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Argentina Argentina · santa fe
Críticas de rouse cairos
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Críticas 296
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
4 de junio de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es un retrato muy actual, sincero y desprejuiciado, sobre el malestar del deseo y la falta de comunicación en las parejas de estos tiempos.

Con una dosis de audacia y sinceridad, esta ópera prima de Federico Finkielstain viene a actualizar el panorama de la comedia romántica nacional, situándose más bien en el lado oscuro del corazón. Amores clandestinos y parejas rutinarias, causa y consecuencia de un generalizado malestar afectivo por los que atraviesa una generación que hasta ahora en nuestro país ha sido más reflejada por la televisión que por el cine, la película enciende sus cámaras en el momento en el que comienzan a resquebrajarse las apariencias, para observar conflictos amorosos en parejas reconocibles de estos tiempos, donde el sexo resulta ser la manifestación más evidente del desajuste.
Construida como una pelicula coral en que las historias se entrecruzan, existen en el guion dos situaciones afectivas triangulares que se abrirán y decantarán en busca de alguna salida. Sus protagonistas tienen un denominador común: ninguno está conforme con quien tiene al lado. La rutina y la falta de pasión muestran -a veces con humor- sus aristas dramáticas interesantes y reconocibles en este retrato generacional que describe un estado de insatisfacción generalizado pero también un intento de superar temores y apostar por el cambio.

"No te enamores...” es una película despareja, cuyos momentos de genuina emoción alcanzan a tapar sus defectos más evidentes. Dejando de lado sus simplificaciones, el filme funciona eficazmente como retrato generacional. Una película que resulta por momentos fresca y creíble, nada prejuiciosa y que expresa con desparpajo conductas muy actuales y por lo tanto reconocibles e identificables.
Los registros cómicos y costumbristas están más logrados que la indagación de los sentimientos. El drama se canaliza, por momentos, a través del humor, aunque situaciones inicialmente cómicas terminan dando lástima.
Con momentos de emotivas verdades, esta comedia de color ambivalente tiene uno de sus puntos más fuertes en el buen elenco integrado por exponentes de una nueva generación de actores como Violeta Urtizberea, encargada de las más frecuentes intervenciones humorísticas junto a una imperdible Anita Pauls, en el rol de paciente psicótica. También son meritorios y disfrutables los roles de Pablo Rago, Pfenix y sobre todo Julieta Ortega en un personaje muy intenso.
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rouse cairos
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9
21 de mayo de 2012
48 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
El último film de Pablo Trapero es una conmocionante pintura social construida con los mejores recursos cinematográficos que se apoyan en la solidez de la imagen como punto de partida.
Elefante Blanco” aborda con calidad y sobre todo sin manipulaciones, la más salvaje de nuestras realidades sociales pero entendiendo al cine como espectáculo atrapante y movilizador.

La película toma su nombre del edificio a medio construir, símbolo viviente de las idas y vueltas de la historia argentina, proyectado en 1937 por el diputado socialista Alfredo Palacios, ideado para ser el hospital más grande de América latina. La obra -ubicada en el límite de Ciudad Oculta- nunca llegó a terminarse y actualmente persiste como un esqueleto emblemático de un oscilante compromiso de los distintos gobiernos hacia los más desposeídos. En esa locación, adaptada por la producción, transcurren partes fundamentales de la película.

El guion aborda la compleja realidad de las villas (hace una condensación de todas ellas) y se acerca desde la mirada de quienes se integran a esa realidad para mejorarla, como el caso de los llamados “curas villeros” que trabajan y misionan con sus habitantes, tratando de mantenerse independientes de los devenires políticos. En este sentido, aun siendo ficción, la película pretende dialogar con la realidad, haciendo referencia a la figura del padre Mugica y al edificio inconcluso mencionado, que son íconos reales, históricos. Aunque también se impone la actualización del actual contexto posglobalización, envilecido y mucho más violento que el que conoció Mugica.

Tanto los protagonistas principales como los secundarios, conjugan profesionalismo y espontaneidad, aportando expresividad y lenguaje acorde, imprescindibles para construir realismo verosímil y crear un clima de naturalidad.

La película se inclina por un relato más bien clásico, alejado de estéticas videocliperas, en el que se destaca el aprovechamiento de las locaciones mediante un virtuoso trabajo de cámara y fotografía que busca planos largos sin cortes, iluminados de distinta forma (hay varios memorables).

“Elefante Blanco” empieza y termina de la misma manera: sin diálogos, cediendo el protagonismo a la imagen y la música, hay gemidos, rezos o llantos en vez de palabras. La mirada visceral es lo fundamental. La soberbia puesta en escena permite que el espectador sea un testigo, un habitante más de ese espacio. Trapero apela a la fuerza de las imágenes. Y, en ese sentido, cada uno de sus planos tiene una potencia, una convicción y una carga emotiva que arrasan con cualquier suma de palabras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
rouse cairos
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6
23 de abril de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas en la historia del cine como «Man Rain», «Forrest Gump» o «Mi nombre es Sam» que se han acercado a las anomalías mentales a través de guiones que priorizaron otros aspectos antes que la enfermedad, para narrar ante todo una historia sazonada de ingredientes ficcionales. No es el caso de esta ópera prima del joven realizador Rodolfo Carnevale, que sin ser un documental médico, se acerca al autismo desde una experiencia directamente personal. Con elementos cinematográficos, se busca reflejar las aristas más difíciles de un tema que se desconoce masivamente, aunque está presente en muchas familias que (como ocurre con el director) tienen algún miembro afectado por esta misteriosa enfermedad, donde no hay dos casos iguales, porque el autismo no tiene cura pero también puede y debe tratarse.

"El Pozo" quiere indagar frontalmente en la problemática y particularmente en la repercusión sobre las relaciones familiares. El argumento consiste en mostrar la convivencia de una chica autista _que ha pasado largamente los 20 pero vive con sus padres (Eduardo Blanco y Patricia Palmer), como si tuviese cuatro años_, ya que además padece de un acentuado retraso mental. La joven (interpretada soberbiamente por Ana Fontán), también tiene un hermano menor (Túpac Larriera) sin problemas de salud pero con dificultades en la sociabilización y el estudio. La trama es ante todo un testimonio sobre la convivencia con alguien diferente y el caos general en el que se sumergen todos los miembros de una familia.

El film muestra la evolución de los vinculos, con sus idas y vueltas; la toma de conciencia de las limitaciones y los riesgos que necesitan de un espacio y una contención especial.
El amor fraternal y filial, la mirada de la sociedad, el desamparo, la esperanza y hasta una dosis de humor y fantasía circulan por el relato, valiente, veraz, sin concesiones edulcoradas.

A pesar de su tema ríspido, la película busca crear climas amables, cálidos e incluso introducir algunas partes oníricas similares a las ensoñaciones de la niña que cortaban el realismo agudo en "El laberinto del Fauno", intentando crear un lenguaje distinto para transmitir lo diferente.
No es una película de tiempos lentos, tiene un ritmo narrativo propio de una estructura por ahí más industrial sin llegar a ser una obra comercial.
Aunque Rodolfo Carnevale sea un joven egresado de la Universidad del Cine, su obra se acerca a lo clásico desde lo narrativo. La construcción dramática tiene más que ver con el cine intimista y emocional de Alejandro Doria que con el denominado Nuevo Cine Argentino. En el caso de esta ópera prima, logra desde lo actoral uno de los soportes más sólidos, donde se advierte un gran tiempo de preparación para llegar a esos personajes especiales, mucha investigación, horas de visitas a centros especiales para informarse, con energía y pasión.
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rouse cairos
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5
9 de abril de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta flamante comedia con destellos musicales, románticos y policiales se conecta -a su manera posmoderna- con esa pretérita edad de oro del "cine argentino de teléfono blanco", que producía abundantes títulos de contenido rosa, frívolo y sofisticado.
En el caso de "Extraños en la noche" podría hablarse de un cine equivalente pero con "tacones lujosos y estilizados", en busca de un persistente estilo glamoroso.

Siguiendo la línea de referentes descollantes como Pedro Almodóvar, Woody Allen y Blake Edwards, entre otros, la película de Alejandro Montiel intenta hacer pie en el humor y los enredos típicos del género comedia, logrando algunos apreciables momentos en ese sentido, para abrir posteriormente una subtrama de suspenso que -en su caso- no llega a conectarse totalmente y resulta algo forzada.

Torres y Zylberberg conforman una pareja neurótica pero simpática: Martín y Sol, dos enamorados acechados por apremios económicos. Ambos son músicos talentosos pero se ganan la vida presentándose en hoteles de cinco estrellas, actuando para turistas y empresarios no demasiado interesados en su espectáculo. La presentación inicial, con él arrancando tersas melodías al piano y ella cantando sensualmente, apoyada en el instrumento como si fuera un sofá, homenajea la escena más recordada de "Los fabulosos Baker Boys", aportando a la larga serie de citas cinematográficas que contiene la película desde su mismo inicio, con una viñeta de animación como la que precede a "Un disparo en la oscuridad", la comedia clásica que Edwards realizó a inicios de los sesenta. Asimismo, cuando por vueltas de tuerca del guión, la película se desdobla en una suerte de thriller, la pareja recordará a los detectives amateurs encarnados por Woody Allen y Diane Keaton en "Misterioso asesinato en Manhattan".
Además de la ductilidad de la joven para la comedia y los gags histriónicos de Torres, aportan al humor las participaciones de Daniel Rabinovich y Betiana Blum como los padres de Martín.
La música funciona siempre como síntesis y hasta incluye una especie de videoclip en el que Diego Torres estrena una balada pop con su característica energía pum para arriba.

El énfasis está intencionalmente puesto en la forma (el cómo) de una propuesta que hace de la superficialidad y la ligereza todo un culto. Para ello la película recorre ambiciosamente los estereotipos y los clichés pero por momentos le cuesta articular las distintas vertientes.
En brillante papel celofán se presenta una trama liviana a pesar de sus múltiples géneros que circulan sin amalgamarse en una historia que fluye irregular entre polos distintos. Como policial, no busca acentuar el horror ni las miserias sociales, alejándose en ese sentido del filme noire. Se parece, eso sí, a una parodia de las novelas de enigma a lo Agatha Christie, donde los asesinatos transcurren -casi sin sangre- en lugares refinados y suntuosos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
rouse cairos
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7
2 de abril de 2012
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El juego en sus formas adultas e infantiles es la clave y leit-motiv en la última película de Burman, menos densa pero no superficial, que aborda el tema de las segundas oportunidades.
Los protagonistas principales de "La suerte en tus manos" están generacionalmente sobre el filo de los cuarenta, con ex parejas a sus espaldas y con hijos para convivir los fines de semana (en el caso de él) o (como en el caso de ella, hasta ese momento cerrada voluntariamente a la idea de ser madre), transitando las últimas posibilidades biológicas para serlo.

Uriel/Drexler y Gloria/Bertucelli han sido novios cuando eran muy jóvenes y después la vida los llevó por distintos caminos, hasta que se reencuentran en situaciones no demasiado diferentes, ya que tienen en común -además del pasado- una presente cuota de alta soledad y un disconformismo camouflado de seudoadaptación a un sistema al que no parecen incorporarse ciegamente.

Más comedia y menos drama, es lo que predomina en esta nueva obra del director Daniel Burman, uno de los mejores realizadores que ha dado el cine nacional en los últimos años. Y como ocurre (y está bien que así sea) en cada autor con sello definido, se reconocen una vez más algunos temas recurrentes de su cine, como la relación padre/hijos, los conflictos de pareja y las preguntas metafísicas y existenciales sazonadas con un humor especial. Sin embargo, la historia busca esta vez otros climas, alejados del tono más bien crepuscular de sus dos últimos filmes "El Nido Vacío" y "Dos Hermanos".

Es evidente que el relato busca circular por aguas superficiales y gozosas, a pesar de que por debajo se intuye cierta melancolía persistente. Pero los personajes de Burman nunca son totalmente conformistas y siempre están a la búsqueda de señales, al menos a través de preguntas o de acciones contundentes, para construir o mejor dicho re-construir su destino. En medio de los gags de puro efecto cómico, quedan suspendidas explicaciones a preguntas fundamentales, como la que contesta el rabino sobre la postura de la religión ante el azar y que da origen al título de la película.
La actitud de juego, para la que siempre están dispuestos los niños y difícilmente los adultos, parece ser la clave, o mejor dicho el umbral para saltar hacia un futuro con mucho a reconstruir, para disfrutar con lo que quede.

Desde un punto de vista formal, la película es visualmente impecable con una estetica más transparente y accesible, aprovechando las posibilidades surreales de un contexto verosímil como son los peloteros o los juegos de agua.
El vestuario, los objetos, las miradas de los personajes, la banda sonora, todo suma encantamiento en esta comedia más ligera y menos trascendente pero también menos pretenciosa, por lo cual resulta contundentemente sincera y convincente, donde todo lo que inicialmente parece gris devuelve finalmente un brillo disfrutable, un guiño de complicidad donde es posible en algún punto sentirse identificado.
rouse cairos
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