brooks. Una poderosa denuncia de las condiciones de vida en las prisiones. A pesar de su pasión documentalista, el cineasta también poseía una acusada vena poética y expresionista que aparece en momentos concretos. Pese al tiempo transcurrido desde su producción, nunca se estrenó es España, sólo fue visible a través de la televisión y el DVD, la película conserva el enorme poder de convicción que Dassin desplegó en ella. Y que el transcurso de los años no ha servido sino para hacer todavía más evidente que de “Fuerza bruta” nacen todos los grandes films carcelarios que se han hecho con posterioridad.

Como Jules Dassin no es un cineasta “de moda”, nadie se ha molestado en airear las problemas que tuvo en Hollywood, salvo decir que fue víctima de la caza de brujas. Pero mucho antes de que esto ocurriera, tuvo muchos problemas en su etapa con la Metro por “atreverse” a pedir su aprobación en el montaje de sus películas. Este es su primer film tras su mala experiencia, la película posee la magia de cuando se junta el talento con la sinceridad. Las escenas de violencia son justamente famosas, pero están siempre insinuadas, jamás se muestran por lo que en nuestra memoria puede tomar la forma que queramos imaginar. La figura del sádico capitán de policía encarnada por Hume Cronyn, es uno de los mejores hallazgos del film, pero no mayor que la de los seis integrantes de la celda R-17.

Lo que ocurre es que Dassin pone en boca de este abyecto oficial carcelero, los pensamientos típicos de un sicópata arribista, presentándolo como un homosexual frustrado que goza golpeando a los reclusos mientras escuchamos el poema sinfónico “El Moldava” de Bodrich Smetana a todo volumen, ahogando así los gritos del torturado. Frente a este sujeto, se halla el médico “filósofo” que hace explícita la manera de pensar de Dassin y su guionista Brooks, el viejo doctor Walters (Art Smith) cuando dice: “Eso es capitán… Nada de inteligencia, nada de imaginación. Solo fuerza. Fuerza bruta. Le felicito, la fuerza hace líderes, pero se olvida de una cosa. También los destruye”. Una película que reúne las constantes del cine de prisiones, el motín, el soplón, los guardianes sádicos y el rebelde líder inconformista, porque mientras haya un hombre privado de libertad, existirá su intención de fugarse. Un film que influyó decisivamente en el género carcelario.
Antonio Morales
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9
6 de junio de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todas las películas sobre el tema, creo que esta es la mejor en cuanto a realismo y alejada de cualquier retórica o épica patriotera. En mi opinión, los primeros 45 minutos del film, son absolutamente magistrales, cine de muchos quilates, y lo digo yo, que he criticado a Spilberg cuando se pone solemne y pedante. El cineasta tiene una especial habilidad para llegar al corazón del espectador, aquí retrata a unos personajes humanos con sus virtudes y sus flaquezas, podemos sentir el sudor frío del miedo, aquella madrugada del seis de Junio de hace setenta años en la playa de Omaha, hacinados en aquellas barcazas, con el hedor a vómitos en medio de un mar embravecido, antes de llagar a la playa, morían por la lluvia de proyectiles de las ametralladoras alemanas que barrían la playa, cuando no, ahogados por el excesivo peso de sus mochilas y su nula pericia para nadar.

Es el propio anciano James Ryan (Matt Damon), el que rememora mediante un “flashback” el horror de esos días. Si he de quedarme con un momento inolvidable, sería cuando comunican la nefasta noticia a la angustiada madre de los Ryan, ese coche que ella atisba desde su quehacer cotidiano en la cocina acercándose en el horizonte, ella sale hasta el porche, está contado sin palabras, tan sólo punteada por la música maravillosa de John Williams, eso es el cine en estado puro, en cuatro planos sin subrayar nada está todo dicho. La mano temblorosa en su cantimplora del capitán John Miller (Tom Hanks) un pobre maestro de pueblo que añora su hogar, dirigiendo un pelotón hacia el patíbulo. Spielberg y su operador nos ofrecen unas imágenes desconocidas hasta la fecha, una experiencia vital, ese realismo atroz donde vemos la muerte tan cerca, cruda y absurda.

Alejada de la artificiosidad a la que estamos acostumbrados en los films bélicos, el lado vulnerable de un misticismo habitual de años pretéritos, muy pocos, han sabido compensar de forma tan precisa, dentro del cine bélico, el espectáculo con la intimidad, la tragedia con el miedo, el honor, y el dolor. Su pasión por el material que tiene entre manos, su determinación por sentar un punto y aparte en las convenciones del cine bélico y su valentía por economizar situaciones de fácil manipulación dramática, convierte al film en una obra inolvidable, en un bastión de buen cine que yo tengo entre mis favoritas del género bélico.
Antonio Morales
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5
5 de junio de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El apellido Bergman es sinónimo de cine, en esta ocasión me refiero a Ingrid y no a Ingmar. Me gustaría rendir tributo a esta gran actriz ganadora de tres Oscars, su mirada y su sonrisa, no han tenido rival, pues la cámara la amaba, no hay duda. Enamoró a Bogart en “Casablanca”, se refugió en la montañas con un miembro de las Brigadas Internacionales en “Por quién doblan las campanas”, fue asediada angustiosamente en “Luz de gas”, se enamoró perdidamente de su paciente en “Recuerda”, descubrió el uranio de los nazis en “Encadenados”, fue una monja adorable en “Las campanas de Santa María”, una doncella guerrera en “Juana de Arco”, hizo películas memorables con Rossellini, regresó a Hollywod con “Anastasia”, viajó en el “Asesinato en el Orient Exprés” y antes de morir de cáncer el mismo día que cumplía los 67 años, tuvo tiempo para encarnar magistralmente a Golda Meir para la televisión.

Cuando en 1936, la Bergman con 21 añitos protagonizaba “Intermezzo” de Gustaf Molander, en Hollywood triunfaba otra sueca, la Garbo con “La dama de las camelias”. El productor David O. Selznick se había independizado de la Metro y buscaba estrellas bajo contrato, después de ver este filme compró los derechos y se hizo con los servicios de la fotogenia personificada que era la actriz sueca. La versión americana la interpretó junto a Leslie Howard, galán entonces de moda. Cuando Ingrid llegó a Hollywood era una muchacha feliz, entusiasta y tímida.

Esta película sueca ha envejecido mucho, no deja de ser un discreto melodrama romántico, algo atrevido para la época en que el adulterio sólo se admitía si había castigo y penitencia. Lo que permanece de ella es su pegadiza melodía sentimental, el romanticismo que se crea gracias a la Bergman que enamora a la cámara con su sonrisa dulce e ingenua, me gusta la niña simpática de la que la protagonista es maestra de piano y todo lo demás es muy previsible. Su amante me parece muy mayor y poco atractivo para un bombón como la sueca. Estupendamente dirigida y fotografiada, destacando sobremanera los primeros planos antológicos de la Bergman.
Antonio Morales
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5
4 de junio de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con la llegada del sonoro, el estilo del joven Hitchcock se hizo tal vez más estático, menos audaz en un principio, reajustando un poco su metodología de acuerdo con las nuevas circunstancias. Es interesante recordar lo que Hitchcock le confesó a Truffaut en su libro- entrevista al respecto: “Con el advenimiento del sonoro, el cine se estancó bruscamente en una forma teatral. La movilidad de la cámara no cambia nada (…) El resultado es la pérdida del estilo cinematográfico y la pérdida también de toda fantasía”.

Esto vendría a remarcar el carácter en cierto modo de ópera prima que tenía “Blackmail”, aquí traducida como “Chantaje”; supondría un nuevo punto de partida, una especie de reorientación el modo de hacer cine, tal vez no tan voluntaria como obligada, pero real al fin y al cabo. De ahí la tonalidad de un cierto lastre en lo teatral. Aunque hablamos del primer film sonoro, esta afirmación no es del todo exacta, pues los productores no querían gastar tanto dinero por lo inestable de la situación, es sólo parcialmente sonora, pues Hitchcock terminó saliéndose con la suya, rodando el film con la técnica del sonoro, pero sin sonido y sincronizando luego las escenas, precisamente por ello el film se resiente de esta condición a medio camino entre las dos modalidades, y esta circunstancia es perceptible tanto en la interpretación como en la planificación.

Prueba de ello es el prólogo insólito en el cineasta, carente de diálogos que describe, en un ejemplar ejercicio de síntesis narrativa, los métodos de Scotland Yard haciendo una detención por sorpresa. El argumento de “Blackmail” no es nada despreciable, Alice White (Anny Ondra) es una joven que enfadada con su novio que es inspector de policía, hace amistad con un pintor que la invita a visitar su estudio y sus cuadros, tras intentar violarla, ella se defiende con un cuchillo teniendo un desenlace involuntario. Alguien ha visto lo sucedido e intenta chantajear a la chica. El cineasta recurre a su estilo de suspense y angustia todavía sin perfeccionar, la sombra de la culpa, además de un socarrón humor británico muy típico de Hitchcock. Para la historia ha quedado la espléndida secuencia en el British Museum. El cameo del maestro lo detallo en Spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Antonio Morales
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8
3 de junio de 2014
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente melodrama de origen teatral que nada tiene que ver con el cine negro que en la web se le atribuye, al menos, en mi opinión. Tiene un punto de vista naturalista tanto en la exposición del conflicto humano, típico triangulo, marido, esposa y amante, como en su ubicación geográfica en la costa de Monterrey, que ha hecho de la actividad pesquera y conservera, el centro de su mundo laboral. Filmado todo en un magnífico prólogo por Lang y su singular operador Nicholas Musaraca que lideró durante años la estimulante fotografía de la R.K.O. en films inolvidables como “La mujer pantera” o “Retorno al pasado”, ambas de J. Tourneur. Al filmar detalladamente el entorno, Lang hace de él otro elemento para el desarrollo del argumento. Y que precede a la llegada de la protagonista al pueblo, una mujer de vuelta de todo que arrastra un equipaje de frustraciones, desengaños y pasiones dormidas.

Basada en una obra de Clifford Odets, representada en Bradway en 1944, “Clash by night” escapa a la forzada carpintería psicológica de la obra teatral porque Lang utiliza los servicios del guionista Alfred Hayes para cambiar la perspectiva de la obra teatral. Fritz Lang hace de Mae Doyle (Barbara Stanwick) una heroína fragmentada y emocionalmente a la deriva, hasta transformar la historia de un afilado retrato femenino que sugiere de forma indirecta las aristas del drama, y aflora el entramado de soterrados deseos acudiendo a su habitual poder de síntesis. Basta con verla en el bar tomando una copa, repleta de mirones siempre pendientes de la llegada de cualquier extraño.

Nada ilustra mejor la rigidez social del pueblo que la presencia de Peggy (una juvenil Marilyn Monoe) con ganas de dejar el lugar para marcharse a la gran ciudad, muy parecido a lo que hizo Mae en el pasado. Mae acepta salir con Jerry D´Amato (Paul Douglas), amigo de su hermano y dueño de una embarcación, un tipo noble, de torpes modales que se presenta como su última oportunidad vital. Paralelamente conocerá a Earl (Robert Ryan) el operador del cine, en una visita a la cabina de proyección, un tipo, escéptico, bebedor y desengañado con las féminas. De nuevo el cine es utilizado simbólicamente como elemento ilusorio, que volverá a ser el centro de la trama. Melodrama pesimista y desencantado, de amores desgarrados e imposibles, sobre la condición humana pero sin énfasis alguno. Dejando que todo la tensión fluya desde el interior de cada plano y descubra una recreación del espacio necesaria para entender las tipologías y reacciones de los personajes. Lang una vez más da muestra de su maestría.
Antonio Morales
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