Flojito documental sobre el fenómeno Jeremiah Terminator LeRoy, hecho a base de talking heads y alguna tímida animación, en cierto modo complementario del que dos años más tarde firmará Jeff Feuerzeig, pues aquí se despachan a gusto las personas engañadas por Laura Albert (a quien se llega a comparar con la niña de "El exorcista") e interviene su pareja de entonces, Geoffrey Knopp, cuyo testimonio fue decisivo para desmontar la superchería. La idea dominante es la que refleja el título: todos fueron absorbidos por una suerte de extraño culto de ramificaciones warholianas, fruto de una conducta cuya base psiquiátrica es esquiva, aunque suena a desorden de personalidad. Al principio vemos a JT/Savannah Knopp ejerciendo su fascinación sobre un puñado de celebrities y resulta sumamente interesante, pero enseguida el relato se centra en observar la naturaleza del engaño, y se vuelve más convencional. A destacar esa escena en la que Asia Argento afirma que va a adaptar "The heart is deceitful above all things" como una película de artes marciales en Hong Kong. Hubiera sido la guinda a la bizarra historia de un frágil y misterioso muchacho con SIDA, que no era un hombre sino dos mujeres (una de las cuales era a su vez muchas personas más).

Logrado thriller de atracos, con un reparto perfecto, que tarda un poco en situar sus piezas (haciendo saltar las alarmas), pero compensa de sobra cuando entra a saco en la harina del golpe. Por un lado es la historia de un hombre corriente metido hasta el tuétano en un fregado criminal de mil demonios, y en ese sentido hará cosquillas a los fans de "Breaking Bad", serie de la que a veces parece un borrador. Por otro, es un sensible drama familiar de padre-hijastro a la deriva sentimental que se cuela entre los intersticios de la trama policíaca, y le da cierta elevación. La cinta toca bien y con seguridad todas las teclas, incluso la del humor, configurándose como una propuesta rotundamente satisfactoria y cien por cien recomendable.

Comedia delirante del padre de Robert Downey (en los créditos "a prince" y no "Sr."), bastante desmañada y errática, pero fresca y zumbona, con un tono que recuerda un poco a las producciones del grupo ZAZ, y un protagonista que se diría el modelo de Kirk Lazarus en "Tropic Thunder". Desde su primera y larga escena, absolutamente memorable, el film desbarra sin darse un respiro, ni siquiera en las pausas publicitarias que revelan el trabajo de la agencia bajo el control del Black Power. No hay aquí buenas interpretaciones, ni un trabajo meditado tras la cámara, pero delante todo el mundo parece estar gozándoselo (especialmente el enano que hace de POTUS, una mezcla entre Galindo y Ronald Reagan), y ese cachondeo convierte el resultado en un producto bastante divertido.

Drama romántico de escaso vuelo y aseada factura, agradable a la vista y áspero al oído, que tiene su único elemento distintivo en la diversidad lingüística: los judíos usan el yiddish y los galeses el galés, siendo el inglés la lengua de encuentro y entendimiento, cuando no se habla, claro, el idioma universal del corazón. Más allá de este detalle, ciertamente inmersivo, y de innegable valor dramático, la cinta no está exenta de tacto y sensibilidad, pero apenas le alcanza para pellizcar un poco la fibra o estimular ligeramente el lagrimal. Falta pasión en esta shakespeareana historia de Amor vs. Prejuicios: el romance nunca llega a traspasar del todo la pantalla, que de esta manera se acaba percibiendo como una barrera más. Discreta.

Asombroso documental que logra desentrañar de forma diáfana y elocuente el poliédrico enigma de J.T. Leroy de la mano de su creadora Laura Albert, por fin en primer plano y a pecho descubierto después de manejar los hilos en la sombra. La película demuestra que los autores no exageran cuando dicen que sus personajes los poseen y toman el control; de hecho prueba que se quedan cortos, al presentar como real una historia del todo inverosímil que se sigue casi como un relato de fantasmas firmado por Errol Morris, y que extrae buena parte de su fuerza narrativa de una impresionante colección de grabaciones telefónicas, un archivo estremecedor donde oímos las voces entusiasmadas de mucha gente famosa (y a Courtney Love metiéndose una raya) pero sobre todo, cual psicofonía, la voz creada por la autora para ese muchacho ambiguo que una vez fascinó al mundo con sus libros y ese aspecto de Mia Wasikowska en un film de Gus Van Sant.