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El siciliano

Aventuras. Drama El director de "El cazador" adapta una novela de Mario Puzo (El Padrino) que relata la historia de Giuliano, un bandido que intenta liberar Sicilia de la corrupción del gobierno de Roma y de la Mafia. (FILMAFFINITY)
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
25 de diciembre de 2022
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La película la vi hace muchísimos años, probablemente en el cine, pero no lo recuerdo exactamente y con precisión. Y creo, pero no lo puedo asegurar, que he leído el libro, pero no lo tengo fichado, por lo que puedo decir que no lo conservo, o bien lo regalé o bien me lo prestaron.
No creo, ni por un momento, que Cimino pretendiese hacer una película como El Padrino. Supongo que sabía de cine lo suficiente como para saber que estaba fuera de su alcance. Pero sí es cierto que tiene pretensiones de película épica, de gran formato, duración larga y temática río.
Pero ni los actores, ni las pretensiones, ni el tono parece que siga ese camino. Las insinuaciones políticas, el tema sindical y el reparto de la tierra, la idea de gran líder, y la época -pleno siglo XX- no parece que puedan conseguir esa pretensión.
Pero la película es interesante, tiene su gracia si no pretendes compararla y puede verse perfectamente. Es una especie de mezcla entre Novecento y El Padrino II cuando cuenta las vivencias italianas.
Se pierde en las pretensiones políticas, en la idea del reparto de tierras, en sus pretensiones de ser una especie de Robin Hook para los pobres de Sicilia. No funciona como película de mafiosos, porque el poder y el dinero, que son los móviles de este tipo de cintas, puede adaptarse a esta especie de cuento infantil con tintes socialistas.
Los actores tampoco parecen los mejores para esta cinta: Christopher Lambert, Terence Stamp, Joss Ackland, John Turturro y Barbara Sukova.
ÁAD
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28 de noviembre de 2023
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Tal vez este Salvatore Giuliano (Lambert) sea el último de los bandoleros populares que, al estilo de Robín Hood o de José María el Tempranillo, robaban a los ricos para darlo a los pobres que, a cambio, los protegían cuando eran perseguidos.
Claro está, cambiando el bosque de Sherwood o la Serranía de Ronda por los bellos paisajes magníficamente fotografiados de la soledad Sicilia.
Cuidadosísima ambientación, casi excesiva pues es difícil que los segadores de Montelepre empuñaran sus hoces vestidos de domingo, de punta en blanco.
Y hablando de hoces, no es de recibo meter con calzador el comunismo ni en la historia de Mario Puzzo ni en la biografía de Salvatore.
Cinta estéticamente muy bella que desgraciadamente se queda en eso. La historia que se cuenta es muy poco creíble, un Salvatore que desde el principio parece tocado por los dioses para un destino heroico.
La narración es muy pobre, sin alma, se cuentan cosas, sí, pero falta chicha, tensión dramática.
Pobre también es el perfil de los personajes. Como ya se ha dicho no parece buena la elección del protagonista, ni las chuscas escenas con la duquesa.
Demasiado larga para lo que se cuenta. Total que no pasa de regular, aunque no por ello hay que dejar de darle un vistazo a este Robin siciliano.
Lafuente Estefanía
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28 de junio de 2019
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
1.

En ocasiones, el propio espectador o lector no se permite a sí mismo el esclarecer. Esta represión del talante inquisitorio, talante tan natural en todos nosotros, obedece a otra necesidad natural: el prolongar de modo indefinido el embeleso producido por el misterio.

Sin embargo, cierto significado en esta «El siciliano» resulta tan evidente que no existe posibilidad alguna de misterio ni del subsecuente embeleso.

Al comienzo de la película, el profesor Héctor conduce por las calles de Palermo, la capital de Sicilia. Por doquier vemos retratos en blanco y negro de Salvatore Giuliano, el Robin Hood —un tanto bestial y altanero— de esta historia. Hay cirios al lado de los retratos: ya sabemos, sin necesidad de que se nos diga directamente, que Giuliano ha muerto.

Avancemos en el metraje. El anciano Masino Croce, capo de la mafia, habla con Héctor sobre el tiempo, según Croce el adversario del ser humano y el único vencedor.

Volvamos a la secuencia inicial, la de los retratos de Giuliano. ¿No os extrañó el primer plano de la película, un travelling circular que parte del cielo y termina precisamente en uno de los muchos retratos?

Obtenemos el significado unos pocos planos después. Héctor sigue conduciendo por las calles. Vemos una «Niké», es decir, una estatua que representa a la diosa griega de la victoria, alada y ofreciendo una corona de laurel. Héctor pasa por debajo de la estatua: de súbito, uno de los retratos de Giuliano aparece sobre él y sustituye su rostro.

Obviamente, el travelling circular representa de modo simbólico la corona de laurel ofrecida por Niké. ¿A quién ofrece la corona? A Giulano, claro. Recapitulemos: dicho travelling termina en uno de sus retratos; y, al pasar Héctor por debajo de la estatua, aparece otro retrato (es decir, la estatua corona a Giuliano).

La diosa de la victoria coronaba a los vencedores en competiciones deportivas, entre ellas las olímpicas; luego Giuliano ha vencido. Pero ¿en qué competición? Recordemos: Masino Croce hablando del implacable carácter del tiempo. Volvamos de nuevo al inicio: los retratos y, frente a ellos y a los lados, velas y cirios. Ya lo advierte Giovanna: «Te recordarán». Eso es: Giuliano ha vencido al tiempo. Perdurará en la memoria y su recuerdo pasará de unas generaciones a otras. La idea no parece demasiado original; pero está expresada bellamente.

La secuencia en que Bárbara Sukowa va a tomarse un baño es fascinante y, a la vez, irritante por la actitud del personaje: se comporta igual que los hombres en las películas de Ozu.

Dos objeciones: la música extradiegética, redundante como toda música en el cine; y el inglés. La historia transcurre en Sicilia; pero no se dice ni una palabra en siciliano ni tampoco en italiano. Ah, el perezoso público estadounidense no quiere leer subtítulos. ¿Qué haría Gibson para colarles «La pasión de Cristo» en arameo y latín? La religión, supongo.

2.

A pesar de «El siciliano» y la extraordinaria «La puerta del cielo», Cimino negó en cierta entrevista que hiciese cine con propósitos políticos. Nada de lucha de clases; según él, todo se trata de «estatus»: los machos humanos se baten por estatus, para fardar de que han ganado y de que el nuevo estatus les permite tener prendas elegantes y un coche bonito. Ahí tenemos a Giuliano, fardando de coche y ropa. Como el propio Cimino, que fardó de coche por las calles de Hollywood. Toda la belleza de su cine dilapidada por un pensamiento propio de las cavernas. Su error consistió en generalizar: hay machos humanos como él los describe, pero no son tan numerosos.

3.

Alessandro Scarlatti en el gramófono. Entra Passatempo y exige a Borsa salir. Después de exigir, se queda sentado y escucha la música. «Es muy bonito», dice a Borsa. No todo el mundo puede apreciar la belleza; pero en todas partes hay gente capaz de apreciarla, tengan o no estudios, vistan con frac o con una rebeca andrajosa. En el caso de este Passatempo, el apunte de Cimino dota al personaje de cierta ambigüedad: un hombre criado entre escopetas y bandidos, sin escrúpulos para matar, es capaz de apreciar la belleza de la música.

Quizá para Cimino así fuese la Sicilia de los cuarenta y, por extensión, el mundo entero: la más desesperante brutalidad (en forma de miseria impuesta, bandidos supuestamente bondadosos sin escrúpulos para matar, mafia, ejecuciones por razones de toda índole, gobiernos represivos) y, muy de vez en cuando, una belleza sublime, la del agreste paisaje, la del arte (Scarlatti fue siciliano), la de un inusitado acto de nobleza y la de la eventual concordia entre los seres humanos. Mejor dicho: eventualísima.
Cobalt Blue
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22 de diciembre de 2008
8 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de algunos tropiezos sonados que debieron haber dañado su autoestima, a finales de los 80, Michael Cimino gustaba mucho a Michael Cimino, y cuando le dieron dinero para ello, tras el relativo éxito del policiaco "Manhattan Sur", hizo una michelciminada para disfrute michaelciminesco, que provocó una reacción alérgica anticiminesca en crítica, público y productores, que redujo hasta el día de hoy a Cimino a la mínima expresión, lo que no deja de ser una pena, ya que "El Cazador" es una gran película, y "La puerta del cielo" tenía cosas buenas. Casi todos los directores de cine, y los artistas en general tienden a ser narcisistas, a diferencia de otros, Michael Cimino ha pagado por ello.
Teddy Roosevelt
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