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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.206
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
24 de mayo de 2024
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Una es más amarga que la muerte, cuyo corazón es una red y sus brazos cadenas para apresar todo lo que está a su alcance. El otro es más despiadado que el odio, cuya podrida alma nació para devorar todo lo que se movía frente a él.
Tal para cual. Sam y Helen, Helen y Sam.

Por alguna razón que quizás nunca logre entender, el sr. James Edward Gunn siempre introducía un personaje en sus guiones: la mujer fatal. Mujeres corruptas, infieles, codiciosas y lo suficientemente atractivas y convincentes para echar el lazo a cualquier imbécil que no tuviese cuidado. Ríase usted de la famosa Phyllis Dietrichson. Pero antes de introducirse en la industria del cine, en sus años de universidad y con tan sólo 22 años, había escrito un libro hoy casi completamente perdido, donde ya desarrollaba largo y tendido estas ideas.
"Deadlier than the Male", publicado en 1.942, es una auténtica maraña que hace daño y fascina a partes iguales, contrastando su escritura simple y sus descripciones exageradas hasta la parodia y, sobre todo, haciendo gala de una bajeza moral terrible a través de un áspero sentido del humor. El desafío definitivo a Cain y Hammett. Herman Schlom, de la RKO, quiso llevarlo a la gran pantalla y a ello siguió una producción con retrasos, cambios de guionistas y otros tantos en el mismo guión, dirigida por un joven Robert Wise que demuestra una audacia muy peculiar para tratar el género. "Nacido para Matar", como su fuente de origen, es algo a tener en cuenta.

A Helen la conocíamos en las páginas gracias a una exposición tan colorida en toda su extravagancia que ya nos ponía sobre aviso de lo deseable que es el peligro, encarnado en ella. Que el film empiece en un motel con unas desagradables mujeres declarando a viva voz su poder sobre los hombres ejemplifica la prudente distancia con la figura de la venenosa "femme fatale" (hoy día un modelo femenino corriente a seguir, por desgracia). Aquello que dispara el enredo no varía: el asesinato de la joven Laury (Laura en el libro) y su novio por el indeseable Sam, amante de ella también, que será presenciado por Helen, quien decide no complicarse.
El guión decide acortar caminos, eliminar a varios personajes de la historia y añadir algún otro, pero esa sensación de mala ostia que desprendía la prosa de Gunn también está impregnada en el asfixiante blanco y negro de Robert DeGrasse. Aquí Helen encuentra primero a Sam en lugar de hacerlo su inocente y adinerada hermanastra Georgia, a la que odia pero no duda en mangonear, y entre Claire Trevor y Lawrence Tierney saltan chispas desde su encuentro en el casino; se lanzan frases secas como cuchillos aunque permiten que les corten la piel y les lleguen al corazón, los muy sadomasoquistas. El frío descaro de ella se hinca en la seguridad psicótica de él.

Una lástima que sea el inexpresivo Tierney quien la enfrente, cuyo carisma es el de una estatua de yeso; con Dan Duryea o John Payne habría sido distinto, pero RKO le tenía aprecio al chico por lo que les había hecho ganar gracias a "Dillinger", aun así parece encajar bien en este papel, y su vida privada, llena de altercados con la ley y de alcoholismo, también. Lo que acontece son las consecuencias de una atmósfera donde se dan de la mano la indecencia, la ambición y la lujuria; Georgia y Fred, seres idiotas de la alta sociedad, son destripados por Sam y Helen a partes iguales, ávidos de riqueza.
Las elipsis se llevan por delante un periodo de noviazgo corto y se detiene en la boda-pantomima de la primera y el tercero. A todo esto la sra. Kraft, única amiga de la difunta Laury, está dispuesta a encontrar al asesino después de cerrar la policía el caso; en el libro lo hacía ella misma, aquí se contrata a un detective con el que la película también echa por tierra a esta figura del "noir", un detective seboso que cita a sus clientes en bancos públicos y al que sólo le preocupa el dinero. No hay ni un alma con la que se pueda simpatizar aquí (tal vez Georgia, pero es imbécil y aparece muy poco tiempo como para prestarle atención, una lástima...).

No es necesaria la presencia del asqueroso psiquiatra de Sam o de su hermana Billie, que liaban aún más la cosa en el libro, para sentir una profunda repulsión por el cuadro humano presente. Aunque aquí la dueña del motel quiera capturar al criminal no deja de ser una alcohólica grotesca, y el amigo de Sam, Marty (Elisha Cook, secundario que no puede faltar), de quien se puede intuir era su manager pues se habla de su época de boxeador, es una sabandija rastrera. Lo malo es que al dirigir estos miserables la trama a partir de sus impulsos y corrupción moral lo incomprensible campa a sus anchas y acaba por desconcertar al espectador que vaya en busca de un atisbo de razón.
No se entienden los ardides de este sucio melodrama. El empeño de Helen de proteger a Sam cuando lo lógico sería que utilizara la información del detective en su contra, lo que por otro lado puede echar a perder su matrimonio; el empeño de Sam de ponerse una soga al cuello al ir tras Helen si ya tiene una bella esposa de la que poder aprovecharse; el empeño del detective de tentar a la suerte y cruzarse con Sam. Todo es un sinsentido de grandes proporciones salpicado de cruda violencia, guerra de sexos y traición gratuita que no puede sino conducir a un desenlace apocalíptico, y eso lo sabemos desde que la pareja protagonista se cruza en el casino al principio...

Pero también está claro que nadie, absolutamente, puede obtener la redención, ni perdón, ni nada de nada. Aquí no queda nada salvo la incógnita de por qué todo el mundo fue tan subnormal; eso sí, el guión me debe lo que el detective se merecía (yo quise verle con la garganta retorcida, demonios).
Por desgracia la mala fama de Tierney y la enorme controversia sobre la inmoralidad de la película (adelantada a su época, desde luego) empañaron sus resultados en taquilla. Y es que pocas veces el cine negro tuvo un apelativo tan literal y adecuado como aquí.
Chris Jiménez
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8
23 de mayo de 2024
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"Hill House se alzaba en soledad frente a las colinas, acumulando oscuridad en su interior. Llevaba así 80 años. Las paredes mantenían su verticalidad, los ladrillos se entrelazaban limpiamente y las puertas permanecían cuidadosamente cerradas; el silencio empujaba incansable contra la madera y la piedra, y lo que fuera que caminase allí dentro...caminaba solo".

Este pasaje legendario inicia "The Haunting of Hill House", un viaje a mundos desconocidos donde las pesadillas crean senderos por los que es muy fácil perderse, asimismo un lugar donde la psique se fragmenta, se deja manipular y engaña los sentidos. Como bien se menciona un poco más adelante, "Hoy en día resulta difícil encontrar creyentes, escépticos; quizás las ociosas costumbres de la vida victoriana se plegaran mejor a las necesidades de la investigación psíquica", no obstante Shirley Jackson te hace creer en lo que aparentemente no debería haber, gracias a una rica prosa y meticulosa narrativa que dota a lo espectral de una inquietante belleza.
No tardas demasiado en convertirte en la frágil Eleanor y sentir como un repentino frío se abalanza sobre tí y te pellizca. Tampoco es de extrañar que el sr. Robert Wise se sintiera atraído por esta novela única, a pesar de que su interés ya había germinado tras leer una crítica sobre ella en la magazine Time; y se dispondría a trasladarla a la gran pantalla en lo que fue un camino algo tedioso, ya que en United Artists rechazaron su proyecto y después de ser aceptado en la MGM tuvo que mudarse a Inglaterra para llevarlo a cabo. Pero esto también generó cosas positivas como tener a las maravillosas actrices Julie Harris y Claire Bloom en el reparto y contar con el imponente Ettington Park de escenario principal.

Ese siniestro toque británico que tanto puede recordar al de la Hammer se aprecia desde el primer fotograma. Las absorbentes palabras de Jackson cobran vida y también la mansión que imaginó, elevándose sobre las colinas en la penumbra, un lugar de tinieblas y silencio asfixiante; el problema es que para llegar hasta la historia propiamente dicha hemos de sobrevivir al prólogo que Nelson Gidding sitúa antes que nada y que es una torpísima sobreexposición de los horribles eventos que han marcado la morada de Hugh Crain hasta ser tachada de maldita.
Wise filma estas secuencias con un alarde visual innovador, por desgracia todo se sucede a la velocidad del rayo y bajo la pesada voz del filósofo Markway (Montague en la novela)...y lo peor es que no tendrá relación con el resto de la película. Lo adecuado habría sido profundizar poco a poco en las vidas de quienes residieron en Hill House, y no mostrarlo en esos rápidos "flashbacks"; la trama seguirá entonces por donde realmente empieza el libro: la presentación de su protagonista, Eleanor, que Harris borda expresando la melancolía, opresión, inestabilidad emocional y anhelo de libertad que la embargan (el que la actriz sufriera depresión durante el rodaje ayudó bastante).

Esta parte trae inevitables recuerdos de la fuga hacia lo desconocido de "Psicosis", a la que Jackson se adelantaría. Las intenciones en ambas mujeres pueden ser distintas pero sí escucharemos repetidamente los pensamientos de Eleanor igual que los de Marion, y sus destinos serán dos oscuras moradas habitadas por la presencia del Mal; dicho detalle también es un impedimento para disfrutar del desarrollo, y la culpa no es sólo de Gidding, porque ya se venía arrastrando desde el libro. Así es, la realidad se describe desde la perspectiva de este personaje un tanto insoportable, débil, poco fiable, infantil y no muy comprensible.
¿Por qué habría decidido la autora mantener tal punto de vista único? Porque básicamente ella era Eleanor; el guión debió haber corregido esto y dividir el protagonismo entre el resto de personajes. Un grupo que no deja de tener sus peculiaridades en las páginas y aquí: una especie de médium (Theo), el joven idiota heredero de la mansión (Luke) y el profesor responsable de reunirlos, sin contar al matrimonio de celadores Dudley, que la guardan y que merecían más escenas porque son impagables (en especial la inquietante y "hitchcockiana" ama de llaves interpretada por Rosalie Crutchley).

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

El gran problema de esta adaptación es que no sabe mejorar los problemas que tenía la novela. La aparición repentina y absolutamente innecesaria de la esposa del profesor, el empeño en no ofrecer ninguna explicación sobre los antiguos habitantes de la mansión y dejar la historia en un confuso suspenso, en una ambigüedad casi ridícula, ¿porque al final todo esto para qué ha servido?
Y lo peor: centrarse únicamente en un personaje tan débil y poco carismático como Eleanor cuando Theo era claramente la más interesante del grupo y acaba desaprovechadísima...y a pesar de ello pocas veces una película de terror me provocó tantos escalofríos en la columna vertebral con tanta eficacia e ingenio. Es inevitable no ser absorbido en las podridas entrañas de la casa de la colina, donde el silencio empuja incansable contra la madera y la piedra, y lo que fuera que caminase allí dentro caminaba solo...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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7
22 de mayo de 2024
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Si no conocemos hay que rechazar, y si se tercia destruir, porque para eso fue creada la raza humana al parecer. El visitante que recorrió millones de años luz lo comprueba en sus propias carnes: la primera respuesta que recibe de un terrícola es un disparo mortal.
No es extraño que nos precipitemos a nuestra destrucción...

Eso es exactamente lo que le pasa al ser imaginado por Hiram Gilmore Bates en "Farewell to the Master", publicada en la mítica Astounding Science-fiction, y que no deja de ser una narración interesante a pesar de sus confusas intenciones; parece que este escritor que tachaba de mediocres a la mayoría de los cuentos sobre alienígenas de su época quiso dar un paso adelante y proponer ciertas ideas serias y reflexiones con respecto a qué son en realidad los invasores. ¿Son ellos los enemigos o nosotros? El pobre Klaatu sólo tiene la oportunidad de decir unas palabras antes de ser asesinado a tiros.
Si bien presentaba a los seres del Espacio exterior de un modo benévolo, esta historia se ampara en la curiosidad, el misterio y la ausencia total, quizás premeditada, de no querer dar ninguna explicación acerca de nada...pero bastó para interesar a Julian Blaustein y convertirse en la base de un importante proyecto de la Fox, aunque la adaptación de Edmund North sólo utilizara el 10% o menos de la fuente original. Mientras tanto Robert Wise, interesado siempre en la ciencia-ficción, tiene la virtud de engancharnos desde el primer minuto, como es habitual en él.

Y es que uno de los mayores aciertos es no presentar la trama desde de la perspectiva de un protagonista humano. En una secuencia inicial, espectacular para la época, todos los pueblos del Mundo son testigos de la llegada del platillo volante, una masa impersonal llevada por la sorpresa o el pánico ante lo desconocido; Bates situaba a un periodista, Sutherland, en el centro del relato y todo se contaba desde su punto de vista, algo muy típico, pero en la adaptación el protagonista es Klaatu. La razón es que no le interesa acabar con él a las primeras de cambio a pesar del disparo de un soldado.
La reacción es la misma en el cuento y en el film, pero el visitante no muere al instante y se le confiere una atractiva personalidad (gracias al carisma de Michael Rennie, al que Darryl Zanuck, gracias a Dios, eligió en lugar de Spencer Tracy), un propósito, un deseo de contactar de manera amistosa para lanzar un mensaje a todas las naciones (al principio un secreto pero se sabrá). Y esto derriba el concepto en el que la ciencia-ficción se lleva apoyando desde hacía tiempo, porque desde siempre si los alienígenas llegaban a nuestro planeta sólo era para destruirnos, someternos, etc., etc., y presentando físicos inquietantes y grotescos...

Pero con su aspecto tranquilo, afable y sobre todo corriente, Rennie da vida a uno que puede pasar desapercibido y ganarse la simpatía de cuantos le rodean, y también del espectador; en aquel 1.951 "El Enigma de Otro Mundo" mostraba una situación arquetípica donde los militares debían unirse para destruir a un monstruo que era de todo menos pacífico. Aquí la postura es la diametralmente opuesta. En realidad nada inédito, ya que unos meses antes de estrenarse "Ultimátum a La Tierra" fue "El Ser del Planeta X" la que dio un paso vital evidenciando la crueldad y desconfianza de los humanos cuando se trata de enfrentar lo desconocido.
Sin embargo la obra de Edgar Ulmer era demasiado pequeña. Wise termina, con su superproducción, de definir y establecer la idea de que no todos los alienígenas tienen que ser criaturas destructivas, así se desarrolla la trama cuando la histeria general y el gran despliegue de medios han pasado: desde el drama y el suspense, lo que lleva también a cierta pérdida de ritmo y tensión. Klaatu, huido de los militares, se oculta en un motel bajo otro nombre (Carpenter, ¿metáfora cristiana planeando sobre esta historia en la que el personaje podría ser fácilmente comparado con Jesucristo?), cual fugitivo del cine "hitchcockiano".

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

No se implora acabar con las guerras, no se pide paz en La Tierra, se insta a hacerlo proponiendo un castigo aún más violento y destructor, porque como la violencia es el único lenguaje que entienden los humanos esta es ya la única forma de proceder, ni más ni menos. Una postura dudosa que invita a la reflexión: ¿hasta qué límites llegaremos enfrentándonos unos contra otros para finalmente ser todos exterminados?
Desgraciadamente también permanece la sensación del miedo a una amenaza exterior aún mayor; así que lo que simboliza el protagonista al principio, una raza extraterrestre pacifista, se pierde por completo. Por culpa de este sinsentido y otros errores considerar a "Ultimátum a La Tierra" de obra maestra es imposible, pero sí de punto y aparte en la ciencia-ficción con mensaje político.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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6
21 de mayo de 2024
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"El mundo astral contiene muchos planos, niveles y esferas que reciben a las almas que abandonan los cuerpos al morir...". En algún rincon de alguna realidad desconocida aguardaba el espíritu de Audrey, deseando vivir de nuevo. Por desgracia otra niña nació en el momento menos adecuado.

Tanto por su forma de narrar, clara y bien estructurada, como por su algo gélido estilo, Frank DeFelitta creó con "Audrey Rose" (o "El Cristal Ardiente" en las versiones en castellano) una curiosa pieza del género de suspense y terror psicológico de los años '70. El sorprender a su hijo pequeño tocando el piano o pintando de un modo realmente inusual para su edad, y tras revelar un médium la posibilidad de permanecer en él recuerdos de una vida anterior (a lo mejor el niño era superdotado y ya está...), empezó a imaginar una historia cuyo tema principal era la reencarnación, idea que expone en su libro con gran fascinación.
Y él escribiría la adaptación, que acabó llamando la atención de Robert Wise debido a su interés en los fenómenos sobrenaturales; de todos modos en aquellos finales de los '70, con la fuerte presencia que tuvieron otros personajes infantiles/adolescentes en el cine de terror (Damien y su "yo" demoníaco, Regan y sus exorcismos, Carrie y su furia telequinética), ¿habría sitio para Audrey Rose? Al menos el director logra absorbernos desde el primer minuto en esta historia, iniciada igual que "Al Final de la Escalera" unos años después: con el terrible accidente de coche que le cuesta la vida a Audrey y su madre...

La trama tiene dos partes, bien distintas, a su vez también la 1.ª, y este prólogo no se aleja mucho del de "El Exorcista", pero cambiando el hogar roto de Regan por una familia, los Templeton, muy unida; en su guión DeFelitta abandona un poco la descripción de las costumbres modernas a las que quieren adaptarse Bill y Janice y se centra en la atmósfera de misterio que nace de la aparición de un individuo inquietante siempre al acecho de Ivy, la hija de éstos. Es un tiempo que Wise dilata como se dilataba en las páginas, para que sintamos esa atmósfera de opresión constante sobre los protagonistas.
Y que dicho individuo, Hoover, se exponga ante ellos, no elimina la extraña sensación, reforzada por el horror que se le echa encima a Ivy en forma de violentas pesadillas, y mientras la jovencita Susan Swift se mete de maravilla en su sufrido personaje, Anthony Hopkins, con su manera de hablar, de moverse y sobre todo de mirar, consigue que creas en el suyo al instante, en este padre que perdió a su esposa e hija y que, por una serie de hechos sorprendentes, está convencido de que la última se ha reencarnado en Ivy. Al igual que la presencia de la niñera en "La Profecía", que pese a proteger a Damien suponía un peligro para su familia, Hoover será considerado una amenaza por los Templeton.

DeFelitta no sólo usa el pánico hacia un ser desconocido que pareciera desear romper la quietud de un hogar, sino hacia unas creencias (la reencarnación) que definitivamente rompen con las costumbres conservadoras. Pero si bien el padre es incapaz de creer en las palabras de Hoover, y ni siquiera se permite a sí mismo buscar otra explicación que la enfermedad mental ante los ataques de histeria de su hija, él al menos sabe defender sus convicciones; la madre, sin embargo, es un personaje aún más extraño que el propio Hoover. Resulta imposible comprender a Janice (cuya Marsha Mason se sentía disgustada por el modo en que estaba descrita) y sus cambios continuos de opinión, de la aceptación de la realidad a la rápida negación...
Pero tras tanta tensión acumulada alrededor de Ivy y de un repentino secuestro que está claro no iba a acabar bien, nos metemos de cabeza en un "thriller" judicial donde se pondrá en discusión la veracidad de la creencia en la reencarnación para determinar quién es el padre de la chica. Este desvío es el mismo que el del libro y tal vez el más raro e inadecuado que se le pudo ocurrir a DeFelitta, porque aparte de plantear nuevos caminos argumentales que no tienen ni pies ni cabeza en la película se evidencia incluso más cómo los personajes pierden su peso y carisma y la trama se desinfla poco a poco.

A las grandes elipsis usadas en el guión que entorpecen el desarrollo de ésta y una tensión que se ha diluido dejando paso sólo a un confuso tedio se suma lo equivocado de quitarle el protagonismo a Hoover y Bill y dárselo a la inútil de Janice y de precipitar la historia hacia terrenos que despojan a la atmósfera de su misterio y horror sobrenatural originales. Todo esto es una jugada terrible, desconcertante. William P. Blatty acertaba al demostrar cómo el inspector Kinderman, voz de la razón y el pensamiento lógico, resultaba poco menos que un absurdo estorbo contra las fuerzas del Mal que acorralaban a Regan.
DeFelitta se empeña en ir al extremo contrario, en querer anteponer la certeza al misterio y la razón a lo que debería permanecer inexplicable, y puede que el director aún tenga tiempo para sorprender con algunas secuencias poderosas como el incidente en el internado o esa sesión de hipnosis donde Swift termina ofreciendo una lección de interpretación magistral que nada tiene que envidiar a Linda Blair o Sissy Spacek, pero eso es lo único que son: secuencias aisladas que poco mejoran a un conjunto echado a perder desde hace tiempo y cuyo remate no será menos satisfactorio (¿en qué demonios se convierte el personaje de Hopkins?, ¿qué quiere demostrar realmente?).

Por todo esto se entiende el fracaso de taquilla de "Audrey Rose" y por qué la Historia la ha acabado enterrando en el olvido mientras otros títulos de similares estilos y propuestas siguen manteniéndose en tan buena forma como en el momento de su estreno...
Chris Jiménez
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7
20 de mayo de 2024
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La propaganda alemana les llamó en broma "Las Ratas de Tobruk"...
sin embargo estas ratas soportaron una dura campaña de ocho meses para evitar que el puerto, vital para la llegada de suministros, cayera en manos enemigas.

El lugar, que vio con éxito la retirada del teniente general gracias a una combinación de divisiones australianas, indias, británicas y polacas, no resistió por desgracia ante una ofensiva lanzada algo más tarde por tropas reabastecidas y terminó rindiéndose en Junio de 1.942, aunque antes de esta amarga derrota para el curso de la campaña de África existió aquel pequeño instante de orgullo. No se puede decir que Richard Murphy supiese trasladarlo con demasiada fidelidad a las páginas de un guión que formaba parte de una estrategia con intenciones maliciosas: "El Zorro del Desierto" se convirtió en un curioso éxito donde se retrató a un enemigo de una manera humana y hasta favorable, inusual teniendo en cuenta que la producción era hollywoodiense.
Las malas críticas vertidas debido a esto, y la posibilidad de aprovechar el tirón comercial, dio pie a que 20th Century Fox organizara otra de nuevo protagonizada por Rommel pero centrándose en los aliados (pese a que no era la primera vez que se hablaba de la gesta de las divisiones de Tobruk en el cine...). La urgencia del accidentado rodaje, que vio varios retrasos, relevos de directores y de protagonistas, parece extrapolarse al mismo film; "Las Ratas del Desierto" cuenta con una gran baza: se desarrolla rápido, es concisa y va al grano, incluso (para incomodidad del público) un narrador omnisciente a modo de periodista o profesor narra los hechos históricos de fondo hasta el instante en que se nos sitúa en el escenario.

Un recurso tópico y torpe, que nadie pidió, y que se irá repitiendo de vez en cuando...de todos modos, si no se le tiene muy en cuenta, la acción puede ser disfrutada. Sorprende ver al gran James Mason de nuevo en la piel del teniente general, pero ahora desde una perspectiva más maniquea, simplemente cumpliendo su función como enviado de Hitler, un hombre arisco y ambicioso que quiere deshacerse de los aliados y tener la pequeña resistencia de Tobruk en sus manos...y que es tratado de mariscal de campo en lugar de teniente general. No será este el único error histórico que cometa el guión, ya que en una decisión un tanto extraña sitúa a un capitán británico al frente de las brigadas de Tobruk.
Éste, un joven Richard Burton cumpliendo su contrato con Fox, no quedó satisfecho con el papel. Tenemos que superar estas barreras de ataque a la veracidad: nunca hubo un MacRoberts en la batalla, y el personaje al que da vida Robert Douglas debería ser reconocido como Leslie J. Morshead, el general al mando en Tobruk, pero no sucede; aún más desconcertante es que la historia empiece en ese cuartel de cartón-piedra poniéndonos al corriente de unas estrategias para combatir a los alemanes que jamás existieron...pero aún más, si cabe, es que los únicos aliados que aparecen aquí son los soldados de la 9.ª división australiana, como si fuesen los únicos que lucharon contra Rommel.

Al menos siguen siendo australianos, no estadounidenses, sólo hubiera faltado eso. Robert Wise, tras la retirada de Samuel Fuller, se pone tras la cámara y filma con su particular brío, ritmo y una inclinación a la espectacularidad mientras el general alemán queda relegado a una figura implacable, los pobres soldados de Tobruk se llevan nuestra simpatía y la trama utiliza casi como pretexto la amistad del ficticio capitán británico y un soldado (Bartlett) que fue su antiguo maestro de escuela. Así que por encima del atractivo de Burton sobresale la humana interpretación de Robert Newton, convertido en un cobarde alcohólico que sólo desea ser útil en la dura batalla.
La relación entre los hombres y cómo sobreviven a cada ataque es importante aquí, a pesar de que nada libra al argumento de los clichés, pero si algo es esta película ante todo es una aventura bélica de primer orden y a la antigua usanza. A veces usando imágenes de archivo, Wise se dedica a ponernos contra la tierra del desierto californiano, que finge ser el africano, y hacernos tragar la arena, la metralla, la pólvora y hasta los casquillos; especialmente memorables son las secuencias de la primera batalla en mitad de una tormenta de arena y con los Panzer acorralando a los soldados en las trincheras.

Pero la 2.ª parte de la historia toma unos caminos un tanto confusos. Por un lado se propone la destrucción de un depósito de municiones, lo cual tampoco sucedió en la realidad; y esto, que podría haberse extendido hasta el final con intensos y largos cara a cara entre Rommel y MacRoberts y surgir una heroica operación de rescate, sólo ocupa un pequeño espacio en la película. Por otro la acción se precipita un poco descontrolada hacia el último tramo; ojalá el guión se hubiese tomado mucho más tiempo y de manera más sobria mostrando realmente la agonía de los soldados al tener que aguantar más meses de los que debían en un principio contra los alemanes.
Por último no se presenta una actitud derrotista ante el público; aunque Tobruk cayera, aquí, y mediante un colofón ridículo que parece sacado de una serie matinal familiar, prevalece el júbilo de los que resistieron hasta que los británicos hicieran su esperada aparición. "Las Ratas del Desierto" tiene bastantes cualidades en el lado de la aventura y la acción para agradar al fan del género...sus clichés, tropiezos argumentales y errores históricos la dejan por debajo de otros clásicos; de hecho en el momento de su estreno provocó incluso más críticas negativas que la de Hathaway.
Chris Jiménez
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