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Yo, Daniel Blake

Drama Por primera vez en su vida, víctima de problemas cardiacos, Daniel Blake, carpintero inglés de 59 años, se ve obligado a acudir a la asistencia social. Sin embargo, a pesar de que el médico le ha prohibido trabajar, la administración le obliga a buscar un empleo si no desea recibir una sanción. En la oficina de empleo, Daniel se cruza con Katie, una madre soltera con dos niños. Prisioneros de la maraña administrativa actual de Gran ... [+]
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Críticas 97
Críticas ordenadas por utilidad
31 de octubre de 2016
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Loach ha sido tachado de "panfletario" y poco sutil. Hay razones para ello: buena parte de su filmografía adolece de estos defectos. No es precisamente la pareja Straub/Huillet, Godard o Pasolini, que son o eran, comunistas ilustrados. Loach no es un intelectual teórico, sino que hace un cine de barricadas pero matizado con un sentido del humor constante en todas sus películas y que siempre es de agradecer.

Sin embargo, esta película consigue superar estas limitaciones y conseguir un buen resultado. Razones:
- Loach trata el tema desde el punto de vista humano más que desde el reivindicativo. En este sentido, salvando las distancias, es más neorrealista que proletaria.
- Una buena narración que mantiene el interés del espectador con alguna solución argumental barata, casi grosera, que pasaremos por alto. Me refiero a cómo descubre Daniel el trabajo de su amiga y a la teatral escena de la habitación de la casa de citas.
- Una magnífica dirección de actores, que es, sin duda, la mejor virtud del director británico. Los actores están a una gran altura.
-Buen guion. Los diálogos están más elaborados de lo que parece. Eso es siempre un muy buen síntoma.

En conclusión, un buen trabajo del veterano director, para mí, el mejor de los últimos años, que si bien no me conmovió (sus recursos para llegar a la emoción siguen siendo algo burdos) sí consiguió mi empatía con los personajes. Es lo mejor que se puede decir de ella: logra que te identifiques con ellos y recuerda que la exclusión es un problema que afecta a todos. Es un cliché contraproducente calificarla como "necesaria" ya que un determinado público no acude a las salas por considerarla sectaria. Sencillamente la definiré como "totalmente creíble". La expulsión del sistema de gente honrada y trabajadora es un hecho que se produce todos los días y que la Administración vaya contra los administrados es casi una redundancia.
Bartleby
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25 de septiembre de 2016
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película ganadora de la Palma de Oro en el último Festival de cine internacional de Cannes 2016, y ganadora también del reciente Festival de Cine Internacional de Cine de Donostia 2016 del Prestigioso Premio del Público.
Se trata de un excelente film, brillantemente dirigido por el maestro Loach y que, gracias a un estupendo, conciso (siempre va al grano) guión de Paul Laverty, colaborador habitual, emociona e irrita al público a partes iguales.
La lucha por un hombre trabajador, contra la Administración, por intentar conseguir (sin éxito) unas ayudas sociales legales y justas, es a veces mostrada con un poco de humor (las tecnologías actuales en manos de un trabajador de edad media que nunca las ha utilizado en su trabajo y vida normal), pero también de forma dura, inclemente, dolorosa, con las actuaciones laborales de los trabajadores de la Administración, todo legalistas, seguidores de normas ultraestrictas que no dan cabida a la más mínima humanidad.
Quizás en este sentido se cargan demasiado las tintas en esos empleados que parecen robots sin sentimientos, con un guión en su cerebro, sin capacidad de pensar, de empatizar con sus semejantes.
Un film, de esos a los que se les suele denominar "necesarios", que nos hace reflexionar acerca del mundo en el que vivimos, el que, me temo, entre todos hemos contribuido a construir.

http://filmsencajatonta.blogspot.com.es/2016/09/yo-daniel-blake-i-daniel-blake-reino.html
Constancio
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4 de febrero de 2017
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunos espectadores somos fieles a algunos maestros por una sencilla razón: ellos nunca se han traicionado, siempre han sido fieles a su estilo y a su mensaje.
Daniel Blake, un personaje fuera de serie, continuación de aquel maravilloso Peter Mullan de la magistral obra maestra Mi nombre es Joe, nos recuerda qué ha pasado con lo que algunos espabilados han llamado crisis... y es que en realidad se libraba una lucha de clases que desde el darwinismo social thacherista, reganista, felipista, aznarista,etc., ha ido resquebrajando los músculos de todo lo público, de todo lo común, de los derechos inalienables del ser humano. El lenguaje lo demuestra: no existen revolucionarios, sino indignados. Los primeros cambiaron el mundo, los segundos, el magnífico Squires, hacen la guerra por su cuenta, no hay clase social, no hay conciencia de clase. El indignado recurre a la caridad y es culpable de su miseria. El indignado no es un ciudadano, su soledad es absoluta.
El maestro Loach nos pregunta en esta enorme película: ¿Qué ha pasado? ¿En qué nos hemos convertido? La tecnología nos ha aislado, el mundo en el que algunos hemos crecido, el mundo de la calle, ya no existe. El neoliberalismo ha sabido aislarnos, silenciarnos, matarnos, ha utilizado sus armas de la manera más perversa...por ejemplo devaluando el estudio de las humanidades, asignaturas que formaban a los universitarios de forma muy crítica contra un capitalismo que ahora campa a sus anchas y que ha destrozado el estado del bienestar. Ya no somos ciudadanos, somos Daniel Blake. Tiempos oscuros. ¿Nueva Edad Media?
La culpa es individual. La injusticia es política.
Gracias, maestro Loach.
rambleta44
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20 de octubre de 2016
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos años después de que se anunciara la jubilación de Ken Loach, esta ha sido felizmente postergada. El británico trae bajo el brazo su segunda Palma de Oro a la mejor película en el Festival de Cannes, basada en un guión de Paul Laverty, como doce de sus últimos trece films, cosecha de veinte años de trabajo en común. Dos décadas de un punto de vista y una voluntad enfrentados al mensaje único y superficial.

En esta ocasión, su argumento nos sitúa frente a los derechos sociales de una ciudadanía de la que el Estado, autodenominado liberal, se defiende como gato panza arriba. Daniel Blake es un empleado modélico, de los de antes. De aquellos que nunca enfermaron, ni llegaron tarde a su trabajo ni un solo día. Que después de un accidente laboral, quisiera reincorporarse, pero razones médicas lo impiden.

Y allí se acaba la lógica. No la de la obra, sino la del mundo en que vivimos, fielmente retratado. Comienzan los talleres para parados que si no cursa, le supondrán el desahucio. Cursillos que preparan para puestos inexistentes, pero cubren la necesidad del organismo público que así acredita exigir algo al parado a cambio de su prestación.

Presenciamos, también, la fiscalización que sufre el ciudadano, quien ha de demostrar que busca trabajo, aunque el servicio sanitario le conmina a no ejercerlo por el bien de su salud. Información esta que aporta el dúo Laverty – Loach de gran interés antes de caer en la sobreestimación de determinados modelos económicos occidentales. Pues está contada con la veracidad y el brío de quien conoce los hechos en primera persona.

La coprotagonista ilustra las dificultades especialmente intensas para las familias de un solo cónyuge, el vaciado del centro de las ciudades por la especulación inmobiliaria, que aboca a vivir lejos del lugar donde se disponen los servicios comunes, … Es decir, «I Daniel Blake» ahonda en las contradicciones de nuestro sistema, en las víctimas que crea y en la terquedad con que se ceba en estas.

Describe con especial esmero la maquinaria creada en centros de atención kafkianos, con vigilantes bien formados para defender la posición y expulsar al peticionario. Causa a la que contribuyen como pocas los teléfonos de atención a los que uno puede llamar sin que le conteste jamás una voz humana y la utilidad de internet como herramienta para quitarse de en medio a quienes por la razón que sea no les resulte fácil comunicarse a través de un teclado y una pantalla.

Finalmente, la obra conmueve con su viaje a la fila del banco de alimentos y al acercarnos al vacío que sufre el cuidador de un dependiente una vez que este desaparece. Pero, santo y seña del cine de Loach, el que le convierte en un director fundamental, enfatiza la contribución de todos, incluyendo los más concienciados, en la situación descrita y aboga por la solución común.

Este es Loach y su mensaje. La solución no puede ser individual. Pasa por la toma de conciencia del efecto de mis decisiones en el bien común. Hasta la próxima, Ken, Paul.
Inaki Lancelot
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15 de diciembre de 2016
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mercantilización de todo proceso o actividad conlleva su deshumanización. Asistimos hoy en día a una cultura que ensalza la privatización, o que simplemente ignora o no le interesa cuáles son las consecuencias de dichos procesos privatizadores. Aprovechando el desinterés de la ciudadanía, la Administración Pública se "profesionaliza" externalizando servicios y contratando a empresas privadas que mediante protocolos, reglamentos y formulismos parecen hacer todo de forma más eficiente, olvidándose que sus "clientes" son en realidad personas. Personas con problemas que luchan a diario por poder vivir dignamente, o incluso en algunas ocasiones por llevarse algo a la boca. En esta vida mercantilizada y deshumanizada, las principales víctimas son los que menos tienen.

Todas estas miserias nos la cuenta Ken Loach de forma cruda, con un realismo apabullante, a través de las vidas de dos personas anónimas que comparten las desgracias de un sistema económico deshumanizado. Como todas sus películas -de las cuales pocas flaquean- esta es lenta y minuciosa, reflejando detalles que podrían parecernos inútiles pero que nos sumergen cada vez más en los personajes, haciéndonos empatizar con ellos.

Se dice habitualmente que las películas de Ken Loach dejan mensaje. Ésta en particular, no sólo nos lo deja, sino que además nos llama a la acción. A preocuparnos por ese "submundo" para muchos de nosotros inexistente. A hacernos reflexionar sobre lo mal que lo pueden estar pasando muchas personas, incluso de nuestro entorno. En definitiva, a hacernos más humanos.
Potito
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