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Críticas de harryhausenn
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Críticas 146
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
Caras y lugares
Documental
Francia2017
7,3
2.833
Documental, Intervenciones de: Agnès Varda, Jean René, Laurent Levesque
7
23 de agosto de 2017
31 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
La buena noticia es que Agnès Varda presenta una nueva película. La mala noticia es que la directora se acerca a los noventa años y pese a su envidiable energía, sabemos que nos acercamos a ver su última película. La directora siempre se caracterizó por una falta de complejos a la hora de posar su cámara, de editar escenas y de contar historias. No en vano se convirtió en méritos propios en la única representación femenina en los inicios de la Nouvelle Vague, siendo además una de las pocas que ha sabido mutar su arte a la par que la juventud se transformaba y que la tecnología se convertía en fenómeno social.

Visages, villages vuelve evidente con su título lo que ya hiciera Varda a lo largo de su filmografía, recopilar pueblos y caras en homenaje a lugares y personas anónimas, siendo su máximo representante el aclamado Los espigadores y la espigadora. En él, Varda recorría Francia retratando gentes que se dedicaban a recoger cualquier tipo de material. Terminaba aquel documental con una explosión emocional al presentarnos a un tipo poco agraciado que recorría los mercados de París comiendo hortalizas de la basura, imagen chocante que olvidábamos minutos después al descubrir que el hombre dedicaba sus horas libres a dar clases nocturnas de francés, gratuitas, a inmigrantes. La directora de lente certera nos muestra la belleza de un perfil incómodo o poco atractivo para el espectador y la novedad de Visages, villages es la participación de las nuevas generaciones en el proceso.

JR es un artista que ha sabido difundir sus obras y sobre todo, aumentar su popularidad, gracias a las redes sociales, en especial gracias a Instagram. La red que muestra las capturas del trabajo del artista se corresponde con un nuevo tipo de público que accede a la expresión artística a través de la tecnología y la instantaneidad. Varda no quiere dejar pasar la oportunidad de conocer estos nuevos canales de comunicación entre el artista y su público y por ello crea este proyecto codirigido, a manera de legado. La directora enseña así a las nuevas generaciones cómo es posible defender unos valores políticos y sociales en el arte en un ambiente en el que el aspecto visual se ha vuelto el principal para el público más joven.

Varda reivindica así, una vez más, la belleza de los perfiles más desapercibidos en una época en la que todos nos paseamos con una cámara consigo: la vecina que se niega a abandonar un bloque de viviendas que representa el antiguo barrio de mineros, los granjeros que ven aberrante cortarle los cuernos a una cabra, las esposas de los obreros del puerto de Le Havre... La directora selecciona el perfil a exponer y el joven artista lo adapta en mural gigante que llega al ojo de los jóvenes usuarios de las redes, mostrando la profundidad de una obra a quien a veces no es capaz de salir de su superficie y sus filtros de imagen.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
harryhausenn
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8
22 de agosto de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
París, principios de los noventa. Un aula.
En un espacio reducido se debaten todas las decisiones que la asociación más fervorosa de la época llevará a cabo. Perfiles de todo tipo se reúnen con el objetivo de concienciar a la sociedad francesa sobre el VIH, tema a evitar por las autoridades, atrapadas en su moral caduca. Pese a numerosos escándalos nacionales, como el suceso de la sangre contaminada en los años ochenta, y un peligro creciente de forma alarmante, ninguna medida eficaz es instaurada para proteger a la población. 120 pulsaciones por minuto cuenta la historia de quienes recibieron críticas al exponerse en público y golpes por protegernos y salvarnos a todos.

Se trata de una película incómoda y polémica que no da concesión ninguna al espectador. La polémica no se debe en absoluto al tema del VIH, ni de la homosexualidad, ni la libertad sexual o el activismo. No es por tanto el tema en sí, sino que Campillo rechaza purificarlo o embellecerlo. Es una película rodada sobre todo en interiores, con planos imperfectos y poco cuidados, causando cierta claustrofobia en el espectador. Signo de huída del academismo más complaciente para el gran público, incluso cuando la dirección resulta más convencional que revolucionaria. A excepción de unos planos del mar sin diálogos que nos conceden una pausa antes del golpe emocional final, únicamente las manifestaciones son rodadas en exteriores, con planos abiertos, cuya grandeza se revelará así doblemente en el público.

Una obra cargada de emociones que sin embargo evita en todo momento el efecto lacrimógeno. Cada vez que tememos que Campillo caiga en la cursilería, una carcajada, una grosería o una situación chocante nos devuelve al grupo de jóvenes bruto, irónico y frívolo cuando debe para evidenciar la seriedad del asunto. Esto cobra sentido en el tramo final, mostrándonos que tras la tragedia, hay una continuación. Una obligación moral que no debe ser destruída por el dolor, pero también una libertad, un derecho al placer y a la felicidad.

Parece ser que la película no ha contentado a todos los componentes de Act up, cosa que no sorprende. A lo largo de dos horas y media de película, asistimos a complicados y delicados debates internos en lo que concierne la hoja de ruta de la organización. Se tratan cuestiones que jamás se le hubieran pasado por la cabeza a alguien ajeno a la asociación. Siendo testigos de tal pluralidad de pensamiento, no es difícil comprender los perjuicios que puede causar la unanimidad. Es incluso un alivio comprobar que tales discusiones siguen activas por el bien de la razón.

Pero al margen del retrato, acertado o no, que el cineasta haya hecho de Act up, lo importante es el mensaje que se nos transmite. En uno de los intermedios de la película, uno de los personajes narra los eventos acaecidos durante la Comuna de París a la vez que imágenes del Pride parisino desfilan en la pantalla. El Orgullo gay como revolución, el populacho oprimido incenciando las calles exigiendo sus derechos. Resuenan por todas partes los ecos de Derek Jarman, el cineasta activista queer por excelencia, y su Eduardo II. Esa obra que mezclaba manifestantes del Orgullo gay luchando contra los ejércitos de personajes históricos que se oponían al romance del monarca con Piers Gaveston. Tanto aquí como en 120 pulsaciones por minuto, héroes bajo una bandera arcoiris.

Un film irreverente, incómodo, que pone el foco sobre quienes hicieron frente al poder, institucional o económico, y que rechazaron tanto el autoritarismo de los gobiernos como la docilidad e indulgencia de quienes, en teoría, también forman parte de la lucha. Un grupo de gente que hace a uno sentirse, pequeño e insignificante pero también potencialmente útil.
harryhausenn
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7
30 de julio de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una serpiente se acerca a un charco de leche derramada y se pone a beber. El lechero accidentado, fascinado, contará este extraño suceso a sus allegados horas después. "Una serpiente nos expulsó del paraíso" advierte uno. "Sí, pero esa serpiente decidió venir con nosotros" sentencia el otro.

Kusturica se pone ante la cámara para interpretar a un lechero que a lomos de su burra atraviesa el frente de la guerra de los Balcanes, de un pueblo a otro, siguiendo la denominada Vía Láctea. La tranquilidad del pueblo apenas se ve perturbada por la guerra hasta que una misteriosa mujer de origen italiano, perseguida por soldados, llega a la región,

On the milky road es una película que va mutando según avanza. Comienza como una comedia costumbrista con toques de slapstick. El director graba una serie de reacciones en cadena cómicas que establecen el tono de esta primera parte. El recorrido de un águila que provoca un accidente es desde el primer momento una de las mejores escenas de la película por su perfecta ejecución, plano tras plano. Justo después un accidente con un reloj desata carcajadas al tiempo que nos presentan uno de los personajes más surrealistas de la cinta: una antigua campeona yugoslava de gimnasia rítmica. Igualmente, vemos al lechero esquivar las bombas sin inmutarse mientras reparte su producción. Todo ello interrumpido infinitas veces por una gallina que necesita saltar frente un espejo cada vez que pone un huevo.

Todo parece ya visto anteriormente. Las canciones, el alcohol, el ruido, el folklore y la fiesta desenfrenada que caracterizan las comedias del cineasta, al que se acusa frecuentemente de copiar a Fellini de manera reductiva con cierta razón. Sin embargo, a mitad de metraje, se cumple la profecía. La serpiente que bebía la leche se reencarna en el personaje de Monica Bellucci, serpiente y Eva a la vez, que decide acompañar a un Adán expulsado del bucólico paraíso que Kusturica nos había mostrado hasta entonces.

Se abre así el segundo episodio de la película, el de la lucha por la supervivencia, como si de una nueva película se tratase. Acción e intriga con un mayor fondo dramático. Todo el elenco reducido a dos personajes que se dan cuenta que el territorio que antes les acogía de pronto se ha vuelto hostil. Quizás una parte demasiado alargada, pero efectiva pese a todo, destacando el pasaje en la copa del árbol, en el que el director se permite a sí mismo un descanso para brindarnos una bonita escena, al margen del trepidante ritmo.

La dirección impecable del conjunto se ve enturbiada en cambio por un poso revisionista bastante incómodo. Utilizar una guerra reciente como fondo tiene sus riesgos: no tan solo de ir demasiado lejos, sino también de quedarse corto, lo que también supone una deformación de los hechos. Estos últimos meses, además, Kusturica no sólo ha desconcertado a la élite cultural europea al alabar a Putin, sino que además afirma habérsele vetado el film en Cannes por razones políticas. Caldo de cultivo que propicia un distanciamiento de la película, dejando sin respuesta una pregunta crucial: ¿Dónde sitúa Kusturica el límite de los bandos?

homecinema.blogspot.fr
harryhausenn
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7
23 de julio de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodeada de polémica tras no exhibirse en salas, llega a nuestras -pequeñas- pantallas Okja, la película de aventuras infantil de Bong Joon-Ho. Okja es un ejemplar de una nueva especie de cerdo gigante que ha crecido en una granja en las montañas coreanas. Todo va bien hasta que la multinacional que posee el ejemplar planea recuperarlo para procesar su carne en EEUU. Su dueña, la niña que ha crecido con el animal, piensa evitarlo con la ayuda de un grupo ecologista que se cruza en su camino.

Joon-Ho rebaja su tono habitual, aunque no del todo, para enfocar esta película a un público más joven. Ya Snowpiercer se dirigía a un público más amplio que sus películas anteriores pese a la oscuridad de la propuesta. Okja, si bien no está exenta de violencia, sí que evita la explicitud y sobre todo, se presenta como una película mucho más convencional de lo que esperamos de este director. Lejos queda la complejidad de los personajes del coreano: el asesino de Memories of murder, los antihéroes por accidente de The host, el pasado oscuro del protagonista de Snowpiercer, la terrorífica madre de Madeo... nada de eso tiene cabida aquí, donde las caricaturas fácilmente asimilables por los más jóvenes son la norma.

Ya que conocemos de sobra el talento del director para innovar con sus ideas, como bien muestra la lucha de clases horizontal de Snowpiercer, el cine social frente al kaiju de The host o la rápida asimilación de los códigos de un thriller recién resucitado a principio de siglo en Memories of murder, Okja apenas parece librarse de la etiqueta de película de encargo: entretenida, efectiva y punto. Tristemente, parece que la única revolución de la película es su distribución exclusiva en plataformas de pago, bastante coherente con el producto, dado que estas a día de hoy se encuentran en el polo opuesto de la vanguardia en el celuloide, centradas únicamente en ofrecer entretenimiento lucrativo.

Dos cosas, en cambio, podemos aplaudir de la película. La primera, su valentía para no edulcorar a su potencial público la crudeza de la realidad: el exterminio que supone la industria cárnica actual. En un mundo globalizado, la demanda internacional ha instaurado un sistema productivo deshumanizado y devastador como nunca antes se había conocido. La relación que antaño un núcleo familiar tenía con los animales que les aportaban beneficios, como bien podría tratarse de la granja de la película, ha sido sustuída por una cadena de muerte constante que al final de la película se equipara al holocausto. Escena que concienciará y traumatizará a partes iguales a los jóvenes espectadores. Bravo en ambos casos.

Finalmente, el otro punto fuerte de Okja es la bofetada constructiva que propina al neoliberalismo. Por un lado, a las empresas que lavan su cara greenwashing mediante desde su posición de gigantes económicos. Por el otro lado, a la ineficadia de un activismo superficial que no aborda los conflictos desde la base estructural del problema.

http://hommecinema.blogspot.fr
harryhausenn
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6
18 de julio de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creepy es un thriller que se construye poco a poco. Quizás por ello su larga duración se vea justificada. En su pausada introducción conocemos al protagonista, antiguo agente retirado tras recibir un balazo que hoy se dedica a dar clases de criminología en la facultad. Él y su mujer se mudan a un nuevo barrio idílico donde intentan mostrarse como una pareja atenta, regalando dulces a sus vecinos con una sonrisa. Sin embargo, en un marco tan acogedor como aséptico, uno de los habitantes de la zona mostrará a la familia las grietas disimuladas de una imagen de entorno perfecto, haciéndoles conocer así la verdadera maldad.

Kurosawa vuelve al terreno en el que se siente como pez en el agua. Gran conocedor del género, deja con gran brío que la trama principal llegue poco a poco. Principalmente porque aquí no es el villano quien viene a perturbar la tranquilidad de los protagonistas, sino al revés. Son las futuras víctimas quienes vienen a meter las narices en el territorio del antagonista. Una situación más propia del género de aventura infantil, en la línea de Noche de miedo, que del policíaco. Basta una actitud forzada y una pregunta fuera de lugar para que el malhechor de sienta amenazado y ataque.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
harryhausenn
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