El señor Ibrahim y las flores del Corán

Un hombre solitario en una gran ciudad y un adolecente sin casi familia, cruzan sus caminos y logran encontrar sentido a sus vidas.

Esta historia es además una apuesta por la paz en Oriente Medio.

Tenía muchas ganas de ver esta película después de las buenas críticas que había escuchado de ella; y la verdad es que no me decepcionó nada.
Debo decir que las películas que tratan de niños que se encuentran en ese momento en el que empiezan a descubrir cosas y ha producirse el cambio de niño a hombre, me atraen bastante. Me parecen historias muy interesantes donde se pueden apreciar cambios y vivencias en los personajes que siempre gustan.
El chico protagonista realiza un trabajo magnífico dando vida a un joven llamado Momo que se encuentra solo en la vida, aunque viva con su padre. Un padre autoritario que solo vive para trabajar y para el que su hijo es simplemente una carga.
Por este motivo el joven Momo empezará a mantener una amistad con el tendero de enfrente, un anciano que le enseñará todo lo importante de como se debe vivir la vida.
La película está cargada de grandes frases sobre filosofía de la vida, que harán que el joven cambie interiormente y deje de obsesinarse por contratar a prostitutas y, sueñe con que alguna vez una joven le querrá sin tener que pagar.
La película es una lección de amistad y de esfuerzo por valorar la vida. Ambos personajes realizan una pareja fantástica donde sus diferencias religiosas se dejan de lado para dar paso a un amor similar al de padre-hijo, que hace que desaparezcan todas las barreras ideológicas que establece nuestra sociedad.
En fin, película muy recomendable donde uno se reirá, meditará y se emocionará por el gran viaje que vivirán estos dos personajes juntos.

Extraordinariamente pequeña, sencilla pero difícil como jugar a un toque.
Bien hecha, bien rodada, no echamos en falta nada, es un homenaje al buen gusto, con buenas dosis de nostalgia. La infancia es el único lugar al que deberíamos poder volver siempre. Dupeyron construye la infancia de Momo a través de una relación tierna con Mohamed, el dueño de la tienda del barrio, que le rescata del abandono de sus padres. El viejo, las putas y la radio se convierten en el asidero de un niño que interpreta con gran verdad Pierre Boulanger.

Sin recurrir a un exceso de emotividad, léase Cinema Paradiso, se va tejiendo una relación entrañable (me costaba mucho no meter la palabra en esta crítica), y nos importan las cosas que van pasando en ese pequeño barrio, las cosas que les pasan al viejo (Omar Sharif) y al niño, etc.

Me llama la atención que se pueda contar una historia con estos elementos desde la inteligencia, el sosiego, la falta de vanidad para no volverse loco y que hubiera podido derivar en buscar la lágrima. La lágrima es a la carcajada lo que la ternura a la sonrisa. Están en el filo, y no diré yo que llorar o troncharse de risa es sinónimo de un mal producto no, pero eso no hay que buscarlo, se encuentra. Prefiero la dignidad del director para hacer lo que tiene que hacer. Punto. Brillante.

Hace tiempo que la ví y me pareció una película interesante, bien interpretada, llena de sentimiento y sensibilidad. Historia de dos culturas muy diferentes y vivida a partir de dos edades muy diferentes.

Como ya se ha comentado, la película empieza genial. La ambientación, fotografía, interpretaciones,... son de peliculón, pero es cierto (y a riesgo de repetirme con varias de las críticas) que cuando se compran el coche y se van a Turquía, la película cae sino en picado, casi.

Pero bueno, creo que tampoco es tanta sorpresa en el fondo; se trata de cine francés, para lo bueno (que es casi todo) y para lo malo (que hay malo sólo en caso de que no te guste el cine francés).

La ambientación, genial; y los diálogos, sublimes. De no ser por la parte final (sí, ya lo han dicho anteriormente) sería una de las grandes.