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Críticas de telemendenge
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Críticas 166
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
8 de agosto de 2020
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy difícil encontrar una comedia norteamericana de los años 40 que ofrezca ingenio y humor inteligente que pueda interesar en nuestros días. Quizá por el peso de la 2ª Guerra Mundial, el humor blando, blanco e ingenuo era la consigna para aliviar las angustias de los espectadores de la época.

"Un hombre fenómeno", la celebrada "La costilla de Adán" o las populares comedias de Abbott y Costello son algunos exponentes claros de la superficialidad de los guiones que se estrenaban. De superior calidad eran las producciones de cine negro que, para los que se sintieran interesados, ofertaron en esos años títulos memorables que se han convertido en leyenda.

En este caso, "El diablo y yo", utiliza un tono ingenuo, amable, carente de intriga y de escaso interés para contar una historia estúpida (un felón suplantando a un juez que aspira a gobernador del estado, nada menos) sin que su entorno se aperciba de que, quitando la geta, ni su estatura, comportamiento, lenguaje, recuerdos, formación... corresponde al magistrado. No se da cuenta ni su novia. Solo me doy cuenta yo, que no le conozco pero, claro, en atención al público femenino, no podía faltar una intensa historia de amor que redimiera al condenado.

En cuanto a la recreación del infierno, es de parvulario. Se corresponde con la idea que tenía yo de ese lugar a mis 7 años. Tenían mucho más cerca las imágenes de Hirosima, Nagasaki o el frente europeo para haberlo ilustrado.

Todo esto se podría haber aceptado si cuando menos se hubiera utilizado para componer un disparate divertido pero, en lugar de eso, pretende nuestra complicidad y si usted transige, bueno, puede dejar correr los minutos sin reaccionar pero si recapacita y dispone de otra alternativa, la tirará al sitio que le corresponde.

Termino con un apunte curioso. En las películas de estos años los personajes del cine negro, hombres duros y mujeres fatales, consumían tabaco de forma compulsiva, conformando modelos atractivos para los fumadores, sin embargo en estas comedias "blandas" que he mencionado, de personajes ridículos, el tabaco apenas aparecía. Quizá se trataba de evitar que el público asociara al fumador con estos caracteres. Detrás de las historias siempre están los propósitos.
telemendenge
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6
4 de agosto de 2020
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El amor y la muerte, dos grandes puntales de la producción cinematográfica. Son innumerables los títulos en los que muere alguien que, si los elimináramos de la lista, la propia industria no habría podido sobrevivir.

En este caso la muerte trata de ser divertida. Adrien Brody, heredero de una larga tradición familiar, presenta los cadáveres con su mejor aspecto para que las familias de la mafia puedan despedirlos dignamente. No es feliz porque no liga. Pobrecito. En estas circunstancias, se ve envuelto en un comprometido plan para evitar una guerra de mafiosos.

La historia es dinámica, el guión tiene poco ingenio y son las situaciones de enredo la que, mal que bien, van a mantener nuestro interés por el cuento.

La intervención de Brody no es decisiva para sacar adelante el producto pero es de reconocer que su perfil se adapta bien al papel de funerario desdichado. Salen dos chicas monas, una la que le gusta y otra de la que se enamora, un mafioso déspota que le amedrenta y otro más que le coacciona. Con estos personajes se construye la historia, con presentación de telefilm y no más pretensiones que las que tuve yo para verla y las que tendrá usted si decide apretársela. No es tiempo perdido siempre que no tenga que quitárselo a otra cosa. Es ideal para ver mientras revisa los mensajes del móvil o el catálogo del hipermercado.
telemendenge
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3
26 de julio de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que sea añeja no la devalúa necesariamente. De esas fechas eran "El solterón y la menor" o "La mujer del obispo" y, al no estar condicionadas por los limitados registros de un cómico mediocre (Danny Kaye), sus guionistas podían ofrecer un divertido recital al público que acudía a las salas. En esta cinta lo importante no era el guión, era el señor Kaye desplegando sus tronchantes, desternillantes, jocosas y fastidiosas muecas. Para el que tuviera el gusto, claro.

La filmaron en color para que, envolviéndola en caramelo, la píldora fuera más digerible. Sin embargo en esta película sí hay algo digno de disfrutar que sobresale entre todas las patochadas de Key que saturan la historia. Es, hacia la mitad de la proyección, el fantástico baile de claqué que nos obsequia Vera-Ellen a ritmo de trompetazo que tanto se prodigaba en las bandas sonoras de la época. La música no es particularmente atractiva pero el arte de Vera destaca como una magnífica guinda sobre un pastel mal cocinado. Bravo por ella, aunque tragárselo solo por esta golosina no lo justifica. Grábela si le es posible y dele p'alante, cómase la guinda y deje el resto para los golosos irredentos.

No se deje engañar por el notable de su calificación. Al tenerla grabada, pudimos saltarnos los insufribles numeritos musicales de Key que abarrotan la película y, por consideración a mi esposa, llegamos hasta el final, pero no lo vale.
telemendenge
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6
7 de julio de 2020
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Polcíaco de crímenes elegantes en el que los hijos de una acaudalada viuda conspiran para desequilibrarla emocionalmente, internarla en un psiquiátrico y, de esa manera, trincar la cuantiosa fortuna de su madre.

Es una historia convencional pero no exenta de atractivo. Bien por los actores y los personajes que interpretan. Bien por la dirección, que hace interesantes los personajes e introduce un agente externo en la historia para cargarla de intriga y añadirle emoción. Contiene algunos momentos de lograda tensión.

Si se la pierde, no pasa nada, pero si intenta verla va a desear saber qué va a pasar y, salvo que tenga una buena alternativa, esta es una buena opción.
telemendenge
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2
3 de junio de 2020
2 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra cinta sobrevalorada gracias a la histriónica interpretación del solvente Lancaster. Esto engrandece a Lancaster pero la temática y desarrollo de la película es de ajustado interés, más para los residentes de otras naciones que nos resulta bastante ajeno el trajín de las congregaciones cristianas que no reconocen el papado de la Iglesia Católica.

Se evidencia aquí la mano del lobby de Hollywood para denigrar hasta el fango el prestigio y el buen hacer de esas iglesias cristianas que, a buen seguro, tienen acreditado. La industria, con otro credo bien conocido, pone en marcha su rodillo para atacarlas y nosotros, distraídos por la aparatosa puesta en escena, celebramos la iniciativa.

En cuanto al personaje de Lancaster, está tan caricaturizado que cuesta creérselo, lo que da como resultado que no consigamos empatizar con sus intereses aunque es de justicia reconocer su arrollador despliegue de recursos que, cuente lo cuente, merece nuestra admiración. La película es suya. Sin él, estaríamos ante un plomo, vistoso pero que no llegaría a interesarnos.

De relleno, Jean Simmons, interpretándose a sí misma en un personaje ridículo que provoca nuestra perplejidad ante la inconsistencia de la moral que debería suponérsele. Pero esto sirve al propósito que comentaba en el segundo párrafo, al igual que el que los cristianos se dejen arrastrar por un borracho fornicador.

Es patético cómo una burda manipulación puede alcanzar notables cotas de aprobación aunque, ¡cómo no!, le cosieron algunos óscar para enmascarar su tufo. Y aún lo siguen haciendo.
telemendenge
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