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El Reino

Thriller. Intriga. Drama Manuel (Antonio de la Torre), un influyente vicesecretario autonómico que lo tiene todo a favor para dar el salto a la política nacional, observa cómo su perfecta vida se desmorona a partir de unas filtraciones que le implican en una trama de corrupción junto a Paco, uno de sus mejores amigos. Mientras los medios de comunicación empiezan a hacerse eco de las dimensiones del escándalo, el partido cierra filas y únicamente Paco sale ... [+]
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Críticas 218
Críticas ordenadas por utilidad
29 de septiembre de 2018
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta última película de Rodrigo Sorogoyen nos vuelve a introducir en la evidente preocupación que su autor tiene por las instituciones sociales que ya comentamos en Que Dios nos perdone. Estamos pues ante un film político o más bien un film de crítica política. La idea de institución se caracteriza fundamentalmente por costumbres comunes que aseguren la pluralidad y el acuerdo sobre los derechos y la justicia. Por tanto tiene una naturaleza política y deben ser la expresión del poder en común distanciándose de la dominación. Los derechos no existen fuera de las instituciones. Los miembros de estas instituciones están obligados a ser realizadores de derechos que hasta entonces solo parecen expresiones lingüísticas de nobles aspiraciones morales por las que claman los heridos y menesterosos. Resulta inconcebible y contradictorio que los derechos estén en manos de los que no los viven ni creen en ellos sino que aprovechan su acceso a recursos públicos para sus ambiciones personales. Sorogoyen nos presenta un film ágil, acelerado en ocasiones, que obliga al espectador a estar atento a las complejas conexiones que exige la corrupción en su intento de pasar desapercibida. A mi entender lo logra con creces apoyado en un extraordinario actor como Antonio de la Torre respaldado por un elenco de actrices y actores sólidos bien curtidos en el drama que dan al conjunto de la película un buen nivel de calidad. Muy interesante me resultó el proceso de trasformación de traidor a héroe que se va verificando en el devenir de la obra. En efecto, el personaje de Antonio de la Torre va disolviendo su delito, y por tanto, justificándolo, como consecuencia de pertenecer a una sociedad profundamente corrompida, a la que él, casi como sujeto pasivo, se ha sometido. De delincuente va pasando a víctima provocando cambios emocionales en el espectador. Tiene que venir la periodista (Bárbara Lennie – Ana Pastor) para con su discursillo poner las cosas en su sitio.
JRBoxó
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2 de octubre de 2018
30 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más, la crítica de los profesionales no coincide con mi opinión personal, algo que cada vez es más habitual. Para mí, El Reino no tiene ni pies ni cabeza. El principal problema de la película es que no te aporta contexto y que es imposible empatizar con los personajes ni con el calvario que viven que, por otra parte, se merecen.
Un político es implicado en un caso de corrupción en un partido que es una auténtica máquina de corruptos. No se especifica qué partido es (está claro que es el PP), dónde ocurren los hechos (Valencia?) ni el dinero que se llevan o cómo funciona exactamente la trama. No hay pistas ni muchos datos, como si la situación y los protagonistas fuesen sólo arquetipos.
El director te presenta a los personajes directamente, sin que se sepa quiénes son o qué papel juegan tanto en su formación política como en la trama corrupta. Todos son egoístas y sólo miran por sus bolsillos, tienen el poder y se protegen entre ellos. Los verdaderos enemigos, sin embargo, están dentro del mismo partido. En este país nos hemos acostumbrado a que los corruptos siempre reciben el apoyo de los suyos, pero en esta ocasión, el partido decide sacrificar al protagonista sin que se sepa muy bien el porqué.
Nuestro anti-héroe, lógicamente, luchará para salvarse, no para limpiar su nombre sino para demostrar que no es el único que hace juego sucio y que su comportamiento es lo normal dentro de su organización. En su huída hacia adelante vivirá alguna situación surrealista y poco creíble, hay una escena cuando busca unos papeles en la casa de un implicado que es ridícula, además de demostrar que no se puede fiar de nadie, sobre todo de los que están por encima de él en el escalafón de mando.
¿Suena verídico? Supongo que coge cosas de los papeles de Barcenas y la Gürtel, pero parece más los tejemanejes normales de los cargos medios. El final también es decepcionante, porque no deja ver qué pasará con la justicia o condena ni si lo que intenta llevar a cabo el protagonista tendrá algún efecto. ¿Sorogoyen nos intenta mostrar que lo importante es la corrupción y no quién, cómo y qué se hace para llevarse el dinero público? Supongo que sí, pero no me convence. ¿Podría haber sido una película de denuncia pero se queda en algo casi anecdótico o sin trasfondo moral y ético? Estoy convencido. Se han rodado pocas películas sobre la corrupción en España y quizá haya que agradecer su valentía, pero falla en su propósito de denuncia.
Por último, por mucho que se emplee la música para crear tensión o por mucho primer plano y movimientos de cámara, casi nerviosa como el personaje, no se consigue despertar el interés ni por el protagonista ni por los que le rodean, todos tan reprobables como él. Esperaba mucho más, así que mi nota es un aprobado a secas.
CVBrando
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30 de septiembre de 2018
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
"En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo", decía el maestro Ramón María del Valle Inclán. Y en síntesis, su sabiduría se evidencia en Manuel, el típico político afiliado a un determinado partido, que no ha dado un palo al agua en su vida. No conoce el esfuerzo, el mérito o la vida más allá de un partido político -mirad al Congreso o a vuestros ayuntamientos y veréis ejemplos reales del Manuel de turno-.

Mientras todos callan, las cuentas en Suiza están cubiertas y las mordidas a proyectos europeos siguen a la orden del día, toda la maquinaria sigue engrasada, no faltan los lujos y el sistema funciona. Ahora bien, cuando se producen las filtraciones y la presa no resiste la cantidad de mierda que contamina la democracia, entonces viene los problemas. Manuel es señalado. Expulsado de El reino. Un apestado que sin embargo no quiere caer solo y emprende una batalla por desenmascarar a todos los corruptos.

Con un ritmo frenético desde el principio, El reino engancha. Su historia, tan asquerosamente cotidiana, convence. Realidad y ficción casan perfectamente en la película de Sorogoyen, plagada de personajes muy elaborados. Pese a que Antonio de la Torre es el gran protagonista, aparece rodeado por impresionantes secundarios como Luis Zahera, Nacho Fresneda, Josep María Pou, Ana Wagener o Francisco Reyes. Este es uno de los fuertes del filme, que se va desenvolviendo correctamente hasta los compases finales.

Es ahí, en la última media hora, donde El reino se embarra y se va de madre. Deja a un lado todo lo bueno del principio y llega a ser incluso tramposa en algunas de sus conclusiones. Porque Sorogoyen no solo señala a los políticos en toda esta maquinaria corrupta. También al ciudadano de a pie y a los medios de comunicación que contribuyen a sostener ese reino putrefacto.

En mayor o menor medida, todos somos parte del problema, y también de la solución. Tenemos un hueco en ese cuadro pintado por Sorogoyen. Y estoy de acuerdo. Sin embargo, esto se aborda de refilón y se cierra con un final muy precipitado, incluso sesgado, que no está a la altura de todo lo anterior. En definitiva, una última media hora para olvidar donde se pierde todo el potencial previo -también Bárbara Lennie-.

Si no fuera por esa última media hora, El reino sería más que una película notable. Tiene todo. Buenos personajes, reparto, intriga, ritmo. Pero su embarullado desenlace la hace cojear. Y aún así consigue hacer reflexionar, que eso ya es digno de aplaudir. Quitando esa última parte, el lienzo que dibuja Sorogoyen es magnífico, para vergüenza de todos -sí, todos- los que formamos parte de una sociedad corrompida desde la cúpula hasta sus cimientos.

Más datos sobre esta y otras películas en el blog: http://argoderse.blogspot.com.es/
Y en Facebook: https://www.facebook.com/argodersecine
Argoderse
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1 de octubre de 2018
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorogoyen ya se mostró como un hábil realizador en su anterior película "Que Dios nos perdone" tomando también una página real de nuestra historia -la llegada del Papa a Madrid el 2011, el movimiento 15-m, etc.- para enmarcar un thriller policíaco muy bien articulado con personajes muy potentes y con la habilidad de volver a contar, en clave patria, la fórmula explotada hasta la saciedad de los dos policías antagónicos a la caza de un psicópata. Bien, pues ahora y contando con la misma coguionista Isabel Peña, es capaz de volverse a mirar en el espejo de una realidad dolorosamente reconocible, la de la corrupción política en España. Ahí queda eso.

Como amante del séptimo arte, siempre he admirado la capacidad que tiene la sociedad norteamericana de mostrar claramente -y a veces, dolorosamente e incluso ridículamente- sus propios problemas sociales en todos los ámbitos, fustigando los peores temores y fantasmas y aireándolos para contar historias apasionantes. Desde los narcotraficantes de Miami hasta la Guerra Civil; desde las masacres a los Indios apaches hasta la Guerra de Vietnam. En todos y cada uno de esos ámbitos hemos visto a héroes y antihéroes, en perfectas trasposiciones dramáticas -a veces ficticias y otras basadas con total evidencia en casos reales- de todas las bases argumentales de las historias más clásicas, heredadas de la mismísima dramática Aristotélica.

Y eso, en el cine español se ha hecho poco; o se ha hecho quizás de una hábil manera cómica, como realizó el maestro Berlanga, mostrándonos en un espejo nuestros más ridículos aspectos de nuestra historia. Pero pocas veces se ha utilizado el marco de la realidad para contar una ficción cinematográfica con verdadero interés: tendríamos que remontarnos a los mágicos "El Crack" y "El crack 2" de Garci para ver algo en este sentido. Pero Sorogoyen, con gran inteligencia y dotado de una gran capacidad como realizador, ha revisado y actualizado este modo de ver cine, y nos ha ofrecido un producto realmente brillante; excelente tanto en forma como en fondo. Con un marco, el de la corrupción política, que tantas y tantas veces hemos oído -y visto- en la televisión, en la prensa, en la radio, en el congreso, en el bar de la esquina...en todos sitios. Por todos lados.

En ese contexto en el que nadie conoce a nadie, en el que todos son amigos hasta que dejan de serlo por verse implicados, en el que todo el mundo calla, consiente y mira hacia otro lado, cuando te llega el momento y te toca, te toca. Y es el momento en el que las ratas abandonan el barco en tropel, el momento del sálvese quien pueda. Al precio que sea, llegando el famoso -e infame- y peligroso "fuego amigo", el cruel "cuerpo a tierra que vienen los nuestros".

Pero lo más original de la historia es que, aunque hayamos visto esta fórmula por poner un ejemplo en la famosa "Uno de los nuestros" de Scorsese -de la que es justa heredera tanto a nivel argumental como a nivel visual- Sorogoyen tiene la gran habilidad (y capacidad) de contextualizarla hace unos cuantos años en nuestro país: el vicepresidente de una comunidad autónoma se ve implicado en un caso grave de corrupción, y es entonces cuando todos los miembros del partido al que pertenece, y que siempre lo han apoyado, ahora le dan la espalda, echándolo a los leones; ante lo que él, claro, intentará contraatacar con todo lo que pueda, y hablando en términos políticos, intentando "poner en marcha el ventilador de mierda" para que todo el mundo tema acabar salpicado y de esa forma salvarse...

De alguna forma, viendo este estiloso (y estilizado) film he recordado a Fred Zinemman y su "Sólo ante el peligro", e incluso su "remake" en "Atmósfera Cero" de Hyams: el protagonista se ve poco a poco desprovisto de quienes le apoyan, hasta que, a la desesperada, intentará sobrevivir como pueda. Este enfrentamiento no solo lo podemos ver a nivel argumental, en una espiral cada vez mayor de desesperación -y hasta locura- sino también a nivel actoral: no hay que descubrir que Antonio de la Torre es uno de los mejores actores que existen en nuestro país, y se enfrenta a los nombres más floridos de la interpretación del panorama nacional -Pou, Wagener, Lennie, Fresneda...- saliendo no solo airoso, sino de manera superlativa. Su interpretación está llena de matices, desde la mayor calma a la ironía, de la compasión a la crueldad, de la complicidad a la traición, una verdadera sinfonía actoral que orquesta con una maestría realmente apabullante. Su mirada azul puede acerarse de la manera más fría o compungirse en lágrimas con la mayor calidez. Y todo ello con una demoledora credibilidad, humanizando al corrupto, como Ray Liotta humanizó al gánster de "Uno de los nuestros" -referencia que hicimos anteriormente y no ya a nivel narrativo y visual, sino también interpretativo-. Porque De la Torre es la incuestionable estrella del show; sobre sus hombros recae todo el peso de la película, y consigue soportarlo sobradamente. Es más: creo que pocos actores habrían sabido dibujar tan bien un tipo de personaje tan reconocible en la España actual.

Aunque el guión es realmente modélico en muchos casos, no es menos cierto que desde mi modesto punto de vista, contiene cierta ingenuidad: hay varios momentos en los que no resultan creíbles ciertas reacciones, sobre todo cuando la acción se precipita y la integridad personal -y familiar- del protagonista se ve comprometida. No obstante, son momentos puntuales que están sobradamente compensados por otros picos de gran intensidad dramática absolutamente desgarradora, articulados con una dirección deslumbrante, que no deja respirar ni un segundo de las más de dos horas y diez de proyección que pasan en un verdadero suspiro.
SIGUE EN SPOILER SIN SPOILER POR FALTA DE ESPACIO
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Federico_Casado
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3 de octubre de 2018
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras Que Dios nos perdone y Stockholm, Rodrigo Sorogoyen firma su película más madura, con la corrupción política a nivel autonómico y estatal como tema principal, y con un discurso claro -para nada manido- que humaniza al corrupto y flirtea con los límites de la ética y la doble moral.

Los momentos de mayor tensión dramática los estira como un chicle Boomer que nunca se parte, manteniendo al espectador en la butaca, tieso, deseando que rompa por alguna parte ese desasosiego. Y cuando el espectador ya está exhausto, cuando quiere calma, Sorogoyen y su co-guionista, Isabel Peña, no se la conceden, ni mucho menos, al contrario, estiran ese chicle un poco más, tensando al máximo el hilo de la verosimilitud, hasta donde de, pero sin romperlo. ¿Cómo se consigue esto? Con talento e inteligencia.

Con estos dos ingredientes como principal baza Rodrigo Sorogoyen abandera actualmente la dirección de thriller en nuestro país, y el ritmo que impone a sus competidores es tan vertiginoso como el que marca al relato la banda sonora de El Reino, que encaja en la puesta en escena de la cinta como Adam Beyer o Ben Klock lo harían en el Aquasella.
Willy Wonka
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