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España España · Sevilla
Críticas de Zúmer
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Críticas 17
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
9 de junio de 2011
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El dúo francés Daft Punk ha sido una formación musical enigmática desde siempre. Pese a que su estilo musical no destaque por una excesiva experimentación ni rareza (synth-pop, se suele denominar) ha sido su puesta en escena, así como alguna que otra excentricidad retórica, lo que les otorga ese aura de misterio. La innegable inquietud artística de Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem-Christo (que así se llaman), expresada tanto en conceptos líricos alternativos como en una cierta experimentación gráfica en vídeos y conciertos, ha venido a cristalizar en este melancólico Electroma de nada más y nada menos que 74 minutos de duración.

Electroma nace de footage resultante y/o sobrante de la grabación de un videoclip de Daft Punk, Human After All. El grupo se vio cómodo y con ideas en medio de la dinámica de grabación y rodaje y decidió que aquello daba para un largometraje. El resultado es una película siniestra y lírica, de argumento sencillo (dos robots que desean ser humanos) pero de resultados discutibles. Electroma es plásticamente pre-digital, muy reposada y plagada de angulares y movimientos de cámara, con una fotografía realista con esencias de Súper 8. Sin embargo Electroma resulta visualmente redundante y estilísticamente engolada. El tema de la película (el Frankenstein de Mary Shelly, el pinocho de Collodi o el replicante bajo la lluvia de Dick/Scott) es tan recurrente como estéticamente potente, pero gran parte de estas posibilidades dramáticas quedan enterrada bajo un tratamiento demasiado ampuloso y amanerado.

Hay una extraña y casi primigenia inocencia en la historia del robot que quiere ser humano. Es valiosa e interesante la deriva naif que Daft Punk da al género de la ciencia ficción porque en cierto modo la libera de cierto aparataje científico-tecnológico. En cualquier caso, Electroma es una pequeña ópera musicada (más como videoclip que como música dramática de cine) cuyas interesantes propuestas temáticas están al servicio de un estilo espeso, gelatinosamente plúmbeo y un tanto autista, que no las deja lucir del todo. Electroma resulta además una promoción muy interesante para Daft Punk toda vez que ofrece bifurcaciones de su discurso y de su arte no vistas anteriormente en su música.
Zúmer
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4
12 de mayo de 2011
22 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuesta creer (o quizá no tanto) que una película como Confessions fuese pre-candidata a los Óscars por la categoría de mejor película de habla no inglesa. También cuesta creer un poco que esto sea, supuestamente, lo mejor de toda la producción anual japonesa de cine (más de doscientas películas al año). Confessions forma parte de ese cine slow motion sobre lamentos y lamentaciones, ese lirismo empaquetado presuntamente profundo, aunque en este caso venga por la vía del thriller y del drama, afectado además de varias marcas de identificación muy japonesas.

Confessions es la historia de la vendetta (ley de Talión) de una profesora despojada de su hija. La película hace de su estética y de su plasticidad su mejor reclamo. Nos conduce por una sucesión de pequeños golpes de efecto servidos a ritmo de videoclip, con un magnetismo visual que no quiero negar pero que está absolutamente fiado al efectismo de la cámara lenta. Hay talento en el guión, en la planificación y en el montaje, pero todo está al servicio de un tratamiento que vive por y para el exceso (en la mejor tradición del anime de las últimas dos décadas).

La estructura de Confessions es habilidosa y se fragmenta en múltiples reflejos y visiones (con un crescendo hacia el momento bomba). Está organizada en diferentes bloques según las confesiones de los distintos personajes, pero hay que decir que, sin que esto sea un defecto, la anarquía y el fraccionamiento intencionados de puntos de vista, tramas y subtramas de la película hace testimonial la estructuración de la historia según estos bloques narrativos que mencionamos, y finalmente el relato escapa a cualquier ordenación posible.

La mayor virtud de Confessions es probablemente su reflexión sobre el bien y el mal, que casi todo el tiempo es valiosa. Disecciona sin simplismo las causas de las malas conductas humanas y es en este registro de diagnóstico ético-social donde la película alcanza mayores cotas de mérito (la mención a Crimen y Castigo es brillante). Pero estos hallazgos se pierden en el torrente de lo grotesco a la que la película se entrega, en una siniestra, retorcida y en ocasiones poco creíble carrera de máscaras y revelaciones para ver cuál de los personajes está más perjudicado y quién es capaz de cometer la mayor atrocidad. Tanta conmoción en la pantalla acaba por dejarnos el cuerpo frío y empezamos a trazar puentes, que tienen más que ver con el humor que con la intertextualidad, con películas como La Ola, La Clase o Kill Bill, y al final nos sentimos como esa palabra que repiten varias veces los personajes y que se adivina como uno de los mensajes-lemas que quiere lanzar el autor: ridículos.
Zúmer
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5
13 de abril de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Noveno largometraje de Quentin Tarantino que nos trae al realizador de Tenesse es su versión más libérrima. Tarantino se gusta entregado a la orgía del pastiche, marca distintiva de su cine fragmentado, referencial, heterogéneo.

Malditos Bastardos no goza del cartel de prestigio de obras como Reservoir Dogs o Pulp Fiction (hace años que Tarantino no cuaja una obra rotunda), pero es una película estimada y que encontró gran promoción en la magnífica y premiada interpretación de Christoph Waltz. Tarantino explota su mejor virtud: recrear. Parece complicado pensar en un director que represente mejor la incapacidad posmoderna de crear y escapar así de la autorreferencia crónica. Desde el primer momento la película nos introduce en una gozosa letanía de guiños, parodias y demás puentes de intertextualidad, algunos mejores que otros (la mayoría de altura, como los de John Ford o Robert Aldrich) que remarcan las marcas autoriales del realizador estadounidense: frescura, ritmo y collage.

Malditos Bastardos son dos tazas de Tarantino. Parece puro divertimento del autor, todos sus hábitos sin contención. La duración de la película (155 minutos, más extensa de lo habitual) ya parece decirnos que no hay prisa alguna y que vamos a recrearnos en lo que vamos a ver, como esas dos escenas (la inicial de la cabaña y la del bar) planificadas con talento, pulso narrativo pero también con dosis de autocomplacencia. Lástima que el espectador no consiga divertirse tanto como el director, y es que por momentos resulta imposible, por excesivo, seguirle el juego al asunto, como si Tarantino hubiera entrada en un estado de autismo tarantiniano.

Con todo y con eso nos queda una película ingeniosa, divertida a ratos y con varios momentos disfrutables, pero que no camina mucho más allá de la broma que ella misma proclama ser, desde el primer minuto y con total honestidad. Visto lo visto no parece buena idea que Tarantino se entregue de esa manera a sus propias pasiones.
Zúmer
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6
23 de marzo de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Copia Certificada resulta una película intrigante, a ratos estimulante y a ratos difícilmente aprensible, que ofrece bastante si el espectador sabe (y quiere) seguirle el juego a Kiarostami. Es cine experimental y ensayista (en el sentido débil del concepto), por cuanto el director juega a alterar la normalidad narrativa y argumental, la verosimilitud más básica de cualquier historia en cuanto a personajes, roles, punto de vista, etc., difuminando nuestras coordenadas convencionales y haciéndonos dudar. Es aquí donde entroncamos con el tema principal del largometraje: lo verdadero, lo falso, la copia. Se experimenta con el simulacro, el fingimiento; hay un juego constante con las dicotomías entre lo latente y lo revelado, lo oculto y lo manifiesto, lo real y lo falso.

La principal virtud de Copia certificada es que consigue materializar en lo cinematográfico todo el trasunto temático (abstracto) que propone; así, como se le presume al buen cine, las nociones de forma y contenido se asocian hasta confundirse. No vemos a los personajes hablando y simplemente verbalizando las tesis de la película: muy al contrario, tenemos, como hemos dicho, una película dramáticamente heterodoxa, formalmente diáfana pero que deja translucir este extrañamiento del que hablamos, con personajes que juegan a ser otros personajes y una realización que abunda en el equilibrismo misterioso entre lo velado y lo revelado, esa relación insinuante entre lo que vemos y lo que está en off, el campo y el contra-campo con el que Kiarostami indaga constantemente.

En síntesis nos queda un largometraje intrigante y sugerente pero que combina momentos muy interesantes con otros bastante fatuos. Con demasiada frecuencia nos vemos volcados en digresiones (redundantes) sobre lo artístico y sobre lo verdadero que interesan bien poco, así como en momentos de notable ensimismamiento que sólo suman opacidad a una película ya de por sí a veces poco accesible. Acaso sea mejor pensar que Copia certificada, además de un ejercicio de cine estimulantemente experimental en algunas cuestiones, no es más que una simple historia de amor estúpidamente complicada (sic) por nuestro afán de ritualizar, vestir y dificultarlo todo.
Zúmer
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9
15 de marzo de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionante fresco sobre las entrañas de los actuales Estados Unidos. El mito de la CIA y de la Guerra Fría lucen en todo su pavor y complejidad en esta la segunda película del señor Robert de Niro. El Buen pastor es vasta y aterradora y resulta una turbadora instantánea de los demonios de la Inteligencia y la Política de Estado. No sólo eso: desangra sin pestañear el drama humano que subyace bajo el tablero de ajedrez.

La colección de actores es apabullante, toda una reunión de actuaciones atinadas que arropan al protagonista (perfecto Matt Damon, la mirada gélida y turbia tras las gafas) en su fáustico viaje a ninguna parte. El guión de Roth es extenso y calculado y acierta con casi todo lo que construye y propone, y la realización es clasicista pero inquietante. En cuanto al montaje y a la duración total, no estoy de acuerdo con quienes califican a El buen pastor como una película larga y aburrida. La película resiste con honores un segundo visionado (pese a saber lo importante del final) y resulta un conjunto ajustadísimo de ritmo, estructura e interés.

Creo que lo que la separa de la excelencia total es una cierta y ocasional autocomplacencia. El mito de lo que cuenta pesa y mucho y eso a veces lastra el resultado. Creo que falta una pizca de talento y un poco de distancia con la historia para que la película acabe de ser redonda. Pero esto no cambia lo esencial. El buen pastor es un thriller de intriga y espionaje tan veraz y tan denso como lo son las capas que componen la política internacional, que da perfecta cuenta de la capacidad de corrosión y prodredumbre de las estructuras de poder. De entre las muchísimas películas sobre la Guerra Fría, El buen pastor es sin duda una de las mejores, así como una de las más olvidadas.
Zúmer
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