Klaus

¿Había dicho alguien ya aquello de que, muy probablemente, “Klaus” sea lo mejor que ha hecho Netflix a día de hoy?... Pues ya lo digo yo.
“Klaus” es una absoluta delicia que desprende por sus cuatro costados ese aroma añejo, y casi ya olvidado, por desgracia, a cuento clásico Disney de toda la vida. El mito de Santa Claus mimetizado, en este primer largometraje de Sergio Pablos, con una nada desatinada doble lectura sobre esa sociedad que tenemos, enferma de ira ciega, que solo tiene una cura viable: la próxima generación.
Jesper, un inmaduro y malcriado aprendiz de cartero, es enviado por su padre, dueño de la empresa postal, a Smeerensburg, una recóndita y gélida población más allá del Ártico en la que ningún cartero ha logrado triunfar antes. La última oportunidad de Jesper para demostrarle a su padre que no es una oveja negra surge en el horizonte, pero las cosas no van a ser nada fáciles. Los habitantes de Smeerensburg se dividen en dos facciones, en continua batalla campal desde el principio de los tiempos, así que: ¿Quién necesita un cartero cuando no hay palabras que intercambiar?... Jesper, junto con un fortuito grupo de aliados, prenderá la llama al mito de Santa Claus mientras intenta hacer madurar a un pueblo al tiempo que madura él.
Así desarrolla Sergio Pablos, con el beneplácito de Netflix, “Klaus”. Una entrañable aventura, a modo de mágica leyenda, destinada a convertirse en todo un clásico navideño.
De las muchas virtudes que me han cautivado de “Klaus”, quiero destacar su valor para no huir de la animación. Me explico. Hoy en día, una inmensa mayoría de creadoras de animación solo tienen un objetivo: huir de la animación tradicional para acercarse más y más a la acción real. Animación no queriendo ser animación, valga la redundancia. De ahí quizás esa odiosa fiebre por el live-action. Sergio Pablos y “Klaus” no huyen de la animación, viven en ella. Y todo ello sin perder un ápice de calidad en lo visual.
A tal respecto muy palpable como “Klaus” desprende ese genial aroma a Tim Burton, siendo el segmento de la llegada de Jesper a Smeerensburg la cima.
En resumidas cuentas, amor absoluto hacia “Klaus”.

Simplemente maravillosa película de animación, española (co-producida por el Reino Unido) que ha estado a punto de ganar el último Óscar correspondiente al mejor largometraje de animación. Su derrota ha sido completamente injusta.
Y digo esto tras verla, ahora, tras su periplo navideño, y con conocimiento completo de causa.
Su calidad artística es de primera, con un diseño portentoso de los dibujos, claros, nítidos y totalmente expresivos, así como la hondura de su hermosa historia, llena de buenos sentimientos.
Tiene muchísimos gags de humor visuales y combina la ternura con el intimismo en las pocas escenas donde la nostalgia y/o tristeza embarga a algún personaje. Además, resulta verdaderamente emotiva.
Entretenidísima de principio a fin, deja un alegre recuerdo difícil de olvidar.
Para mi gusto, una excelente película de animación, de lo mejorcito del año 2019, sin duda.

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¡Hacía tiempo que una película no me satisfacía tanto! Novedosa y genial, con sabor añejo. Emoción de revolución. Para quitarse el sombrero...

La nueva película de Sergio Pablos es tan perfecta por aunar todas las características que la hacen ser lo más apropiado y necesario para todos, desde el momento de su estreno. Tan estremecedora como emocionante; tan cotidiana como transcendente. Klaus provoca en sus espectadores lo que los espectadores quieran revivir en sus vidas en forma de fuego en su interior.

A veces con lágrimas y a veces con carcajadas te mantiene una mirada brillante.

Es una película de culto.

Cada detalle está cuidado en esta obra maestra. El ritmo y la imagen son sublimes y su diseño se ha elaborado como si de una pieza de artesanía se tratase. Klaus se eleva a una profundidad insospechable. Es difícil calcular la belleza de su esencia.

Magnífica y muy especial.

La historia es ágil, con su puntito entrañable. Una especie de Doc Hollywood y Doctor en Alaska navideño. Visualmente es una proeza. Para los libros de historia de la animación.

Lo único que no me gusta, ese rollo Príncipe de Bel Air para dar comicidad al protagonista.

Ocurre con Klaus una cosa curiosa.
Podría haber sido la mejor película animada del año, superando incluso a Toy Story 4, que a pesar de su extraordinaria calidad ha dejado en muchos espectadores un cierto regusto amargo. De hecho, su primera media hora apuntaba a que podría ser así. Porque esa primera media hora, señores, es antológica. La presentación de Jesper y su padre, la escuela de carteros, la llegada a Smeerensburg, la presentación de los lugareños, los esfuerzos iniciales de Jesper por hacer su trabajo y sus primeros encuentros con Klaus, todo compone un fresco absolutamente delicioso. Es divertida, es encantadora, es entrañable y presenta a la perfección ambientes y personajes.
Lo que viene después no es que deje de ser divertido, encantador y entrañable. Al contrario, Klaus sigue siendo no sólo una opción perfecta para ver en familia y en los tiempos navideños, sino una de las mejores películas en general de 2019, entretenidísima, con una historia preciosa y llena de buenos valores y escenas que perviven en la memoria del espectador (ver las divertidas aventuras de Jesper por las chimeneas y las casas de los niños para repartir los regalos). Sin embargo, la relación entre Jesper y Alva necesitaba de más tiempo para llegar al punto al que llega al final, y el desarrollo está ligeramente por debajo del planteamiento, pese a su inconmensurable encanto y la química entre Klaus y Jesper.
Con todo, extraordinario trabajo de Sergio Pablos. Un debutante, además. Impresionante y admirable.

Lo mejor: Su primera media hora, extraordinaria, sus personajes y su absoluto encanto. No conviene olvidar también el excepcional trabajo de doblaje, especialmente por parte de un soberbio Quim Gutiérrez.
Lo peor: Pierde algo de fuelle después.