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España España · Moaña
Críticas de Bermu
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Críticas 107
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
2 de julio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son innegables los tintes autobiográficos que desprende esta película. Toda una vida dedicada al espectáculo desde sus orígenes en el teatro a finales del siglo XIX, una vida dedicada a hacer reír al mundo entero con su bombín y su bastón. En cada momento, en cada escena de la película vemos reflejada la vida de Chaplin, una vida llena de éxitos y que en esos momentos estaba en su punto más bajo, rodeado de escándalos, repudiado en EEUU y con problemas de alcohol y salud. Una película cargada de simbolismo de una vida que ya ha tocado a su fin, realmente al fin de una era.

El Chaplin de la película es Calvero, un viejo payaso acabado que vive en Londres poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, olvidado por casi todos y rechazado por los productores de los espectáculos que antes lo adoraban. El mundo que le rodea ha cambiado, lo ha dejado al margen, en realidad no se ha adaptado a la nueva situación social de principios de siglo, refugiándose en el alcohol para ahogar sus penas.

Su contrapunto en la película es el personaje de Theresa, bien interpretada por Claire Bloom, una bailarina joven y guapa, en la flor de la vida aunque desencantada de todo. Intenta suicidarse aunque en el último instante es salvada por Calvero. A partir de ese momento, surge entre ambos una fuerte amistad, una mezcla de sensaciones entre amor y compasión entre ambos.

Toda la película va encaminada hacia un final precioso, de los que te hacen llorar aunque lo hayas visto mil veces, una despedida de los dos grandes monstruos de la época dorada del cine mudo, Chaplin y Keaton. Un espléndido
homenaje a dos hombres que gracias a sus risas alegraron la vida de la gente en una época donde la situación social era realmente dura. Un final donde ambos dejan paso a una nueva generación de jóvenes artistas encabezados en la película por Theresa.

Un guión perfectamente ensamblado por Chaplin y que está empapado por una magistral banda sonora, de las mejores que se han escrito en la historia del cine y que gracias a ella (aunque con veintiún años de retraso para más inri), Chaplin se llevara por fin su más que merecido Oscar, homenaje tardío a uno de los grandes iconos, sino el que más, de la historia del cine.
Bermu
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5
2 de julio de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que es difícil escribir una crítica de esta película sin dejarse llevar por el argumento y las ideas racistas y homófobas que desprende a raudales. Es como si hoy en día se hiciese una película sobre la Segunda Guerra Mundial diciendo que los nazis eran sensatos y buenos, y los judíos los malos. Iban a correr ríos de tinta llamando de todo a su director, pues algo parecido le ocurre al bueno de Michael Curtiz.

Es difícil entender como en pleno año 1940 se nos muestre una película con un guión tan marcadamente racista, incluso en alguna escena aparece algún esclavo diciendo que prefiere la esclavitud a la libertad. Pero hay que darse cuenta que en aquella época, los estudios grandes todavía controlaban por completo toda la elaboración de una película, desde su producción, su guión y su montaje.

Jack Warner era un claro ejemplo de ello, lo único que le importaba era exprimir hasta el extremo para sacar todo el jugo a sus actores y directores. Curtiz había firmado un contrato de larga duración aceptando filmar todo lo que le pusieran delante de los ojos y sin protestar. La pareja de moda en la compañía era Errol Flynn y Olivia de Havilland, a los que explotaron haciendo innumerables películas juntos. Algunas de ellas buenas películas, como El capitán Blood (1935) o Robin de los bosques (1938), aunque muchas otras dejan bastante que desear.

En esta ocasión la película está basada, por decirlo de alguna manera, en hechos reales. En los años previos a la Guerra de Secesión, la tensión entre el norte y el sur por culpa de los esclavos estaba a punto de explotar, lo que más tarde pasaría claro está. El norte abolicionista reclamaba el fin de la esclavitud, a lo que se oponía claramente el sur esclavista, ya que no quería perder su mano de obra y por ello la base de su subsistencia. Recordad que el sur basada todo su poder en la agricultura y la recolección mientras que el norte era una zona mucho más industrializada.

En ese momento aparece la figura de John Brown, un abolicionista que, cansado de pacifismos, decide emprender la abolición de la esclavitud por medios violentos. Hasta aquí todo correcto, hasta que Curtiz (o la productora) decide que en la película Brown es una viejo loco despiadado, cegado por Dios y la religión, y lo convierte en el malo de la película. Del otro bando, el ejercito americano con un puñado de soldados recién graduados de West Point, entre los que están Flynn y Reagan (sin duda su mejor actuación en el cine, lo que da muestras de su nivel jaja).

Curtiz, para darle más credibilidad a la película, mete nombres ilustres de la época en el guión, como Custer, Sheridan, Robert E. Lee, Longstreet o Jefferson Davis, que llegó a ser Presidente de los Estados Confederados. Un batiburrillo de fechas y nombres sin sentido. Pero realmente, toda la película está hecha para la lucidez de la estrella Errol Flynn, los diálogos, las escenas, todo para encandilar una vez más al espectador con su sonrisa simpática. A su lado, como casi siempre, la pobre Olivia de Havilland (por cierto aprovecho para felicitarla ya que acaba de cumplir 104 añazos), que en esta ocasión su papel es casi testimonial, ya que su enamoramiento de Flynn es bastante patético y surrealista.

Poco más que añadir, buenas escenas de acción, sobre todo la del bombardeo del arsenal militar y las persecuciones a caballo, y la buen dirección de Curtiz, sobrio y eficaz como siempre. Una película más que añadir al tándem Flynn-De Havilland-Curtiz-Warner.
Bermu
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8
2 de julio de 2020
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jean Pierre Melville es uno de los directores más infravalorados del mundo. La mayoría de sus películas son soberbias, ese cine negro francés clásico que nada tiene que envidiar al americano del que Melville es el máximo exponente. Supo retratar como nadie esos gánsters de poca monta, ese inframundo parisino de los bajos fondos donde se mezclan canallas de todo tipo, aunque siempre con ese aura de amistad y lealtad que le daba a sus personajes el genio francés. Un claro ejemplo de ello es Bob el jugador (1956).

En esta ocasión, Melville nos retrata la vida de Bob, un viejo jugador al que todos respetan y admiran porque tiene los valores y principios de la vieja escuela. Se pasa todas las noches jugando a las cartas, a los dados o a cualquier juego que le haga ganar dinero. Esas primeras escenas de la película cuando ya amaneciendo se va a la cama mientras el resto de la ciudad se despierta son sublimes.

Una mala racha hace que Bob tome la decisión de robar un casino junto con su pandilla de siempre, aunque esa decisión acarreará graves consecuencias. Realmente, creo que a Melville tampoco le interesaba mucho el final, ni siquiera los preparativos para el golpe, sino simplemente sumergir al espectador en el entorno de Bob, en ese submundo de delincuentes comunes, de gente que se intenta ganar la vida en una postguerra que fue muy dura en Francia. En realidad nos genera simpatía el mundo de la noche, lo aceptamos como lo acepta Bob, es parte de su vida, no conoce otra cosa.

Película muy recomendable si os gusta el género de gánsters y cine negro, pero en general toda la filmografía de Melville, si no lo conocéis tenéis trabajo por delante para descubrir verdaderas joyas.
Bermu
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7
2 de julio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El comienzo de la película es brutal, esa conversación telefónica entre los dos amantes, susurrándose amor eterno, jurándose que permanecerán siempre juntos porque se aman de verdad. A decir verdad, quién no se enamoraría de Jeanne Moreau, verdaderamente sensacional a lo largo de toda la película. Sensual como pocas, con una belleza desmesurada incluso bajo la intensa lluvia, vagando por las calles de noche desolada porque a perdido a su amor, o eso cree ella claro.

Porque todo lo que planean ambos amantes se va a traste por una tontería; así es el amor platónico en el cine francés de postguerra, así como viene se va al instante. Ambos planean matar al marido de ella; todo va bien hasta que el amante, después de matarlo, tiene que volver porque se ha olvidado la cuerda por la que ha escalado y se queda atrapado en el ascensor toda la noche.

Al mismo tiempo, entra en escena una pareja de jóvenes, contrapunto completamente a la pareja protagonista. Los jóvenes son alocados, desenfadados, su amor es superfluo, realmente solo quieren divertirse y pasarlo bien. Roban el coche del amante y se van, aunque su aventura se va complicando por momentos, asesinatos incluidos, en situaciones que realmente poco aportan a la película.

En mi opinión, el director tenía que haberse centrado mucho más en la pareja protagonista, se pierde mucho metraje con los jóvenes, la película se ralentiza y se hace pesada. Incluso con absurdos despistes y giros de guión intencionados que hacen que la trama sea poco creíble en muchos momentos de la película. Me da la impresión de que en el rodaje y sobre todo, en el montaje, nos damos cuenta de que es la primera película (en solitario) del director. Me gustaría que la hubiese rodado años después con mucha más experiencia acumulada.

Para mí sinceramente, las escenas de Jeanne Moreau por la noche, desesperada porque piensa que su amante la ha abandonado, intentando buscarlo por todas partes, incluso en bares de mala muerte, bajo la intensa música del genio Miles Davis. Sin duda alguna, lo mejor de toda la película.

Aunque Louis Malle es uno de los directores que más respeto, puesto que no se dejó arrastrar (aunque sí influir lógicamente), por la Nouvelle Vague, de hecho siempre se mantuvo al margen del cine de sus coetáneos, el final de la película es el esperado, como suelen acabar la mayoría de las películas de cine negro clásicas del cine francés, mal claro. Pero bueno, no importa, el amor siempre perdurará entre ambos, aunque tengan que esperar cinco, diez o incluso viente años.
Bermu
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8
2 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director Louis Malle nos muestra la Segunda Guerra Mundial desde un punto de vista diferente, desde los ojos de un grupo de adolescentes que estudian en un colegio católico durante el conflicto. La relación que hay entre ellos, la amistad, el compañerismo y sobre todo la lealtad, que interpretan a su manera los acontecimientos que van surgiendo a lo largo de la guerra y en la que se ven inmersos sin quererlo.

Es evidente que los jóvenes tienen esa inocencia que no tenemos los adultos, sobre todo ante barbaries y genocidios como los ocurridos durante esos años. Sus vivencias en el día a día se basan en la amistad más pura, independientemente de extractos sociales, creencias religiosas o pensamientos políticos.

La película se centra en la amistad entre dos chicos, uno católico y el otro judío, que el director del colegio está ocultando junto con otros chicos en la misma situación que la suya. Poco a poco las diferencias que existen entre ambos se van diluyendo hasta formar una férrea amistad entre ambos.

Claramente, la película tiene un sentimiento antibélico, nos muestra lo absurdo que es enfrentarse por supuestos ideales políticos o creencias religiones, pensar que otros son inferiores por su manera de pensar o su color de piel, y que mejor manera de mostrarnos estas ideas que desde la inocencia de los niños.
Bermu
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