Entre el amor y el pecado

Después de mucho tiempo, vuelvo a atreverne a escribir más que una crítica, una opinión sobre ese cine que a Dios gracias, está dentro de los placeres incrustados en nuestra alma. El cine clásico. Y esta película en particular, después de haberla visto ya un par de veces, confieso, la he degustado mejor. Melodrama clásico donde, como dicen algunos de mis antecesores en esta página, los coprotagonistas de Joan Crawford, están a su par. Ósea, ella no los opaca. Me atrevo a decir, que con el único que no sucedía ésto era con el mítico Clark Gable. De resto, los demás tenían que mirarla a ella hacia arriba. Su personalidad arrolladora, con defectos y virtudes, unida con ese inigualable talento hacen de la Crawford la leyenda que fue. Reina de los melodramas con mujeres independientes, dominantes y a su vez ambiguas en el amor, con Daisy Kenyon tiene nuevamente un personaje donde su capacidad de interpretación se revalida. Dicen que Preminger, dentro de su versatilidad como director, sobresalía más en el cine negro, de tramas policíacas y criminales. Pero creo, que acá sale bien librado. Un triángulo amoroso donde no hay inocentes o culpables. Simplemente las dudas, vivencias y conflictos que esta mujer, tiene que afrontar por la dualidad que se le presenta por amar a un hombre casado o la incertidumbre de darse la oportunidad con otro que le ofrece una vida segura a su lado.
De Fonda, siempre se espera la capacidad de un actor de leyenda para dar lo mejor de sí. Aquí como siempre no defrauda. Y Dana Andrews, por supuesto, no siendo inferior. Diálogos inteligentes, actuaciones sobrias y y un guión acertado. Película para disfrutar mucho mejor después de la primera vez. Eso sí. Me sorprendió al inicio en la presentación de los caracteres ver situado a Fonda después de Andrews. Detalle menor. Recomendada para verla, como yo, cuando se quiere encontrar juntos a dos figuras grandiosas como Crawford y Fonda en la plenitud de su arte interpretativo y físico, acompañados de un Andrews solvente.