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El príncipe estudiante

Drama. Comedia. Romance Karl Heinrich, sobrino del rey de un pequeño país y príncipe heredero, se traslada a estudiar a Heidelberg acompañado por su tutor, el doctor Jüttner. Allí se enamora de Kathi, la sobrina del dueño de la posada en la que se alojan. Karl Heinrich es feliz, pero el rey muere y debe regresar para ocupar el trono. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
25 de julio de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las muchachas sueñan con un príncipe azul. Los caballeros enamorados llaman princesa a la mujer que aman… y todo este chorro -laaaaargamente estimulado por los cuentos de hadas-, se ha mantenido en el imaginario social durante ya bastantes, ilusos y pesados siglos. Como, bien que sabía, que poco indaga la gente acerca de lo que realmente ocurre tras los muros de los palacios y en sus gélidas alcobas, al novelista y dramaturgo alemán Wilhelm Meyer-Förster (1862-1934), se le ocurrió contarlo -con gran sutileza y afectuoso reproche-, en su novela “Karl Heinrich” (1898) siendo él mismo el que, tres años después, convertiría su novela en la obra teatral “Alt Heildelberg” (Old Heidelberg, en inglés), resultando así una de las historias con más enjundia y calidez que haya provenido de la literatura alemana.

Llevada primero al cine por el director John Emerson, en 1915, con Wallace Reid y Dorothy Gish como protagonistas, la obra de Meyer-Förster tendría tal trascendencia que, en 1924, con un libreto de Dorothy Donnolly, el compositor Sigmund Romberg la convertiría en una operetta que sería un éxito, y años después (1954), sería la base para una nueva versión cinematográfica que dirigiría Richard Thorpe, con Ann Blyth y Edmund Purdom en los roles principales.

Llegado el año 1927, fue el productor de la MGM, Irving Thalberg, quien se entusiasmó con una nueva versión cinematográfica de “EL PRÍNCIPE ESTUDIANTE”, y aunque se había pensado primero en Erich von Stroheim y luego en otros directores para que se encargaran de ella, al final fue a parar a manos de Ernst Lubitsch quien, con su habitual pulso cinematográfico y su profunda sensibilidad, terminaría dándonos uno de los filmes más románticos y envolventes que se hayan hecho en la historia del cine.

Lubitsch no cae en la tentación de la complacencia ni hace concesiones al idealismo, y con marcados detalles que dan en toda la diana, deja bien trazado que la vida de los príncipes no es tan halagadora como muchos creen. A lo largo de la historia se darán tres magníficos contrastes: En el primero, aparecerán unos niños viendo un retrato del pequeño príncipe y uno de ellos exclamará: “¡Debe ser grandioso ser un príncipe!” El filme conecta entonces con una imagen del pequeño príncipe tras una reja, más aburrido que una ostra y sintiendo como, con gran alegría, los niños del común juegan entre ellos. Más adelante, unas muchachas observan una imagen del príncipe adolescente y una de ella exclama: “¡Debe ser maravilloso ser un príncipe!”… pero ahora el príncipe está solo en su cuarto viendo con envidia a las jóvenes que pasean desinhibidamente mientras comparten su amistad. Finalmente… es mejor que lo vean, porque esta es la suerte de filme que nos demuestra que es mucho mejor fluir que retener, ser sociable que aislarse, sentirse igual a todo el mundo que montarse en los resecos zancos de la ostentación y la arrogancia…

Ramón Novarro como Karl Heinrich, Norma Shearer, la linda Kathi, y Jean Hersholt el comprensivo tutor, lucen maravillosos y es bien seguro que se te volverán entrañables.

Ya no me cabe duda de que, Ernst Lubitsch, sabía muchísimo de lo que realmente hace grandes a los seres humanos.

“EL PRÍNCIPE ESTUDIANTE” es un clásico con pleno mérito.
Luis Guillermo Cardona
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15 de enero de 2012
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
372/29(31/12/11) Melodrama mudo, una envejecida obra romántica del gran realizador alemán Ernst Lubitsch y del no acreditado especialista en el melodrama John M. Stahl, que me ha sido de lo más simple, únicamente su duro final te saca de lo rutinario y predecible. Gira en torno a un amor imposible, un príncipe, Karl Heinrich (buen Ramón Novarro), heredero a una corona de un país europeo que mientras estudia en la Universidad germana de Heidelberg se enamora de una camarera, Kathi (buena Norma Shearer), este tiempo para Karl es un oasis en su vida, pues ha dejado el acartonado protocolo de su corte y se comporta como una persona normal, pero debe abandonar repentinamente este ‘paraíso’ pues el Rey se está muriendo con lo que su ‘mundo feliz’ se desmorona, pues tras el fallecimiento de este él como Rey debe casarse con una noble y Kathi no lo es, esto le atormenta, mientras al pueblo de vez se le ve cuchichear que <Ser Príncipe debe ser maravilloso>, cosa que choca con la realidad. Es una cinta famosa en la filmografía de Ernst, pero el tiempo no le ha hecho bien, la ha apolillado en demasía, quizás se nota demasiado la mano de Stahl, es una opereta simplista y lineal, donde los personajes son más planos que una mesa, su desarrollo se me ha hecho lánguido, quizás porque no puedo empatizar con esta oda a la monarquía, esta especie de moralina de que los Reyes son infelices por que tienen que someterse a unas reglas me resulta no ñoña si no vomitiva, los protagonistas son meros arquetipos que funcionan como tales, las décadas pasadas la han machacado. Lo que si perdura es la maestría en la dirección de Lubitsch, tiene destellos de grandeza, la presentación de personajes es notable, en unos pocos trazos nos los ha dibujado, el modo en que vemos la infelicidad del príncipe de niño que tras una reja (metáfora constate de su ‘encarcelamiento’) ve jugar a unos niños en la calle y el está solo en el jardín es desolador, las escenas en Heidelberg son de gran lirismo, o la última imagen del film, pero el conjunto de la historia no me ha sido empatizable, la he visto como un folletín novelesco sin sustancia, y todo lo malo se lo achaco a Stahl porque me cae mejor el alemán. Recomendable a los amantes de Lubitsch (entre los que me cuento). Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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3 de junio de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta parece ser una de las típicas películas de conflictos hollywoodenses mientras se rodó. Lubitsch no estaba de acuerdo con la elección de Novarro y le puso en un momento muy comprometido al querer filmar una relación un poco afeminada con un amigo. Claro está Novarro no le sentó bien, ya que quería ocultar su homosexualidad a toda costa. La crítica tampoco ayudó, y la recaudación no cubrió el coste de la película (inflada a posta por Lubitsch), con lo que obtuvo pérdidas.

Ahora está considerada un clásico, y es que el encanto de Novarro (también lo criticaron porque tenía un aspecto muy latino, cosa que no comparto) hace que la película crezca. Realmente que hay un par de escenas que me encantan de Novarro y entiendo el porque era un rompecorazones entre las jóvenes de la época.

La parte que menos me ha gustado, es la que está en el pueblo el primer día y baja con otros estudiantes y empiezan a congeniar. Se hace muy largo, pero mucho. No entiendo porque hizo esta escena de tantos minutos, porque no cuenta nada.

El resto bastante típico, pero el final sorprende, no porque sea algo novedoso o no te lo esperes, pero te deja un sabor algo agrio, y hace que el conjunto de la película lo valores más (sentimentalmente hablando).
edugrn
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